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Nosotros viendo tan
feo caso corrimos juntos, y intentamos asirle; pero
vencieron sus           brazos los caducos nuestros,
y ansi pudo facilmente librarse de nuestras manos*
A Susana preguntamos, quien era; pero por dili-
gencias que hicimos, no quiso descubrirle: tal debe
ser el amor inmenso que le tiene.