¡Gloria
al más valiente!
Jose de Espronceda
[1125]
«--Mientes, truhán. --No por cierto.
--Pues decidme a mí quién soy,
Si gustáis, porque no acierto
Cómo a un mismo tiempo estoy
Aquí vivo y allí muerto. [1130]
«--Yo no os conozco. --Pardiez,
Que si me llego a enojar,
Tus burlas te haga llorar
De tal modo que otra vez
Conozcas ya a Montemar. [1135]
«¡Villano! . . . mas esto es
Ilusión de los sentidos,
El mundo que anda al revés,
Los diablos entretenidos
En hacerme dar traspiés. [1140]
«¡El fanfarrón de Don Diego!
De sus mentiras reniego,
Que cuando muerto cayó,
Al infierno se fué luego
Contando que me mató. » [1145]
Diciendo así, soltó una carcajada,
Y las espaldas con desdén volvió;
Se hizo el bigote, requirió la espada,
Y a la devota dama se acercó.
«Conque, en fin, ¿dónde vivís? [1150]
Que se hace tarde, señora.
--Tarde, aun no; de aquí a una hora
Lo será. --Verdad decís,
Será más tarde que ahora.
«Esa voz con que hacéis miedo [1155]
De vos me enamora más.
Yo me he echado el alma atrás;
Juzgad si me dará un bledo
De Dios ni de Satanás.
«--Cada paso que avanzáis [1160]
Lo adelantáis a la muerte,
Don Félix. ¿Y no tembláis
Y el corazón no os advierte
Que a la muerte camináis? »
Con eco melancólico y sombrío [1165]
Dijo así la mujer, y el sordo acento,
Sonando en torno del mancebo impío,
Rugió en la voz del proceloso viento.
Las piedras con las piedras se golpearon,
Bajo sus pies la tierra retembló, [1170]
Las aves de la noche se juntaron,
Y sus alas crujir sobre él sintió;
Y en la sombra unos ojos fulgurantes
Vió en el aire vagar que espanto inspiran,
Siempre sobre él saltándose anhelantes, [1175]
Ojos de horror que sin cesar le miran.
Y los vió y no tembló; mano a la espada
Puso y la sombra intrépido embistió;
Y ni sombra encontró ni encontró nada,
Sólo fijos en él los ojos vió. [1180]
Y alzó los suyos impaciente al cielo,
Y rechinó los dientes y maldijo,
Y, en él creciendo el infernal anhelo,
Con voz de enojo blasfemando dijo:
«Seguid, señora, y adelante vamos: [1185]
Tanto mejor si sois el diablo mismo,
Y Dios y el diablo y yo nos conozcamos,
Y acábese por fin tanto embolismo.
«Que de tanto sermón, de farsa tanta,
Juro, pardiez, que fatigado estoy; [1190]
Nada mi firme voluntad quebranta:
Sabed, en fin, que, donde vayáis, voy.
«Un término no más tiene la vida:
Término fijo; un paradero el alma:
Ahora adelante. » Dijo, y en seguida [1195]
Camina en pos con decidida calma.
Y la dama a una puerta se paró,
Y era una puerta altísima, y se abrieron
Sus hojas en el punto en que llamó,
Que a un misterioso impulso obedecieron; [1200]
Y tras la dama el estudiante entró;
Ni pajes ni doncellas acudieron;
Y cruzan a la luz de unas bujías
Fantásticas, desiertas galerías.
Y la visión, como engañoso encanto, [1205]
Por las losas deslízase sin ruido,
Toda encubierta bajo el blanco manto
Que barre el suelo en pliegues desprendido;
Y por el largo corredor en tanto
Sigue adelante, y síguela atrevido, [1210]
Y su temeridad raya en locura,
Resuelto Montemar a su aventura.
Las luces, como antorchas funerales,
Lánguida luz y cárdena esparcían,
Y en torno, en movimientos desiguales, [1215]
Las sombras se alejaban o venían
Arcos aquí ruinosos, sepulcrales,
Urnas allí y estatuas se veían,
Rotas columnas, patios mal seguros,
Yerbosos, tristes, húmedos y oscuros. [1220]
Todo vago, quimérico y sombrío,
Edificio sin base ni cimiento,
Ondula cual fantástico navío
Que anclado mueve borrascoso viento.
En un silencio aterrador y frío [1225]
Yace allí todo: ni rumor, ni aliento
Humano nunca se escuchó: callado,
Corre allí el tiempo, en sueño sepultado.
Las muertas horas a las muertas horas
Siguen en el reloj de aquella vida, [1230]
Sombras de horror girando aterradoras,
Que allá aparecen en medrosa huída;
Ellas solas y tristes moradoras
De aquella negra, funeral guarida,
Cual soñada fantástica quimera, [1235]
Vienen a ver al que su paz altera.
Y en él enclavan los hundidos ojos
Del fondo de la larga galería,
Que brillan lejos cual carbones rojos,
Y espantaran la misma valentía; [1240]
Y muestran en su rostro sus enojos
Al ver hollada su mansión sombría;
Y ora en grupos delante se aparecen,
Ora en la sombra allá se desvanecen.
Grandïosa, satánica figura, [1245]
Alta la frente, Montemar camina,
Espíritu sublime en su locura,
Provocando la cólera divina:
Fábrica frágil de materia impura,
El alma que la alienta y la ilumina [1250]
Con Dios le iguala, y con osado vuelo
Se alza a su trono y le provoca a duelo.
Segundo Lucifer que se levanta
Del rayo vengador la frente herida,
Alma rebelde que el temor no espanta, [1255]
Hollada sí, pero jamás vencida:
El hombre, en fin, que en su ansiedad quebranta
Su límite a la cárcel de la vida,
Y a Dios llama ante él a darle cuenta,
Y descubrir su inmensidad intenta. [1260]
Y un báquico cantar tarareando,
Cruza aquella quimérica morada,
Con atrevida indiferencia andando,
Mofa en los labios, y la vista osada;
Y el rumor que sus pasos van formando, [1265]
Y el golpe que al andar le da la espada,
Tristes ecos, siguiéndole detrás,
Repiten con monótono compás.
Y aquel extraño y único rüido
Que de aquella mansión los ecos llena, [1270]
En el suelo y los techos repetido,
En su profunda soledad resuena;
Y espira allá cual funeral gemido
Que lanza en su dolor la ánima en pena,
Que al fin del corredor largo y oscuro [1275]
Salir parece de entre el roto muro.
Y en aquel otro mundo y otra vida,
Mundo de sombras, vida que es un sueño,
Vida que, con la muerte confundida,
Ciñe sus sienes con letal beleño; [1280]
Mundo, vaga ilusión descolorida
De nuestro mundo y vaporoso ensueño,
Son aquel ruido y su locura insana
La sola imagen de la vida humana.
Que allá su blanca, misteriosa guía, [1285]
De la alma dicha la ilusión parece,
Que ora acaricia la esperanza impía,
Ora al tocarla ya se desvanece;
Blanca, flotante nube que en la umbría
Noche en alas del céfiro se mece [1290]
Su airosa ropa, desplegada al viento,
Semeja en su callado movimiento;
Humo süave de quemado aroma
Que al aire en ondas a perderse asciende;
Rayo de luna que en la parda loma [1295]
Cual un broche su cima al éter prende;
Silfa que con el alba envuelta asoma
Y al nebuloso azul sus alas tiende,
De negras sombras y de luz teñidas,
Entre el alba y la noche confundidas. [1300]
Y ágil, veloz, aérea y vaporosa,
Que apenas toca con los pies al suelo,
Cruza aquella morada tenebrosa
La mágica visión del blanco velo:
Imagen fiel de la ilusión dichosa [1305]
Que acaso el hombre encontrará en el cielo,
Pensamiento sin fórmula y sin nombre
Que hace rezar y blasfemar al hombre.
Y al fin del largo corredor llegando,
Montemar sigue su callada guía, [1310]
Y una de mármol negro va bajando
De caracol torcida gradería,
Larga, estrecha y revuelta, y que girando
En torno de él y sin cesar veía
Suspendida en el aire y con violento, [1315]
Veloz, vertiginoso movimiento.
Y en eterna espiral y en remolino
Infinito prolóngase y se extiende,
Y el juicio pone en loco desatino
A Montemar que en tumbos mil desciende, [1320]
Y, envuelto en el violento torbellino,
Al aire se imagina, y se desprende,
Y sin que el raudo movimiento ceda,
Mil vueltas dando, a los abismos rueda;
Y de escalón en escalón cayendo, [1325]
Blasfema y jura con lenguaje inmundo,
Y su furioso vértigo creciendo,
Y despeñado rápido al profundo,
Los silbos ya del huracán oyendo,
Ya ante él pasando en confusión el mundo, [1330]
Ya oyendo gritos, voces y palmadas,
Y aplausos y brutales carcajadas,
Llantos y ayes, quejas y gemidos,
Mofas, sarcasmos, risas y denuestos;
Y en mil grupos acá y allá reunidos, [1335]
Viendo debajo de él, sobre él enhiestos,
Hombres, mujeres, todos confundidos,
Con sandia pena, con alegres gestos,
Que con asombro estúpido le miran
Y en el perpetuo remolino giran. [1340]
Siente por fin que de repente pára,
Y un punto sin sentido se quedó;
Mas luego valeroso se repara,
Abrió los ojos y de pie se alzó;
Y fué el primer objeto en que pensara [1345]
La blanca dama, y alredor miró,
Y al pie de un triste monumento hallóla
Sentada en medio de la estancia, sola.
Era un negro solemne monumento
Que en medio de la estancia se elevaba, [1350]
Y, a un tiempo a Montemar ¡raro portento!
Una tumba y un lecho semejaba:
Ya imaginó su loco pensamiento
Que abierta aquella tumba le aguardaba;
Ya imaginó también que el lecho era [1355]
Tálamo blando que al esposo espera.
Y pronto, recobrada su osadía,
Y a terminar resuelto su aventura,
Al cielo y al infierno desafía
Con firme pecho y decisión segura: [1360]
A la blanca visión su planta guía,
Y a descubrirse el rostro la conjura,
Y a sus pies Montemar tomando asiento
Así la habló con animoso acento:
«Diablo, mujer o visión, [1365]
Que, a juzgar por el camino
Que conduce a esta mansión,
Eres puro desatino
O diabólica invención,
«Siquier de parte de Dios, [1370]
Siquier de parte del diablo,
¿Quién nos trajo aquí a los dos?
Decidme, en fin, ¿quién sois vos?
Y sepa yo con quién hablo:
«Que más que nunca palpita [1375]
Resuelto mi corazón,
Cuando en tanta confusión,
Y en tanto arcano que irrita,
Me descubre mi razón
«Que un poder aquí supremo, [1380]
Invisible se ha mezclado,
Poder que siento y no temo,
A llevar determinado
Esta aventura al extremo. »
Fúnebre [1385]
Llanto
De amor
Óyese
En tanto
En son [1390]
Flébil, blando
Cual quejido
Dolorido
Que del alma
Se arrancó: [1395]
Cual profundo
¡Ay! que exhala
Moribundo
Corazón.
Música triste [1400]
Lánguida y vaga,
Que a par lastima
Y el alma halaga;
Dulce armonía
Que inspira al pecho [1405]
Melancolía,
Como el murmullo
De algún recuerdo
De antiguo amor,
A un tiempo arrullo [1410]
Y amarga pena
Del corazón.
Mágico embeleso,
Cántico ideal,
Que en los aires vaga [1415]
Y en sonoras ráfagas
Aumentado va;
Sublime y oscuro,
Rumor prodigioso,
Sordo acento lúgubre, [1420]
Eco sepulcral,
Músicas lejanas,
De enlutado parche
Redoble monótono,
Cercano huracán, [1425]
Que apenas la copa
Del árbol menea
Y bramando está;
Olas alteradas
De la mar bravía [1430]
En noche sombría,
Los vientos en paz,
Y cuyo rugido
Se mezcla al gemido
Del muro que trémulo [1435]
Las siente llegar;
Pavoroso estrépito,
Infalible présago
De la tempestad.
Y, en rápido _crescendo_, [1440]
Los lúgubres sonidos
Más cerca vanse oyendo
Y en ronco rebramar;
Cual trueno en las montañas
Que retumbando va, [1445]
Cual rugen las entrañas
De horrísono volcán.
Y algazara y gritería,
Crujir de afilados huesos,
Rechinamiento de dientes [1450]
Y retemblar los cimientos,
Y en pavoroso estallido
Las losas del pavimento
Separando sus junturas
Irse poco a poco abriendo, [1455]
Siente Montemar; y el ruido
Más cerca crece, y a un tiempo
Escucha chocarse cráneos,
Ya descarnados y secos,
Temblar en torno la tierra, [1460]
Bramar combatidos vientos,
Rugir las airadas olas,
Estallar el ronco trueno,
Exhalar tristes quejidos
Y prorrumpir en lamentos: [1465]
Todo en furiosa armonía,
Todo en frenético estruendo,
Todo en confuso trastorno,
Todo mezclado y diverso.
Y luego el estrépito crece [1470]
Confuso y mezclado en un són,
Que ronco en las bóvedas hondas
Tronando furioso zumbó;
Y un eco que agudo parece
Del ángel del juicio la voz, [1475]
En tiple, punzante alarido
Medroso y sonoro se alzó;
Sintió, removidas las tumbas,
Crujir a sus pies con fragor,
Chocar en las piedras los cráneos [1480]
Con rabia y ahinco feroz,
Romper intentando la losa,
Y huir de su eterna mansión,
Los muertos, de súbito oyendo
El alto mandato de Dios. [1485]
Y de pronto en horrendo estampido
Desquiciarse la estancia sintió,
Y al tremendo tartáreo ruido
Cien espectros alzarse miró:
De sus ojos los huecos fijaron [1490]
Y sus dedos enjutos en él;
Y después entre sí se miraron,
Y a mostrarle tornaron después;
Y, enlazadas las manos siniestras,
Con dudoso, espantado ademán [1495]
Contemplando, y, tendidas sus diestras,
Con asombro al osado mortal,
Se acercaron despacio, y la seca
Calavera, mostrando temor,
Con inmóvil, irónica mueca [1500]
Inclinaron, formando en redor.
Y entonces la visión del blanco velo
Al fiero Montemar tendió una mano,
Y era su tacto de crispante hielo,
Y resistirlo audaz intentó en vano: [1505]
Galvánica, crüel, nerviosa y fría,
Histérica y horrible sensación,
Toda la sangre coagulada envía
Agolpada y helada al corazón. . . .
Y a su despecho y maldiciendo al cielo, [1510]
De ella apartó su mano Montemar,
Y temerario alzándola a su velo,
Tirando de él la descubrió la faz.
_¡Es su esposo! ! _ los ecos retumbaron,
_¡La esposa al fin que su consorte halló! ! _ [1515]
Los espectros con júbilo gritaron:
_¡Es el esposo de su eterno amor! ! _
Y ella entonces gritó: _¡Mi esposo! ! _ ¡Y era
(¡Desengaño fatal! ¡triste verdad! )
Una sórdida, horrible calavera, [1520]
La blanca dama del gallardo andar! . . .
Luego un caballero de espuela dorada,
Airoso, aunque el rostro con mortal color,
Traspasado el pecho de fiera estocada,
Aun brotando sangre de su corazón, [1525]
Se acerca y le dice, su diestra tendida,
Que impávido estrecha también Montemar:
«--Al fin, la palabra, que disteis, cumplida,
Doña Elvira, vedla, vuestra esposa es ya;
«Mi muerte os perdono. --Por cierto, Don Diego, [1530]
Repuso Don Félix tranquilo a su vez,
Me alegro de veros con tanto sosiego,
Que a fe no esperaba volveros a ver.
«En cuanto a ese espectro que decís mi esposa,
Raro casamiento venísme a ofrecer: [1535]
Su faz no es por cierto ni amable ni hermosa;
Mas no se os figure que os quiera ofender.
«Por mujer la tomo, porque es cosa cierta,
Y espero no salga fallido mi plan,
Que, en caso tan raro y mi esposa muerta, [1540]
Tanto como viva no me cansará.
«Mas antes decidme si Dios o el demonio
Me trajo a este sitio, que quisiera ver
Al uno u al otro, y en mi matrimonio
Tener por padrino siquiera a Luzbel: [1545]
«Cualquiera o entrambos con su corte toda,
Estando estos nobles espectros aquí,
No perdiera mucho viniendo a mi boda. . . .
Hermano Don Diego, ¿no pensáis así? »
Tal dijo Don Félix con fruncido ceño, [1550]
En torno arrojando con fiero ademán
Miradas audaces de altivo desdeño,
Al Dios por quien jura capaz de arrostrar.
El carïado, lívido esqueleto,
Los fríos, largos y asquerosos brazos, [1555]
Le enreda en tanto en apretados lazos,
Y ávido le acaricia en su ansiedad;
Y con su boca cavernosa busca
La boca a Montemar, y a su mejilla
La árida, descarnada y amarilla [1560]
Junta y refriega repugnante faz.
Y él, envuelto en sus secas coyunturas,
Aun más sus nudos que se aprietan siente,
Baña un mar de sudor su ardida frente,
Y crece en su impotencia su furor. [1565]
Pugna con ansia a desasirse en vano,
Y cuanto más airado forcejea,
Tanto más se le junta y le desea
El rudo espectro que le inspira horror.
Y en furioso, veloz remolino, [1570]
Y en aérea fantástica danza,
Que la mente del hombre no alcanza
En su rápido curso a seguir,
Los espectros su ronda empezaron,
Cual en círculos raudos el viento [1575]
Remolinos de polvo violento
Y hojas secas agita sin fin.
Y elevando sus áridas manos,
Resonando cual lúgubre eco,
Levantóse en su cóncavo hueco [1580]
Semejante a un aullido una voz
Pavorosa, monótona, informe,
Que pronuncia sin lengua su boca,
Cual la voz que del áspera roca
En los senos el viento formó. [1585]
«Cantemos, dijeron sus gritos,
La gloria, el amor de la esposa,
Que enlaza en sus brazos dichosa
Por siempre al esposo que amó;
Su boca a su boca se junte, [1590]
Y selle su eterna delicia,
Süave, amorosa caricia
Y lánguido beso de amor.
«Y en mútuos abrazos unidos,
Y en blando y eterno reposo, [1595]
La esposa enlazada al esposo,
Por siempre descansen en paz;
Y en fúnebre luz ilumine
Sus bodas fatídica tea,
Les brinde deleites, y sea [1600]
La tumba su lecho nupcial. »
Mientras, la ronda frenética,
Que en raudo giro se agita,
Más cada vez precipita
Su vértigo sin ceder; [1605]
Más cada vez se atropella,
Más cada vez se arrebata,
Y en círculos se desata
Violentos más cada vez;
Y escapa en rueda quimérica; [1610]
Y negro punto parece
Que en torno se desvanece
A la fantástica luz,
Y sus lúgubres aullidos
Que pavorosos se extienden [1615]
Los aires rápidos hienden
Más prolongados aún.
Y a tan continuo vértigo,
A tan funesto encanto,
A tan horrible canto, [1620]
A tan tremenda lid,
Entre los brazos lúbricos
Que aprémianle sujeto
Del hórrido esqueleto,
Entre caricias mil, [1625]
Jamás vencido el ánimo,
Su cuerpo ya rendido
Sintió desfallecido
Faltarle Montemar;
Y a par que más su espíritu [1630]
Desmiente su miseria,
La flaca, vil materia
Comienza a desmayar.
Y siente un confuso,
Loco devaneo, [1635]
Languidez, mareo
Y angustioso afán;
Y sombras y luces,
La estancia que gira,
Y espíritus mira [1640]
Que vienen y van.
Y luego a lo lejos,
Flébil en su oído,
Eco dolorido
Lánguido sonó, [1645]
Cual la melodía
Que el aura amorosa
Y el agua armoniosa
De noche formó;
Y siente luego [1650]
Su pecho ahogado
Y desmayado,
Turbios sus ojos,
Sus graves párpados,
Flojos caer; [1655]
La frente inclina
Sobre su pecho,
Y, a su despecho,
Siente sus brazos
Lánguidos, débiles [1660]
Desfallecer.
Y vió luego
Una llama
Que se inflama
Y murió; [1665]
Y perdido
Oyó el eco
De un gemido
Que espiró.
Tal, dulce [1670]
Suspira
La lira
Que hirió
En blando
Concento [1675]
Del viento
La voz,
Leve,
Breve
Són. [1680]
En tanto en nubes de carmín y grana
Su luz el alba arrebolada envía,
Y alegre regocija y engalana
Las altas torres el naciente día:
Sereno el cielo, calma la mañana, [1685]
Blanda la brisa, trasparente y fría,
Vierte a la tierra el sol con su hermosura
Rayos de paz y celestial ventura.
Y huyó la noche y con la noche huían
Sus sombras y quiméricas mujeres, [1690]
Y a su silencio y calma sucedían
El bullicio y rumor de los talleres;
Y a su trabajo y a su afán volvían
Los hombres y a sus frívolos placeres,
Algunos hoy volviendo a su faena. [1695]
De zozobra y temor el alma llena;
¡Que era pública voz, que llanto arranca
Del pecho pecador y empedernido,
Que en forma de mujer y en una blanca
Túnica misteriosa revestido, [1700]
Aquella noche el diablo a Salamanca
Había, en fin, por Montemar venido! . . .
_Y si, lector, dijerdes ser comento,
Como me lo contaron, te lo cuento. _
CANCIÓN DEL PIRATA
Con diez cañones por banda,
Viento en popa, a toda vela,
No corta el mar sino vuela
Un velero bergantín:
Bajel pirata que llaman [5]
Por su bravura el _Temido_,
En todo mar conocido
Del uno al otro confín.
La luna en el mar rïela,
En la lona gime el viento, [10]
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul;
Y ve el capitán pirata,
Cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa, [15]
Y allá a su frente Stambul. [1]
[Nota 1: Nombre que dan los Turcos a Constantinopla]
«Navega, velero mío,
Sin temor,
Que ni enemigo navío,
Ni tormenta, ni bonanza [20]
Tu rumbo a torcer alcanza,
Ni a sujetar tu valor.
«Veinte presas
Hemos hecho
A despecho [25]
Del Inglés,
Y han rendido
Sus pendones
Cien naciones
A mis pies. [30]
«Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra [35]
Ciegos reyes
Por un palmo más de tierra;
Que yo tengo aquí por mío
Cuanto abarca el mar bravío,
A quien nadie impuso leyes. [40]
«Y no hay playa,
Sea cualquiera,
Ni bandera
De esplendor,
Que no sienta [45]
Mi derecho
Y dé pecho
A mi valor.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«A la voz de '¡barco viene! ' [50]
Es de ver
Cómo vira y se previene
A todo trapo a escapar;
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer. [55]
«En las presas
Yo divido
Lo cogido
Por igual:
Sólo quiero [60]
Por riqueza
La belleza
Sin rival.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«¡Sentenciado estoy a muerte! [65]
Yo me río.
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna entena,
Quizá en su propio navío. [70]
«Y si caigo,
¿Qué es la vida?
Por perdida
Ya la di,
Cuando el yugo [75]
Del esclavo,
Como un bravo,
Sacudí.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«Son mi música mejor [80]
Aquilones;
El estrépito y temblor
De los cables sacudidos;
Del negro mar los bramidos
Y el rugir de mis cañones. [85]
«Y del trueno
Al són violento,
Y del viento
Al rebramar,
Yo me duermo [90]
Sosegado,
Arrullado
Por el mar.
«Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad, [95]
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar. »
EL CANTO DEL COSACO
Donde sienta mi caballo los pies no vuelve
a nacer yerba. --Palabras de Átila
CORO
¡Hurra, Cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín.
¡Hurra! a caballo, hijos de la niebla! [5]
Suelta la rienda, a combatir volad.
¿Veis esas tierras fértiles? las puebla
Gente opulenta, afeminada ya.
Casas, palacios, campos y jardines,
Todo es hermoso y refulgente allí; [10]
Son sus hembras celestes serafines,
Su sol alumbra un cielo de zafir.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Nuestros sean su oro y sus placeres,
Gocemos de ese campo y de ese sol; [15]
Son sus soldados menos que mujeres,
Sus reyes viles mercaderes son.
Vedlos huír para esconder su oro,
Vedlos cobardes lágrimas verter. . . .
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro [20]
Huellen nuestros caballos con sus pies.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Dictará allí nuestro capricho leyes,
Nuestras casas alcázares serán,
Los cetros y coronas de los reyes [25]
Cual juguetes de niños rodarán.
¡Hurra! volad a hartar nuestros deseos;
Las más hermosas nos darán su amor,
Y no hallarán nuestros semblantes feos,
Que siempre brilla hermoso el vencedor. [30]
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Desgarraremos la vencida Europa
Cual tigres que devoran su ración;
En sangre empaparemos nuestra ropa
Cual rojo manto de imperial señor. [35]
Nuestros nobles caballos relinchando
Regias habitaciones morarán;
Cien esclavos, sus frentes inclinando,
Al mover nuestros ojos temblarán.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . . [40]
Venid, volad, guerreros del desierto,
Como nubes en negra confusión,
Todos suelto el bridón, el ojo incierto,
Todos atropellándoos en montón.
Id, en la espesa niebla confundidos, [45]
Cual tromba que arrebata el huracán,
Cual témpanos de hielo endurecidos
Por entre rocas despeñados van.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Nuestros padres un tiempo caminaron [50]
Hasta llegar a una imperial ciudad;
Un sol más puro es fama que encontraron,
Y palacios de oro y de cristal.
Vadearon el Tibre sus bridones,
Yerta a sus pies la tierra enmudeció; [55]
Su sueño con fantásticas canciones
La fada de los triunfos arrulló.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
Hambrienta en vuestras manos de matar? [60]
¿No veis entre la niebla aparecerse
Visiones mil que el parabién nos dan?
Escudo de esas míseras naciones
Era ese muro que abatido fué;
La gloria de Polonia y sus blasones [65]
En humo y sangre convertidos ved.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días? [70]
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
¡Hurra, Cosacos!
¡Gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán.
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
Hondas sus herraduras marcarán. [75]
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
A cada bote de la lanza ruda,
A cada escape en la abrasada lid,
La sangrienta ración de carne cruda
Bajo la silla sentiréis hervir. [80]
Y allá después en templos suntüosos,
Sirviéndonos de mesa algún altar,
Nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
Hartará nuestra hambre blanco pan.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . . [85]
Y nuestras madres nos verán triunfantes,
Y a esa caduca Europa a nuestros pies,
Y acudirán de gozo palpitantes,
En cada hijo a contemplar un rey.
Nuestros hijos sabrán nuestras acciones, [90]
Las coronas de Europa heredarán,
Y a conquistar también otras regiones
El caballo y la lanza aprestarán.
¡Hurra, Cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín. [95]
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín.
EL MENDIGO
Mío es el mundo: como el aire libre,
Otros trabajan porque coma yo;
Todos se ablandan si doliente pido
Una limosna por amor de Dios.
El palacio, la cabaña [5]
Son mi asilo,
Si del ábrego el furor
Troncha el roble en la montaña,
O que inunda la campaña
El torrente asolador. [10]
Y a la hoguera
Me hacen lado
Los pastores
Con amor,
Y sin pena [15]
Y descuidado
De su cena
Ceno yo;
O en la rica
Chimenea, [20]
Que recrea
Con su olor,
Me regalo
Codicioso
Del banquete [25]
Suntüoso
Con las sobras
De un señor.
Y me digo: el viento brama,
Caiga furioso turbión; [30]
Que al són que cruje de la seca leña,
Libre me duermo sin rencor ni amor.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Todos son mis bienhechores,
Y por todos [35]
A Dios ruego con fervor;
De villanos y señores
Yo recibo los favores
Sin estima y sin amor.
Ni pregunto [40]
Quiénes sean,
Ni me obligo
A agradecer;
Que mis rezos
Si desean, [45]
Dar limosna
Es un deber.
Y es pecado
La riqueza,
La pobreza [50]
Santidad;
Dios a veces
Es mendigo,
Y al avaro
Da castigo, [55]
Que le niegue
Caridad.
Yo soy pobre y se lastiman
Todos al verme plañir,
Sin ver son mías sus riquezas todas, [60]
Que mina inagotable es el pedir.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Mal revuelto y andrajoso,
Entre harapos
Del lujo sátira soy; [65]
Y con mi aspecto asqueroso
Me vengo del poderoso,
Y adonde va, tras él voy.
Y a la hermosa
Que respira [70]
Cien perfumes,
Gala, amor,
La persigo
Hasta que mira,
Y me gozo [75]
Cuando aspira
Mi punzante
Mal olor.
Y las fiestas
Y el contento [80]
Con mi acento
Turbo yo,
Y en la bulla
Y la alegría
Interrumpen [85]
La armonía
Mis harapos
Y mi voz,
Mostrando cuán cerca habitan
El gozo y el padecer, [90]
Que no hay placer sin lágrimas, ni pena
Que no transpire en medio del placer.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Y para mí no hay _mañana_,
Ni hay _ayer_; [95]
Olvido el bien como el mal,
Nada me aflije ni afana;
Me es igual para mañana
Un palacio, un hospital.
Vivo ajeno [100]
De memorias,
De cuidados
Libre estoy;
Busquen otros
Oro y glorias, [105]
Yo no pienso
Sino en hoy.
Y doquiera
Vayan leyes,
Quiten reyes, [110]
Reyes den;
Yo soy pobre,
Y al mendigo,
Por el miedo
Del castigo, [115]
Todos hacen
Siempre bien.
Y un asilo dondequiera
Y un lecho en el hospital
Siempre hallaré, y un hoyo donde caiga [120]
Mi cuerpo miserable al espirar.
Mío es el mundo: como el aire libre,
Otros trabajan porque coma yo;
Todos se ablandan, si doliente pido
Una limosna por amor de Dios. [125]
SONETO
Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Fragrancia esparce la naciente rosa.
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa [5]
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura
En alas del amor, y hermosa nube [10]
Fingí tal vez de gloria y de alegría.
Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
Y deshojada por los aires sube
La dulce flor de la esperanza mía.
A TERESA
DESCANSA EN PAZ
Bueno es el mundo, ¡bueno! ¡bueno! ¡bueno!
Como de Dios al fin obra maestra,
Por todas partes de delicias lleno,
De que Dios ama al hombre hermosa muestra;
Salga la voz alegre de su seno
A celebrar esta vivienda nuestra;
¡Paz a los hombres! ¡gloria en las alturas!
¡Cantad en vuestra jaula, crïaturas!
DON MIGUEL DE LOS SANTOS ÁLVAREZ, "María"
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría, [5]
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan!
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura, [10]
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando, [15]
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía, [20]
Las fuentes murmuraban sus amores. . . .
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡cuán süave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruïdo!
Mi vida entonces cual guerrera nave [25]
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros süave,
Orgullosa despliega su bandera,
Y al mar dejando que a sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera [30]
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora;
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba, el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente, [35]
Y el alma pura de su dicha ufana.
Dentro de ella el amor cual rica fuente,
Que entre frescura y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío. [40]
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad con su inmortal aliento, [45]
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura:
El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera [50]
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano macedonio alzando, [55]
Y al espantado pueblo arrebatando;
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero,
Antiguo torreón, do sus pesares [60]
Cantó tal vez con eco lastimero
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna;
El dulce anhelo del amor que aguarda, [65]
Tal vez inquieto y con mortal recelo,
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche entre el medroso velo,
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo, [70]
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura,
A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta [75]
Cólera, impetüoso torbellino;
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino;
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba. [80]
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende,
Agreste, vago y solitario encanto, [85]
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos, extático seguía [90]
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía;
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento [95]
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora; [100]
Sobre las cumbres que florece el mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslízase en el cielo [105]
Allá en la noche desprendida estrella;
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera y que su planta huella, [110]
Y en la tarde la mar olas la ofrece
De plata y de zafir donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura, [115]
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía; [120]
¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer, tan cándida y tan bella,
Es mentida ilusión de la esperanza;
Es el alma que vívida destella [125]
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura;
Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las sílfides y ondinas, [130]
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas;
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
Amor de allí arrancado, allí nacido, [135]
Que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria! [140]
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer! que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera. . . !
¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías, [145]
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón, que penas a millares [150]
¡Ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí, dichosos,
Los que podéis llorar y ¡ay! sin ventura
De mí, que, entre suspiros angustiosos, [155]
Ahogar me siento en infernal tortura!
Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura! . . .
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa! [160]
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día, [165]
En que, perdido el celestial encanto,
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?
Aun parece, Teresa, que te veo
Aerea como dorada mariposa, [170]
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima, y respiro [175]
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aun miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de mayo serenas alboradas; [180]
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves ¡ay! como después lloradas,
Horas de confïanza y de delicias,
De abandono, y de amor y de caricias.
Que así las horas rápidas pasaban, [185]
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura;
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura, [190]
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin. . . . ¡Oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río, [195]
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas. [200]
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aun cercaba tu frente el blanco velo [205]
Del serafín, y, en ondas fulgoroso,
Rayos al mundo tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo, [210]
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego [215]
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana; [220]
Mas ¡ay! huíd: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
Huíd, si no queréis que llegue un día, [225]
En que, enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos, [230]
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años ¡ay! de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron, [235]
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas de amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria. [240]
¡Pobre Teresa! al recordarte siento
Un pesar tan intenso. . . ! embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío:
Pára allí su carrera el pensamiento, [245]
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu beldad reposa.
¡Y tú feliz, que hallaste en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino, [250]
Cuando llegabas, mísera, a perderte,
Y era llorar tu único destino:
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino. . . !
¡Feliz! la muerte te arrancó del suelo, [255]
Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los Aquilones: [260]
Sola, y envilecida y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones,
Tus hijos, ¡ay! de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.
Los ojos escaldados de tu llanto, [265]
Tu rostro cadavérico y hundido,
Único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera, en infortunio tanto,
Envolver tu desdicha en el olvido, [270]
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada [275]
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla. [280]
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco süave de su amor primero:
¡Ay! de tu luz en tanto yo viviere [285]
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día, [290]
¡Ay! al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía:
Yo inocente también: ¡oh! ¡cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo [295]
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
Levantar para ti soñé yo un trono: [300]
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo sin horas y medida
Ver como un sueño resbalar la vida.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos [305]
Áridos ni una lágrima brotaban,
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambïaban,
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban, [310]
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura,
Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento,
Si comparaste a tu existencia un día [315]
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando, [320]
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa,
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste, [325]
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste,
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado! [330]
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
¡Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano con los ojos fijos, [335]
Y extendiendo tus brazos a tus hijos! !
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! . . . ¡Ah! yo entre tanto,
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto: [340]
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
Gocemos, sí; la cristalina esfera [345]
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida: [350]
Truéquese en risa mi dolor profundo. . . .
¡Que haya un cadáver más! ¿Qué importa al mundo?
«--Mientes, truhán. --No por cierto.
--Pues decidme a mí quién soy,
Si gustáis, porque no acierto
Cómo a un mismo tiempo estoy
Aquí vivo y allí muerto. [1130]
«--Yo no os conozco. --Pardiez,
Que si me llego a enojar,
Tus burlas te haga llorar
De tal modo que otra vez
Conozcas ya a Montemar. [1135]
«¡Villano! . . . mas esto es
Ilusión de los sentidos,
El mundo que anda al revés,
Los diablos entretenidos
En hacerme dar traspiés. [1140]
«¡El fanfarrón de Don Diego!
De sus mentiras reniego,
Que cuando muerto cayó,
Al infierno se fué luego
Contando que me mató. » [1145]
Diciendo así, soltó una carcajada,
Y las espaldas con desdén volvió;
Se hizo el bigote, requirió la espada,
Y a la devota dama se acercó.
«Conque, en fin, ¿dónde vivís? [1150]
Que se hace tarde, señora.
--Tarde, aun no; de aquí a una hora
Lo será. --Verdad decís,
Será más tarde que ahora.
«Esa voz con que hacéis miedo [1155]
De vos me enamora más.
Yo me he echado el alma atrás;
Juzgad si me dará un bledo
De Dios ni de Satanás.
«--Cada paso que avanzáis [1160]
Lo adelantáis a la muerte,
Don Félix. ¿Y no tembláis
Y el corazón no os advierte
Que a la muerte camináis? »
Con eco melancólico y sombrío [1165]
Dijo así la mujer, y el sordo acento,
Sonando en torno del mancebo impío,
Rugió en la voz del proceloso viento.
Las piedras con las piedras se golpearon,
Bajo sus pies la tierra retembló, [1170]
Las aves de la noche se juntaron,
Y sus alas crujir sobre él sintió;
Y en la sombra unos ojos fulgurantes
Vió en el aire vagar que espanto inspiran,
Siempre sobre él saltándose anhelantes, [1175]
Ojos de horror que sin cesar le miran.
Y los vió y no tembló; mano a la espada
Puso y la sombra intrépido embistió;
Y ni sombra encontró ni encontró nada,
Sólo fijos en él los ojos vió. [1180]
Y alzó los suyos impaciente al cielo,
Y rechinó los dientes y maldijo,
Y, en él creciendo el infernal anhelo,
Con voz de enojo blasfemando dijo:
«Seguid, señora, y adelante vamos: [1185]
Tanto mejor si sois el diablo mismo,
Y Dios y el diablo y yo nos conozcamos,
Y acábese por fin tanto embolismo.
«Que de tanto sermón, de farsa tanta,
Juro, pardiez, que fatigado estoy; [1190]
Nada mi firme voluntad quebranta:
Sabed, en fin, que, donde vayáis, voy.
«Un término no más tiene la vida:
Término fijo; un paradero el alma:
Ahora adelante. » Dijo, y en seguida [1195]
Camina en pos con decidida calma.
Y la dama a una puerta se paró,
Y era una puerta altísima, y se abrieron
Sus hojas en el punto en que llamó,
Que a un misterioso impulso obedecieron; [1200]
Y tras la dama el estudiante entró;
Ni pajes ni doncellas acudieron;
Y cruzan a la luz de unas bujías
Fantásticas, desiertas galerías.
Y la visión, como engañoso encanto, [1205]
Por las losas deslízase sin ruido,
Toda encubierta bajo el blanco manto
Que barre el suelo en pliegues desprendido;
Y por el largo corredor en tanto
Sigue adelante, y síguela atrevido, [1210]
Y su temeridad raya en locura,
Resuelto Montemar a su aventura.
Las luces, como antorchas funerales,
Lánguida luz y cárdena esparcían,
Y en torno, en movimientos desiguales, [1215]
Las sombras se alejaban o venían
Arcos aquí ruinosos, sepulcrales,
Urnas allí y estatuas se veían,
Rotas columnas, patios mal seguros,
Yerbosos, tristes, húmedos y oscuros. [1220]
Todo vago, quimérico y sombrío,
Edificio sin base ni cimiento,
Ondula cual fantástico navío
Que anclado mueve borrascoso viento.
En un silencio aterrador y frío [1225]
Yace allí todo: ni rumor, ni aliento
Humano nunca se escuchó: callado,
Corre allí el tiempo, en sueño sepultado.
Las muertas horas a las muertas horas
Siguen en el reloj de aquella vida, [1230]
Sombras de horror girando aterradoras,
Que allá aparecen en medrosa huída;
Ellas solas y tristes moradoras
De aquella negra, funeral guarida,
Cual soñada fantástica quimera, [1235]
Vienen a ver al que su paz altera.
Y en él enclavan los hundidos ojos
Del fondo de la larga galería,
Que brillan lejos cual carbones rojos,
Y espantaran la misma valentía; [1240]
Y muestran en su rostro sus enojos
Al ver hollada su mansión sombría;
Y ora en grupos delante se aparecen,
Ora en la sombra allá se desvanecen.
Grandïosa, satánica figura, [1245]
Alta la frente, Montemar camina,
Espíritu sublime en su locura,
Provocando la cólera divina:
Fábrica frágil de materia impura,
El alma que la alienta y la ilumina [1250]
Con Dios le iguala, y con osado vuelo
Se alza a su trono y le provoca a duelo.
Segundo Lucifer que se levanta
Del rayo vengador la frente herida,
Alma rebelde que el temor no espanta, [1255]
Hollada sí, pero jamás vencida:
El hombre, en fin, que en su ansiedad quebranta
Su límite a la cárcel de la vida,
Y a Dios llama ante él a darle cuenta,
Y descubrir su inmensidad intenta. [1260]
Y un báquico cantar tarareando,
Cruza aquella quimérica morada,
Con atrevida indiferencia andando,
Mofa en los labios, y la vista osada;
Y el rumor que sus pasos van formando, [1265]
Y el golpe que al andar le da la espada,
Tristes ecos, siguiéndole detrás,
Repiten con monótono compás.
Y aquel extraño y único rüido
Que de aquella mansión los ecos llena, [1270]
En el suelo y los techos repetido,
En su profunda soledad resuena;
Y espira allá cual funeral gemido
Que lanza en su dolor la ánima en pena,
Que al fin del corredor largo y oscuro [1275]
Salir parece de entre el roto muro.
Y en aquel otro mundo y otra vida,
Mundo de sombras, vida que es un sueño,
Vida que, con la muerte confundida,
Ciñe sus sienes con letal beleño; [1280]
Mundo, vaga ilusión descolorida
De nuestro mundo y vaporoso ensueño,
Son aquel ruido y su locura insana
La sola imagen de la vida humana.
Que allá su blanca, misteriosa guía, [1285]
De la alma dicha la ilusión parece,
Que ora acaricia la esperanza impía,
Ora al tocarla ya se desvanece;
Blanca, flotante nube que en la umbría
Noche en alas del céfiro se mece [1290]
Su airosa ropa, desplegada al viento,
Semeja en su callado movimiento;
Humo süave de quemado aroma
Que al aire en ondas a perderse asciende;
Rayo de luna que en la parda loma [1295]
Cual un broche su cima al éter prende;
Silfa que con el alba envuelta asoma
Y al nebuloso azul sus alas tiende,
De negras sombras y de luz teñidas,
Entre el alba y la noche confundidas. [1300]
Y ágil, veloz, aérea y vaporosa,
Que apenas toca con los pies al suelo,
Cruza aquella morada tenebrosa
La mágica visión del blanco velo:
Imagen fiel de la ilusión dichosa [1305]
Que acaso el hombre encontrará en el cielo,
Pensamiento sin fórmula y sin nombre
Que hace rezar y blasfemar al hombre.
Y al fin del largo corredor llegando,
Montemar sigue su callada guía, [1310]
Y una de mármol negro va bajando
De caracol torcida gradería,
Larga, estrecha y revuelta, y que girando
En torno de él y sin cesar veía
Suspendida en el aire y con violento, [1315]
Veloz, vertiginoso movimiento.
Y en eterna espiral y en remolino
Infinito prolóngase y se extiende,
Y el juicio pone en loco desatino
A Montemar que en tumbos mil desciende, [1320]
Y, envuelto en el violento torbellino,
Al aire se imagina, y se desprende,
Y sin que el raudo movimiento ceda,
Mil vueltas dando, a los abismos rueda;
Y de escalón en escalón cayendo, [1325]
Blasfema y jura con lenguaje inmundo,
Y su furioso vértigo creciendo,
Y despeñado rápido al profundo,
Los silbos ya del huracán oyendo,
Ya ante él pasando en confusión el mundo, [1330]
Ya oyendo gritos, voces y palmadas,
Y aplausos y brutales carcajadas,
Llantos y ayes, quejas y gemidos,
Mofas, sarcasmos, risas y denuestos;
Y en mil grupos acá y allá reunidos, [1335]
Viendo debajo de él, sobre él enhiestos,
Hombres, mujeres, todos confundidos,
Con sandia pena, con alegres gestos,
Que con asombro estúpido le miran
Y en el perpetuo remolino giran. [1340]
Siente por fin que de repente pára,
Y un punto sin sentido se quedó;
Mas luego valeroso se repara,
Abrió los ojos y de pie se alzó;
Y fué el primer objeto en que pensara [1345]
La blanca dama, y alredor miró,
Y al pie de un triste monumento hallóla
Sentada en medio de la estancia, sola.
Era un negro solemne monumento
Que en medio de la estancia se elevaba, [1350]
Y, a un tiempo a Montemar ¡raro portento!
Una tumba y un lecho semejaba:
Ya imaginó su loco pensamiento
Que abierta aquella tumba le aguardaba;
Ya imaginó también que el lecho era [1355]
Tálamo blando que al esposo espera.
Y pronto, recobrada su osadía,
Y a terminar resuelto su aventura,
Al cielo y al infierno desafía
Con firme pecho y decisión segura: [1360]
A la blanca visión su planta guía,
Y a descubrirse el rostro la conjura,
Y a sus pies Montemar tomando asiento
Así la habló con animoso acento:
«Diablo, mujer o visión, [1365]
Que, a juzgar por el camino
Que conduce a esta mansión,
Eres puro desatino
O diabólica invención,
«Siquier de parte de Dios, [1370]
Siquier de parte del diablo,
¿Quién nos trajo aquí a los dos?
Decidme, en fin, ¿quién sois vos?
Y sepa yo con quién hablo:
«Que más que nunca palpita [1375]
Resuelto mi corazón,
Cuando en tanta confusión,
Y en tanto arcano que irrita,
Me descubre mi razón
«Que un poder aquí supremo, [1380]
Invisible se ha mezclado,
Poder que siento y no temo,
A llevar determinado
Esta aventura al extremo. »
Fúnebre [1385]
Llanto
De amor
Óyese
En tanto
En son [1390]
Flébil, blando
Cual quejido
Dolorido
Que del alma
Se arrancó: [1395]
Cual profundo
¡Ay! que exhala
Moribundo
Corazón.
Música triste [1400]
Lánguida y vaga,
Que a par lastima
Y el alma halaga;
Dulce armonía
Que inspira al pecho [1405]
Melancolía,
Como el murmullo
De algún recuerdo
De antiguo amor,
A un tiempo arrullo [1410]
Y amarga pena
Del corazón.
Mágico embeleso,
Cántico ideal,
Que en los aires vaga [1415]
Y en sonoras ráfagas
Aumentado va;
Sublime y oscuro,
Rumor prodigioso,
Sordo acento lúgubre, [1420]
Eco sepulcral,
Músicas lejanas,
De enlutado parche
Redoble monótono,
Cercano huracán, [1425]
Que apenas la copa
Del árbol menea
Y bramando está;
Olas alteradas
De la mar bravía [1430]
En noche sombría,
Los vientos en paz,
Y cuyo rugido
Se mezcla al gemido
Del muro que trémulo [1435]
Las siente llegar;
Pavoroso estrépito,
Infalible présago
De la tempestad.
Y, en rápido _crescendo_, [1440]
Los lúgubres sonidos
Más cerca vanse oyendo
Y en ronco rebramar;
Cual trueno en las montañas
Que retumbando va, [1445]
Cual rugen las entrañas
De horrísono volcán.
Y algazara y gritería,
Crujir de afilados huesos,
Rechinamiento de dientes [1450]
Y retemblar los cimientos,
Y en pavoroso estallido
Las losas del pavimento
Separando sus junturas
Irse poco a poco abriendo, [1455]
Siente Montemar; y el ruido
Más cerca crece, y a un tiempo
Escucha chocarse cráneos,
Ya descarnados y secos,
Temblar en torno la tierra, [1460]
Bramar combatidos vientos,
Rugir las airadas olas,
Estallar el ronco trueno,
Exhalar tristes quejidos
Y prorrumpir en lamentos: [1465]
Todo en furiosa armonía,
Todo en frenético estruendo,
Todo en confuso trastorno,
Todo mezclado y diverso.
Y luego el estrépito crece [1470]
Confuso y mezclado en un són,
Que ronco en las bóvedas hondas
Tronando furioso zumbó;
Y un eco que agudo parece
Del ángel del juicio la voz, [1475]
En tiple, punzante alarido
Medroso y sonoro se alzó;
Sintió, removidas las tumbas,
Crujir a sus pies con fragor,
Chocar en las piedras los cráneos [1480]
Con rabia y ahinco feroz,
Romper intentando la losa,
Y huir de su eterna mansión,
Los muertos, de súbito oyendo
El alto mandato de Dios. [1485]
Y de pronto en horrendo estampido
Desquiciarse la estancia sintió,
Y al tremendo tartáreo ruido
Cien espectros alzarse miró:
De sus ojos los huecos fijaron [1490]
Y sus dedos enjutos en él;
Y después entre sí se miraron,
Y a mostrarle tornaron después;
Y, enlazadas las manos siniestras,
Con dudoso, espantado ademán [1495]
Contemplando, y, tendidas sus diestras,
Con asombro al osado mortal,
Se acercaron despacio, y la seca
Calavera, mostrando temor,
Con inmóvil, irónica mueca [1500]
Inclinaron, formando en redor.
Y entonces la visión del blanco velo
Al fiero Montemar tendió una mano,
Y era su tacto de crispante hielo,
Y resistirlo audaz intentó en vano: [1505]
Galvánica, crüel, nerviosa y fría,
Histérica y horrible sensación,
Toda la sangre coagulada envía
Agolpada y helada al corazón. . . .
Y a su despecho y maldiciendo al cielo, [1510]
De ella apartó su mano Montemar,
Y temerario alzándola a su velo,
Tirando de él la descubrió la faz.
_¡Es su esposo! ! _ los ecos retumbaron,
_¡La esposa al fin que su consorte halló! ! _ [1515]
Los espectros con júbilo gritaron:
_¡Es el esposo de su eterno amor! ! _
Y ella entonces gritó: _¡Mi esposo! ! _ ¡Y era
(¡Desengaño fatal! ¡triste verdad! )
Una sórdida, horrible calavera, [1520]
La blanca dama del gallardo andar! . . .
Luego un caballero de espuela dorada,
Airoso, aunque el rostro con mortal color,
Traspasado el pecho de fiera estocada,
Aun brotando sangre de su corazón, [1525]
Se acerca y le dice, su diestra tendida,
Que impávido estrecha también Montemar:
«--Al fin, la palabra, que disteis, cumplida,
Doña Elvira, vedla, vuestra esposa es ya;
«Mi muerte os perdono. --Por cierto, Don Diego, [1530]
Repuso Don Félix tranquilo a su vez,
Me alegro de veros con tanto sosiego,
Que a fe no esperaba volveros a ver.
«En cuanto a ese espectro que decís mi esposa,
Raro casamiento venísme a ofrecer: [1535]
Su faz no es por cierto ni amable ni hermosa;
Mas no se os figure que os quiera ofender.
«Por mujer la tomo, porque es cosa cierta,
Y espero no salga fallido mi plan,
Que, en caso tan raro y mi esposa muerta, [1540]
Tanto como viva no me cansará.
«Mas antes decidme si Dios o el demonio
Me trajo a este sitio, que quisiera ver
Al uno u al otro, y en mi matrimonio
Tener por padrino siquiera a Luzbel: [1545]
«Cualquiera o entrambos con su corte toda,
Estando estos nobles espectros aquí,
No perdiera mucho viniendo a mi boda. . . .
Hermano Don Diego, ¿no pensáis así? »
Tal dijo Don Félix con fruncido ceño, [1550]
En torno arrojando con fiero ademán
Miradas audaces de altivo desdeño,
Al Dios por quien jura capaz de arrostrar.
El carïado, lívido esqueleto,
Los fríos, largos y asquerosos brazos, [1555]
Le enreda en tanto en apretados lazos,
Y ávido le acaricia en su ansiedad;
Y con su boca cavernosa busca
La boca a Montemar, y a su mejilla
La árida, descarnada y amarilla [1560]
Junta y refriega repugnante faz.
Y él, envuelto en sus secas coyunturas,
Aun más sus nudos que se aprietan siente,
Baña un mar de sudor su ardida frente,
Y crece en su impotencia su furor. [1565]
Pugna con ansia a desasirse en vano,
Y cuanto más airado forcejea,
Tanto más se le junta y le desea
El rudo espectro que le inspira horror.
Y en furioso, veloz remolino, [1570]
Y en aérea fantástica danza,
Que la mente del hombre no alcanza
En su rápido curso a seguir,
Los espectros su ronda empezaron,
Cual en círculos raudos el viento [1575]
Remolinos de polvo violento
Y hojas secas agita sin fin.
Y elevando sus áridas manos,
Resonando cual lúgubre eco,
Levantóse en su cóncavo hueco [1580]
Semejante a un aullido una voz
Pavorosa, monótona, informe,
Que pronuncia sin lengua su boca,
Cual la voz que del áspera roca
En los senos el viento formó. [1585]
«Cantemos, dijeron sus gritos,
La gloria, el amor de la esposa,
Que enlaza en sus brazos dichosa
Por siempre al esposo que amó;
Su boca a su boca se junte, [1590]
Y selle su eterna delicia,
Süave, amorosa caricia
Y lánguido beso de amor.
«Y en mútuos abrazos unidos,
Y en blando y eterno reposo, [1595]
La esposa enlazada al esposo,
Por siempre descansen en paz;
Y en fúnebre luz ilumine
Sus bodas fatídica tea,
Les brinde deleites, y sea [1600]
La tumba su lecho nupcial. »
Mientras, la ronda frenética,
Que en raudo giro se agita,
Más cada vez precipita
Su vértigo sin ceder; [1605]
Más cada vez se atropella,
Más cada vez se arrebata,
Y en círculos se desata
Violentos más cada vez;
Y escapa en rueda quimérica; [1610]
Y negro punto parece
Que en torno se desvanece
A la fantástica luz,
Y sus lúgubres aullidos
Que pavorosos se extienden [1615]
Los aires rápidos hienden
Más prolongados aún.
Y a tan continuo vértigo,
A tan funesto encanto,
A tan horrible canto, [1620]
A tan tremenda lid,
Entre los brazos lúbricos
Que aprémianle sujeto
Del hórrido esqueleto,
Entre caricias mil, [1625]
Jamás vencido el ánimo,
Su cuerpo ya rendido
Sintió desfallecido
Faltarle Montemar;
Y a par que más su espíritu [1630]
Desmiente su miseria,
La flaca, vil materia
Comienza a desmayar.
Y siente un confuso,
Loco devaneo, [1635]
Languidez, mareo
Y angustioso afán;
Y sombras y luces,
La estancia que gira,
Y espíritus mira [1640]
Que vienen y van.
Y luego a lo lejos,
Flébil en su oído,
Eco dolorido
Lánguido sonó, [1645]
Cual la melodía
Que el aura amorosa
Y el agua armoniosa
De noche formó;
Y siente luego [1650]
Su pecho ahogado
Y desmayado,
Turbios sus ojos,
Sus graves párpados,
Flojos caer; [1655]
La frente inclina
Sobre su pecho,
Y, a su despecho,
Siente sus brazos
Lánguidos, débiles [1660]
Desfallecer.
Y vió luego
Una llama
Que se inflama
Y murió; [1665]
Y perdido
Oyó el eco
De un gemido
Que espiró.
Tal, dulce [1670]
Suspira
La lira
Que hirió
En blando
Concento [1675]
Del viento
La voz,
Leve,
Breve
Són. [1680]
En tanto en nubes de carmín y grana
Su luz el alba arrebolada envía,
Y alegre regocija y engalana
Las altas torres el naciente día:
Sereno el cielo, calma la mañana, [1685]
Blanda la brisa, trasparente y fría,
Vierte a la tierra el sol con su hermosura
Rayos de paz y celestial ventura.
Y huyó la noche y con la noche huían
Sus sombras y quiméricas mujeres, [1690]
Y a su silencio y calma sucedían
El bullicio y rumor de los talleres;
Y a su trabajo y a su afán volvían
Los hombres y a sus frívolos placeres,
Algunos hoy volviendo a su faena. [1695]
De zozobra y temor el alma llena;
¡Que era pública voz, que llanto arranca
Del pecho pecador y empedernido,
Que en forma de mujer y en una blanca
Túnica misteriosa revestido, [1700]
Aquella noche el diablo a Salamanca
Había, en fin, por Montemar venido! . . .
_Y si, lector, dijerdes ser comento,
Como me lo contaron, te lo cuento. _
CANCIÓN DEL PIRATA
Con diez cañones por banda,
Viento en popa, a toda vela,
No corta el mar sino vuela
Un velero bergantín:
Bajel pirata que llaman [5]
Por su bravura el _Temido_,
En todo mar conocido
Del uno al otro confín.
La luna en el mar rïela,
En la lona gime el viento, [10]
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul;
Y ve el capitán pirata,
Cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa, [15]
Y allá a su frente Stambul. [1]
[Nota 1: Nombre que dan los Turcos a Constantinopla]
«Navega, velero mío,
Sin temor,
Que ni enemigo navío,
Ni tormenta, ni bonanza [20]
Tu rumbo a torcer alcanza,
Ni a sujetar tu valor.
«Veinte presas
Hemos hecho
A despecho [25]
Del Inglés,
Y han rendido
Sus pendones
Cien naciones
A mis pies. [30]
«Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra [35]
Ciegos reyes
Por un palmo más de tierra;
Que yo tengo aquí por mío
Cuanto abarca el mar bravío,
A quien nadie impuso leyes. [40]
«Y no hay playa,
Sea cualquiera,
Ni bandera
De esplendor,
Que no sienta [45]
Mi derecho
Y dé pecho
A mi valor.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«A la voz de '¡barco viene! ' [50]
Es de ver
Cómo vira y se previene
A todo trapo a escapar;
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer. [55]
«En las presas
Yo divido
Lo cogido
Por igual:
Sólo quiero [60]
Por riqueza
La belleza
Sin rival.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«¡Sentenciado estoy a muerte! [65]
Yo me río.
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna entena,
Quizá en su propio navío. [70]
«Y si caigo,
¿Qué es la vida?
Por perdida
Ya la di,
Cuando el yugo [75]
Del esclavo,
Como un bravo,
Sacudí.
«Que es mi barco mi tesoro. . . .
«Son mi música mejor [80]
Aquilones;
El estrépito y temblor
De los cables sacudidos;
Del negro mar los bramidos
Y el rugir de mis cañones. [85]
«Y del trueno
Al són violento,
Y del viento
Al rebramar,
Yo me duermo [90]
Sosegado,
Arrullado
Por el mar.
«Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad, [95]
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar. »
EL CANTO DEL COSACO
Donde sienta mi caballo los pies no vuelve
a nacer yerba. --Palabras de Átila
CORO
¡Hurra, Cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín.
¡Hurra! a caballo, hijos de la niebla! [5]
Suelta la rienda, a combatir volad.
¿Veis esas tierras fértiles? las puebla
Gente opulenta, afeminada ya.
Casas, palacios, campos y jardines,
Todo es hermoso y refulgente allí; [10]
Son sus hembras celestes serafines,
Su sol alumbra un cielo de zafir.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Nuestros sean su oro y sus placeres,
Gocemos de ese campo y de ese sol; [15]
Son sus soldados menos que mujeres,
Sus reyes viles mercaderes son.
Vedlos huír para esconder su oro,
Vedlos cobardes lágrimas verter. . . .
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro [20]
Huellen nuestros caballos con sus pies.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Dictará allí nuestro capricho leyes,
Nuestras casas alcázares serán,
Los cetros y coronas de los reyes [25]
Cual juguetes de niños rodarán.
¡Hurra! volad a hartar nuestros deseos;
Las más hermosas nos darán su amor,
Y no hallarán nuestros semblantes feos,
Que siempre brilla hermoso el vencedor. [30]
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Desgarraremos la vencida Europa
Cual tigres que devoran su ración;
En sangre empaparemos nuestra ropa
Cual rojo manto de imperial señor. [35]
Nuestros nobles caballos relinchando
Regias habitaciones morarán;
Cien esclavos, sus frentes inclinando,
Al mover nuestros ojos temblarán.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . . [40]
Venid, volad, guerreros del desierto,
Como nubes en negra confusión,
Todos suelto el bridón, el ojo incierto,
Todos atropellándoos en montón.
Id, en la espesa niebla confundidos, [45]
Cual tromba que arrebata el huracán,
Cual témpanos de hielo endurecidos
Por entre rocas despeñados van.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
Nuestros padres un tiempo caminaron [50]
Hasta llegar a una imperial ciudad;
Un sol más puro es fama que encontraron,
Y palacios de oro y de cristal.
Vadearon el Tibre sus bridones,
Yerta a sus pies la tierra enmudeció; [55]
Su sueño con fantásticas canciones
La fada de los triunfos arrulló.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
Hambrienta en vuestras manos de matar? [60]
¿No veis entre la niebla aparecerse
Visiones mil que el parabién nos dan?
Escudo de esas míseras naciones
Era ese muro que abatido fué;
La gloria de Polonia y sus blasones [65]
En humo y sangre convertidos ved.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días? [70]
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
¡Hurra, Cosacos!
¡Gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán.
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
Hondas sus herraduras marcarán. [75]
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . .
A cada bote de la lanza ruda,
A cada escape en la abrasada lid,
La sangrienta ración de carne cruda
Bajo la silla sentiréis hervir. [80]
Y allá después en templos suntüosos,
Sirviéndonos de mesa algún altar,
Nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
Hartará nuestra hambre blanco pan.
¡Hurra, Cosacos del desierto. . . . [85]
Y nuestras madres nos verán triunfantes,
Y a esa caduca Europa a nuestros pies,
Y acudirán de gozo palpitantes,
En cada hijo a contemplar un rey.
Nuestros hijos sabrán nuestras acciones, [90]
Las coronas de Europa heredarán,
Y a conquistar también otras regiones
El caballo y la lanza aprestarán.
¡Hurra, Cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín. [95]
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín.
EL MENDIGO
Mío es el mundo: como el aire libre,
Otros trabajan porque coma yo;
Todos se ablandan si doliente pido
Una limosna por amor de Dios.
El palacio, la cabaña [5]
Son mi asilo,
Si del ábrego el furor
Troncha el roble en la montaña,
O que inunda la campaña
El torrente asolador. [10]
Y a la hoguera
Me hacen lado
Los pastores
Con amor,
Y sin pena [15]
Y descuidado
De su cena
Ceno yo;
O en la rica
Chimenea, [20]
Que recrea
Con su olor,
Me regalo
Codicioso
Del banquete [25]
Suntüoso
Con las sobras
De un señor.
Y me digo: el viento brama,
Caiga furioso turbión; [30]
Que al són que cruje de la seca leña,
Libre me duermo sin rencor ni amor.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Todos son mis bienhechores,
Y por todos [35]
A Dios ruego con fervor;
De villanos y señores
Yo recibo los favores
Sin estima y sin amor.
Ni pregunto [40]
Quiénes sean,
Ni me obligo
A agradecer;
Que mis rezos
Si desean, [45]
Dar limosna
Es un deber.
Y es pecado
La riqueza,
La pobreza [50]
Santidad;
Dios a veces
Es mendigo,
Y al avaro
Da castigo, [55]
Que le niegue
Caridad.
Yo soy pobre y se lastiman
Todos al verme plañir,
Sin ver son mías sus riquezas todas, [60]
Que mina inagotable es el pedir.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Mal revuelto y andrajoso,
Entre harapos
Del lujo sátira soy; [65]
Y con mi aspecto asqueroso
Me vengo del poderoso,
Y adonde va, tras él voy.
Y a la hermosa
Que respira [70]
Cien perfumes,
Gala, amor,
La persigo
Hasta que mira,
Y me gozo [75]
Cuando aspira
Mi punzante
Mal olor.
Y las fiestas
Y el contento [80]
Con mi acento
Turbo yo,
Y en la bulla
Y la alegría
Interrumpen [85]
La armonía
Mis harapos
Y mi voz,
Mostrando cuán cerca habitan
El gozo y el padecer, [90]
Que no hay placer sin lágrimas, ni pena
Que no transpire en medio del placer.
Mío es el mundo: como el aire libre. . . .
Y para mí no hay _mañana_,
Ni hay _ayer_; [95]
Olvido el bien como el mal,
Nada me aflije ni afana;
Me es igual para mañana
Un palacio, un hospital.
Vivo ajeno [100]
De memorias,
De cuidados
Libre estoy;
Busquen otros
Oro y glorias, [105]
Yo no pienso
Sino en hoy.
Y doquiera
Vayan leyes,
Quiten reyes, [110]
Reyes den;
Yo soy pobre,
Y al mendigo,
Por el miedo
Del castigo, [115]
Todos hacen
Siempre bien.
Y un asilo dondequiera
Y un lecho en el hospital
Siempre hallaré, y un hoyo donde caiga [120]
Mi cuerpo miserable al espirar.
Mío es el mundo: como el aire libre,
Otros trabajan porque coma yo;
Todos se ablandan, si doliente pido
Una limosna por amor de Dios. [125]
SONETO
Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Fragrancia esparce la naciente rosa.
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa [5]
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura
En alas del amor, y hermosa nube [10]
Fingí tal vez de gloria y de alegría.
Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
Y deshojada por los aires sube
La dulce flor de la esperanza mía.
A TERESA
DESCANSA EN PAZ
Bueno es el mundo, ¡bueno! ¡bueno! ¡bueno!
Como de Dios al fin obra maestra,
Por todas partes de delicias lleno,
De que Dios ama al hombre hermosa muestra;
Salga la voz alegre de su seno
A celebrar esta vivienda nuestra;
¡Paz a los hombres! ¡gloria en las alturas!
¡Cantad en vuestra jaula, crïaturas!
DON MIGUEL DE LOS SANTOS ÁLVAREZ, "María"
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría, [5]
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan!
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura, [10]
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando, [15]
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía, [20]
Las fuentes murmuraban sus amores. . . .
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡cuán süave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruïdo!
Mi vida entonces cual guerrera nave [25]
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros süave,
Orgullosa despliega su bandera,
Y al mar dejando que a sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera [30]
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora;
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba, el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente, [35]
Y el alma pura de su dicha ufana.
Dentro de ella el amor cual rica fuente,
Que entre frescura y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío. [40]
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad con su inmortal aliento, [45]
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura:
El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera [50]
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano macedonio alzando, [55]
Y al espantado pueblo arrebatando;
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero,
Antiguo torreón, do sus pesares [60]
Cantó tal vez con eco lastimero
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna;
El dulce anhelo del amor que aguarda, [65]
Tal vez inquieto y con mortal recelo,
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche entre el medroso velo,
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo, [70]
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura,
A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta [75]
Cólera, impetüoso torbellino;
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino;
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba. [80]
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende,
Agreste, vago y solitario encanto, [85]
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos, extático seguía [90]
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía;
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento [95]
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora; [100]
Sobre las cumbres que florece el mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslízase en el cielo [105]
Allá en la noche desprendida estrella;
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera y que su planta huella, [110]
Y en la tarde la mar olas la ofrece
De plata y de zafir donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura, [115]
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía; [120]
¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer, tan cándida y tan bella,
Es mentida ilusión de la esperanza;
Es el alma que vívida destella [125]
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura;
Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las sílfides y ondinas, [130]
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas;
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
Amor de allí arrancado, allí nacido, [135]
Que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria! [140]
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer! que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera. . . !
¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías, [145]
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón, que penas a millares [150]
¡Ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí, dichosos,
Los que podéis llorar y ¡ay! sin ventura
De mí, que, entre suspiros angustiosos, [155]
Ahogar me siento en infernal tortura!
Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura! . . .
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa! [160]
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día, [165]
En que, perdido el celestial encanto,
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?
Aun parece, Teresa, que te veo
Aerea como dorada mariposa, [170]
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima, y respiro [175]
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aun miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de mayo serenas alboradas; [180]
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves ¡ay! como después lloradas,
Horas de confïanza y de delicias,
De abandono, y de amor y de caricias.
Que así las horas rápidas pasaban, [185]
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura;
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura, [190]
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin. . . . ¡Oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río, [195]
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas. [200]
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aun cercaba tu frente el blanco velo [205]
Del serafín, y, en ondas fulgoroso,
Rayos al mundo tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo, [210]
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego [215]
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana; [220]
Mas ¡ay! huíd: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
Huíd, si no queréis que llegue un día, [225]
En que, enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos, [230]
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años ¡ay! de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron, [235]
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas de amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria. [240]
¡Pobre Teresa! al recordarte siento
Un pesar tan intenso. . . ! embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío:
Pára allí su carrera el pensamiento, [245]
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu beldad reposa.
¡Y tú feliz, que hallaste en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino, [250]
Cuando llegabas, mísera, a perderte,
Y era llorar tu único destino:
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino. . . !
¡Feliz! la muerte te arrancó del suelo, [255]
Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los Aquilones: [260]
Sola, y envilecida y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones,
Tus hijos, ¡ay! de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.
Los ojos escaldados de tu llanto, [265]
Tu rostro cadavérico y hundido,
Único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera, en infortunio tanto,
Envolver tu desdicha en el olvido, [270]
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada [275]
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla. [280]
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco süave de su amor primero:
¡Ay! de tu luz en tanto yo viviere [285]
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día, [290]
¡Ay! al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía:
Yo inocente también: ¡oh! ¡cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo [295]
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
Levantar para ti soñé yo un trono: [300]
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo sin horas y medida
Ver como un sueño resbalar la vida.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos [305]
Áridos ni una lágrima brotaban,
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambïaban,
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban, [310]
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura,
Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento,
Si comparaste a tu existencia un día [315]
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando, [320]
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa,
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste, [325]
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste,
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado! [330]
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
¡Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano con los ojos fijos, [335]
Y extendiendo tus brazos a tus hijos! !
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! . . . ¡Ah! yo entre tanto,
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto: [340]
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
Gocemos, sí; la cristalina esfera [345]
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida: [350]
Truéquese en risa mi dolor profundo. . . .
¡Que haya un cadáver más! ¿Qué importa al mundo?