por essas paredes en siendo visto de
los dos, que tratando los negocios del pueblo,
passeabamos estos quadros: pues mira, si siendo
?
los dos, que tratando los negocios del pueblo,
passeabamos estos quadros: pues mira, si siendo
?
Lope de Vega - Works - Los Pastores de Belen
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? 74 Pastores de Belen.
en la distancia se duplican, havian llegado al Rey,
de que todos sus hijos eran muertos. Rompio? sus
vestiduras, y echado sobre la tierra lloraba con
sus criados el lastimoso caso , a quien Jonadab
consolaba diciendo : Que no creyesse que todos
sus hijos eran muertos, sino solo Amnon , por-
que e? l sabia, que desde la fuerza de Thamar,
Absalon su hermano le aborrecia. El fratricida
Principe, temiendo la justa ira de su padre, hu-
yo? se a Tholmai? , hijo de Amiud Rey de Jes-
sur , donde vivio? tres an? os.
Satisfecho has a tu obligacion , dixo Pyreno,
despues del justo aplauso de los pastores ; pero
no es razon que te escuses de decir algunos ver-
sos. No quiero yo replicar en esta ocasion, res-
pondio? Joran, a cosa que vuestra voluntad sea,
si bien pudiera escusarme con no saber de memo-
ria sino algunos mios. Lo mejor que nos puede
haver sucedido a nosotros, replico? Nemoroso , se-
ra? esso por dos cosas, que ya nos obligan a es-
perarlos con gusto. La primera, porque tu? los ha-
ces, con otras dos, en que se cifra toda su gra-
cia , que son dulzura y sentencia. Y la segunda,
porque no havra? s escogido los peores. Entram-
bas cosas me faltara? n en esta, dixo el pastor. La
primera , porque a mi me falta aquella parte y
diferencia de ingenio, que es necessaria para es-
cribirlos : y la segunda, porque no todos la tie-
nen en el buen juicio , con que eligen , que es la
mas essencial en el que los hace. En un cuerpo
templado , dixo Aminadab , pastores , concurren
todas essas partes necessarias, que siendo el en-
ten-
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? Libro primero. 75
tendimiento como internuncio del alma, conviene
que sea clarissimo y muy semejante a ella : por-
que de la suerte que un crystalino espejo, mien-
tras esta? mas limpio, mejor recibe las imagenes
de las cosas; assi nuestro espiritu , mientras mas
sutil, mas elegantes vuelve nuestras operaciones;
la memoria digo, la phantasia y el entendimien-
to , la sangre y el espiritu, mas claros y sutiles
esta? n en el cuerpo templado; porque el demasia-
do calor le obscurece abrasandole, la humidad
le condensa. Consta pues, que todas nuestras
obras mas claras salen, y con mayor hermosu-
ra , del cerebro templado , que del contrario, don-
de vemos como se exceden unas a otras. En unos
la phantasia vale, y la memoria fallece. En otros
resplandece la memoria, y vive la imaginacion
enferma, y tal vez, donde estas dos se hallan,
el entendimiento vacila. Viven pues en e? l diver-
sas partes en diversas cosas: en unos la sutilidad,
en otros la facilidad del decir, y en algunos la
destreza del juzgar, que es el proposito que dio
sujeta materia a este discurso. Las cosas, dixo
Nemoroso, sabio pastor, que se ofrecen al entendi-
miento del que escribe ( pues tal vez , si es fertil,
parece que se atropellan las ideas) dejan a essa
diferencia que dices la eleccion; y esse buen jui-
cio para hacerla de lo mas puro, de lo mas a
proposito, y mas nuevo, es lo que ha dado a los
escritores en el mundo mayor opinion. Desdicha
es de algunos ingenios, respondio? Pyreno, que
de dos, o tres conceptos de otras tantas locucio-
nes , o siquiera epithetos para algu? n nombre, que
Ka se
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? 76 Pastores de Bhlfn.
se les ofrece , eligen siempre lo menos bueno:
de donde nace, que sus obras salgan imperfec-
tas y defectuosas. <? Mas para que? nosotros rusti-
cos pastores destos campos nos entramos en ma-
terias tan distintas de nuestra profession ? La cul-
pa , dixo Nemoroso, ha tenido Aminadab, que
con ser e? l tan estudioso en todo, nos hace a no-
sotros salir de nuestro passo , creyendo que le
havemos de satisfacer , estando tan lejos de en-
tenderle. Diga Joran sus versos , que ellos satis-
fara? n mejor a esta objeccion con el buen juicio^
que en elegir los mas a proposito havra? tenido.
Joran entonces arrepentido de la promessa, co-
menzo? de esta suerte:
? Quie? n eres , ciego rapaz,
monstro famoso en la tierra,
que con habito de guerra
vienes prometiendo paz?
Inconstante y pertinaz
te llaman todos : < Quie? n eres
tu? , que a la muerte prefieres,
por donde aumentas las vidas,
pues lo que quieres , olvidas,
y lo que aborreces, quieres ?
? De que? te sirve traher
la benda para ser ciego,
si dicen que naces luego
que se comunica el ver?
< Y para que? pueden ser
las alas que al ayre entregas,
6I? en el instante que ciegas,
ape-
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? Libro primero.
apenas sabes huir?
que al fuego , en que has de morir
como mariposa llegas.
De flechas vienes cargado:
? quie? n te da tantas que tires?
o porque, mientras no mires,
has de tirar confiado: ?
pero estara? s disculpado
de que nunca el arco acierte,
si ciego llegan a verte ,
puesto que mayor seria ,
que por ir de prisa un dia,
las trocaste con la muerte.
^ A do? nde desnudo vas,
pues tanto el hielo te ofende:
o es porque de ti se entiende,
que hasta los vestidos das?
Advierte, que no podra? s
hallar un Jacob segundo,
ni un Platonico profundo,
que en alma sola te encierra,
porque no esta? ya la tierra
como al principio del mundo.
Ya que te hicieron los cielos
tan apacible dolor,
dime, A. mor , si eres amor,
< a do? nde escondes los zelos ?
si de tu fuego son hielos,
a calentura responde,
que el frio en el cuerpo esconde,
y luego que passa un dia, t ;
vuelve con mayor porfi? a,
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? Pastores de Belbn.
y no &e sabe de donde.
Dicen que ropo contigo
el divino amor, que estaba
cansado de que tu aljaba
fut. sse del mundo castigo >
y como a vil enemigo
arco y flechas te quito,
y con la cuerda te ato
del suyo, si se te acuerda,
porque sclo aquella cuerda
tu loca furia templo.
Dichoso quien se retira
de essa tu ciega passion,
y a la soberana union
de mas alto amor aspira,
y por exemplares mira
los espiritus alados
en pura llama abrasados
de aquel amor inexhausto,
donde sirven de holocausto
corazones humillados.
Alli es cierta la esperanza,
y eterna la possession:
alli las firmezas son,
que no consienten mudanza:
alli ningun fin alcanza,
alli esta? del alma el fin,
que estremece al Seraphin:
dichoso el que sabe amar
a donde puede gozar
del mayor amor sin fio.
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? Libro vrimbao. 79
Arrepentidos estareis, prosiguio Joran , en el si-
lencio de los pastores, de haverme pedido los
versos , ya por ser ellos tan humildes, ya por
haverlos cantado con tan peca gracia. Entram-
bas cosas has conseguido felicemente, dixo Ami-
nadab, y assi te han dado estos pastores las gra-
cias con el silencio. Yo he tenido a buena dicha
haver venido a estos campos de Belen, y en oca-
sion como la presente, pues los hallo fertilissi-
mos de pastores tan discretos , estudiosos de la
ley , y todos musicos. Ya sabes , dixo Pyreno,
quan natural es a los Hebreos la musica, entre
todas las naciones del mundo ; pues aun los Ba-
bylonios, quando los llevaban cautivos, les pediart
que cantas sen , que es indicio de la fama , que
per las naciones estangeras tenian sus voces. En
passando el mar Bermejo, donde quedo? sumergi-
do el Rey de Egypto, que presumio? hacer sus
carros naves, canto? Maria, ayudandola todo el pue-
blo, dulces hymnos , y las doncellas de Jerusalen
al pastor David, quando trahia por los cabellos
sangrientos la robusta cabeza de aquel Gigante,
sin otros muchos exemplos, que por prolixidad
escuso. El mayor de todos, dixo Aminadab, es
haver ordenado David , que huviesse quatro mil
cantores, para decir las divinas alabanzas en el
taberna? culo de nuestro Dios , en tanto que se li-
baban los sacrificios , de quien eran maestros
Asaph , Heman y Eth. n , eligiendo de los mas
diestros docientos y ochenta y ocho cantores, pa-
ra ensen? ar a los ministros del templo. Volvereis,
dixo Dositea, a divertir nuestro proposito , si le
to-
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? 8o Pastores de Belen.
tomais ahora de la musica , alma del mundo, go-
bierno y harmonia de los cielos. Dejad a Pyre-
no comenzar su historia , que si en algunas oca-
siones no os huvierades detenido , ya estuviera-
mos en las cabanas. Pyreno entonces por agra-
darla , despues de un breve prologo, empezo?
de esta manera.
Yace la noble ciudad de Babylonia sobre las
orillas del Euphrates , que del alto Niphates,
monte de Armenia , grande, profundo y arreba-
tado nace , y despues juntado al velocissimo Ti-
gris, divide la Mesopotamia, de quien Nemrot,
y no Semiramis, fue su primer fundador, y cuyos
muros celebraban las historias por uno de los
milagros del mundo. En la qual, reynando Astya-
ges, vivia un varon noble , cuyo nombre era
Joachin , casado con una hermosissima sen? ora
llamada Susana , con cuya belleza, si bien era
u? nica, competia la perfeccion de sus heroyeas vir-
tudes. Su padre Helcias, como era justo y san-
to , crio? a su hija en el temor de Dios, en los
preceptos de su ley , y en la reverencia de su
divino culto, no como algunos, que anticipan
con los regalos , con las galas , con las visitas y
con las licencias, los pensamientos libres a los po-
cos an? os. Era Joachin hombre muy generoso y rico,
y tenia vecino a su palacio un huerto de varios
arboles, donde los mas eran manzanos , planta
que ya trahe consigo desgracias a las mugeres: a
este concurrian , para entretenerse, los mas honrados
de aquel pueblo, porque Joachin era el mas prin-
cipal de todos. Constituyeron en la dignidad de
Jue-
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? Libro primero. 8t
Jueces aquel an? o dos hombres viejos, por quien
Dios havia dicho : salio? la Iniquidad de Babylonia
de los Jueces y ancianos, a quien tocaba el gobier-1.
no del pueblo, y el exemplo de las costumbres.
Frequentaban estos la casa de Joachin, y a ellos
acudian con sus pleytos los que deseaban tener jus-
ticia. Luego pues que la gente se volvia , y el sol
en la mitad de su curso les obligaba, entraba la
hermosa Susana a entretenerse en el jardin y huert.
to de su querido esposo, donde todos los dias era
vista de aquellos ancianos Jueces que haveis oido,
los quales no templando con la razon el apetito,
lo que ya la naturaleza havia hecho con los an? os,
pusieron en su belleza los codiciosos ojos, quitan-
dolos del cielo y de la noble dignidad del Magis-
trado y oficio grave que tenian, y pervertido el seso
comenzaron a desear desenfrenadamente su hermo-
sura , sin atreverse a comunicar el uno al otro su
pensamiento, por la fealdad del delito^ Un dia pues
que el mismo havian tenido entrambos, dixo el ma-
yor en an? os, aunque igual en costumbres , que ya
era hora de ir a comer , y que dejassen los estrados
de su juicio y la casa de Joachin, donde como
Principe de todos le tenian : con las quales palabras
salieron juntos, y despedidos, quando ya les pare-
cio? , que ninguno podia ser visto del otro, volvieion
al palacio de la hermosa y casta Susana , donde se
havian quedado , aunque se havian partido , y pre-
guntandose el uno al otro, la cama de tan impen-
sada venida , se declararon el pensamiento, hasta
entonces por la verguenza de la cara defendido a
la lengua: y haciendo un mismo deseo complices
Tom. XVI. L en
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? 82 Pastores de Belen.
en el delito, los que lo debieran ser en el conse-
jo, concertaron el tiempo en que tuviesse efecto,
dando ya por possible a las fuerzas de dos hom-
bres, lo que al uno solo causaba desconfianza.
Sucedio? pues,que como esperassen el di? a, en que
pudiessen hallarla sola, el que mayor calor aquel
verano hizo , entro Susana al jardin con sus cria-
das , para ban? arse a solas: ellos que entre los ar-
boles estaban ocultos, codiciaban que lo estuvies-
se, para poner en ejecucion su intento, y hacien-
do celosias las ramas, la contemplaban cerca.
Mando Susana, inocente de los aspides que entre
la hierba estaban, que le traxessen algunos oloro-
sos unguentos y le cerrassen la puerta. Hicieron-
lo ansi, y . dejandola sola y desnuda , entro? en
la fuente, donde acabo? de quitarse del vestido
lo que por honestidad de sus propias mugeres.
havia dejado. Los Jueces entonces, que de su
oculta belleza lo havian sido mejor que de su cau-
sa , saliendo de los arboles la asieron de los bra-
zos , y con amorosas palabras la provocaron a su
amor lascivo. Rinde , le dixo el mas atrevido,
hermosa Susana, essa rara belleza tuya a nuestros
deseos (ya despues de sus quejas y sobresaltos)
porque de no ponerlos en la execucion que pide
nuestra enamorada imaginacion, havemos de de-
cir a voces, que el echar las criadas y el cerrar
la puerta fue para ofender a tu marido noble
con un galan mancebo, que del temor del cas-
tigo huyo?
por essas paredes en siendo visto de
los dos, que tratando los negocios del pueblo,
passeabamos estos quadros: pues mira, si siendo
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? Libro primero. * 83
Jueces, seremos creidos. Gimio? Susana entonces,
y lo que dixo, n? o puso mal Claridano en estos
versos:
Siendo de amor Susana requerida,
estandose lavando en una fuente,
de dos Jueces, que lascivamente
vieron desnuda y de virtud vestida.
Dixo llorando: ? Hai sola y combatida
por todas partes del dolor presente!
pues morira? mi honor, si lo consiente,
y si lo niega, perdere? la vida.
? Hai muerte victoriosa, no me assombres,
pues la vida del alma, que pretendo,
muriendo gozara? mas altos nombres l
Porque sera? mejor , si me defiendo,
caer sin culpa en manos de los hombres,
que con pecar en las del Dios que ofendo*
Dio voces la castissima Susana entonces, y vien-
do los atrevidos viejos, que ya no havia que acu-
dir a sus infames deseos , sino a su honra , comen-
zaron a darlas de la misma suerte, publicando a tres
voces , ella su inocencia , y ellos su malicia. Apresu-
ro? se un criado , y abrio? la puerta , y como los dema? s
oyessen las voces en el jardin, a. udieron turbados a
saber la causa. Vuestra sen? ora, dixeron ellos, si ya
no os afrentad de este nombre , con un adultero
mozo, que por aquellos jazmines trepo? ligero, y
no pudo nuestra edad decrepita oponerse a su ju-
ventud robusta, aunque los dos lo intentamos, hon-
ra a Joachin vuestro generoso duen? o , con tales
L 2 obras.
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? 84 Pastores de Belen.
obras. Avergonzados de la novedad destas palabras
los criados, porque jama? s las haviau oido de su no-
ble sen? ora , ni caido en su pensamiento la imagi-
nacion de cosa tan indigna de su virtud y sangre,
comenzaron unos con otros a culpar su fama: tan
facil entrada tiene la informacion siniestra en los ser-
viles animos. La noche que esta inocente sen? ora pas-
saria, de o pastores al juicio vuestro, aunque bien
se deja entender, que toda en continuas oraciones
y lagrimas El dia truxo al pueblo a su palacio
del turbado esposo, y la novedad mas temprano
que otros dias. Sentaronse los iniquos Jueces, lle-
nos de pensamientos viles contra la casta inocente.
Tragednos, dixeron, antes que viessen otro pleyto
alguno , a Susana, hija de Helcias, muger de
Joachin : fueron por ella los ministros, y vino
acompan? ada de sus parientes, y de las mas hones-
tas damas de Babylonia, que todas lloraban con
ella lo que dudaban: porque la fuerza de la ver-
dad mueve secretamente los. corazones piadosos.
Venia , por la honestidad, cubierta de un velo, cO->
mo si no bastara el de sus lagrimas, para mayor
testigo de la suya : mandaron los Jueces que se le
quhasse, con animo de hartar sus ojos de su divi-
na hermosura. Descubriose Susana, y como havia
llorado, parecia su rostro sol, despues de menuda
lluvia. No miro? persona i? u rostro, que no leyesse
su castidad en sus ojos, y la confirma,se con lagri-
mas de los suyos. ? O verdad divina! ? O virgen
reblandeciente y casta! ? Que? bien dixola eloquen-
cia de aqud Romano, que tien s tanto poder,
que con ninguna machina, ingenio, ni arte pue-
des
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? Libro tri? mero. 85
des ser pervertida, y que aunque en ta causa no
tengas defensor , por ti misma te defiendes! ? Qua? n
bien se probo? en la piedad de esta gente aquella
maxima, que la verdad mas se percibe de la fe? ,
que de la razon, y que la naturaleza es maestra
de la verdad! Levantandose pues en medio de el
confuso pueblo aquellos barbaros, puestas las ma-
nes sobre su cabeza, cuyo rostro miraba al cielo,
como a lugar de donde esperaba auxilio, dixeron
ansi: Como nos paseassemos solos por el jardin,
tratando nuestras cosas , vimos entrar a Susana con
dos criadas, que dejandola sola, y cerrando la
puerta, dieron lugar a que un hermoso mozo sa-
liesse de donde estaba escondido, y ofendiesse el
honor de Joachin su esposo. Nosotros viendo tan
feo caso corrimos juntos, y intentamos asirle; pero
vencieron sus valientes brazos los caducos nuestros,
y ansi pudo facilmente librarse de nuestras manos*
A Susana preguntamos, quien era; pero por dili-
gencias que hicimos, no quiso descubrirle: tal debe
ser el amor inmenso que le tiene. De lo dicho so-
mos testigos, y nuestra autoridad , canas y oficio.
Creyo? la barbara multitud del pueblo la deposicion
infame, mas disculpada que otras veces, la facih%
dad del vulgo en dar credito a las cosas que oye,
por ser los testigos les Magistrados de la ciudad,
y de la edad que digo, y sin discrepar ninguno,
la condenaron a muerte. Exclamo? entonces Susana
con una voz grande, y dixo: Dios eterno, que
de Ls cosas ocultas eres juez, tu? que las conoces
y entiendes todas, aun antes que se hagan, tu? sa. r
bes que lo que estos dicen, es testimonio que me
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? 86 Pastores de Belen.
levantan. Yo muero, Sen? or , y mi honor se acaba
con mi vida , no haviendo tenido culpa en la mal-
dad , de que la malicia de estos hombres me acu-
sa. Oyo? el piadoso Sen? or su lastimoso llanto: y
como ya la llevassen ala muerte, las blancas manos
atadas, los cabellos sueltos, descompuestos los ves-
tidos , y desamparada de sus deudos, y aun de la
misma humana misericordia, desperto? el espiritu
de un mancebo, cuyo nombre era Daniel, y dixc*
a voces: Pueblo de Babylonia, yo lavo mis ma-
nos de la sangre de esta muger inocente. Admira-
do y detenido el pueblo , volvio? los ojos a la voz
del mozo, y viendole de tan pocos an? os, le dixo:
? Que? es esto que dices? ? Co? mo , o por que causa
te limpias de la sangre de una muger culpada,
que justamente muere ? El qual en medio de todos,
con presencia, que obligaba a escucha lie, dixo:
? Ansi, locos hijos de Israel ? sin conocimiento de la
verdad, y sin juzgar Con la equidad que es justo,
condenais a muerte a una hija vuestra, y de las
prendas y virtudes de Susana ? Volved , volved ai
juicio, conoced de nuevo de esta causa, porque sa-
bed que es falso testimonio. Mirad que la verdad
de ninguna cosa tiene verguenza , sino de estar es-
condida. El pueblo con deseo de saberla , porque
ningun mantenimiento puede haver para el alma,
como el conocimiento de la verdad, volvio? con
alegria a los estrados, rogandole los ancianos a Da-
niel, que se sentasse en medio, pues Dios en tan
verdes an? os le havia dado la honra que a los cabe-
llos canos se concede. Pues apartad , dixo Daniel
entonces, essos dos hombres, el uno del otro y juz-
ga-
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? Libro primero. 87
garelos. Dividieronlos con no pequen? o espanto su-
yo, y admiracion de todos, Y llamando al prime-
ro , le dixo: Envejecido en dias y en maldades,
ahora vienen los pecados que has hecho, juzgando
juicios injustos a oprimir los inocentes. ? No sabes
que dice Dios en el Exodo, que no mates al justo
e inculpable? Si dices que viste a Susana con esse
mozo adultero, <dime debajo de que? arbol estaban
juntos ? Debajo, respondio? el miserable, de un len-
tisco. A quien Daniel replico? : ? O que? bien que has
hablado en dan? o de tu cabeza ! pues ya el Angel
del Sen? or por sentencia suya tiene desnuda la espa-
da para cortarte el cuello. Apartando finalmente
aquel, hizo venir el otro, a quien con ayrados ojos
dixo; Descendiente vil de Canaan, que no de ju-
da? , la hermosura te engan? o? , y el lascivo deseo ha
pervertido tu corazon. Esto debiades de hacer con
las hijas de Israel, y ellas temerosas de perder la
vida y la fama se rendirian a vuestfos viles de-
seos : pero si fue su flaqueza tanta , en Susana no os
sucedio? de essa manera, que su fortaleza quedo? vic-
toriosa de la flaqueza vuestra. Haciendole pues la
misma pregunta , respondio? , que debajo de una
encina. Amenazandole pues Daniel con las se-
veras palabras que al otro, y siendo claramente
convencidos, el pueblo a grandes voces los conde-
no? a la muerte, y por la ley en el Deuteronomio
escrita fueron apedreados. Helcias y Joachin die-
ron a Dios infinitas gracias} y el pueblo alegre y
contento mil parabienes a entrambos, Quedo? Su-
sana en mayor reputacion, y Daniel en la estima
que merecia, porque quien exercita la verdad, ha-
ce
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? 88 Pastores db Belen.
ce una cosa semejante a Dios, el qual no desam-
para jamas las causas inocentes.
Aqui puso fin Pyreno a su historia, celebrada
de los pastores con algunas lagrimas. Que? mal, di-
xo Tebandra, puede prevalecer contra la verdad
la mentira. Tan lejos, respondio? Joran, dixo un
philosopho, que esiaba la verdad de la mentira,
como los oidos de los ojos. Bien dixo, replico? Les-
bia , porque por los oidos nos engan? a, lo que nos
desengan? a por los ojos. En el Levitico mando? Dios,
dixo Aminadab, que no levantassemos falso testi-
monio al proximo. Los legisladores Cesares han
puesto las mismas penas, en que a los inocentes
condenaba la mentira. No en vano decia aquel,
cuya eloquencia es hoy honor de Italia, que no
por la liviandad de los testigos se havia de juzgar
la causa de los honestos hombres. Ninguna menti-
ra , dixo Lesbia, nos ofende tanto, como la que
tiene semejanza con la verdad. Opinion fue muy
recibida de los antiguos, replico? la bella Cloris,
que era mejor ser engan? ado un hombre , que men-
tiroso, con que no poco queda encarecida la hon-
ra de la verdad. Diga Pyreno algun Epigrama, si
os parece, a esta candida virgen , pues los demas
no se han escusado de proprios, o agenos versos.
Pyreno entonces, sin replicar a Cloris , tomando
aquella misma palabra , canto? ansi:
Candida virgen, soberana Astrea,
ley de las artes, de los tiempos hija,
santa Verdad , eternamente fixa
de tu Hacedor en la suprema idea.
Sol
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? Libro primero. 89
Sol que nuestras tinieblas hermosea, . .
y thesoro, que hallado regocija,
pues quando mas obscuridad te aflija,
no hara? n los an? os que lo que es no sea.
Tu? mas que el Rey, que la muger y el vino,
propuesta de los tres en competencia,
por quien la libertad hallo?
? 74 Pastores de Belen.
en la distancia se duplican, havian llegado al Rey,
de que todos sus hijos eran muertos. Rompio? sus
vestiduras, y echado sobre la tierra lloraba con
sus criados el lastimoso caso , a quien Jonadab
consolaba diciendo : Que no creyesse que todos
sus hijos eran muertos, sino solo Amnon , por-
que e? l sabia, que desde la fuerza de Thamar,
Absalon su hermano le aborrecia. El fratricida
Principe, temiendo la justa ira de su padre, hu-
yo? se a Tholmai? , hijo de Amiud Rey de Jes-
sur , donde vivio? tres an? os.
Satisfecho has a tu obligacion , dixo Pyreno,
despues del justo aplauso de los pastores ; pero
no es razon que te escuses de decir algunos ver-
sos. No quiero yo replicar en esta ocasion, res-
pondio? Joran, a cosa que vuestra voluntad sea,
si bien pudiera escusarme con no saber de memo-
ria sino algunos mios. Lo mejor que nos puede
haver sucedido a nosotros, replico? Nemoroso , se-
ra? esso por dos cosas, que ya nos obligan a es-
perarlos con gusto. La primera, porque tu? los ha-
ces, con otras dos, en que se cifra toda su gra-
cia , que son dulzura y sentencia. Y la segunda,
porque no havra? s escogido los peores. Entram-
bas cosas me faltara? n en esta, dixo el pastor. La
primera , porque a mi me falta aquella parte y
diferencia de ingenio, que es necessaria para es-
cribirlos : y la segunda, porque no todos la tie-
nen en el buen juicio , con que eligen , que es la
mas essencial en el que los hace. En un cuerpo
templado , dixo Aminadab , pastores , concurren
todas essas partes necessarias, que siendo el en-
ten-
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? Libro primero. 75
tendimiento como internuncio del alma, conviene
que sea clarissimo y muy semejante a ella : por-
que de la suerte que un crystalino espejo, mien-
tras esta? mas limpio, mejor recibe las imagenes
de las cosas; assi nuestro espiritu , mientras mas
sutil, mas elegantes vuelve nuestras operaciones;
la memoria digo, la phantasia y el entendimien-
to , la sangre y el espiritu, mas claros y sutiles
esta? n en el cuerpo templado; porque el demasia-
do calor le obscurece abrasandole, la humidad
le condensa. Consta pues, que todas nuestras
obras mas claras salen, y con mayor hermosu-
ra , del cerebro templado , que del contrario, don-
de vemos como se exceden unas a otras. En unos
la phantasia vale, y la memoria fallece. En otros
resplandece la memoria, y vive la imaginacion
enferma, y tal vez, donde estas dos se hallan,
el entendimiento vacila. Viven pues en e? l diver-
sas partes en diversas cosas: en unos la sutilidad,
en otros la facilidad del decir, y en algunos la
destreza del juzgar, que es el proposito que dio
sujeta materia a este discurso. Las cosas, dixo
Nemoroso, sabio pastor, que se ofrecen al entendi-
miento del que escribe ( pues tal vez , si es fertil,
parece que se atropellan las ideas) dejan a essa
diferencia que dices la eleccion; y esse buen jui-
cio para hacerla de lo mas puro, de lo mas a
proposito, y mas nuevo, es lo que ha dado a los
escritores en el mundo mayor opinion. Desdicha
es de algunos ingenios, respondio? Pyreno, que
de dos, o tres conceptos de otras tantas locucio-
nes , o siquiera epithetos para algu? n nombre, que
Ka se
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? 76 Pastores de Bhlfn.
se les ofrece , eligen siempre lo menos bueno:
de donde nace, que sus obras salgan imperfec-
tas y defectuosas. <? Mas para que? nosotros rusti-
cos pastores destos campos nos entramos en ma-
terias tan distintas de nuestra profession ? La cul-
pa , dixo Nemoroso, ha tenido Aminadab, que
con ser e? l tan estudioso en todo, nos hace a no-
sotros salir de nuestro passo , creyendo que le
havemos de satisfacer , estando tan lejos de en-
tenderle. Diga Joran sus versos , que ellos satis-
fara? n mejor a esta objeccion con el buen juicio^
que en elegir los mas a proposito havra? tenido.
Joran entonces arrepentido de la promessa, co-
menzo? de esta suerte:
? Quie? n eres , ciego rapaz,
monstro famoso en la tierra,
que con habito de guerra
vienes prometiendo paz?
Inconstante y pertinaz
te llaman todos : < Quie? n eres
tu? , que a la muerte prefieres,
por donde aumentas las vidas,
pues lo que quieres , olvidas,
y lo que aborreces, quieres ?
? De que? te sirve traher
la benda para ser ciego,
si dicen que naces luego
que se comunica el ver?
< Y para que? pueden ser
las alas que al ayre entregas,
6I? en el instante que ciegas,
ape-
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? Libro primero.
apenas sabes huir?
que al fuego , en que has de morir
como mariposa llegas.
De flechas vienes cargado:
? quie? n te da tantas que tires?
o porque, mientras no mires,
has de tirar confiado: ?
pero estara? s disculpado
de que nunca el arco acierte,
si ciego llegan a verte ,
puesto que mayor seria ,
que por ir de prisa un dia,
las trocaste con la muerte.
^ A do? nde desnudo vas,
pues tanto el hielo te ofende:
o es porque de ti se entiende,
que hasta los vestidos das?
Advierte, que no podra? s
hallar un Jacob segundo,
ni un Platonico profundo,
que en alma sola te encierra,
porque no esta? ya la tierra
como al principio del mundo.
Ya que te hicieron los cielos
tan apacible dolor,
dime, A. mor , si eres amor,
< a do? nde escondes los zelos ?
si de tu fuego son hielos,
a calentura responde,
que el frio en el cuerpo esconde,
y luego que passa un dia, t ;
vuelve con mayor porfi? a,
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? Pastores de Belbn.
y no &e sabe de donde.
Dicen que ropo contigo
el divino amor, que estaba
cansado de que tu aljaba
fut. sse del mundo castigo >
y como a vil enemigo
arco y flechas te quito,
y con la cuerda te ato
del suyo, si se te acuerda,
porque sclo aquella cuerda
tu loca furia templo.
Dichoso quien se retira
de essa tu ciega passion,
y a la soberana union
de mas alto amor aspira,
y por exemplares mira
los espiritus alados
en pura llama abrasados
de aquel amor inexhausto,
donde sirven de holocausto
corazones humillados.
Alli es cierta la esperanza,
y eterna la possession:
alli las firmezas son,
que no consienten mudanza:
alli ningun fin alcanza,
alli esta? del alma el fin,
que estremece al Seraphin:
dichoso el que sabe amar
a donde puede gozar
del mayor amor sin fio.
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? Libro vrimbao. 79
Arrepentidos estareis, prosiguio Joran , en el si-
lencio de los pastores, de haverme pedido los
versos , ya por ser ellos tan humildes, ya por
haverlos cantado con tan peca gracia. Entram-
bas cosas has conseguido felicemente, dixo Ami-
nadab, y assi te han dado estos pastores las gra-
cias con el silencio. Yo he tenido a buena dicha
haver venido a estos campos de Belen, y en oca-
sion como la presente, pues los hallo fertilissi-
mos de pastores tan discretos , estudiosos de la
ley , y todos musicos. Ya sabes , dixo Pyreno,
quan natural es a los Hebreos la musica, entre
todas las naciones del mundo ; pues aun los Ba-
bylonios, quando los llevaban cautivos, les pediart
que cantas sen , que es indicio de la fama , que
per las naciones estangeras tenian sus voces. En
passando el mar Bermejo, donde quedo? sumergi-
do el Rey de Egypto, que presumio? hacer sus
carros naves, canto? Maria, ayudandola todo el pue-
blo, dulces hymnos , y las doncellas de Jerusalen
al pastor David, quando trahia por los cabellos
sangrientos la robusta cabeza de aquel Gigante,
sin otros muchos exemplos, que por prolixidad
escuso. El mayor de todos, dixo Aminadab, es
haver ordenado David , que huviesse quatro mil
cantores, para decir las divinas alabanzas en el
taberna? culo de nuestro Dios , en tanto que se li-
baban los sacrificios , de quien eran maestros
Asaph , Heman y Eth. n , eligiendo de los mas
diestros docientos y ochenta y ocho cantores, pa-
ra ensen? ar a los ministros del templo. Volvereis,
dixo Dositea, a divertir nuestro proposito , si le
to-
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? 8o Pastores de Belen.
tomais ahora de la musica , alma del mundo, go-
bierno y harmonia de los cielos. Dejad a Pyre-
no comenzar su historia , que si en algunas oca-
siones no os huvierades detenido , ya estuviera-
mos en las cabanas. Pyreno entonces por agra-
darla , despues de un breve prologo, empezo?
de esta manera.
Yace la noble ciudad de Babylonia sobre las
orillas del Euphrates , que del alto Niphates,
monte de Armenia , grande, profundo y arreba-
tado nace , y despues juntado al velocissimo Ti-
gris, divide la Mesopotamia, de quien Nemrot,
y no Semiramis, fue su primer fundador, y cuyos
muros celebraban las historias por uno de los
milagros del mundo. En la qual, reynando Astya-
ges, vivia un varon noble , cuyo nombre era
Joachin , casado con una hermosissima sen? ora
llamada Susana , con cuya belleza, si bien era
u? nica, competia la perfeccion de sus heroyeas vir-
tudes. Su padre Helcias, como era justo y san-
to , crio? a su hija en el temor de Dios, en los
preceptos de su ley , y en la reverencia de su
divino culto, no como algunos, que anticipan
con los regalos , con las galas , con las visitas y
con las licencias, los pensamientos libres a los po-
cos an? os. Era Joachin hombre muy generoso y rico,
y tenia vecino a su palacio un huerto de varios
arboles, donde los mas eran manzanos , planta
que ya trahe consigo desgracias a las mugeres: a
este concurrian , para entretenerse, los mas honrados
de aquel pueblo, porque Joachin era el mas prin-
cipal de todos. Constituyeron en la dignidad de
Jue-
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? Libro primero. 8t
Jueces aquel an? o dos hombres viejos, por quien
Dios havia dicho : salio? la Iniquidad de Babylonia
de los Jueces y ancianos, a quien tocaba el gobier-1.
no del pueblo, y el exemplo de las costumbres.
Frequentaban estos la casa de Joachin, y a ellos
acudian con sus pleytos los que deseaban tener jus-
ticia. Luego pues que la gente se volvia , y el sol
en la mitad de su curso les obligaba, entraba la
hermosa Susana a entretenerse en el jardin y huert.
to de su querido esposo, donde todos los dias era
vista de aquellos ancianos Jueces que haveis oido,
los quales no templando con la razon el apetito,
lo que ya la naturaleza havia hecho con los an? os,
pusieron en su belleza los codiciosos ojos, quitan-
dolos del cielo y de la noble dignidad del Magis-
trado y oficio grave que tenian, y pervertido el seso
comenzaron a desear desenfrenadamente su hermo-
sura , sin atreverse a comunicar el uno al otro su
pensamiento, por la fealdad del delito^ Un dia pues
que el mismo havian tenido entrambos, dixo el ma-
yor en an? os, aunque igual en costumbres , que ya
era hora de ir a comer , y que dejassen los estrados
de su juicio y la casa de Joachin, donde como
Principe de todos le tenian : con las quales palabras
salieron juntos, y despedidos, quando ya les pare-
cio? , que ninguno podia ser visto del otro, volvieion
al palacio de la hermosa y casta Susana , donde se
havian quedado , aunque se havian partido , y pre-
guntandose el uno al otro, la cama de tan impen-
sada venida , se declararon el pensamiento, hasta
entonces por la verguenza de la cara defendido a
la lengua: y haciendo un mismo deseo complices
Tom. XVI. L en
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? 82 Pastores de Belen.
en el delito, los que lo debieran ser en el conse-
jo, concertaron el tiempo en que tuviesse efecto,
dando ya por possible a las fuerzas de dos hom-
bres, lo que al uno solo causaba desconfianza.
Sucedio? pues,que como esperassen el di? a, en que
pudiessen hallarla sola, el que mayor calor aquel
verano hizo , entro Susana al jardin con sus cria-
das , para ban? arse a solas: ellos que entre los ar-
boles estaban ocultos, codiciaban que lo estuvies-
se, para poner en ejecucion su intento, y hacien-
do celosias las ramas, la contemplaban cerca.
Mando Susana, inocente de los aspides que entre
la hierba estaban, que le traxessen algunos oloro-
sos unguentos y le cerrassen la puerta. Hicieron-
lo ansi, y . dejandola sola y desnuda , entro? en
la fuente, donde acabo? de quitarse del vestido
lo que por honestidad de sus propias mugeres.
havia dejado. Los Jueces entonces, que de su
oculta belleza lo havian sido mejor que de su cau-
sa , saliendo de los arboles la asieron de los bra-
zos , y con amorosas palabras la provocaron a su
amor lascivo. Rinde , le dixo el mas atrevido,
hermosa Susana, essa rara belleza tuya a nuestros
deseos (ya despues de sus quejas y sobresaltos)
porque de no ponerlos en la execucion que pide
nuestra enamorada imaginacion, havemos de de-
cir a voces, que el echar las criadas y el cerrar
la puerta fue para ofender a tu marido noble
con un galan mancebo, que del temor del cas-
tigo huyo?
por essas paredes en siendo visto de
los dos, que tratando los negocios del pueblo,
passeabamos estos quadros: pues mira, si siendo
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? Libro primero. * 83
Jueces, seremos creidos. Gimio? Susana entonces,
y lo que dixo, n? o puso mal Claridano en estos
versos:
Siendo de amor Susana requerida,
estandose lavando en una fuente,
de dos Jueces, que lascivamente
vieron desnuda y de virtud vestida.
Dixo llorando: ? Hai sola y combatida
por todas partes del dolor presente!
pues morira? mi honor, si lo consiente,
y si lo niega, perdere? la vida.
? Hai muerte victoriosa, no me assombres,
pues la vida del alma, que pretendo,
muriendo gozara? mas altos nombres l
Porque sera? mejor , si me defiendo,
caer sin culpa en manos de los hombres,
que con pecar en las del Dios que ofendo*
Dio voces la castissima Susana entonces, y vien-
do los atrevidos viejos, que ya no havia que acu-
dir a sus infames deseos , sino a su honra , comen-
zaron a darlas de la misma suerte, publicando a tres
voces , ella su inocencia , y ellos su malicia. Apresu-
ro? se un criado , y abrio? la puerta , y como los dema? s
oyessen las voces en el jardin, a. udieron turbados a
saber la causa. Vuestra sen? ora, dixeron ellos, si ya
no os afrentad de este nombre , con un adultero
mozo, que por aquellos jazmines trepo? ligero, y
no pudo nuestra edad decrepita oponerse a su ju-
ventud robusta, aunque los dos lo intentamos, hon-
ra a Joachin vuestro generoso duen? o , con tales
L 2 obras.
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? 84 Pastores de Belen.
obras. Avergonzados de la novedad destas palabras
los criados, porque jama? s las haviau oido de su no-
ble sen? ora , ni caido en su pensamiento la imagi-
nacion de cosa tan indigna de su virtud y sangre,
comenzaron unos con otros a culpar su fama: tan
facil entrada tiene la informacion siniestra en los ser-
viles animos. La noche que esta inocente sen? ora pas-
saria, de o pastores al juicio vuestro, aunque bien
se deja entender, que toda en continuas oraciones
y lagrimas El dia truxo al pueblo a su palacio
del turbado esposo, y la novedad mas temprano
que otros dias. Sentaronse los iniquos Jueces, lle-
nos de pensamientos viles contra la casta inocente.
Tragednos, dixeron, antes que viessen otro pleyto
alguno , a Susana, hija de Helcias, muger de
Joachin : fueron por ella los ministros, y vino
acompan? ada de sus parientes, y de las mas hones-
tas damas de Babylonia, que todas lloraban con
ella lo que dudaban: porque la fuerza de la ver-
dad mueve secretamente los. corazones piadosos.
Venia , por la honestidad, cubierta de un velo, cO->
mo si no bastara el de sus lagrimas, para mayor
testigo de la suya : mandaron los Jueces que se le
quhasse, con animo de hartar sus ojos de su divi-
na hermosura. Descubriose Susana, y como havia
llorado, parecia su rostro sol, despues de menuda
lluvia. No miro? persona i? u rostro, que no leyesse
su castidad en sus ojos, y la confirma,se con lagri-
mas de los suyos. ? O verdad divina! ? O virgen
reblandeciente y casta! ? Que? bien dixola eloquen-
cia de aqud Romano, que tien s tanto poder,
que con ninguna machina, ingenio, ni arte pue-
des
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? Libro tri? mero. 85
des ser pervertida, y que aunque en ta causa no
tengas defensor , por ti misma te defiendes! ? Qua? n
bien se probo? en la piedad de esta gente aquella
maxima, que la verdad mas se percibe de la fe? ,
que de la razon, y que la naturaleza es maestra
de la verdad! Levantandose pues en medio de el
confuso pueblo aquellos barbaros, puestas las ma-
nes sobre su cabeza, cuyo rostro miraba al cielo,
como a lugar de donde esperaba auxilio, dixeron
ansi: Como nos paseassemos solos por el jardin,
tratando nuestras cosas , vimos entrar a Susana con
dos criadas, que dejandola sola, y cerrando la
puerta, dieron lugar a que un hermoso mozo sa-
liesse de donde estaba escondido, y ofendiesse el
honor de Joachin su esposo. Nosotros viendo tan
feo caso corrimos juntos, y intentamos asirle; pero
vencieron sus valientes brazos los caducos nuestros,
y ansi pudo facilmente librarse de nuestras manos*
A Susana preguntamos, quien era; pero por dili-
gencias que hicimos, no quiso descubrirle: tal debe
ser el amor inmenso que le tiene. De lo dicho so-
mos testigos, y nuestra autoridad , canas y oficio.
Creyo? la barbara multitud del pueblo la deposicion
infame, mas disculpada que otras veces, la facih%
dad del vulgo en dar credito a las cosas que oye,
por ser los testigos les Magistrados de la ciudad,
y de la edad que digo, y sin discrepar ninguno,
la condenaron a muerte. Exclamo? entonces Susana
con una voz grande, y dixo: Dios eterno, que
de Ls cosas ocultas eres juez, tu? que las conoces
y entiendes todas, aun antes que se hagan, tu? sa. r
bes que lo que estos dicen, es testimonio que me
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? 86 Pastores de Belen.
levantan. Yo muero, Sen? or , y mi honor se acaba
con mi vida , no haviendo tenido culpa en la mal-
dad , de que la malicia de estos hombres me acu-
sa. Oyo? el piadoso Sen? or su lastimoso llanto: y
como ya la llevassen ala muerte, las blancas manos
atadas, los cabellos sueltos, descompuestos los ves-
tidos , y desamparada de sus deudos, y aun de la
misma humana misericordia, desperto? el espiritu
de un mancebo, cuyo nombre era Daniel, y dixc*
a voces: Pueblo de Babylonia, yo lavo mis ma-
nos de la sangre de esta muger inocente. Admira-
do y detenido el pueblo , volvio? los ojos a la voz
del mozo, y viendole de tan pocos an? os, le dixo:
? Que? es esto que dices? ? Co? mo , o por que causa
te limpias de la sangre de una muger culpada,
que justamente muere ? El qual en medio de todos,
con presencia, que obligaba a escucha lie, dixo:
? Ansi, locos hijos de Israel ? sin conocimiento de la
verdad, y sin juzgar Con la equidad que es justo,
condenais a muerte a una hija vuestra, y de las
prendas y virtudes de Susana ? Volved , volved ai
juicio, conoced de nuevo de esta causa, porque sa-
bed que es falso testimonio. Mirad que la verdad
de ninguna cosa tiene verguenza , sino de estar es-
condida. El pueblo con deseo de saberla , porque
ningun mantenimiento puede haver para el alma,
como el conocimiento de la verdad, volvio? con
alegria a los estrados, rogandole los ancianos a Da-
niel, que se sentasse en medio, pues Dios en tan
verdes an? os le havia dado la honra que a los cabe-
llos canos se concede. Pues apartad , dixo Daniel
entonces, essos dos hombres, el uno del otro y juz-
ga-
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? Libro primero. 87
garelos. Dividieronlos con no pequen? o espanto su-
yo, y admiracion de todos, Y llamando al prime-
ro , le dixo: Envejecido en dias y en maldades,
ahora vienen los pecados que has hecho, juzgando
juicios injustos a oprimir los inocentes. ? No sabes
que dice Dios en el Exodo, que no mates al justo
e inculpable? Si dices que viste a Susana con esse
mozo adultero, <dime debajo de que? arbol estaban
juntos ? Debajo, respondio? el miserable, de un len-
tisco. A quien Daniel replico? : ? O que? bien que has
hablado en dan? o de tu cabeza ! pues ya el Angel
del Sen? or por sentencia suya tiene desnuda la espa-
da para cortarte el cuello. Apartando finalmente
aquel, hizo venir el otro, a quien con ayrados ojos
dixo; Descendiente vil de Canaan, que no de ju-
da? , la hermosura te engan? o? , y el lascivo deseo ha
pervertido tu corazon. Esto debiades de hacer con
las hijas de Israel, y ellas temerosas de perder la
vida y la fama se rendirian a vuestfos viles de-
seos : pero si fue su flaqueza tanta , en Susana no os
sucedio? de essa manera, que su fortaleza quedo? vic-
toriosa de la flaqueza vuestra. Haciendole pues la
misma pregunta , respondio? , que debajo de una
encina. Amenazandole pues Daniel con las se-
veras palabras que al otro, y siendo claramente
convencidos, el pueblo a grandes voces los conde-
no? a la muerte, y por la ley en el Deuteronomio
escrita fueron apedreados. Helcias y Joachin die-
ron a Dios infinitas gracias} y el pueblo alegre y
contento mil parabienes a entrambos, Quedo? Su-
sana en mayor reputacion, y Daniel en la estima
que merecia, porque quien exercita la verdad, ha-
ce
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? 88 Pastores db Belen.
ce una cosa semejante a Dios, el qual no desam-
para jamas las causas inocentes.
Aqui puso fin Pyreno a su historia, celebrada
de los pastores con algunas lagrimas. Que? mal, di-
xo Tebandra, puede prevalecer contra la verdad
la mentira. Tan lejos, respondio? Joran, dixo un
philosopho, que esiaba la verdad de la mentira,
como los oidos de los ojos. Bien dixo, replico? Les-
bia , porque por los oidos nos engan? a, lo que nos
desengan? a por los ojos. En el Levitico mando? Dios,
dixo Aminadab, que no levantassemos falso testi-
monio al proximo. Los legisladores Cesares han
puesto las mismas penas, en que a los inocentes
condenaba la mentira. No en vano decia aquel,
cuya eloquencia es hoy honor de Italia, que no
por la liviandad de los testigos se havia de juzgar
la causa de los honestos hombres. Ninguna menti-
ra , dixo Lesbia, nos ofende tanto, como la que
tiene semejanza con la verdad. Opinion fue muy
recibida de los antiguos, replico? la bella Cloris,
que era mejor ser engan? ado un hombre , que men-
tiroso, con que no poco queda encarecida la hon-
ra de la verdad. Diga Pyreno algun Epigrama, si
os parece, a esta candida virgen , pues los demas
no se han escusado de proprios, o agenos versos.
Pyreno entonces, sin replicar a Cloris , tomando
aquella misma palabra , canto? ansi:
Candida virgen, soberana Astrea,
ley de las artes, de los tiempos hija,
santa Verdad , eternamente fixa
de tu Hacedor en la suprema idea.
Sol
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? Libro primero. 89
Sol que nuestras tinieblas hermosea, . .
y thesoro, que hallado regocija,
pues quando mas obscuridad te aflija,
no hara? n los an? os que lo que es no sea.
Tu? mas que el Rey, que la muger y el vino,
propuesta de los tres en competencia,
por quien la libertad hallo?