Para una versión corta del
planteamiento
de Brock/Mühlmann cfr.
Sloterdijk - Esferas - v3
El superlativo pertenece a la cibernética política.
Gracias a él, el poder y su suerte se cuelgan de la cima del ser: a los mortales se les sugiere la subordinación al comando superior, se les convence de que tie nen suerte cuando se les permite servir.
Sólo con el surgimiento de la ci vilización burguesa se desarrolla la praxis de hablar mal de los príncipes, y, en analogía, se comienza también a atribuir malos predicados a lo exis tente, regionalmente o en su totalidad.
Apenas se ha tomado uno esa li bertad, la realidad se presenta como una única zona de estado de necesidad.
El resto es conocido: al despertar, el espíritu de la Modernidad sustituye la ontología del optimismo, que antes llevaba coordinada una ética de la obe diencia, por una ontología de la imperfección, a la que se añade, com prensiblemente, una ética de la reforma o de la revolución.
El crítico literaria Los superlativos no caen, pues, en desuso, emprenden otra dirección. Los modernos no sacan otras consecuencias, exageran de otro modo. Y ya hemos experimentado nosotros mismos adonde conduce eso. La teoría del siglo XX invierte en hipérboles pesimistas, inventa una retórica del mundo peor y del Dios peor. La consecuencia es una era de criticones. Bien entendido que lo peor que se puede afirmar de un Dios es que no lo haya, y que lo peor que se podría decir del mundo es que sólo los realistas tienen una oportunidad en él. Se olvida añadir esta aclaración: el auténtico nombre de un lugar en el que no se puede hacer nada con trario a la realidad es infierno. Dramatúrgicamente, los realistas y el de monio son el mismo personal.
El teóloga. Ahora, de grado o por fuerza, me cae en suerte la tarea de 659
completar mi declaración con respecto a la datación de la teoría de las es feras. Esa teoría es posthíbrida en tanto que es pospesimista. El resto posi tivo, que me da que pensar, se originó probablemente del abandono ines perado de las exageraciones pesimistas, de las que era de temer que ya nunca nos liberaríamos. Una teoría que no rezongue sigue pareciendo aún algo así como una importación de otro planeta.
El historiador de la literatura: Me parece que, efectivamente, llego al pla cer prohibido de estar de acuerdo con un representante de su facultad, y además en el punto más sensible. La descripción de la forma nos conduce al punto donde se hace visible el trabajo de la hipérbole. El autor hace que aparezcan exageraciones, una frente a otra, hasta que llegan a neutrali zarse mutuamente; sin que pueda confundirse esto con una superación. ¿Para qué esa duplicación de las exageraciones? Veo en ella un procedi miento para presentar la complejidad. Pues la complejidad -eso está cla ro- no se puede captar en un primer intento. Los lenguajes de lo comple
jo surgen de la renuncia a una simplificación previa.
En la retórica las figuras de la renuncia a la simplificación se conocen
como correctio y oxímoron. En la primera, el orador se corta la palabra a sí mismo, sustituyendo una primera expresión inapropiada por una segunda más apropiada. Se podría afirmar que toda la historia de las ideas sigue es te procedimiento, sólo que las correcciones se reparten entre varias gene raciones. La otra figura surgió de la observación de que algunos oradores se sienten incapaces de decidir si describen un gusto concreto como dul ce o más bien como algo agrio, como agrio pero también como algo dul ce; con el resultado de que inician la huida hacia delante con el fin de ha cer de la indecisión un valor propio, lo agridulce, el doble sabor, el predicado doble. Literalmente, el oxímoron significa lo agudo-romo o lo ar diente-templado. Cuando Safo canta al eros ambiguo utiliza el predicado glykypikros, compuesto de glykos, dulce, y píkros, picante, para expresar que el amor en Lesbos, como presumiblemente en cualquier otra parte, es una miseria feliz, una tortura extasiada. De la unión de cualidades opuestas en un mismo grupo de enunciados se desarrolla un primer discurso sobre lo compuesto, sobre lo no-simple y no-monocolor. Sólo cuando se tienen a disposición expresiones así, se puede hablar de salsa china y situaciones englobantes. Eso es exactamente lo que los libros de Esferas hacen ver des de su posición. En su caso, se tiene en la lengua el gusto de la compleji dad. Este modo de proceder produce, ontológicamente, un discurso sobre
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el mejor-peor de todos los mundos posibles; moralmente pone sobre el ta pete lo bueno-malo, psicológicamente lo entusiasmado-desentusiasmado, en lo que toca a la ergonomía de la vida, lo fácil-difícil, y así sucesivamen te. Es innecesario advertir que la empresa realiza la conversión de la cien cia monotono-pesimista en ciencia alegre-triste: esa forma contemporánea de la docta ignorantia. La forma oximórica aparece continuamente: lo que había que demostrar.
Recuerdo una observación que hace Gabriel Tarde en su libro sobre la imitación, de la que pienso que se adecúa muy bien mutatis mutandis al texto de la trilogía: en el teatro del presente, dice el sociólogo, la tragedia retrocede cada vez más ante la comedia; la comedia, sin embargo, gana incesantemente en envergadura y se vuelve continuamente más triste y afligida. No se puede formular mejor el imperativo de hacer concesiones a la complejidad incluso después de acabar lajornada de trabajo. El epí grafe pospesimismo, que ha suministrado usted mismo, implica la renun cia a las hipérboles negativistas unidimensionales.
El macrohistoriador. Eso lo admito. Lamentablemente sigo sin estar en disposición de aceptar plenamente su visión de las cosas. Prefiero volver una vez más a lo que considero el núcleo del asunto, y recalcar que desde mi punto de vista se trata menos de formas enunciativas de hechos com plejos que de los estados de cosas mismos, o mejor: de las condiciones complejas de vida y su desarrollo histórico. Está claro que el libro es tam bién de esa opinión, si no, resultaría incomprensible cómo uno podría en tretenerse en explicaciones sobre la construcción de estaciones espaciales, invernaderos, estadios y apartamentos urbanos, incluso de centros de con gresos; explicaciones que se completan con un recorrido arriesgado, a mi gusto muy precario, por los paisajes psicosociales de formas de vida de lu
jo contemporáneas. Para mí, de todo esto se siguen consecuencias no tan to retóricas como morales y político-civilizatorias.
Creo poder entender que el autor intenta efectuar hasta sus extremas consecuencias el experimento de la Modernidad, la disolución de las for mas de vida y pensamiento agro-imperiales y la liquidación de las éticas ho- listas tradicionales de la obediencia y la renuncia en el moderno culto in dividualista a la ambición y hedonismo de masas. Parece querer responder a una pregunta que hasta ahora apenas se ha planteado explícitamente: ¿qué cuesta presentar una descripción compacta de los riesgos inherentes a modos modernos de producción del mundo sin hacer concesión a teo
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rías de la decadencia ni a teorías del progreso? Aquí reconozco algo de lo que llamo el ethos del macrohistoriador.
Déjeme explicar qué significa eso. Gracias a nuestras exploraciones, que se retrotraen hasta la época de los cazadores y recolectores, contamos con un ejemplo, y literalmente sólo con uno, de que la gran mayoría de la humanidad ha llevado a cabo una ruptura con su modus vivendi más anti- guo: un corte histórico, del que la mayor parte de los contemporáneos, ex ceptuando algunos escépdcos románticos y naturalistas utópicos, admite que, a pesar de sus amargas consecuencias de opresión, explotación y gue rra crónica, ha significado un salto evolutivo para la especie. No hay rastro de ninguna prueba de que hubiera un necesario lazo de unión interior en tre la naturaleza del ser humano y el improbabilísimo modo de vida agro- cultural-imperial; y, sin embargo, se han desarrollado muchas culturas en el este y el oeste durante esa era de un modo tal que no se puede por me nos que admitir que ciertos estratos o dimensiones del potencial humano se han desarrollado convincentemente. No se podrá prescindir del concep to de realización: es un elemento del credo macrohistórico, expresa el res peto del historiador ante modos de vida temporal y espacialmente lejanos.
Desde hace poco estamos confrontados con el hecho de que se va ha ciendo reconocible una segunda gran cesura que cambia radicalmente el curso de la historia; me refiero a la irrupción cultural-industrial o tecnoló- gico-capitalista, que para nosotros es perceptible simplemente como fac tura brutum, dado que somos sus actores, testigos y productos. Pero por lo que respecta a su enjuiciamiento, estamos en una situación casi imposible. Todo lo que podemos decir sobre el nuevo modus vivendi está teñido de ambigüedad, en tanto que, en correspondencia con nuestra situación en proceso, nosotros mismos somos enteramente seres ambiguos. Hasta en la médula de nuestros conceptos y sensaciones somos agentes dobles, que penden entre las estructuras agro-imperiales y tecno-capitalistas. Somos, a la vez, viandantes fronterizos entre mundos conceptuales profundos y pla nos, de los que los primeros están constituidos metafórica y especulativa mente, los segundos exacta y operacionalmente. Me parece interesante có mo correlaciona el autor la profundidad con lo implícito, la planura con lo explícito: ahí hay una interpretación de la transición, centrada más en características lógicas que materiales. Por esojamás puede expresarse con suficiente insistencia que somos seres de transición y seguiremos siéndolo por el momento. Todavía tenemos en nosotros la vieja era de modo más o
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menos consciente, aún pensamos en nuestras categorías de trasfondo co mo campesinos, guerreros, reyes, sacerdotes y profesores (por nombrar só lo a estos componentes del personal agro-imperial, que representan sin ex cepción encarnaciones del homo hierarchicus) . Es sólo una fábula que los sociólogos del presente nos quieran tratar ya plenamente como criaturas del nuevo comienzo igualitario; ni siquiera para los fellah industriales del medio oeste de Estados Unidos sería aceptable esta interpretación. Los lenguajes desarrollados son todos lenguajes de ayer, nos mantienen en el continuum de la costumbre, y lo mismo sirve para las religiones históricas. Sólo muy pocas veces se nos ocurre una frase que pertenezca ya al presen te, nadie está maduro para la cultura universal del futuro. También nues tros llamados revolucionarios fueron sólo sonámbulos agresivos entre las épocas. No obstante, también somos ya indiscutiblemente los hijos de la transformación, que nos impele a nuevas cimas de lo improbable. Climbing Mount Improbable sería un buen título para aquello a que nos dedicamos desde la Revolución Industrial: escalamos la cima de montañas de espuma, que se elevan a alturas sin par. Desde hace cien años elegimos a nuestros gobernantes según las costumbres muy recientes de la igualdad, desde ha ce pocos decenios vivimos como seminómadas ciudadanos, apoyados en un parque de vehículos sobre cuya dimensión nunca puede sorprenderse uno lo suficiente. Nuestra relación con el mundo es sólo desde ayer o an teayer la de poseedores de poder adquisitivo y teleobservadores. Si usted da valor a la caracterización nietzscheana del individuo moderno somos exactamente los últimos seres humanos que han inventado la felicidad y pestañean.
Entre las eras no resulta fácil la teoría equitativa. Estoy convencido de que tal teoría sería el contraveneno frente a las dos tentaciones de nuestro tiempo: la reaccionaria y la revolucionaria. Lo que más me ha gustado del proyecto-Esferas es su épica neutralidad, su decidida indecisión, su resis tencia hacia ambos lados. Supongo que su fluctuación entre las épocas, su incansable ir y venir entre perspectivas actuales e históricas, remite a un principio metódico: aunque se mantiene vivo el recuerdo de las casas del tesoro psico-cósmicas del pasado, el autor participa a la vez del vaciamien to moderno del mundo interior. Es evidente que su exposición ha surgido de la decisión de conceder una pausa a la polémica sobre el curso de la ci vilización hasta que se cuente con una descripción convincente de lo nue vo en su propio derecho y en su relación con lo viejo.
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Por supuesto que tampoco en la cesura moderna hay siquiera el rastro de una prueba de que exista un lazo de unión interior necesario entre la naturaleza elástica del ser humano y el arsenal emergente de formas de vi da del mundo técnico, pero de nuevo habla mucho en favor de que en las condiciones venideras, como en las predecentes, se desarrollará felizmen te una plétora de rasgos del plasma humano. Con la irrupción tecnológi ca se ha puesto en marcha algo que también puede llamarse realización. Ya hay clásicos de la Modernidad, ya hay logros de esta era. Los siglos ve nideros ampliarán ambas listas.
El teóloga. Pero también el concepto de realización hace pensar en su contrario. Es verdad, ciertamente, que tras la cesura técnica hay innume rables vidas humanas que se realizan en los invernaderos del bienestar, co mo usted dice, aun cuando ahí queda mucho más hueco y fragmentario de lo que dicen los anuarios estadísticos. Pero dejemos que valga el su puesto de que las sociedades ricas de Occidente y las capas altas del resto de las naciones que se están modernizando se distingan, efectivamente, por ahora y para el futuro, como los lugares más plausibles de la buena vi da; tanto más salta a la vista, entonces, que fuera del gran invernadero do minan a menudo condiciones que sólo pueden describirse como total ne gación del potencial humano. No se puede excluir que esto quizá ya fuera siempre así y que el archipiélago homo sapiens tuviera desde siempre sus zo nas malditas. Sólo que las condiciones de la llamatividad de la miseria han cambiado. Tenemos la espina de la información en la carne. Por lo que sa bemos hoy, tres tercios de la humanidad están excluidos por ahora de las oportunidades del clima del bienestar. A la vista de la brevedad de la vida, «por ahora» significa para siempre.
Las implicaciones morales de esta constatación no se aprecian fácil mente. También ellas representan una especie de oxímoron, pero uno en el que lo amargo prepondera fuertemente. Si la humanidad fuera un suje to de rango superior, en expresión de los idealistas, podría afirmarse de ella que es en su totalidad una humanidad lograda-fracasada. Pero esto sería demasiado edificante. La forma oximórica fracasa aquí porque mien tras no se desarrolle una cultura universal del equilibrio la humanidad no encarna actor alguno al que algo le pudiera salir bien en parte y en parte mal. Lo monstruoso es la escisión misma: aquí algo sale bien casi del todo y allí algo fracasa casi del todo. El éxito y el fracaso se reparten sobre si tuaciones que apenas tienen comunicación unas con otras. Ellas constitu
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yen la diferencia más rigurosa que podemos pensar, quizá incluso más ri gurosa que la de vida y muerte. Algo de esto perciben, ciertamente, esos contemporáneos que han hecho del éxito el último Dios. No hay un pun to medio. ¿Quién aventuraría ahí una síntesis que no fuera una mentira ba rata? Estamos ante una escisión que genera mitades desiguales. Para un tiempo imprevisible las oportunidades de una vida dichosa quedan tan asi métricamente repartidas entre las zonas de riqueza y las zonas de pobreza que la tensión ha de subir hasta lo insoportable. No obstante, la forma oximórica se nos cruza internamente en el camino una vez más, pues quien vive a nuestro lado del limes puede encontrar muy soportable lo insopor table. Los desdichados al otro lado de la pared sienten a menudo como in soportables no sólo sus propias condiciones de vida, sino también la idea de que en otra parte, para ellos inaccesible, sería posible una vida soporta ble. Así como el siglo XIX tuvo su cuestión social, nosotros tenemos la cues tión de la exclusión. Ella es la forma posmoderna de la conciencia infeliz.
Con este cuadro inhumano ante los ojos se reconoce en qué consistió en tiempos de firmes creencias el valor de uso de Dios (por esta vez permí taseme expresarme fríamente como un funcionalista). En el escrito De la miseria de la existencia humana, salido de la pluma de Lotario de Segnis, más tarde Inocencio III, se encuentra una consideración esclarecedora sobre las condiciones metafísicas del equilibrio entre los destinos del ser huma no. El gran señor, se dice ahí, no está en mejor posición para nada que el siervo más pobre, porque, como éste, no sólo está expuesto a los agobios de su situación en este mundo, sino también a los horrores de la eterni dad. Aquí arroja su sombra el argumento escolástico de que diferentes magnitudes finitas son lo mismo en relación con lo infinito. Hay que ad mitir que esa matemática del buen Dios tenía un cierto valor edificante. En tanto que exhortaba a todos a considerarse como una casi-nadería frente a lo inconmensurable, contribuyó lo suyo a impedir el desmorona miento de la humanidad cristiana, al menos en el plano simbólico. Actual mente nos falta un tipo de cálculo superior como ése. Ni siquiera sabemos si Dios, que fue una emergencia del primer corte histórico, sobrevivirá al segundo.
El macrohistoriador. Señores míos, parece que el autor, por motivos que nos resultan desconocidos en este momento, no puede llevar a cabo su propósito de participar en nuestro diálogo. Por eso creo que deberíamos ir acabando sin él. A riesgo de repetirme, quiero constatar, por mi parte,
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que leo el libro como ético empírico e investigador del comportamiento simbólico: es decir, precisamente como historiador. Desde esta condición veo que aquí se ha hecho el intento de narrar la historia del ser humano como historia espacial, más exactamente, como una historia de la creación y organización de espacio. Esto manifiesta la convicción de que los gestos del dar-espacio y tomar-espacio sean los primeros actos éticos. Durante el estudio del libro he desarrollado la sospecha de que el autor ha querido escribir, propiamente, una historia universal de la generosidad y la ha pre sentado bajo la máscara de una fenomenología de las ampliaciones de es pacio. A veces me parecía como si leyese una larga paráfrasis sobre el im perativo categórico según Marcel Mauss que cito con tanto gusto como uno de los padrinos más remotos de nuestra especialidad: hemos de salir de nosotros y realizamos en regalos, tanto en voluntarios como en obliga torios, pues en ello no hay riesgo alguno.
El crítico literaria El mismo autor ha distinguido también, casi en la tra dición clásica, entre felicidad y riqueza, al subrayar que si es verdad que los pueblos, las clases, las familias, los individuos, se pueden enriquecer cada uno para sí mismo, sólo consiguen ser felices, sin embargo, cuando apren den a agruparse en torno a su riqueza común. Como buen francés y so cialista lírico, Mauss cita después el mito de los Caballeros de la Mesa Re donda y lo recomienda encarecidamente a los modernos como si fuera tan actual como en los tiempos de Chrétien de Troyes. Ojalá la humanidad se vuelva una comuna artúrica, que lleve el arte del reparto a la altura del tiempo. Presumiblemente el autor del proyecto-Esferas no tiene tanto tem ple caballeresco, incluso podría ser de la opinión de que no basta con me sas redondas.
Pero, al menos, la redondez de la mesa del rey Arturo significó un co mienzo, puesto que indica cómo pueden coexistir el derecho de cada in dividuo a su propia aventura y el honor compartido. Lo esférico se añadi rá con suficiente antelación, y con ello todo lo demás que pertenece a estos fragmentos de un lenguaje de la participación.
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Notas
IMartin Heidegger, Einführung in die Metaphysik, curso de 1935, Tubinga 1953, Frankfurt 1983, pág. 138.
2No todos admiten esto. Un autor contemporáneo reconoce: «Un chamán mongol me dijo que una piedra desenterrada del suelo no encuentra paz durante años por ello. Lo con sidero probable». Martin Mosebach, «Eterna edad de piedra», en: Kursbuch 149, Berlín, sep tiembre 2002, pág. 13.
sCfr. Dietrich Mahnke, Unendliche Spháre und Allmittelpunk, Halle 1937; Georges Poulet, MetamorpkosendesKreisesinderDirhtung,Frankfurt/Berlín/Viena 1985, págs. 11-124.
4Jean Paul, «Los pensamientos nocturnos del comadrón Walther Vierneissel sobre sus perdidos ideales de feto, porque no se había convertido más que en un ser humano», en: Mu- seum(1814), sección II, segundo volumen, Darmstadt 2000, págs. 1005 y 1010.
5EsferasII, Globos, Siruela, Madrid 2004, págs. 695-871; este texto ha aparecido mientras tan to como publicación independiente en traducción italiana con el título L ultimasfera. Brevesto- riafilosóficadellaglobalizzazione, Roma 2002; versión alemana muy ampliada, con el título Im Wel- tinnenraum desKapitals, Frankfurt 2005 [que próximamente publicará Siruela en castellano].
6Albert Speer, Erinnerungen, Berlín 1969, pág. 175. [Memorias, Círculo de Lectores, Barce lona 2002. ]
7Emmanuel Joseph Sieyés, «¿Qué es el tercer estado? », en: Politische Schriften 1788-1790, Múnich/Oldenburg 1981, págs. 188-189.
8Denis Diderot, artículo de la Enciclopedia editada por Diderot y D ’Alembert, Frankfurt 1985, selección de Manfred Naumann, entrada «Enzyklopádie», pág. 359.
9Marshall McLuhan, Wohin steuert die Welt? , Toronto/Viena 1978, pág. 81. En el mismo contexto habla McLuhan de la confusión del centralismo católico por el «espacio oscilante de la Iglesia oral»; ibidem, pág. 79.
10«Deu$ est sphaera cuius centrum est ubique, circumferentia nusquam» [«Dios es una esfera, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna»]. La frase se con- textualizaycomenta en Esferasii,Globos,capítulo 5: «Deussivesphaerao: El Uno-Todo que es talla», págs. 404-416, especialmente págs. 412-ss.
IIMarshall McLuhan, «Órgano sexual de las máquinas», entrevista en Playboycon Eric Norden (marzo 1969), citado en: AbsoluteMarshallMcLuhan, Martin Baltes y Rainer Hóltschl, Friburgo 2002, pág. 37.
12Bruno Latour, DasParlament derDinge. FüreinepolitischeÓkologie, Frankfurt 2001.
nCfr. Roberto Esposito, Immunitas. Protezioneenegazionedellavita, Turín 2002, y Communi- tas. Origineedestinodellacommunitá, Turín 1999; Philippe Caspar, Vindividuation desetres. Ans ióte, LeibnizetVimmunologiecontemporaine, París/Namur 1985.
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14Cfr. Homi K. Bhabha, Die VerortungderKultur, Tubinga 2000; Volker Demuth, Topische Asthetik. KórperweltenKunstweltenCyberspaee,Würzburg 2002; Hermann Schmitz, AdolfHitlerin derGeschichte, Bonn 1999.
l5Cfr. Bruno Latour, «Gabriel Tarde y el final de lo social», en: SozialeWelt52 (2001), págs. 361-375.
16Bruno Latour, DasParlamení derDirige, o. c.
l7Heinrich Heine, BuchderLieder, LyrischesIntermezzoxun, «Los viejos cuentos advierten», línea final.
18Cfr. Die Vorsokratiker, griego-alemán, Jaap Mansfeld, Stuttgart 1987, págs. 244-245, fr. 3.
19De modo totalmente convencional aún, Wittgenstein dijo de la critica del lenguaje: «Lo que destruimos son sólo castillos en el aire»; cfr. Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersu- chungen, Frankfurt 1967, pág. 68. En el mismo espíritu, y sin miedo ante cuadros torcidos, Ri chard Saúl Wurman habla (en: Information Architects, Nueva York 1997) de una «gigantesca pleamar de datos», que, como anincoherentcacophonyoffoam,rompe sobre los seres humanos de la era de la información.
20G. W. F. Hegel, VoriesungenzurPhilosophiederReligión, Werkein20Bandea,Frankfurt 1970, volumen 17, pág. 320.
21Aristóteles, Problemata physica, xxx, i, Darmstadt 1962, pág. 252.
2Ibidem.
23Aquí seguimos la teoría de lo decorumque Heiner Mühlmann ha desarrollado en su
libro fundamental Die Natur der Kulturen. Eine kulturgenetische Theorie, Viena/Nueva York 1996, págs. 50-97. Para más detalles al respecto véase infra, «El ergotopo - Comunidades de esfuerzo e imperios beligerantes», capítulo 1, C, apartado 6, págs. 316-327.
Para una versión corta del planteamiento de Brock/Mühlmann cfr. Heiner Mühlmann, «La ecología de las culturas», en: Bazon Brock/Gerlinde Koschik (eds. ), Krieg und Kunst, Munich 2002, págs. 39-54.
24Sobre todo en la obra del fundador de la neo-fenomenología Hermann Schmitz. Cfr. , entre otros, Hermann Schmitz, LeibundGefühl. MaterialienzueitierphilosophischenTherapeutik, Paderborn 1992, págs. 135-s.
Cfr. Bart Kosko, Die Zukunfl istfuzzy. UnscharfeÍMgik verándert die Welt, Munich 2001. 26Cfr. Gilíes Deleuze/Félix Guattari, Milplateaux. Capitalismeetschizophrénie2, París 1980, capítulo 14: «1440 - le lisse et le strié», págs. 592-625. [Aft7 Mesetas, Pre-Textos, Valencia 1988,
capítulo 14: « 1440- Lo liso y lo estriado». ]
27Cfr. Emst Bloch, Spuren, Berlín 1930, nueva edición ampliada Frankfurt 1969.
28Cfr. Günther Gamm, Nicht nichts. Studien zu einer Semantik des Unbestimmten, Frankfurt
2000, y Flucht aus der Kategorie. Die Positivierung des Unbestimmten ais Ausgang aus der Mademe, Frankfurt 1994.
29Cfr. Vladimirjamkélévitch, LeJe-ne-sais-quoietlePresque-rien,París 1957, nueva edición en tres tomos, París 1980.
“ Cfr. Yve-Alain Bois/Rosalind Kraus, Lmforme. Mode d'emploi, París 1996.
MPara la fuente de la expresión, que Hansjürgen Heinrichs acuñó adhocen una con versación, cfr. Hansjürgen Heinrichs/Peter Sloterdijk, DieSonneundderTod. DialogischeUn- tersuchungen,Frankfurt 2001, pág. 247. [Elsolylamuerte,Siruela, Madrid 2004. ]
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32Véase infra, capítulo 1, «Insulamientos. Para una teoría de las cápsulas, islas e invernade ros»,apartadoA, «Islasabsolutas»,págs. 244-260.
33Hesíodo, Theogonie. WerkeundTage,griegoyalemán,ediciónytraduccióndeAdalbert von Schimding, Darmstadt 1991, págs. 20-21, versos 188-202. El poema didáctico habla en los versos precedentes de cómo la madre primordial Tierra, Gea, intentó convencer a sus hijos de vengarse de su cónyuge, un déspota y maltratador de niños, una tarea a cuyo desempeño sólo se prestó, finalmente, entre todos los vástagos titubeantes, el más joven de los titanes, Cronos; la perpetró con el «acero brillante», fabricado por Gea y foijado como una enorme hoz de agudos dientes, castrando con él al padre cuando se tendió en la oscuridad sobre la diosa (o. c. , versos 154-182).
34Ibidem, versos 197-198.
35En la mitología india aparece un motivo análogo en torno al dios danzante Shiva Na- taraja; de los bucles extáticamente sacudidos del dios surgen las aguas, chispeantes en espu ma, del río divino; donde caía una gota de espuma surgía un centro de peregrinación; cfr. Helmut Maassen, «El dios danzante», en: Rolf Elberfeld/Günter Wolfart, Komparative Asthe- tik. Künste und ásthetische Erfahrungen zwischen Asien und Europa,, Colonia 2000, pág. 113.
36Heinrich Zimmer ofrece una interpretación y reproducción libre de las diversas tradi ciones en su libro Maya. Der indische Mythos, Frankfurt 1978 (primero Stuttgarty Berlín 1936), bajo el título «El batido del mar de leche», págs. 127-147.
37TheMahabharata. Traducción de Pratap Chandra Roy, Nueva Delhi 1970, volumen i, sec ción 18, págs. 59-60. El nombre del veneno significa probablemente cumbre (huta)de la muer te (hala); según la interpretación de Heinrich Zimmer, significa «la quintaesencia del veneno mortal del mundo»; fue bebido por el dios Shiva y conservado en la garganta, por lo que tam bién lleva el apodo de Nilakantha, Garganta-azul.
38LeRamayanadeValmiki. Edición a cargo de Madelaine Biardeau, París 1999, págs. 87-88.
39No sin razón la edición francesa del Ramayana traduce la expresión sánscrita «batida» (manthá) por «baratage», hacer mantequilla. Cfr. también Amritabindu Upanishad 20: «Co mo la mantequilla está oculta en la leche, así descansa la conciencia pura (vijnanam) en cada ser, sirviendo el entendimiento de batidor».
^Charles Vernon Boys, Soap Bubbles. Their Colours and Forres Which Mould Them (1890), Nueva York 1959.
41Cfr. Sidney Perkowitz, Universal Foam. From Cappucino to the Cosmos, Nueva York 2000; pa ra la ramificación de burbujas cósmicas véase la figura de: EsferasII, Globos, pág. 124.
42Lynn Margulis, Die andereEvolution, capítulo 5: «Nacida de la espuma», págs. 89-108, Hei- delberg/Berlín 1999, págs. 92-93.
43 Para la hipótesis de la espuma/emulsión de la zoogénesis cfr. Harold Morowitz, Ma- yonnaise and the Origine of Life: Thoughts of Minds and Molecules, Woodbridge, Conn. 1985. So
bre el papel, recientemente entendido, de burbujas de aire en el intercambio gaseoso entre
los océanos y la atmósfera terrestre cfr. el informe de los investigadores marinos Grant Deane y Dale Stokes en la revista Nature 418, 2002, págs. 839-ss. Las aplicaciones técnicas del principio espuma son sorprendentemente numerosas: a sus manifestaciones más populares pertenecen productos de tahona como el pan y los pasteles, de los que pocas veces se tiene
claro que constituyen espumas semiconsistentes, basadas en una inflación de celdillas de
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aire en la masa, producida por el calor. El gesto de remover la masa es la huella de la aphrogenia más cotidiana. La modernización de los materiales de construcción ha produ cido una plétora de espumas artificiales, que va desde los conocidos materiales espumosos PVC artificiales hasta las espumas de metal y otras espumas consistentes de vidrio, piedra, cerámica y cosas semejantes. Por la introducción de los aerogeles se ha producido una in novación elegante en el campo de las tecnologías de espumas. Por lo que respecta a la ar quitectura moderna, se inspira de múltiples maneras en la potencia conformadora de espa cio de las estructuras espumosas. Éstas, junto con el geometrismo y el organomorfismo de la Modernidad, constituyen, por decirlo así, un tercero: el camino mimético-natural de la ar quitectura moderna.
4 Desarrollados en: Esferas I, Burbujas, Siruela, Madrid 2003.
45Del tema de las pluralidades celulares nos volvemos a ocupar más abajo, en el capítulo 2, «Indoors. Arquitecturasdelaespuma», apartado B, «Construccióncelular,egosferas,autocontai- ner», págs. 432-ss.
Cfr. Georg Simmel, «Lasociedad de ados» (1908), en: AufsátzeundAbhandlungen1901- 1908, volumen II, Frankfúrt 1993, págs. 348-ss.
47Para el tema del fogón como paso del espacio quasi surreal de la diada conyugal al espacio físico, social y cultual de la vida hogareña, cfr. Esferas II, Globos, capítulo 2, «Re cuerdos-receptáculo. Sobre elfundamento de la solidaridad en laforma inclusiva», págs. 173-218, 204-ss.
48Sobre el espacio radiocrático o imperial, cfr. EsferasII, Globos,capítulo 7, «Cómo a través del medio puro el centro de las esferas actúa en la lejanía. Paraunametafísicadelatelecomu nicación», págs. 581-ss.
49Cfr. Slavoj %iSzek, «Bienvenidos al desierto de lo real», en: Die Revolution steht bevor. Dreizehn Versuche über Lenin, Frankfúrt 2002, pág. 147; como un eco de ello pueden leerse las reflexiones de EricaJongs sobre el primer aniversario del 11 de septiembre de 2001, que gi ran en tomo a la tesis de que Estados Unidos nunca ha sido inmune de verdad y que sólo era
jactancia el creérselo. En un sentido crítico semejante ha definido Vilém Flusser el concepto de patria como domicilios circundados de misterio. Cfr. Vilém Flusser, Von derFreiheit des Mi- granten. Einsprüche gegen den Nationalismus, Bensheim 1994, págs. 15-30.
50Peter Fuchs, Das seltsame Problem der Weltgesellschaft: Eine Neubrandenburger Vorlesung, Opladen 1997.
51Cfr. para esto infra el capítulo «Tránsito. Ni contrato, ni organismo. Aproximación a las multiplicidades-espacio, que, lamentablemente, se Uaman sociedades», págs. 202-ss.
52Para esa expresión cfr. Gabriel Tarde, Die GesetzederNachahmung (1890), Frankfúrt 2003, págs. 25-60; cfr. ahí también las expresiones «radiación imitativa», rayonnement imitatif, e «imi tación contagiosa», contagión imitative, pág. 67.
5SVolker Grassmuck, « “Solo, pero no solitario” - La generación-otaku. Sobre algunas ten dencias nuevas en la cultura popular ymediáticajaponesa», en: Norbert Bolz/Friedrich Kit- tler/Christoph Tholen, ComputeraisMédium, Munich 1994, pág. 283.
54Que puede representarse, como haremos más tarde, como auto-emparejamiento, cfr. capítulo 2, «Indoors. Arquitecturasdelaespuma», apartado B, «Construccióncelular,egosferas,au- tocontainer», págs. 443-459.
670
wJ a k o b v o n U e x k ü l l , K o m p o s i t i o n s l e h r e d e r N a t u r , F r a n k f u r t / B e r l í n / V i e n a 1 9 8 0 , p á g . 3 5 5 .
"’Johann Gottfried Herder, Audi eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit, Frankfurt 1967, pág. 44.
r’7Pierre Lévy, Die kollektive Intelligenz. Eine Anthropologie des Cyberspace, Mannheim 1997, pág. 172.
* Citado según: Maurice Besset, Le Corbusier, Ginebra 1987, pág. 98.
wCfr. Martin Heidegger, Sein und Zeit (1927), Tubinga 1967, §§ 29 y 30. [El sery el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Madrid 1989. ]
60Cfr. Hermann Schmitz, AdolfHitlerinderGeschichte, o. c. , págs. 21-31; 377-404.
filSobre la necesidad de domesticidad integral del ser humano cfr. Hugh Miller, Progress and Decline. The Group in Evolution, Oxford 1964, págs. 173-213. Tilman Allert, Die Familie. Falls- tudien zur Unverwüstlichkeit einer Lebensform, Berlín/Nueva York 1998.
62Cfr. EsferasII, Globos, págs. 715-725, asi como Peter Sloterdijk/Hans-Jürgen Heinrichs, Die SonneundderTod. DialogischeUntersuchungen,o. c. ,págs. 190-ss.
B,Johann Wolfgang Goethe, Maximen und Reflexionen, n. ° 501.
Cfr. Robert B. Brandon, Making It Explicit. Reasoning, Represenling and Discoursive Com-
mitment, Boston 1994; alemán bajo el título desacertado de Expressive Vemunft, Frankfurt 2000. “’Uno de los pocos autores que tuvieron en cuenta esta situación fue Karl Rahner SJ, quien explicaba en su artículo «El experimento ser humano. Perspectiva teológica de la au- tomanipulación del ser humano»: «Tiene que querer ser el ser humano operable, aunque
aún queden oscuras a lo lejos la dimensión y el modo correcto de esa automanipulación». En: DieFragenachdemMenschen. AufrisseinerphilosophischenAnthropologie, escrito en homena
je a Max Müller con ocasión de su sesenta cumpleaños, Friburgo/Múnich 1966, pág. 53.
**Cfr. al respecto la « Consideración intermedia: Compulsión luminosa e irrupción en el mundo articulado», en especial las referencias a la concepción de la articulación en Bruno Latour, págs. 169-ss.
"7Eric Alliez, en su libro DeTimpossibilitédelaphénoménologie. Surlaphilosophiefranqaisecon- temporaine, París 1995, lanza una mirada retrospectiva serena a la constelación fenomenológi- ca y a su disolución.
'"Véanse págs. 485-497.
mMonadología, 61: «Mais une Ame ne peut lire en elle-méme que ce qui y est représenté distinctement, car elle ne sauroit developper tout d ’un coup tous ses replis, car ils vont á l’in- fmi». Si el plegamiento de lo sabido implícita u oscuramente por el alma llega hasta el infi nito, no hay perspectiva alguna de llegar a un saber completamente explícito; éste está re servado a Dios, al intelecto humano le pertenece un progreso de conciencia de explicitud creciente, pero siempre insuficiente.
70Se pueden remontar los orígenes de la defensa moderna del primado de la percepción al menos hasta la crítica de Goethe de la cosmovisión científico-natural; cfr. Albrecht Schó- ne, Goethes Farbentheologie, Múnich 1987; Ursula Schuh, «Die Sinne trügen nicht»: Goethes Kritik der Wahmehmnung ais Antwort auf virtueüe Welten, Stuttgart/Berlín 2000.
71El concepto «Ge-stell» (engranaje, armazón, estructura de emplazamiento) de Heideg ger recoge algo de la anormalidad de los estados de cosas forzados a aparecer, que no apa recen por sí mismos. Manifiesta un sentido para lo monstruoso en lo recién-desocultado, por
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consiguiente para la violación de lo oculto, que tiene que darse a conocer por la investiga ción y que, en cuanto cae en la coacción de la visibilidad, o sea, en la publicidad, significa al go completamente diferente que la presencia de una «cosa» natural en el entorno próximo o que el estar abierto de un paisaje habitual a miradas panorámicas amplias.
TMScaleup:Transferencia de modelos en la técnica de procedimientos, Weinheim 2000. 75Cfr. Peter Galison, ImageandLogic. AMaterialCultureofMicrophysics,Chicago 1997.
74La forma hasta ahora más fuerte de una teoría rotada, en ese sentido, la ofrece, a nues
tro entender, Heiner Mühlmann, DieNaturderKulturen. Entwurfeinerkulturgenetischen Theorie, Viena/Nueva York 1996.
75Hermann Broch, Frankfurt 1976, pág. 103.
76Al mencionar estos datos seguimos el relato de Dieter Martinetz, DerGas-Krieg1914-1918. Entwicklung, Einsatz und Hersteüung chemischer Kampfstoffe. Das Zusammenwirken von militárischer Führung, Wissenschaft undIndustrie, Bonn 1996; variantes de poca importancia en indicaciones del lugar así como en datos temporales y cuantitativos se encuentran en la monografía de Oli- vier Lepick, La grandeguerre chimique: 1914-1918, París 1998.
^JeanJules Henry Mordacq, Le árame de lYser, París 1933, citado por Rudolf Hanslian (ed. ), DerchemischeKrieg, tercera edición, Berlín 1935, págs. 123-ss.
TMCfr. Martinetz, o. c. , págs. 23-ss.
^Fritz Haber (1868-1934) fue también durante la guerra director de una ponencia dedi cada a «Asuntos de la lucha con gas» en el Ministerio de la Guerra. Por serjudío tuvo que abandonar Alemania en 1933, después de que todavía en el verano del mismo año parece que asesorara a la Dirección militar del Reich sobre la reintroducción de un arma de gas. Tras una estancia en Inglaterra, murió el 29 de enero de 1934 en Basilea cuando se encontraba de camino a Palestina. Algunos de sus allegados murieron en Auschwitz. En la ciencia militar se ha mantenido el recuerdo del llamado producto de letalidad haberiano, que resulta multi plicando la concentración tóxica por el tiempo de exposición (producto c x t).
El crítico literaria Los superlativos no caen, pues, en desuso, emprenden otra dirección. Los modernos no sacan otras consecuencias, exageran de otro modo. Y ya hemos experimentado nosotros mismos adonde conduce eso. La teoría del siglo XX invierte en hipérboles pesimistas, inventa una retórica del mundo peor y del Dios peor. La consecuencia es una era de criticones. Bien entendido que lo peor que se puede afirmar de un Dios es que no lo haya, y que lo peor que se podría decir del mundo es que sólo los realistas tienen una oportunidad en él. Se olvida añadir esta aclaración: el auténtico nombre de un lugar en el que no se puede hacer nada con trario a la realidad es infierno. Dramatúrgicamente, los realistas y el de monio son el mismo personal.
El teóloga. Ahora, de grado o por fuerza, me cae en suerte la tarea de 659
completar mi declaración con respecto a la datación de la teoría de las es feras. Esa teoría es posthíbrida en tanto que es pospesimista. El resto posi tivo, que me da que pensar, se originó probablemente del abandono ines perado de las exageraciones pesimistas, de las que era de temer que ya nunca nos liberaríamos. Una teoría que no rezongue sigue pareciendo aún algo así como una importación de otro planeta.
El historiador de la literatura: Me parece que, efectivamente, llego al pla cer prohibido de estar de acuerdo con un representante de su facultad, y además en el punto más sensible. La descripción de la forma nos conduce al punto donde se hace visible el trabajo de la hipérbole. El autor hace que aparezcan exageraciones, una frente a otra, hasta que llegan a neutrali zarse mutuamente; sin que pueda confundirse esto con una superación. ¿Para qué esa duplicación de las exageraciones? Veo en ella un procedi miento para presentar la complejidad. Pues la complejidad -eso está cla ro- no se puede captar en un primer intento. Los lenguajes de lo comple
jo surgen de la renuncia a una simplificación previa.
En la retórica las figuras de la renuncia a la simplificación se conocen
como correctio y oxímoron. En la primera, el orador se corta la palabra a sí mismo, sustituyendo una primera expresión inapropiada por una segunda más apropiada. Se podría afirmar que toda la historia de las ideas sigue es te procedimiento, sólo que las correcciones se reparten entre varias gene raciones. La otra figura surgió de la observación de que algunos oradores se sienten incapaces de decidir si describen un gusto concreto como dul ce o más bien como algo agrio, como agrio pero también como algo dul ce; con el resultado de que inician la huida hacia delante con el fin de ha cer de la indecisión un valor propio, lo agridulce, el doble sabor, el predicado doble. Literalmente, el oxímoron significa lo agudo-romo o lo ar diente-templado. Cuando Safo canta al eros ambiguo utiliza el predicado glykypikros, compuesto de glykos, dulce, y píkros, picante, para expresar que el amor en Lesbos, como presumiblemente en cualquier otra parte, es una miseria feliz, una tortura extasiada. De la unión de cualidades opuestas en un mismo grupo de enunciados se desarrolla un primer discurso sobre lo compuesto, sobre lo no-simple y no-monocolor. Sólo cuando se tienen a disposición expresiones así, se puede hablar de salsa china y situaciones englobantes. Eso es exactamente lo que los libros de Esferas hacen ver des de su posición. En su caso, se tiene en la lengua el gusto de la compleji dad. Este modo de proceder produce, ontológicamente, un discurso sobre
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el mejor-peor de todos los mundos posibles; moralmente pone sobre el ta pete lo bueno-malo, psicológicamente lo entusiasmado-desentusiasmado, en lo que toca a la ergonomía de la vida, lo fácil-difícil, y así sucesivamen te. Es innecesario advertir que la empresa realiza la conversión de la cien cia monotono-pesimista en ciencia alegre-triste: esa forma contemporánea de la docta ignorantia. La forma oximórica aparece continuamente: lo que había que demostrar.
Recuerdo una observación que hace Gabriel Tarde en su libro sobre la imitación, de la que pienso que se adecúa muy bien mutatis mutandis al texto de la trilogía: en el teatro del presente, dice el sociólogo, la tragedia retrocede cada vez más ante la comedia; la comedia, sin embargo, gana incesantemente en envergadura y se vuelve continuamente más triste y afligida. No se puede formular mejor el imperativo de hacer concesiones a la complejidad incluso después de acabar lajornada de trabajo. El epí grafe pospesimismo, que ha suministrado usted mismo, implica la renun cia a las hipérboles negativistas unidimensionales.
El macrohistoriador. Eso lo admito. Lamentablemente sigo sin estar en disposición de aceptar plenamente su visión de las cosas. Prefiero volver una vez más a lo que considero el núcleo del asunto, y recalcar que desde mi punto de vista se trata menos de formas enunciativas de hechos com plejos que de los estados de cosas mismos, o mejor: de las condiciones complejas de vida y su desarrollo histórico. Está claro que el libro es tam bién de esa opinión, si no, resultaría incomprensible cómo uno podría en tretenerse en explicaciones sobre la construcción de estaciones espaciales, invernaderos, estadios y apartamentos urbanos, incluso de centros de con gresos; explicaciones que se completan con un recorrido arriesgado, a mi gusto muy precario, por los paisajes psicosociales de formas de vida de lu
jo contemporáneas. Para mí, de todo esto se siguen consecuencias no tan to retóricas como morales y político-civilizatorias.
Creo poder entender que el autor intenta efectuar hasta sus extremas consecuencias el experimento de la Modernidad, la disolución de las for mas de vida y pensamiento agro-imperiales y la liquidación de las éticas ho- listas tradicionales de la obediencia y la renuncia en el moderno culto in dividualista a la ambición y hedonismo de masas. Parece querer responder a una pregunta que hasta ahora apenas se ha planteado explícitamente: ¿qué cuesta presentar una descripción compacta de los riesgos inherentes a modos modernos de producción del mundo sin hacer concesión a teo
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rías de la decadencia ni a teorías del progreso? Aquí reconozco algo de lo que llamo el ethos del macrohistoriador.
Déjeme explicar qué significa eso. Gracias a nuestras exploraciones, que se retrotraen hasta la época de los cazadores y recolectores, contamos con un ejemplo, y literalmente sólo con uno, de que la gran mayoría de la humanidad ha llevado a cabo una ruptura con su modus vivendi más anti- guo: un corte histórico, del que la mayor parte de los contemporáneos, ex ceptuando algunos escépdcos románticos y naturalistas utópicos, admite que, a pesar de sus amargas consecuencias de opresión, explotación y gue rra crónica, ha significado un salto evolutivo para la especie. No hay rastro de ninguna prueba de que hubiera un necesario lazo de unión interior en tre la naturaleza del ser humano y el improbabilísimo modo de vida agro- cultural-imperial; y, sin embargo, se han desarrollado muchas culturas en el este y el oeste durante esa era de un modo tal que no se puede por me nos que admitir que ciertos estratos o dimensiones del potencial humano se han desarrollado convincentemente. No se podrá prescindir del concep to de realización: es un elemento del credo macrohistórico, expresa el res peto del historiador ante modos de vida temporal y espacialmente lejanos.
Desde hace poco estamos confrontados con el hecho de que se va ha ciendo reconocible una segunda gran cesura que cambia radicalmente el curso de la historia; me refiero a la irrupción cultural-industrial o tecnoló- gico-capitalista, que para nosotros es perceptible simplemente como fac tura brutum, dado que somos sus actores, testigos y productos. Pero por lo que respecta a su enjuiciamiento, estamos en una situación casi imposible. Todo lo que podemos decir sobre el nuevo modus vivendi está teñido de ambigüedad, en tanto que, en correspondencia con nuestra situación en proceso, nosotros mismos somos enteramente seres ambiguos. Hasta en la médula de nuestros conceptos y sensaciones somos agentes dobles, que penden entre las estructuras agro-imperiales y tecno-capitalistas. Somos, a la vez, viandantes fronterizos entre mundos conceptuales profundos y pla nos, de los que los primeros están constituidos metafórica y especulativa mente, los segundos exacta y operacionalmente. Me parece interesante có mo correlaciona el autor la profundidad con lo implícito, la planura con lo explícito: ahí hay una interpretación de la transición, centrada más en características lógicas que materiales. Por esojamás puede expresarse con suficiente insistencia que somos seres de transición y seguiremos siéndolo por el momento. Todavía tenemos en nosotros la vieja era de modo más o
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menos consciente, aún pensamos en nuestras categorías de trasfondo co mo campesinos, guerreros, reyes, sacerdotes y profesores (por nombrar só lo a estos componentes del personal agro-imperial, que representan sin ex cepción encarnaciones del homo hierarchicus) . Es sólo una fábula que los sociólogos del presente nos quieran tratar ya plenamente como criaturas del nuevo comienzo igualitario; ni siquiera para los fellah industriales del medio oeste de Estados Unidos sería aceptable esta interpretación. Los lenguajes desarrollados son todos lenguajes de ayer, nos mantienen en el continuum de la costumbre, y lo mismo sirve para las religiones históricas. Sólo muy pocas veces se nos ocurre una frase que pertenezca ya al presen te, nadie está maduro para la cultura universal del futuro. También nues tros llamados revolucionarios fueron sólo sonámbulos agresivos entre las épocas. No obstante, también somos ya indiscutiblemente los hijos de la transformación, que nos impele a nuevas cimas de lo improbable. Climbing Mount Improbable sería un buen título para aquello a que nos dedicamos desde la Revolución Industrial: escalamos la cima de montañas de espuma, que se elevan a alturas sin par. Desde hace cien años elegimos a nuestros gobernantes según las costumbres muy recientes de la igualdad, desde ha ce pocos decenios vivimos como seminómadas ciudadanos, apoyados en un parque de vehículos sobre cuya dimensión nunca puede sorprenderse uno lo suficiente. Nuestra relación con el mundo es sólo desde ayer o an teayer la de poseedores de poder adquisitivo y teleobservadores. Si usted da valor a la caracterización nietzscheana del individuo moderno somos exactamente los últimos seres humanos que han inventado la felicidad y pestañean.
Entre las eras no resulta fácil la teoría equitativa. Estoy convencido de que tal teoría sería el contraveneno frente a las dos tentaciones de nuestro tiempo: la reaccionaria y la revolucionaria. Lo que más me ha gustado del proyecto-Esferas es su épica neutralidad, su decidida indecisión, su resis tencia hacia ambos lados. Supongo que su fluctuación entre las épocas, su incansable ir y venir entre perspectivas actuales e históricas, remite a un principio metódico: aunque se mantiene vivo el recuerdo de las casas del tesoro psico-cósmicas del pasado, el autor participa a la vez del vaciamien to moderno del mundo interior. Es evidente que su exposición ha surgido de la decisión de conceder una pausa a la polémica sobre el curso de la ci vilización hasta que se cuente con una descripción convincente de lo nue vo en su propio derecho y en su relación con lo viejo.
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Por supuesto que tampoco en la cesura moderna hay siquiera el rastro de una prueba de que exista un lazo de unión interior necesario entre la naturaleza elástica del ser humano y el arsenal emergente de formas de vi da del mundo técnico, pero de nuevo habla mucho en favor de que en las condiciones venideras, como en las predecentes, se desarrollará felizmen te una plétora de rasgos del plasma humano. Con la irrupción tecnológi ca se ha puesto en marcha algo que también puede llamarse realización. Ya hay clásicos de la Modernidad, ya hay logros de esta era. Los siglos ve nideros ampliarán ambas listas.
El teóloga. Pero también el concepto de realización hace pensar en su contrario. Es verdad, ciertamente, que tras la cesura técnica hay innume rables vidas humanas que se realizan en los invernaderos del bienestar, co mo usted dice, aun cuando ahí queda mucho más hueco y fragmentario de lo que dicen los anuarios estadísticos. Pero dejemos que valga el su puesto de que las sociedades ricas de Occidente y las capas altas del resto de las naciones que se están modernizando se distingan, efectivamente, por ahora y para el futuro, como los lugares más plausibles de la buena vi da; tanto más salta a la vista, entonces, que fuera del gran invernadero do minan a menudo condiciones que sólo pueden describirse como total ne gación del potencial humano. No se puede excluir que esto quizá ya fuera siempre así y que el archipiélago homo sapiens tuviera desde siempre sus zo nas malditas. Sólo que las condiciones de la llamatividad de la miseria han cambiado. Tenemos la espina de la información en la carne. Por lo que sa bemos hoy, tres tercios de la humanidad están excluidos por ahora de las oportunidades del clima del bienestar. A la vista de la brevedad de la vida, «por ahora» significa para siempre.
Las implicaciones morales de esta constatación no se aprecian fácil mente. También ellas representan una especie de oxímoron, pero uno en el que lo amargo prepondera fuertemente. Si la humanidad fuera un suje to de rango superior, en expresión de los idealistas, podría afirmarse de ella que es en su totalidad una humanidad lograda-fracasada. Pero esto sería demasiado edificante. La forma oximórica fracasa aquí porque mien tras no se desarrolle una cultura universal del equilibrio la humanidad no encarna actor alguno al que algo le pudiera salir bien en parte y en parte mal. Lo monstruoso es la escisión misma: aquí algo sale bien casi del todo y allí algo fracasa casi del todo. El éxito y el fracaso se reparten sobre si tuaciones que apenas tienen comunicación unas con otras. Ellas constitu
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yen la diferencia más rigurosa que podemos pensar, quizá incluso más ri gurosa que la de vida y muerte. Algo de esto perciben, ciertamente, esos contemporáneos que han hecho del éxito el último Dios. No hay un pun to medio. ¿Quién aventuraría ahí una síntesis que no fuera una mentira ba rata? Estamos ante una escisión que genera mitades desiguales. Para un tiempo imprevisible las oportunidades de una vida dichosa quedan tan asi métricamente repartidas entre las zonas de riqueza y las zonas de pobreza que la tensión ha de subir hasta lo insoportable. No obstante, la forma oximórica se nos cruza internamente en el camino una vez más, pues quien vive a nuestro lado del limes puede encontrar muy soportable lo insopor table. Los desdichados al otro lado de la pared sienten a menudo como in soportables no sólo sus propias condiciones de vida, sino también la idea de que en otra parte, para ellos inaccesible, sería posible una vida soporta ble. Así como el siglo XIX tuvo su cuestión social, nosotros tenemos la cues tión de la exclusión. Ella es la forma posmoderna de la conciencia infeliz.
Con este cuadro inhumano ante los ojos se reconoce en qué consistió en tiempos de firmes creencias el valor de uso de Dios (por esta vez permí taseme expresarme fríamente como un funcionalista). En el escrito De la miseria de la existencia humana, salido de la pluma de Lotario de Segnis, más tarde Inocencio III, se encuentra una consideración esclarecedora sobre las condiciones metafísicas del equilibrio entre los destinos del ser huma no. El gran señor, se dice ahí, no está en mejor posición para nada que el siervo más pobre, porque, como éste, no sólo está expuesto a los agobios de su situación en este mundo, sino también a los horrores de la eterni dad. Aquí arroja su sombra el argumento escolástico de que diferentes magnitudes finitas son lo mismo en relación con lo infinito. Hay que ad mitir que esa matemática del buen Dios tenía un cierto valor edificante. En tanto que exhortaba a todos a considerarse como una casi-nadería frente a lo inconmensurable, contribuyó lo suyo a impedir el desmorona miento de la humanidad cristiana, al menos en el plano simbólico. Actual mente nos falta un tipo de cálculo superior como ése. Ni siquiera sabemos si Dios, que fue una emergencia del primer corte histórico, sobrevivirá al segundo.
El macrohistoriador. Señores míos, parece que el autor, por motivos que nos resultan desconocidos en este momento, no puede llevar a cabo su propósito de participar en nuestro diálogo. Por eso creo que deberíamos ir acabando sin él. A riesgo de repetirme, quiero constatar, por mi parte,
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que leo el libro como ético empírico e investigador del comportamiento simbólico: es decir, precisamente como historiador. Desde esta condición veo que aquí se ha hecho el intento de narrar la historia del ser humano como historia espacial, más exactamente, como una historia de la creación y organización de espacio. Esto manifiesta la convicción de que los gestos del dar-espacio y tomar-espacio sean los primeros actos éticos. Durante el estudio del libro he desarrollado la sospecha de que el autor ha querido escribir, propiamente, una historia universal de la generosidad y la ha pre sentado bajo la máscara de una fenomenología de las ampliaciones de es pacio. A veces me parecía como si leyese una larga paráfrasis sobre el im perativo categórico según Marcel Mauss que cito con tanto gusto como uno de los padrinos más remotos de nuestra especialidad: hemos de salir de nosotros y realizamos en regalos, tanto en voluntarios como en obliga torios, pues en ello no hay riesgo alguno.
El crítico literaria El mismo autor ha distinguido también, casi en la tra dición clásica, entre felicidad y riqueza, al subrayar que si es verdad que los pueblos, las clases, las familias, los individuos, se pueden enriquecer cada uno para sí mismo, sólo consiguen ser felices, sin embargo, cuando apren den a agruparse en torno a su riqueza común. Como buen francés y so cialista lírico, Mauss cita después el mito de los Caballeros de la Mesa Re donda y lo recomienda encarecidamente a los modernos como si fuera tan actual como en los tiempos de Chrétien de Troyes. Ojalá la humanidad se vuelva una comuna artúrica, que lleve el arte del reparto a la altura del tiempo. Presumiblemente el autor del proyecto-Esferas no tiene tanto tem ple caballeresco, incluso podría ser de la opinión de que no basta con me sas redondas.
Pero, al menos, la redondez de la mesa del rey Arturo significó un co mienzo, puesto que indica cómo pueden coexistir el derecho de cada in dividuo a su propia aventura y el honor compartido. Lo esférico se añadi rá con suficiente antelación, y con ello todo lo demás que pertenece a estos fragmentos de un lenguaje de la participación.
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Notas
IMartin Heidegger, Einführung in die Metaphysik, curso de 1935, Tubinga 1953, Frankfurt 1983, pág. 138.
2No todos admiten esto. Un autor contemporáneo reconoce: «Un chamán mongol me dijo que una piedra desenterrada del suelo no encuentra paz durante años por ello. Lo con sidero probable». Martin Mosebach, «Eterna edad de piedra», en: Kursbuch 149, Berlín, sep tiembre 2002, pág. 13.
sCfr. Dietrich Mahnke, Unendliche Spháre und Allmittelpunk, Halle 1937; Georges Poulet, MetamorpkosendesKreisesinderDirhtung,Frankfurt/Berlín/Viena 1985, págs. 11-124.
4Jean Paul, «Los pensamientos nocturnos del comadrón Walther Vierneissel sobre sus perdidos ideales de feto, porque no se había convertido más que en un ser humano», en: Mu- seum(1814), sección II, segundo volumen, Darmstadt 2000, págs. 1005 y 1010.
5EsferasII, Globos, Siruela, Madrid 2004, págs. 695-871; este texto ha aparecido mientras tan to como publicación independiente en traducción italiana con el título L ultimasfera. Brevesto- riafilosóficadellaglobalizzazione, Roma 2002; versión alemana muy ampliada, con el título Im Wel- tinnenraum desKapitals, Frankfurt 2005 [que próximamente publicará Siruela en castellano].
6Albert Speer, Erinnerungen, Berlín 1969, pág. 175. [Memorias, Círculo de Lectores, Barce lona 2002. ]
7Emmanuel Joseph Sieyés, «¿Qué es el tercer estado? », en: Politische Schriften 1788-1790, Múnich/Oldenburg 1981, págs. 188-189.
8Denis Diderot, artículo de la Enciclopedia editada por Diderot y D ’Alembert, Frankfurt 1985, selección de Manfred Naumann, entrada «Enzyklopádie», pág. 359.
9Marshall McLuhan, Wohin steuert die Welt? , Toronto/Viena 1978, pág. 81. En el mismo contexto habla McLuhan de la confusión del centralismo católico por el «espacio oscilante de la Iglesia oral»; ibidem, pág. 79.
10«Deu$ est sphaera cuius centrum est ubique, circumferentia nusquam» [«Dios es una esfera, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna»]. La frase se con- textualizaycomenta en Esferasii,Globos,capítulo 5: «Deussivesphaerao: El Uno-Todo que es talla», págs. 404-416, especialmente págs. 412-ss.
IIMarshall McLuhan, «Órgano sexual de las máquinas», entrevista en Playboycon Eric Norden (marzo 1969), citado en: AbsoluteMarshallMcLuhan, Martin Baltes y Rainer Hóltschl, Friburgo 2002, pág. 37.
12Bruno Latour, DasParlament derDinge. FüreinepolitischeÓkologie, Frankfurt 2001.
nCfr. Roberto Esposito, Immunitas. Protezioneenegazionedellavita, Turín 2002, y Communi- tas. Origineedestinodellacommunitá, Turín 1999; Philippe Caspar, Vindividuation desetres. Ans ióte, LeibnizetVimmunologiecontemporaine, París/Namur 1985.
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14Cfr. Homi K. Bhabha, Die VerortungderKultur, Tubinga 2000; Volker Demuth, Topische Asthetik. KórperweltenKunstweltenCyberspaee,Würzburg 2002; Hermann Schmitz, AdolfHitlerin derGeschichte, Bonn 1999.
l5Cfr. Bruno Latour, «Gabriel Tarde y el final de lo social», en: SozialeWelt52 (2001), págs. 361-375.
16Bruno Latour, DasParlamení derDirige, o. c.
l7Heinrich Heine, BuchderLieder, LyrischesIntermezzoxun, «Los viejos cuentos advierten», línea final.
18Cfr. Die Vorsokratiker, griego-alemán, Jaap Mansfeld, Stuttgart 1987, págs. 244-245, fr. 3.
19De modo totalmente convencional aún, Wittgenstein dijo de la critica del lenguaje: «Lo que destruimos son sólo castillos en el aire»; cfr. Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersu- chungen, Frankfurt 1967, pág. 68. En el mismo espíritu, y sin miedo ante cuadros torcidos, Ri chard Saúl Wurman habla (en: Information Architects, Nueva York 1997) de una «gigantesca pleamar de datos», que, como anincoherentcacophonyoffoam,rompe sobre los seres humanos de la era de la información.
20G. W. F. Hegel, VoriesungenzurPhilosophiederReligión, Werkein20Bandea,Frankfurt 1970, volumen 17, pág. 320.
21Aristóteles, Problemata physica, xxx, i, Darmstadt 1962, pág. 252.
2Ibidem.
23Aquí seguimos la teoría de lo decorumque Heiner Mühlmann ha desarrollado en su
libro fundamental Die Natur der Kulturen. Eine kulturgenetische Theorie, Viena/Nueva York 1996, págs. 50-97. Para más detalles al respecto véase infra, «El ergotopo - Comunidades de esfuerzo e imperios beligerantes», capítulo 1, C, apartado 6, págs. 316-327.
Para una versión corta del planteamiento de Brock/Mühlmann cfr. Heiner Mühlmann, «La ecología de las culturas», en: Bazon Brock/Gerlinde Koschik (eds. ), Krieg und Kunst, Munich 2002, págs. 39-54.
24Sobre todo en la obra del fundador de la neo-fenomenología Hermann Schmitz. Cfr. , entre otros, Hermann Schmitz, LeibundGefühl. MaterialienzueitierphilosophischenTherapeutik, Paderborn 1992, págs. 135-s.
Cfr. Bart Kosko, Die Zukunfl istfuzzy. UnscharfeÍMgik verándert die Welt, Munich 2001. 26Cfr. Gilíes Deleuze/Félix Guattari, Milplateaux. Capitalismeetschizophrénie2, París 1980, capítulo 14: «1440 - le lisse et le strié», págs. 592-625. [Aft7 Mesetas, Pre-Textos, Valencia 1988,
capítulo 14: « 1440- Lo liso y lo estriado». ]
27Cfr. Emst Bloch, Spuren, Berlín 1930, nueva edición ampliada Frankfurt 1969.
28Cfr. Günther Gamm, Nicht nichts. Studien zu einer Semantik des Unbestimmten, Frankfurt
2000, y Flucht aus der Kategorie. Die Positivierung des Unbestimmten ais Ausgang aus der Mademe, Frankfurt 1994.
29Cfr. Vladimirjamkélévitch, LeJe-ne-sais-quoietlePresque-rien,París 1957, nueva edición en tres tomos, París 1980.
“ Cfr. Yve-Alain Bois/Rosalind Kraus, Lmforme. Mode d'emploi, París 1996.
MPara la fuente de la expresión, que Hansjürgen Heinrichs acuñó adhocen una con versación, cfr. Hansjürgen Heinrichs/Peter Sloterdijk, DieSonneundderTod. DialogischeUn- tersuchungen,Frankfurt 2001, pág. 247. [Elsolylamuerte,Siruela, Madrid 2004. ]
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32Véase infra, capítulo 1, «Insulamientos. Para una teoría de las cápsulas, islas e invernade ros»,apartadoA, «Islasabsolutas»,págs. 244-260.
33Hesíodo, Theogonie. WerkeundTage,griegoyalemán,ediciónytraduccióndeAdalbert von Schimding, Darmstadt 1991, págs. 20-21, versos 188-202. El poema didáctico habla en los versos precedentes de cómo la madre primordial Tierra, Gea, intentó convencer a sus hijos de vengarse de su cónyuge, un déspota y maltratador de niños, una tarea a cuyo desempeño sólo se prestó, finalmente, entre todos los vástagos titubeantes, el más joven de los titanes, Cronos; la perpetró con el «acero brillante», fabricado por Gea y foijado como una enorme hoz de agudos dientes, castrando con él al padre cuando se tendió en la oscuridad sobre la diosa (o. c. , versos 154-182).
34Ibidem, versos 197-198.
35En la mitología india aparece un motivo análogo en torno al dios danzante Shiva Na- taraja; de los bucles extáticamente sacudidos del dios surgen las aguas, chispeantes en espu ma, del río divino; donde caía una gota de espuma surgía un centro de peregrinación; cfr. Helmut Maassen, «El dios danzante», en: Rolf Elberfeld/Günter Wolfart, Komparative Asthe- tik. Künste und ásthetische Erfahrungen zwischen Asien und Europa,, Colonia 2000, pág. 113.
36Heinrich Zimmer ofrece una interpretación y reproducción libre de las diversas tradi ciones en su libro Maya. Der indische Mythos, Frankfurt 1978 (primero Stuttgarty Berlín 1936), bajo el título «El batido del mar de leche», págs. 127-147.
37TheMahabharata. Traducción de Pratap Chandra Roy, Nueva Delhi 1970, volumen i, sec ción 18, págs. 59-60. El nombre del veneno significa probablemente cumbre (huta)de la muer te (hala); según la interpretación de Heinrich Zimmer, significa «la quintaesencia del veneno mortal del mundo»; fue bebido por el dios Shiva y conservado en la garganta, por lo que tam bién lleva el apodo de Nilakantha, Garganta-azul.
38LeRamayanadeValmiki. Edición a cargo de Madelaine Biardeau, París 1999, págs. 87-88.
39No sin razón la edición francesa del Ramayana traduce la expresión sánscrita «batida» (manthá) por «baratage», hacer mantequilla. Cfr. también Amritabindu Upanishad 20: «Co mo la mantequilla está oculta en la leche, así descansa la conciencia pura (vijnanam) en cada ser, sirviendo el entendimiento de batidor».
^Charles Vernon Boys, Soap Bubbles. Their Colours and Forres Which Mould Them (1890), Nueva York 1959.
41Cfr. Sidney Perkowitz, Universal Foam. From Cappucino to the Cosmos, Nueva York 2000; pa ra la ramificación de burbujas cósmicas véase la figura de: EsferasII, Globos, pág. 124.
42Lynn Margulis, Die andereEvolution, capítulo 5: «Nacida de la espuma», págs. 89-108, Hei- delberg/Berlín 1999, págs. 92-93.
43 Para la hipótesis de la espuma/emulsión de la zoogénesis cfr. Harold Morowitz, Ma- yonnaise and the Origine of Life: Thoughts of Minds and Molecules, Woodbridge, Conn. 1985. So
bre el papel, recientemente entendido, de burbujas de aire en el intercambio gaseoso entre
los océanos y la atmósfera terrestre cfr. el informe de los investigadores marinos Grant Deane y Dale Stokes en la revista Nature 418, 2002, págs. 839-ss. Las aplicaciones técnicas del principio espuma son sorprendentemente numerosas: a sus manifestaciones más populares pertenecen productos de tahona como el pan y los pasteles, de los que pocas veces se tiene
claro que constituyen espumas semiconsistentes, basadas en una inflación de celdillas de
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aire en la masa, producida por el calor. El gesto de remover la masa es la huella de la aphrogenia más cotidiana. La modernización de los materiales de construcción ha produ cido una plétora de espumas artificiales, que va desde los conocidos materiales espumosos PVC artificiales hasta las espumas de metal y otras espumas consistentes de vidrio, piedra, cerámica y cosas semejantes. Por la introducción de los aerogeles se ha producido una in novación elegante en el campo de las tecnologías de espumas. Por lo que respecta a la ar quitectura moderna, se inspira de múltiples maneras en la potencia conformadora de espa cio de las estructuras espumosas. Éstas, junto con el geometrismo y el organomorfismo de la Modernidad, constituyen, por decirlo así, un tercero: el camino mimético-natural de la ar quitectura moderna.
4 Desarrollados en: Esferas I, Burbujas, Siruela, Madrid 2003.
45Del tema de las pluralidades celulares nos volvemos a ocupar más abajo, en el capítulo 2, «Indoors. Arquitecturasdelaespuma», apartado B, «Construccióncelular,egosferas,autocontai- ner», págs. 432-ss.
Cfr. Georg Simmel, «Lasociedad de ados» (1908), en: AufsátzeundAbhandlungen1901- 1908, volumen II, Frankfúrt 1993, págs. 348-ss.
47Para el tema del fogón como paso del espacio quasi surreal de la diada conyugal al espacio físico, social y cultual de la vida hogareña, cfr. Esferas II, Globos, capítulo 2, «Re cuerdos-receptáculo. Sobre elfundamento de la solidaridad en laforma inclusiva», págs. 173-218, 204-ss.
48Sobre el espacio radiocrático o imperial, cfr. EsferasII, Globos,capítulo 7, «Cómo a través del medio puro el centro de las esferas actúa en la lejanía. Paraunametafísicadelatelecomu nicación», págs. 581-ss.
49Cfr. Slavoj %iSzek, «Bienvenidos al desierto de lo real», en: Die Revolution steht bevor. Dreizehn Versuche über Lenin, Frankfúrt 2002, pág. 147; como un eco de ello pueden leerse las reflexiones de EricaJongs sobre el primer aniversario del 11 de septiembre de 2001, que gi ran en tomo a la tesis de que Estados Unidos nunca ha sido inmune de verdad y que sólo era
jactancia el creérselo. En un sentido crítico semejante ha definido Vilém Flusser el concepto de patria como domicilios circundados de misterio. Cfr. Vilém Flusser, Von derFreiheit des Mi- granten. Einsprüche gegen den Nationalismus, Bensheim 1994, págs. 15-30.
50Peter Fuchs, Das seltsame Problem der Weltgesellschaft: Eine Neubrandenburger Vorlesung, Opladen 1997.
51Cfr. para esto infra el capítulo «Tránsito. Ni contrato, ni organismo. Aproximación a las multiplicidades-espacio, que, lamentablemente, se Uaman sociedades», págs. 202-ss.
52Para esa expresión cfr. Gabriel Tarde, Die GesetzederNachahmung (1890), Frankfúrt 2003, págs. 25-60; cfr. ahí también las expresiones «radiación imitativa», rayonnement imitatif, e «imi tación contagiosa», contagión imitative, pág. 67.
5SVolker Grassmuck, « “Solo, pero no solitario” - La generación-otaku. Sobre algunas ten dencias nuevas en la cultura popular ymediáticajaponesa», en: Norbert Bolz/Friedrich Kit- tler/Christoph Tholen, ComputeraisMédium, Munich 1994, pág. 283.
54Que puede representarse, como haremos más tarde, como auto-emparejamiento, cfr. capítulo 2, «Indoors. Arquitecturasdelaespuma», apartado B, «Construccióncelular,egosferas,au- tocontainer», págs. 443-459.
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wJ a k o b v o n U e x k ü l l , K o m p o s i t i o n s l e h r e d e r N a t u r , F r a n k f u r t / B e r l í n / V i e n a 1 9 8 0 , p á g . 3 5 5 .
"’Johann Gottfried Herder, Audi eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit, Frankfurt 1967, pág. 44.
r’7Pierre Lévy, Die kollektive Intelligenz. Eine Anthropologie des Cyberspace, Mannheim 1997, pág. 172.
* Citado según: Maurice Besset, Le Corbusier, Ginebra 1987, pág. 98.
wCfr. Martin Heidegger, Sein und Zeit (1927), Tubinga 1967, §§ 29 y 30. [El sery el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Madrid 1989. ]
60Cfr. Hermann Schmitz, AdolfHitlerinderGeschichte, o. c. , págs. 21-31; 377-404.
filSobre la necesidad de domesticidad integral del ser humano cfr. Hugh Miller, Progress and Decline. The Group in Evolution, Oxford 1964, págs. 173-213. Tilman Allert, Die Familie. Falls- tudien zur Unverwüstlichkeit einer Lebensform, Berlín/Nueva York 1998.
62Cfr. EsferasII, Globos, págs. 715-725, asi como Peter Sloterdijk/Hans-Jürgen Heinrichs, Die SonneundderTod. DialogischeUntersuchungen,o. c. ,págs. 190-ss.
B,Johann Wolfgang Goethe, Maximen und Reflexionen, n. ° 501.
Cfr. Robert B. Brandon, Making It Explicit. Reasoning, Represenling and Discoursive Com-
mitment, Boston 1994; alemán bajo el título desacertado de Expressive Vemunft, Frankfurt 2000. “’Uno de los pocos autores que tuvieron en cuenta esta situación fue Karl Rahner SJ, quien explicaba en su artículo «El experimento ser humano. Perspectiva teológica de la au- tomanipulación del ser humano»: «Tiene que querer ser el ser humano operable, aunque
aún queden oscuras a lo lejos la dimensión y el modo correcto de esa automanipulación». En: DieFragenachdemMenschen. AufrisseinerphilosophischenAnthropologie, escrito en homena
je a Max Müller con ocasión de su sesenta cumpleaños, Friburgo/Múnich 1966, pág. 53.
**Cfr. al respecto la « Consideración intermedia: Compulsión luminosa e irrupción en el mundo articulado», en especial las referencias a la concepción de la articulación en Bruno Latour, págs. 169-ss.
"7Eric Alliez, en su libro DeTimpossibilitédelaphénoménologie. Surlaphilosophiefranqaisecon- temporaine, París 1995, lanza una mirada retrospectiva serena a la constelación fenomenológi- ca y a su disolución.
'"Véanse págs. 485-497.
mMonadología, 61: «Mais une Ame ne peut lire en elle-méme que ce qui y est représenté distinctement, car elle ne sauroit developper tout d ’un coup tous ses replis, car ils vont á l’in- fmi». Si el plegamiento de lo sabido implícita u oscuramente por el alma llega hasta el infi nito, no hay perspectiva alguna de llegar a un saber completamente explícito; éste está re servado a Dios, al intelecto humano le pertenece un progreso de conciencia de explicitud creciente, pero siempre insuficiente.
70Se pueden remontar los orígenes de la defensa moderna del primado de la percepción al menos hasta la crítica de Goethe de la cosmovisión científico-natural; cfr. Albrecht Schó- ne, Goethes Farbentheologie, Múnich 1987; Ursula Schuh, «Die Sinne trügen nicht»: Goethes Kritik der Wahmehmnung ais Antwort auf virtueüe Welten, Stuttgart/Berlín 2000.
71El concepto «Ge-stell» (engranaje, armazón, estructura de emplazamiento) de Heideg ger recoge algo de la anormalidad de los estados de cosas forzados a aparecer, que no apa recen por sí mismos. Manifiesta un sentido para lo monstruoso en lo recién-desocultado, por
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consiguiente para la violación de lo oculto, que tiene que darse a conocer por la investiga ción y que, en cuanto cae en la coacción de la visibilidad, o sea, en la publicidad, significa al go completamente diferente que la presencia de una «cosa» natural en el entorno próximo o que el estar abierto de un paisaje habitual a miradas panorámicas amplias.
TMScaleup:Transferencia de modelos en la técnica de procedimientos, Weinheim 2000. 75Cfr. Peter Galison, ImageandLogic. AMaterialCultureofMicrophysics,Chicago 1997.
74La forma hasta ahora más fuerte de una teoría rotada, en ese sentido, la ofrece, a nues
tro entender, Heiner Mühlmann, DieNaturderKulturen. Entwurfeinerkulturgenetischen Theorie, Viena/Nueva York 1996.
75Hermann Broch, Frankfurt 1976, pág. 103.
76Al mencionar estos datos seguimos el relato de Dieter Martinetz, DerGas-Krieg1914-1918. Entwicklung, Einsatz und Hersteüung chemischer Kampfstoffe. Das Zusammenwirken von militárischer Führung, Wissenschaft undIndustrie, Bonn 1996; variantes de poca importancia en indicaciones del lugar así como en datos temporales y cuantitativos se encuentran en la monografía de Oli- vier Lepick, La grandeguerre chimique: 1914-1918, París 1998.
^JeanJules Henry Mordacq, Le árame de lYser, París 1933, citado por Rudolf Hanslian (ed. ), DerchemischeKrieg, tercera edición, Berlín 1935, págs. 123-ss.
TMCfr. Martinetz, o. c. , págs. 23-ss.
^Fritz Haber (1868-1934) fue también durante la guerra director de una ponencia dedi cada a «Asuntos de la lucha con gas» en el Ministerio de la Guerra. Por serjudío tuvo que abandonar Alemania en 1933, después de que todavía en el verano del mismo año parece que asesorara a la Dirección militar del Reich sobre la reintroducción de un arma de gas. Tras una estancia en Inglaterra, murió el 29 de enero de 1934 en Basilea cuando se encontraba de camino a Palestina. Algunos de sus allegados murieron en Auschwitz. En la ciencia militar se ha mantenido el recuerdo del llamado producto de letalidad haberiano, que resulta multi plicando la concentración tóxica por el tiempo de exposición (producto c x t).
