>>Reina de las ondinas,[1] sigue
nuestros
pasos.
Gustavo Adolfo Becuqer
.
?
bah!
.
.
.
Esteban, exclamo don Dionis con aire burlon, sigue
los consejos del preste de Tarazona; no hables de tus encuentros con
los corzos amigos de burlas, no sea que haga el diablo que al fin
pierdas el poco juicio que tienes; y pues ya estas provisto de los
Evangelios y sabes las oraciones de San Bartolome, vuelvete a tus
corderos, que comienzan a desbandarse por la canada. Si los espiritus
malignos tornan a incomodarte, ya sabes el remedio: _Pater
Noster_[1] y garrotazo.
[Footnote 1: Pater Noster. The first words of the Lord's Prayer in
Latin. ]
El zagal, despues de guardarse en el zurron un medio pan blanco y un
trozo de came de jabali, y en el estomago un valiente trago de vino
que le dio por orden de su senor uno de los palafreneros, despidiose
de don Dionis y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzo a
voltear la honda para reunir a pedradas los corderos.
Como a esta sazon notase don Dionis que entre unas y otras las horas
del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba a
mover las hojas de los chopos y a refrescar los campos, dio orden a su
comitiva para que aderezasen las caballerias que andaban paciendo
sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo a punto, hizo sena
a los unos para que soltasen las traillas, y a los otros para que
tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguio
adelante la interrumpida caza.
II
Entre los monteros de don Dionis habla uno llamado Garces, hijo de un
antiguo servidor de la familia, y por tanto el mas querido de sus
senores.
Garces tenia poco mas o menos la edad de Constanza, y desde muy nino
habiase acostumbrado a prevenir el menor de sus deseos, y a adivinar y
satisfacer el mas leve de sus antojos.
Por su mano se entretenia en afilar en los ratos de ocio las agudas
saetas de su ballesta de marfil; el domaba los potros que habia de
montar su senora; el ejercitaba en los ardides de la caza a sus
lebreles favoritos y amaestraba a sus halcones, a los cuales compraba
en las ferias de Castilla[1] caperuzas rojas bordadas de oro.
[Footnote 1: Castilla = 'Castile. ' An old kingdom of Spain, in the
northern and central part of the peninsula. The kingdoms of Castile
and Leon, after several unions and separations, were finally united
under Ferdinand III in 1230. Isabella of Castile married Ferdinand
of Aragon in 1469, and in 1479 the two kingdoms of Castile and
Aragon were united. ]
Para con los otros monteros, los pajes y la gente menuda del servicio
de don Dionis, la exquisita solicitud de Garces y el aprecio con que
sus senores le distinguian, habianle valido una especie de general
animadversion, y al decir de los envidiosos, en todos aquellos
cuidados con que se adelantaba a prevenir los caprichos de su senora
revelabase su caracter adulador y rastrero. No faltaban, sin embargo,
algunos que, mas avisados o maliciosos, creyeron sorprender en la
asiduidad del solicito mancebo algunos Senales de mal disimulado amor.
Si en efecto era asi, el oculto carino de Garces tenia mas que sobrada
disculpa en la incomparable hermosura de Constanza. Hubierase
necesitado un pecho de roca y un corazon de hielo para permanecer
impasible un dia y otro al lado de aquella mujer singular por su
belleza y sus raros atractivos.
La Azucena _del Moncayo_[1] llamabanla en veinte leguas a la redonda,
y bien merecia este sobrenombre, porque era tan airosa, tan blanca y
tan rubia que, como a las azucenas, parecia que Dios la habia hecho de
nieve y oro.
[Footnote 1: Moncayo. See p. 8, note 1]
Y sin embargo, entre los senores comarcanos murmurabase que la hermosa
castellana de Veraton[1] no era tan limpia de sangre como bella, y que
a pesar de sus trenzas rubias y su tez de alabastro, habia tenido por
madre una gitana. Lo de cierto que pudiera haber en estas
murmuraciones, nadie pudo nunca decirlo, porque la verdad era que don
Dionis tuvo una vida bastante azarosa en su juventud, y despues de
combatir largo tiempo bajo la conducta del monarca aragones,[2] del
cual recabo entre otras mercedes el feudo del Moncayo,[3] marchose a
Palestina,[4] en donde anduvo errante algunos anos, para volver por
ultimo a encerrarse en su castillo de Veraton,[5] con una hija
pequena, nacida sin duda en aquellos paises remotos. El unico que
hubiera podido decir algo acerca del misterioso origen de Constanza,
pues acompano a don Dionis en sus lejanas peregrinaciones, era el
padre de Garces, y este habia ya muerto hacia bastante tiempo, sin
decir una sola palabra sobre el asunto ni a su propio hijo, que varias
veces y con muestras de grande interes, se lo habia preguntado.
[Footnote 1: Veraton. See p. 25, note 1. ]
[Footnote 2: monarca aragones. See p. 25, note 3. ]
[Footnote 3: Moncayo. See p. 8, note 1]
[Footnote 4: Palestina = 'Palestine. ' A territory in the southern
part of Syria. Chief city Jerusalem. "It passed under Mohammedan
rule about 636, was held by the Christians temporarily during the
Crusades [seventh and last under St. Louis 1270-1272], and since
1516 has been in the possession of the Turkish government. " _Century
Dict. _]
[Footnote 5: Veraton. See p. 25, note 1. ]
El caracter, tan pronto retraido y melancolico como bullicioso y
alegre de Constanza, la extrana exaltacion de sus ideas, sus
extravagantes caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta la
particularidad de tener los ojos y las cejas negras como la noche,
siendo blanca y rubia como el oro, habian contribuido a dar pabulo a
las hablillas de sus convecinos, y aun el mismo Garces, que tan
intimamente la trataba, habia llegado a persuadirse que su senora era
algo especial y no se parecia a las demas mujeres.
Presente a la relacion de Esteban, como los otros monteros, Garces fue
acaso el unico que oyo con verdadera curiosidad los pormenores de su
increible aventura, y si bien no pudo menos de sonreir cuando el zagal
repitio las palabras de la corza blanca, desde que abandono el soto en
que habian sesteado comenzo a revolver en su mente las mas absurdas
imaginaciones.
No cabe duda que todo eso del hablar las corzas es pura aprension de
Esteban, que es un completo mentecato, decia entre si el joven
montero, mientras que jinete en un poderoso alazan, seguia paso a paso
el palafren de Constanza, la cual tambien parecia mostrarse un tanto
distraida y silenciosa, y retirada del tropel de los cazadores, apenas
tomaba parte en la fiesta. ? Pero quien dice que en lo que refiere ese
simple no existira algo de verdad? prosiguio pensando el mancebo.
Cosas mas extranas hemos visto en el mundo, y una corza blanca bien
puede haberla, puesto que si se ha de dar credito a las cantigas del
pais, San Huberto,[1] patron de los cazadores, tenia una. ? Oh, si yo
pudiese coger viva una corza blanca para ofrecersela a mi senora!
[Footnote 1: San Huberto = 'St. Hubert. ' The patron saint of
hunters; died about 727. His memory is celebrated by the church
November 3. Legend says that he was the son of a nobleman of
Aquitaine, and a keen hunter; and that once when he was engaged in
the chase on Good Friday, in the forest of Ardennes, a stag appeared
to him having a shining crucifix between its antlers. He heard a
warning voice and was converted, entered the chnrch, and became
bishop of Maestricht and Liege. See the _Encyclopedia Americano_.
The role of the deer in mythology, however, is not usually so
beneficent, and "the antelope, the gazelle, and the stag generally,
instead of helping the hero, involve him rather in perplexity and
peril. This mythical subject is amplified in numerous Hindoo
legends. " See de Gubernatis, _Zoological Mythology_, London, 1872,
vol. ii, p. 84 and following.
La Biche au Bois_ (The Hind of the Woods) of Mme. d'Aulnoy is a
story that offers some striking resemblances to _La Corza Blanca_ of
Becquer. A beautiful princess is transformed by a wicked fairy into
a white hind, which form she is allowed to quit at certain hours of
the day. One day, while still in the form of the hind, she is
pursued by her lover and wounded by an arrow. However, a release
from the enchantment and a happy marriage end the sufferings of the
heroine. In this Spanish tale the transformation is voluntary, which
fact gives to Constanza the traits of a witch.
In Wordsworth's beautiful poem _The White Doe of Rylstone_ we find
the doe divested of all the elements of witchcraft, and in its
solicitude for the gentle and bereft Lady Emily it is likened
symbolically
To the grief of her soul that doth come and go
In the beautiful form of this innocent Doe:
Which, though seemingly doomed in its breast to sustain
A softened remembrance of sorrow and pain,
Is spotless, and holy, and gentle, and bright;
And glides o'er the earth like an angel of light. ]
Asi pensando y discurriendo paso Garces la tarde, y cuando ya el sol
comenzo a esconderse por detras de las vecinas lomas y don Dionis
mando volver grupas a su gente para tornar al castillo, separose sin
ser notado de la comitiva y echo en busca del zagal por lo mas espeso
e intrincado del monte.
La noche habia cerrado casi por completo cuando don Dionis llegaba a
las puertas de su castillo. Acto continuo dispusieronle una frugal
colacion, y sentose con su hija a la mesa.
--Y Garces ? donde esta? pregunto Constanza notando que su montero no
se encontraba alli para servirla como tenia de costumbre.
--No sabemos, se apresuraron a contestar los otros servidores;
desaparecio de entre nosotros cerca de la canada, y esta es la hora en
que todavia no le hemos visto.
En este punto llego Garces todo sofocado, cubierta aun de sudor la
frente, pero con la cara mas regocijada y satisfecha que pudiera
imaginarse.
--Perdonadme, senora, exclamo, dirigiendose a Constanza; perdonadme si
he faltado un momento a mi obligacion; pero alla de donde vengo a todo
el correr de mi caballo, como aqui, solo me, ocupaba en serviros.
--? En servirme? repitio Constanza; no comprendo lo que quieres decir.
--Si, senora; en serviros, repitio el joven, pues he averiguado que es
verdad que la corza blanca existe. A mas de Esteban, lo dan por seguro
otros varios pastores, que juran haberla visto mas de una vez, y con
ayuda de los cuales espero en Dios y en mi patron San Huberto que
antes de tres dias, viva o muerta, os la traere al castillo.
--? Bah! . . . ? Bah! . . . exclamo Constanza con aire de zumba, mientras
hacian coro a sus palabras las risas mas o menos disimuladas de los
circunstantes; dejate de cacerias nocturnas y de corzas blancas: mira
que el diablo ha dado en la flor de tentar a los simples, y si te
empenas en andarle a los talones, va a dar que reir contigo como con
el pobre Esteban.
--Senora, interrumpio Garces con voz entrecortada y disimulando en lo
posible la colera que le producia el burlon regocijo de sus
companeros, yo no me he visto nunca con el diablo, y por consiguiente,
no se todavia como las gasta; pero conmigo os juro que todo podra
hacer menos dar que reir, porque el uso de ese privilegio solo en vos
se tolerarlo.
Constanza conocio el efecto que su burla habia producido en el
enamorado joven; pero deseando apurar su paciencia hasta lo ultimo,
torno a decir en el mismo tono:
--? Y si al dispararla te saluda con alguna risa del genero de la que
oyo Esteban, o se te rie en la nariz, y al escuchar sus sobrenaturales
carcajadas se te cae la ballesta de las manos, y antes de reponerte
del susto ya ha desaparecido la corza blanca mas ligera que un
relampago?
--? Oh! exclamo Garces, en cuanto a eso estad segura que como yo la
topase a tiro de ballesta, aunque me hiciese mas monos que un juglar,
aunque me hablara, no ya en romance, sino en latin como el abad de
Munilla,[1] no se iba[2] sin un arpon en el cuerpo.
[Footnote 1: Munilla. A town of 1170 inhabitants situated in the
province of Logrono to the west of the town of Arnedillo on the
Cidacos. Munilla was a place of considerable importance at the time
in which the events of this story are supposed to have occurred. ]
[Footnote 2: no se iba = 'it would not escape. ' See p. 108, note 3]
En este punto del dialogo, tercio don Dionis, y con una desesperante
gravedad a traves de la que se adivinaba toda la ironia de sus
palabras, comenzo a darle al ya asendereado mozo los consejos mas
originales del mundo, para el caso de que se encontrase de manos a
boca con el demonio convertido en corza blanca.
A cada nueva ocurrencia de su padre, Constanza fijaba sus ojos en el
atribulado Garces y rompia a reir como una loca, en tanto que los
otros servidores esforzaban las burlas con sus miradas de inteligencia
y su mal encubierto gozo.
Mientras duro la colacion prolongose esta escena, en que la credulidad
del joven montero fue, por decirlo asi, el tema obligado del general
regocijo; de modo que cuando se levantaron los panos, y don Dionis y
Constanza se retiraron a sus habitaciones, y toda la gente del
castillo se entrego al reposo, Garces permanecio un largo espacio de
tiempo irresoluto, dudando si a pesar de las burlas de sus senores,
proseguiria firme en su proposito, o desistiria completamente de la
empresa.
--? Que diantre! exclamo saliendo del estado de incertidumbre en que se
encontraba: mayor mal del que me ha sucedido no puede sucederme, y si
por el contrario es verdad lo que nos ha contado Esteban . . . ? oh,
entonces, como he de saborear mi triunfo!
Esto diciendo, armo su ballesta, no sin haberla[1] hecho antes la
senal de la cruz en la punta de la vira, y colocandosela a la espalda
se dirigio a la poterna del castillo para tomar la vereda del monte.
[Footnote 1: la. See p. 20, note 2. ]
Cuando Garces llego a la canada y al punto en que, segun las
instrucciones de Esteban, debia aguardar la aparicion de las corzas,
la luna comenzaba a remontarse con lentitud por detras de los cercanos
montes.
A fuer de buen cazador y practico en el oficio, antes de elegir un
punto a proposito para colocarse al acecho de las reses, anduvo un
gran rato de aca para alla examinando las trochas y las veredas
vecinas, la disposicion de los arboles, los accidentes del terreno,
las curvas del rio y la profundidad de sus aguas.
Por ultimo, despues de terminar este minucioso reconocimiento del
lugar en que se encontraba, agazapose en un ribazo junto a unos chopos
de copas elevadas y obscuras, a cuyo pie crecian unas matas de
lentisco, altas lo bastante para ocultar a un hombre echado en tierra.
El rio, que desde las musgosas rocas donde tenia su nacimiento venia
siguiendo las sinuosidades del Moncayo a entrar en la canada por una
vertiente, deslizabase desde alli banando el pie de los sauces que
sombreaban su orilla, o jugueteando con alegre murmullo entre las
piedras rodadas del monte hasta caer en una hondura proxima al lugar
que servia de escondrijo al montero.
Los alamos, cuyas plateadas hojas movia el aire con un rumor
dulcisimo, los sauces que inclinados sobre la limpia corriente
humedecian en ella las puntas de sus desmayadas ramas, y los apretados
carrascales por cuyos troncos subian y se enredaban las madreselvas y
las campanillas azules, formaban un espeso muro de follaje alrededor
del remanso del rio.
El viento, agitando los frondosos pabellones de verdura que derramaban
en torno su flotante sombra, dejaba penetrar a intervalos un furtivo
rayo de luz, que brillaba como un relampago de plata sobre la
superficie de las aguas inmoviles y profundas.
Oculto tras los matojos, con el oido atento al mas leve rumor y la
vista clavada en el punto en donde segun sus calculos debian aparecer
las corzas, Garces espero inutilmente un gran espacio de tiempo.
Todo permanecia a su alrededor sumido en una profunda calma.
Poco a poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habia pasado
de la mitad, comenzara a dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen a sus sentidos el dulce sopor en que parecia
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habia estado entretenido revolviendo en su mente las mas
halaguenas imaginaciones comenzo a sentir que sus ideas se elaboraban
con mas lentitud y sus pensamientos tomaban formas mas leves e
indecisas.
Despues de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la
vigilia y el sueno, entorno al fin los ojos, dejo escapar la ballesta
de sus manos y se quedo profundamente dormido. . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . .
Cosa de dos horas o tres haria[1] ya que el joven montero roncaba a
pierna suelta, disfrutando a todo sabor de uno de los suenos mas
apacibles de su vida, cuando de repente entreabrio los ojos
sobresaltado; e incorporose a medias lleno aun de ese estupor del que
se vuelve en si de improviso despues de un sueno profundo.
[Footnote 1: haria = 'it must have been. ' See p. 5, note 2, and p.
26, note 1. ]
En las rafagas del aire y confundido con los leves rumores de la
noche, creyo percibir un extrano rumor de voces delgadas, dulces y
misteriosas que hablaban entre si, reian o cantaban cada cual por su
parte y una cosa diferente, formando una algarabia tan ruidosa y
confusa como la de los pajaros que despiertan al primer rayo del sol
entre las frondas de una alameda.
Este extrano rumor solo se dejo oir un instante, y despues todo volvio
a quedar en silencio.
--Sin duda sonaba con las majaderias que nos refirio el zagal, exclamo
Garces restregandose los ojos con mucha calma, y en la firme
persuasion de que cuanto habia creido oir no era mas que esa vaga
huella del ensueno que queda, al despertar, en la imaginacion, como
queda en el oido la ultima cadencia de una melodia despues que ha
expirado temblando la ultima nota. Y dominado por la invencible
languidez que embargaba sus miembros, iba a reclinar de nuevo la
cabeza sobre el cesped, cuando torno a oir el eco distante de aquellas
misteriosas voces, que acompanandose del rumor del aire, del agua y de
las hojas, cantaban asi:
CORO
<<El arquero que velaba en lo alto de la torre ha reclinado su pesada
cabeza en el muro.
>>Al cazador furtivo que esperaba sorprender la res, lo ha sorprendido
el sueno.
>>El pastor que aguarda el dia consultando las estrellas, duerme ahora
y dormira hasta el amanecer.
>>Reina de las ondinas,[1] sigue nuestros pasos.
[Footnote 1: ondinas = 'undines. ' Female water-sprites, without
souls. They form one branch of the elemental spirits (see p. 24,
note 2, and p. 47, note 1). Read Fouque's romantic novel entitled
_Undine_. ]
>>Ven a mecerte en las ramas de los sauces sobre el haz del agua.
>>Ven a embriagarte con el perfume de las violetas que se abren entre
las sombras.
>>Ven a gozar de la noche, que es el dia de los espiritus. >>
Mientras flotaban en el aire las suaves notas de aquella deliciosa
musica, Garces se mantuvo inmovil. Despues que se hubo desvanecido,
con mucha precaucion aparto un poco las ramas, y no sin experimentar
algun sobresalto vio aparecer las corzas que en tropel y salvando los
matorrales con ligereza increible unas veces, deteniendose como a
escuchar otras, jugueteando entre si, ya escondiendose entre la
espesura, ya saliendo nuevamente a la senda, bajaban del monte con
direccion al remanso del rio.
Delante de sus companeras, mas agil, mas linda, mas juguetona y alegre
que todas, saltando, corriendo, parandose y tornando a correr, de modo
que parecia no tocar el suelo con los pies, iba la corza blanca, cuyo
extrano color destacaba como una fantastica luz sobre el obscuro fondo
de los arboles.
Aunque el joven se sentia dispuesto a ver en cuanto le rodeaba algo de
sobrenatural y maravilloso, la verdad del caso era, que prescindiendo
de la momentanea alucinacion que turbo un instante sus sentidos
fingiendole musicas, rumores y palabras, ni en la forma de las corzas
ni en sus movimientos, ni en los cortos bramidos con que parecian
llamarse, habia nada con que no debiese estar ya muy familiarizado un
cazador practico en esta clase de expediciones nocturnas.
A medida que desechaba la primera impresion, Garces comenzo a
comprenderlo asi, y riendose interiormente de su incredulidad y su
miedo, desde aquel instante solo se ocupo en averiguar, teniendo en
cuenta la direccion que seguian, el punto donde se hallaban las
corzas.
Hecho el calculo, cogio la ballesta entre los dientes, y arrastrandose
como una culebra por detras de los lentiscos, fue a situarse obra de
unos cuarenta pasos mas lejos del lugar en que antes se encontraba.
Una vez acomodado en su nuevo escondite, espero el tiempo suficiente
para que las corzas estuvieran ya dentro del rio, a fin de hacer el
tiro mas seguro. Apenas empezo a escucharse ese ruido particular que
produce el agua que se bate a golpes o se agita con violencia, Garces
comenzo a levantarse poquito a poco y con las mayores precauciones,
apoyandose en la tierra primero sobre la punta de los dedos, y despues
con una de las rodillas.
Ya de pie, y cerciorandose a tientas de que el arma estaba preparada,
dio un paso hacia adelante, alargo el cuello por cima de los arbustos
para dominar el remanso, y tendio la ballesta; pero en el mismo punto
en que, a par de la ballesta, tendio la vista buscando el objeto que
habia de herir, se escapo de sus labios un imperceptible e
involuntario grito de asombro.
La luna que habia ido remontandose con lentitud por el ancho
horizonte, estaba inmovil y como suspendida en la mitad del cielo. Su
dulce claridad inundaba el soto, abrillantaba la intranquila
superficie del rio y hacia ver los objetos como a traves de una gasa
azul.
Las corzas habian desaparecido.
En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo, vio Garces un grupo de
bellisimas mujeres, de las cuales, unas entraban en el agua
jugueteando, mientras las otras acababan de despojarse de las ligeras
tunicas que aun ocultaban a la codiciosa vista el tesoro de sus
formas.
En esos ligeros y cortados suenos de la manana, ricos en imagenes
risuenas y voluptuosas, suenos diafanos y celestes como la luz que
entonces comienza a transparentarse a traves de las blancas cortinas
del lecho, no ha habido nunca imaginacion de veinte anos que
bosquejase con los colores de la fantasia una escena semejante a la
que se ofrecia en aquel punto a los ojos del atonito Garces.
Despojadas ya de sus tunicas y sus velos de mil colores, que
destacaban sobre el fondo, suspendidas de los arboles o arrojadas con
descuido sobre la alfombra del cesped, las muchachas discurrian a su
placer por el soto, formando grupos pintorescos, y entraban y salian
en el agua, haciendola saltar en chispas luminosas sobre las flores de
la margen como una menuda lluvia de rocio.
Aqui una de ellas, blanca como el vellon de un cordero, sacaba su
cabeza rubia entre las verdes y flotantes hojas de una planta
acuatica, de la cual parecia una flor a medio abrir, cuyo flexible
tallo mas bien se adivinaba que se veia temblar debajo de los
infinites circulos de luz de las ondas.
Otra alla, con el cabello suelto sobre los hombros meciase suspendida
de la rama de un sauce sobre la corriente de un rio, y sus pequenos
pies, color de rosa, hacian una raya de plata al pasar rozando la
tersa superficie. En tanto que estas permanecian recostadas aun al
borde del agua con los azules ojos adormidos, aspirando con
voluptuosidad el perfume de las flores y estremeciendose ligeramente
al contacto de la fresca brisa, aquellas danzaban en vertiginosa
ronda, entrelazando caprichosamente sus manos, dejando caer atras la
cabeza con delicioso abandono, e hiriendo el suelo con el pie en
alternada cadencia.
Era imposible seguirlas en sus agiles movimientos, imposible abarcar
con una mirada los infinitos detalles del cuadro que formaban, unas
corriendo, jugando y persiguiendose con alegres risas por entre el
laberinto de los arboles; otras surcando el agua como un cisne, y
rompiendo la corriente con el levantado seno; otras, en fin,
sumergiendose en el fondo, donde permanecian largo rato para volver a
la superficie, trayendo una de esas flores extranas que nacen
escondidas en el lecho de las aguas profundas.
La mirada del atonito montero vagaba absorta de un lado a otro, sin
saber donde fijarse, hasta que sentado bajo un pabellon de verdura que
parecia servirle de dosel, y rodeado de un grupo de mujeres todas a
cual mas bellas, que la ayudaban a despojarse de sus ligerisimas
vestiduras, creyo ver el objeto de sus ocultas adoraciones, la hija
del noble don Dionis, la incomparable Constanza.
Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamorado joven no se atrevia ya
a dar credito ni al testimonio de sus sentidos, y creiase bajo la
influencia de un sueno fascinador y enganoso.
No obstante, pugnaba en vano por persuadirse de que todo cuanto veia
era efecto del desarreglo de su imaginacion; porque mientras mas la
miraba, y mas despacio, mas se convencia de que aquella mujer era
Constanza.
No podia caber duda, no: suyos eran aquellos ojos obscuros y
sombreados de largas pestanas, que apenas bastaban a amortiguar la luz
de sus pupilas; suya aquella rubia y abundante cabellera, que despues
de coronar su frente se derramaba por su blanco seno y sus redondas
espaldas como una cascada de oro; suyos, en fin, aquel cuello airoso,
que sostenia su languida cabeza, ligeramente inclinada como una flor
que se rinde al peso de las gotas de rocio, y aquellas voluptuosas
formas que el habia sonado tal vez, y aquellas manos semejantes a
manojos de jazmines, y aquellos pies diminutos, comparables solo con
dos pedazos de nieve que el sol no ha podido derretir, y que a la
manana blanquean entre la verdura.
En el momento en que Constanza salio del bosquecillo, sin velo alguno
que ocultase a los ojos de su amante los escondidos tesoros de su
hermosura, sus companeras comenzaron nuevamente a cantar estas
palabras con una melodia dulcisima:
CORO
<<Genios del aire, habitadores del luminoso eter, venid envueltos en un
jiron de niebla plateada.
>>Silfos[1] invisibles, dejad el caliz de los entreabiertos lirios, y
venid en vuestros carros de nacar al que vuelan uncidas las mariposas.
[Footnote 1: The spirits mentioned here belong to the race of
sub-human intelligences known in the old magical doctrine as
elemental or elementary spirits, "who are formally grouped into four
broad species. The air is inhabited by the amiable race of Sylphs,
the sea by the delightful and beautiful Undines, the earth by the
industrious race of swarthy Gnomes, and the fire by the exalted and
glorious nation of Salamanders, who are supreme in the elementary
hierarchy. There is a close analogy in the natures of all these
intelligences with the more lofty constitution of certain angelical
choirs. . . . the Seraphim, Virtues, and Powers (being) of a fiery
character, the Cherubim terrestrial, the Thrones and Archangels
aquatic, while the Dominations and Principalities are aerial. " A. E.
Waite, _The Occult Sciences_, London, 1891, p. 37.
The elementary spirits are believed to be without souls. "Sometimes,
however, an elementary spirit procures a soul by means of a loving
union with one of the human race. At other times, the reverse
happens, and the soul of the mortal is lost, who, leaving the haunts
of men, associates with those soulless, but often amiable and
affectionate beings. " Idem, pp. 35-36. See p. 24, note 2, and p. 43,
note 1. ]
>>Larvas de las fuentes,[1] abandonad el lecho de musgo y caed sobre
nosotras en menuda lluvia de perlas.
[Footnote 1: See p. 47, note 1. ]
>>Escarabajos de esmeralda, luciernagas de fuego, mariposas negras,[1]
venid!
[Footnote 1: These insects figure frequently in popular mythology.
Consult de Gubematis, _Zoological Mythology_, London, 1872, 2 vols. ]
>>Y venid vosotros todos, espiritus de la noche, venid zumbando como un
enjambre de insectos de luz y de oro.
>>Venid, que ya el astro protector de los misterios[1] brilla en la
plenitud de su hermosura.
[Footnote 1: The moon. ]
>>Venid, que ha llegado el momento de las transformaciones
maravillosas.
>>Venid, que las que os aman os esperan impacientes. >>
Garces, que permanecia inmovil, sintio al oir aquellos cantares
misteriosos que el aspid de los celos le mordia el corazon, y
obedeciendo a un impulso mas poderoso que su voluntad, deseando romper
de una vez el encanto que fascinaba sus sentidos, separo con mano
tremula y convulsa el ramaje que le ocultaba, y de un solo salto se
puso en la margen del rio. El encanto se rompio, desvaneciose todo
como el humo, y al tender en torno suyo la vista, no vio ni oyo mas
que el bullicioso tropel con que las timidas corzas, sorprendidas en
lo mejor de sus nocturnos juegos, huian espantadas de su presencia,
una por aqui, otra por alla, cual salvando de un salto los matorrales,
cual ganando a todo correr la trocha del monte.
--? Oh! bien dije yo que todas estas cosas no eran mas que
fantasmagorias del diablo, exclamo entonces el montero; pero por
fortuna esta vez ha andado un poco torpe dejandome entre las manos la
mejor presa.
Y en efecto, era asi: la corza blanca, deseando escapar por el soto,
se habia lanzado entre el laberinto de sus arboles, y enredandose en
una red de madreselvas, pugnaba en vano por desasirse. Garces le
encaro la ballesta; pero en el mismo punto en que iba a herirla, la
corza se volvio hacia el montero, y con voz clara y aguda detuvo su
accion con un grito, diciendole:--Garces ? que haces? --El joven
vacilo, y despues de un instante de duda, dejo caer al suelo el arma,
espantado a la sola idea de haber podido herir a su amante. Una sonora
y estridente carcajada vino a sacarle al fin de su estupor; la corza
blanca habia aprovechado aquellos cortos instantes para acabarse de
desenredar y huir ligera como un relampago, riendose de la burla hecha
al montero.
--? Ah! condenado engendro de Satanas, dijo este con voz espantosa,
recogiendo la ballesta con una rapidez indecible: pronto has cantado
la victoria, pronto te has creido fuera de mi alcance; y esto
diciendo, dejo volar la saeta, que partio silbando y fue a perderse en
la obscuridad del soto, en el fondo del cual sono al mismo tiempo un
grito, al que siguieron despues unos gemidos sofocados.
--? Dios mio! exclamo Garces al percibir aquellos lamentos angustiosos.
? Dios mio, si sera verdad! Y fuera de si, como loco, sin darse cuenta
apenas de lo que le pasaba, corrio en la direccion en que habia
disparado la saeta, que era la misma en que sonaban los gemidos. Llego
al fin; pero al llegar, sus cabellos se erizaron de horror, las
palabras se anudaron en su garganta, y tuvo que agarrarse al tronco de
un arbol para no caer a tierra.
Constanza, herida por su mano, expiraba alli a su vista, revolcandose
en su propia sangre, entre las agudas zarzas del monte.
LA AJORCA DEL ORO
I
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vertigo;
hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que sonamos en
los angeles, y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabolica,
que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus
instrumentos en la tierra.
El la amaba: la amaba con ese amor que no conoce freno ni limites; la
amaba con ese amor en que se busca un goce y solo se encuentran
martirios; amor que se asemeja a la felicidad, y que, no obstante,
parece infundir el cielo para la expiacion de una culpa.
Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como todas las
mujeres[1] del mundo.
[Footnote 1: This cynical view of women is repeated in some of
Becquer's verses, and may not unlikely have been caused by a bitter
personal experience, as the love-story embodied in the poems seems
to suggest. ]
El, supersticioso, supersticioso y valiente, como todos los hombres de
su epoca.
Ella se llamaba Maria Antunez.
El Pedro Alfonso de Orellana.
Los dos eran toledanos[1], y los dos vivian en la misma ciudad que los
vio nacer.
[Footnote 1: toledanos--'of Toledo. ' Toledo is the capital of a
province of the same name. It is situated on the Tagus not far to
the south of Madrid. "The city was the ancient capital of the
Carpetani, and was conquered by the Romans about 193 B. C. It was the
capital of the West-Gothic realm;. . . was the second city in the
country under the Moorish rule; was taken by Alfonso VI of Castile
and Leon in 1085;. . . and was the capital of Castile until superseded
by Madrid in the sixteenth century. " _Century Dict_. Population
(1900) 23,375. Within its walls it presents the appearance of a
Moorish city with huddled dwellings and narrow, crooked streets,
which afford but scanty room even for the foot passenger. Viewed
from without it is unrivaled for stern picturesqueness. "The city
lies on a swelling granite hill in the form of a horseshoe, cut out,
as it were, by the deep gorge of the Tagus from the mass of
mountains to the south. On the north it is connected with the great
plain of Castile by a narrow isthmus. At all other points the sides
of the rocky eminence are steep and inaccessible. " (Baedeker. )
"Toledo, on its hillside, with the tawny half-circle of the Tagus at
its feet, has the color, the roughness, the haughty poverty of the
sierra on which it is built, and whose strong articulations from the
very first produce an impression of energy and passion. " (Quoted
from M. Maurice Barres in Hannah Lynch's _Toledo_, London, 1903, p.
3. )]
La tradicion que refiere esta maravillosa historia, acaecida hace
muchos anos, no dice nada mas acerca de los personajes que fueron sus
heroes.
Yo, en mi calidad de cronista veridico, no anadire ni una sola palabra
de mi cosecha para caracterizarlos mejor.
II
El la encontro un dia llorando y le pregunto:--? Por que lloras?
Ella se enjugo los ojos, le miro fijamente, arrojo un suspiro y volvio
a llorar.
Pero entonces, acercandose a Maria, le tomo una mano, apoyo el codo en
el pretil arabe desde donde la hermosa miraba pasar la corriente del
rio, y torno a decirle:--? Por que lloras?
El Tajo[1] se retorcia gimiendo al pie del mirador[2] entre las rocas
sobre que se asienta la ciudad imperial. [3] El sol trasponia los
montes vecinos, la niebla de la tarde flotaba como un velo de gasa
azul, y solo el monotono ruido del agua interrumpia el alto silencio.
[Footnote 1: El Tajo = 'The Tagus. ' "The longest river in the
Spanish peninsula. . . . It rises in the province of Teruel, Spain, in
the mountain Muela de San Juan; flows west through New Castile and
Estremadura; forms part of the boundary between Spain and Portugal;
and empties by two arms into the Bay of Lisbon. The chief city on
its banks in Spain is Toledo. " _Century Dict. _]
[Footnote 2: mirador = 'lookout,' a kind of bow in the wall
surrounding some of the heights of Toledo. ]
[Footnote 3: imperial. Referring probably to the time of the Roman
dominion, which, though it lasted some two hundred years, has left
in the monuments of Toledo very little evidence of its duration. See
p. 50, note 2. ]
Maria exclamo:--No me preguntes por que lloro, no me lo preguntes;
pues ni yo sabre contestarte, ni tu comprenderme. Hay deseos que se
ahogan en nuestra alma de mujer, sin que los revele mas que un
suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra imaginacion, sin que ose
formularlas el labio, fenomenos incomprensibles de nuestra naturaleza
misteriosa, que el hombre no puede ni aun concebir. Te lo ruego, no me
preguntes la causa de mi dolor; si te la revelase, acaso te arrancaria
una carcajada.
Cuando estas palabras expiraron, ella torno a inclinar la frente, y el
a reiterar sus preguntas.
La hermosa, rompiendo al fin su obstinado silencio, dijo a su amante
con voz sorda y entrecortada.
--Tu lo quieres, es una locura que te hara reir; pero no importa: te
lo dire, puesto que lo deseas.
Ayer estuve en el templo. [1] Se celebraba la fiesta de la Virgen;[2]
su imagen, colocada en el altar mayor sobre un escabel de oro,
resplandecia como un[3] ascua de fuego; las notas del organo temblaban
dilatandose de eco en eco por el ambito de la iglesia, y en el coro
los sacerdotes entonaban el _Salve, Regina_[4]
[Footnote 1: templo. Reference is made here to the cathedral of
Toledo. ]
[Footnote 2: la fiesta de la Virgen. Probably the festival of the
Assumption, August 15, as this is generally considered the most
important of the various festivals in honor of the Virgin, such as,
for example, the Nativity of Mary (September 8), the Purification of
the Blessed Virgin (February 2), and the Annunciation (March 25). ]
[Footnote 3: un. For _una_. This use is not sanctioned by the
Spanish Academy, nor, as Knapp says, "by the best modern writers. "]
[Footnote 4: Salve, Regina = 'Hail, Queen (of Mercy). ' The first
words of a Latin antiphon ascribed to Hermannus Contractus (b.
1013-d. 1054). In mediaeval times it was a great favorite with the
church, and was appointed for use at compline, from the first
vespers of Trinity Sunday up to nones on the Saturday before Advent
Sunday. See John Julian, _Dictionary of Hymnology_, London, 1892, p.
991. ]
Yo rezaba, rezaba absorta en mis pensamientos religiosos, cuando
maquinalmente levante la cabeza y mi vista se dirigio al altar. No se
por que mis ojos se fijaron desde luego en la imagen, digo mal, en la
imagen no; se fijaron en un objeto que hasta entonces no habia visto,
un objeto que, sin poder explicarmelo, llamaba sobre si toda mi
atencion. No te rias . . . aquel objeto era la ajorca de oro que tiene
la Madre de Dios en uno de los brazos en que descansa su divino
Hijo. . . . Yo aparte la vista y torne a rezar. . . . ? Imposible! Mis ojos
se volvian involuntariamente al mismo punto. Las luces del altar,
reflejandose en las mil facetas de sus diamantes, se reproducian de
una manera prodigiosa. Millones de chispas de luz rojas y azules,
verdes y amarillas, volteaban alrededor de las piedras como un
torbellino de atomos de fuego, como una vertiginosa ronda de esos
espiritus de las llamas que fascinan con su brillo y su increible
inquietud. . . .
Sali del templo, vine a casa, pero vine con aquella idea fija en la
imaginacion. Me acoste para dormir; no pude. . . . Paso la noche, eterna
con aquel pensamiento. . . . Al amanecer se cerraron mis parpados, y, ? lo
creeras? aun en el sueno veia cruzar, perderse y tornar de nuevo una
mujer, una mujer morena y hermosa, que llevaba la joya de oro y de
pedreria; una mujer, si, porque ya no era la Virgen que yo adoro y
ante quien me humillo, era una mujer, otra mujer como yo, que me
miraba y se reia mofandose de mi. --? La ves? parecia decirme,
mostrandome la joya. --? Como brilla! Parece un circulo de estrellas
arrancadas del cielo de una noche de verano. ?
los consejos del preste de Tarazona; no hables de tus encuentros con
los corzos amigos de burlas, no sea que haga el diablo que al fin
pierdas el poco juicio que tienes; y pues ya estas provisto de los
Evangelios y sabes las oraciones de San Bartolome, vuelvete a tus
corderos, que comienzan a desbandarse por la canada. Si los espiritus
malignos tornan a incomodarte, ya sabes el remedio: _Pater
Noster_[1] y garrotazo.
[Footnote 1: Pater Noster. The first words of the Lord's Prayer in
Latin. ]
El zagal, despues de guardarse en el zurron un medio pan blanco y un
trozo de came de jabali, y en el estomago un valiente trago de vino
que le dio por orden de su senor uno de los palafreneros, despidiose
de don Dionis y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzo a
voltear la honda para reunir a pedradas los corderos.
Como a esta sazon notase don Dionis que entre unas y otras las horas
del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba a
mover las hojas de los chopos y a refrescar los campos, dio orden a su
comitiva para que aderezasen las caballerias que andaban paciendo
sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo a punto, hizo sena
a los unos para que soltasen las traillas, y a los otros para que
tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguio
adelante la interrumpida caza.
II
Entre los monteros de don Dionis habla uno llamado Garces, hijo de un
antiguo servidor de la familia, y por tanto el mas querido de sus
senores.
Garces tenia poco mas o menos la edad de Constanza, y desde muy nino
habiase acostumbrado a prevenir el menor de sus deseos, y a adivinar y
satisfacer el mas leve de sus antojos.
Por su mano se entretenia en afilar en los ratos de ocio las agudas
saetas de su ballesta de marfil; el domaba los potros que habia de
montar su senora; el ejercitaba en los ardides de la caza a sus
lebreles favoritos y amaestraba a sus halcones, a los cuales compraba
en las ferias de Castilla[1] caperuzas rojas bordadas de oro.
[Footnote 1: Castilla = 'Castile. ' An old kingdom of Spain, in the
northern and central part of the peninsula. The kingdoms of Castile
and Leon, after several unions and separations, were finally united
under Ferdinand III in 1230. Isabella of Castile married Ferdinand
of Aragon in 1469, and in 1479 the two kingdoms of Castile and
Aragon were united. ]
Para con los otros monteros, los pajes y la gente menuda del servicio
de don Dionis, la exquisita solicitud de Garces y el aprecio con que
sus senores le distinguian, habianle valido una especie de general
animadversion, y al decir de los envidiosos, en todos aquellos
cuidados con que se adelantaba a prevenir los caprichos de su senora
revelabase su caracter adulador y rastrero. No faltaban, sin embargo,
algunos que, mas avisados o maliciosos, creyeron sorprender en la
asiduidad del solicito mancebo algunos Senales de mal disimulado amor.
Si en efecto era asi, el oculto carino de Garces tenia mas que sobrada
disculpa en la incomparable hermosura de Constanza. Hubierase
necesitado un pecho de roca y un corazon de hielo para permanecer
impasible un dia y otro al lado de aquella mujer singular por su
belleza y sus raros atractivos.
La Azucena _del Moncayo_[1] llamabanla en veinte leguas a la redonda,
y bien merecia este sobrenombre, porque era tan airosa, tan blanca y
tan rubia que, como a las azucenas, parecia que Dios la habia hecho de
nieve y oro.
[Footnote 1: Moncayo. See p. 8, note 1]
Y sin embargo, entre los senores comarcanos murmurabase que la hermosa
castellana de Veraton[1] no era tan limpia de sangre como bella, y que
a pesar de sus trenzas rubias y su tez de alabastro, habia tenido por
madre una gitana. Lo de cierto que pudiera haber en estas
murmuraciones, nadie pudo nunca decirlo, porque la verdad era que don
Dionis tuvo una vida bastante azarosa en su juventud, y despues de
combatir largo tiempo bajo la conducta del monarca aragones,[2] del
cual recabo entre otras mercedes el feudo del Moncayo,[3] marchose a
Palestina,[4] en donde anduvo errante algunos anos, para volver por
ultimo a encerrarse en su castillo de Veraton,[5] con una hija
pequena, nacida sin duda en aquellos paises remotos. El unico que
hubiera podido decir algo acerca del misterioso origen de Constanza,
pues acompano a don Dionis en sus lejanas peregrinaciones, era el
padre de Garces, y este habia ya muerto hacia bastante tiempo, sin
decir una sola palabra sobre el asunto ni a su propio hijo, que varias
veces y con muestras de grande interes, se lo habia preguntado.
[Footnote 1: Veraton. See p. 25, note 1. ]
[Footnote 2: monarca aragones. See p. 25, note 3. ]
[Footnote 3: Moncayo. See p. 8, note 1]
[Footnote 4: Palestina = 'Palestine. ' A territory in the southern
part of Syria. Chief city Jerusalem. "It passed under Mohammedan
rule about 636, was held by the Christians temporarily during the
Crusades [seventh and last under St. Louis 1270-1272], and since
1516 has been in the possession of the Turkish government. " _Century
Dict. _]
[Footnote 5: Veraton. See p. 25, note 1. ]
El caracter, tan pronto retraido y melancolico como bullicioso y
alegre de Constanza, la extrana exaltacion de sus ideas, sus
extravagantes caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta la
particularidad de tener los ojos y las cejas negras como la noche,
siendo blanca y rubia como el oro, habian contribuido a dar pabulo a
las hablillas de sus convecinos, y aun el mismo Garces, que tan
intimamente la trataba, habia llegado a persuadirse que su senora era
algo especial y no se parecia a las demas mujeres.
Presente a la relacion de Esteban, como los otros monteros, Garces fue
acaso el unico que oyo con verdadera curiosidad los pormenores de su
increible aventura, y si bien no pudo menos de sonreir cuando el zagal
repitio las palabras de la corza blanca, desde que abandono el soto en
que habian sesteado comenzo a revolver en su mente las mas absurdas
imaginaciones.
No cabe duda que todo eso del hablar las corzas es pura aprension de
Esteban, que es un completo mentecato, decia entre si el joven
montero, mientras que jinete en un poderoso alazan, seguia paso a paso
el palafren de Constanza, la cual tambien parecia mostrarse un tanto
distraida y silenciosa, y retirada del tropel de los cazadores, apenas
tomaba parte en la fiesta. ? Pero quien dice que en lo que refiere ese
simple no existira algo de verdad? prosiguio pensando el mancebo.
Cosas mas extranas hemos visto en el mundo, y una corza blanca bien
puede haberla, puesto que si se ha de dar credito a las cantigas del
pais, San Huberto,[1] patron de los cazadores, tenia una. ? Oh, si yo
pudiese coger viva una corza blanca para ofrecersela a mi senora!
[Footnote 1: San Huberto = 'St. Hubert. ' The patron saint of
hunters; died about 727. His memory is celebrated by the church
November 3. Legend says that he was the son of a nobleman of
Aquitaine, and a keen hunter; and that once when he was engaged in
the chase on Good Friday, in the forest of Ardennes, a stag appeared
to him having a shining crucifix between its antlers. He heard a
warning voice and was converted, entered the chnrch, and became
bishop of Maestricht and Liege. See the _Encyclopedia Americano_.
The role of the deer in mythology, however, is not usually so
beneficent, and "the antelope, the gazelle, and the stag generally,
instead of helping the hero, involve him rather in perplexity and
peril. This mythical subject is amplified in numerous Hindoo
legends. " See de Gubernatis, _Zoological Mythology_, London, 1872,
vol. ii, p. 84 and following.
La Biche au Bois_ (The Hind of the Woods) of Mme. d'Aulnoy is a
story that offers some striking resemblances to _La Corza Blanca_ of
Becquer. A beautiful princess is transformed by a wicked fairy into
a white hind, which form she is allowed to quit at certain hours of
the day. One day, while still in the form of the hind, she is
pursued by her lover and wounded by an arrow. However, a release
from the enchantment and a happy marriage end the sufferings of the
heroine. In this Spanish tale the transformation is voluntary, which
fact gives to Constanza the traits of a witch.
In Wordsworth's beautiful poem _The White Doe of Rylstone_ we find
the doe divested of all the elements of witchcraft, and in its
solicitude for the gentle and bereft Lady Emily it is likened
symbolically
To the grief of her soul that doth come and go
In the beautiful form of this innocent Doe:
Which, though seemingly doomed in its breast to sustain
A softened remembrance of sorrow and pain,
Is spotless, and holy, and gentle, and bright;
And glides o'er the earth like an angel of light. ]
Asi pensando y discurriendo paso Garces la tarde, y cuando ya el sol
comenzo a esconderse por detras de las vecinas lomas y don Dionis
mando volver grupas a su gente para tornar al castillo, separose sin
ser notado de la comitiva y echo en busca del zagal por lo mas espeso
e intrincado del monte.
La noche habia cerrado casi por completo cuando don Dionis llegaba a
las puertas de su castillo. Acto continuo dispusieronle una frugal
colacion, y sentose con su hija a la mesa.
--Y Garces ? donde esta? pregunto Constanza notando que su montero no
se encontraba alli para servirla como tenia de costumbre.
--No sabemos, se apresuraron a contestar los otros servidores;
desaparecio de entre nosotros cerca de la canada, y esta es la hora en
que todavia no le hemos visto.
En este punto llego Garces todo sofocado, cubierta aun de sudor la
frente, pero con la cara mas regocijada y satisfecha que pudiera
imaginarse.
--Perdonadme, senora, exclamo, dirigiendose a Constanza; perdonadme si
he faltado un momento a mi obligacion; pero alla de donde vengo a todo
el correr de mi caballo, como aqui, solo me, ocupaba en serviros.
--? En servirme? repitio Constanza; no comprendo lo que quieres decir.
--Si, senora; en serviros, repitio el joven, pues he averiguado que es
verdad que la corza blanca existe. A mas de Esteban, lo dan por seguro
otros varios pastores, que juran haberla visto mas de una vez, y con
ayuda de los cuales espero en Dios y en mi patron San Huberto que
antes de tres dias, viva o muerta, os la traere al castillo.
--? Bah! . . . ? Bah! . . . exclamo Constanza con aire de zumba, mientras
hacian coro a sus palabras las risas mas o menos disimuladas de los
circunstantes; dejate de cacerias nocturnas y de corzas blancas: mira
que el diablo ha dado en la flor de tentar a los simples, y si te
empenas en andarle a los talones, va a dar que reir contigo como con
el pobre Esteban.
--Senora, interrumpio Garces con voz entrecortada y disimulando en lo
posible la colera que le producia el burlon regocijo de sus
companeros, yo no me he visto nunca con el diablo, y por consiguiente,
no se todavia como las gasta; pero conmigo os juro que todo podra
hacer menos dar que reir, porque el uso de ese privilegio solo en vos
se tolerarlo.
Constanza conocio el efecto que su burla habia producido en el
enamorado joven; pero deseando apurar su paciencia hasta lo ultimo,
torno a decir en el mismo tono:
--? Y si al dispararla te saluda con alguna risa del genero de la que
oyo Esteban, o se te rie en la nariz, y al escuchar sus sobrenaturales
carcajadas se te cae la ballesta de las manos, y antes de reponerte
del susto ya ha desaparecido la corza blanca mas ligera que un
relampago?
--? Oh! exclamo Garces, en cuanto a eso estad segura que como yo la
topase a tiro de ballesta, aunque me hiciese mas monos que un juglar,
aunque me hablara, no ya en romance, sino en latin como el abad de
Munilla,[1] no se iba[2] sin un arpon en el cuerpo.
[Footnote 1: Munilla. A town of 1170 inhabitants situated in the
province of Logrono to the west of the town of Arnedillo on the
Cidacos. Munilla was a place of considerable importance at the time
in which the events of this story are supposed to have occurred. ]
[Footnote 2: no se iba = 'it would not escape. ' See p. 108, note 3]
En este punto del dialogo, tercio don Dionis, y con una desesperante
gravedad a traves de la que se adivinaba toda la ironia de sus
palabras, comenzo a darle al ya asendereado mozo los consejos mas
originales del mundo, para el caso de que se encontrase de manos a
boca con el demonio convertido en corza blanca.
A cada nueva ocurrencia de su padre, Constanza fijaba sus ojos en el
atribulado Garces y rompia a reir como una loca, en tanto que los
otros servidores esforzaban las burlas con sus miradas de inteligencia
y su mal encubierto gozo.
Mientras duro la colacion prolongose esta escena, en que la credulidad
del joven montero fue, por decirlo asi, el tema obligado del general
regocijo; de modo que cuando se levantaron los panos, y don Dionis y
Constanza se retiraron a sus habitaciones, y toda la gente del
castillo se entrego al reposo, Garces permanecio un largo espacio de
tiempo irresoluto, dudando si a pesar de las burlas de sus senores,
proseguiria firme en su proposito, o desistiria completamente de la
empresa.
--? Que diantre! exclamo saliendo del estado de incertidumbre en que se
encontraba: mayor mal del que me ha sucedido no puede sucederme, y si
por el contrario es verdad lo que nos ha contado Esteban . . . ? oh,
entonces, como he de saborear mi triunfo!
Esto diciendo, armo su ballesta, no sin haberla[1] hecho antes la
senal de la cruz en la punta de la vira, y colocandosela a la espalda
se dirigio a la poterna del castillo para tomar la vereda del monte.
[Footnote 1: la. See p. 20, note 2. ]
Cuando Garces llego a la canada y al punto en que, segun las
instrucciones de Esteban, debia aguardar la aparicion de las corzas,
la luna comenzaba a remontarse con lentitud por detras de los cercanos
montes.
A fuer de buen cazador y practico en el oficio, antes de elegir un
punto a proposito para colocarse al acecho de las reses, anduvo un
gran rato de aca para alla examinando las trochas y las veredas
vecinas, la disposicion de los arboles, los accidentes del terreno,
las curvas del rio y la profundidad de sus aguas.
Por ultimo, despues de terminar este minucioso reconocimiento del
lugar en que se encontraba, agazapose en un ribazo junto a unos chopos
de copas elevadas y obscuras, a cuyo pie crecian unas matas de
lentisco, altas lo bastante para ocultar a un hombre echado en tierra.
El rio, que desde las musgosas rocas donde tenia su nacimiento venia
siguiendo las sinuosidades del Moncayo a entrar en la canada por una
vertiente, deslizabase desde alli banando el pie de los sauces que
sombreaban su orilla, o jugueteando con alegre murmullo entre las
piedras rodadas del monte hasta caer en una hondura proxima al lugar
que servia de escondrijo al montero.
Los alamos, cuyas plateadas hojas movia el aire con un rumor
dulcisimo, los sauces que inclinados sobre la limpia corriente
humedecian en ella las puntas de sus desmayadas ramas, y los apretados
carrascales por cuyos troncos subian y se enredaban las madreselvas y
las campanillas azules, formaban un espeso muro de follaje alrededor
del remanso del rio.
El viento, agitando los frondosos pabellones de verdura que derramaban
en torno su flotante sombra, dejaba penetrar a intervalos un furtivo
rayo de luz, que brillaba como un relampago de plata sobre la
superficie de las aguas inmoviles y profundas.
Oculto tras los matojos, con el oido atento al mas leve rumor y la
vista clavada en el punto en donde segun sus calculos debian aparecer
las corzas, Garces espero inutilmente un gran espacio de tiempo.
Todo permanecia a su alrededor sumido en una profunda calma.
Poco a poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habia pasado
de la mitad, comenzara a dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen a sus sentidos el dulce sopor en que parecia
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habia estado entretenido revolviendo en su mente las mas
halaguenas imaginaciones comenzo a sentir que sus ideas se elaboraban
con mas lentitud y sus pensamientos tomaban formas mas leves e
indecisas.
Despues de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la
vigilia y el sueno, entorno al fin los ojos, dejo escapar la ballesta
de sus manos y se quedo profundamente dormido. . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . .
Cosa de dos horas o tres haria[1] ya que el joven montero roncaba a
pierna suelta, disfrutando a todo sabor de uno de los suenos mas
apacibles de su vida, cuando de repente entreabrio los ojos
sobresaltado; e incorporose a medias lleno aun de ese estupor del que
se vuelve en si de improviso despues de un sueno profundo.
[Footnote 1: haria = 'it must have been. ' See p. 5, note 2, and p.
26, note 1. ]
En las rafagas del aire y confundido con los leves rumores de la
noche, creyo percibir un extrano rumor de voces delgadas, dulces y
misteriosas que hablaban entre si, reian o cantaban cada cual por su
parte y una cosa diferente, formando una algarabia tan ruidosa y
confusa como la de los pajaros que despiertan al primer rayo del sol
entre las frondas de una alameda.
Este extrano rumor solo se dejo oir un instante, y despues todo volvio
a quedar en silencio.
--Sin duda sonaba con las majaderias que nos refirio el zagal, exclamo
Garces restregandose los ojos con mucha calma, y en la firme
persuasion de que cuanto habia creido oir no era mas que esa vaga
huella del ensueno que queda, al despertar, en la imaginacion, como
queda en el oido la ultima cadencia de una melodia despues que ha
expirado temblando la ultima nota. Y dominado por la invencible
languidez que embargaba sus miembros, iba a reclinar de nuevo la
cabeza sobre el cesped, cuando torno a oir el eco distante de aquellas
misteriosas voces, que acompanandose del rumor del aire, del agua y de
las hojas, cantaban asi:
CORO
<<El arquero que velaba en lo alto de la torre ha reclinado su pesada
cabeza en el muro.
>>Al cazador furtivo que esperaba sorprender la res, lo ha sorprendido
el sueno.
>>El pastor que aguarda el dia consultando las estrellas, duerme ahora
y dormira hasta el amanecer.
>>Reina de las ondinas,[1] sigue nuestros pasos.
[Footnote 1: ondinas = 'undines. ' Female water-sprites, without
souls. They form one branch of the elemental spirits (see p. 24,
note 2, and p. 47, note 1). Read Fouque's romantic novel entitled
_Undine_. ]
>>Ven a mecerte en las ramas de los sauces sobre el haz del agua.
>>Ven a embriagarte con el perfume de las violetas que se abren entre
las sombras.
>>Ven a gozar de la noche, que es el dia de los espiritus. >>
Mientras flotaban en el aire las suaves notas de aquella deliciosa
musica, Garces se mantuvo inmovil. Despues que se hubo desvanecido,
con mucha precaucion aparto un poco las ramas, y no sin experimentar
algun sobresalto vio aparecer las corzas que en tropel y salvando los
matorrales con ligereza increible unas veces, deteniendose como a
escuchar otras, jugueteando entre si, ya escondiendose entre la
espesura, ya saliendo nuevamente a la senda, bajaban del monte con
direccion al remanso del rio.
Delante de sus companeras, mas agil, mas linda, mas juguetona y alegre
que todas, saltando, corriendo, parandose y tornando a correr, de modo
que parecia no tocar el suelo con los pies, iba la corza blanca, cuyo
extrano color destacaba como una fantastica luz sobre el obscuro fondo
de los arboles.
Aunque el joven se sentia dispuesto a ver en cuanto le rodeaba algo de
sobrenatural y maravilloso, la verdad del caso era, que prescindiendo
de la momentanea alucinacion que turbo un instante sus sentidos
fingiendole musicas, rumores y palabras, ni en la forma de las corzas
ni en sus movimientos, ni en los cortos bramidos con que parecian
llamarse, habia nada con que no debiese estar ya muy familiarizado un
cazador practico en esta clase de expediciones nocturnas.
A medida que desechaba la primera impresion, Garces comenzo a
comprenderlo asi, y riendose interiormente de su incredulidad y su
miedo, desde aquel instante solo se ocupo en averiguar, teniendo en
cuenta la direccion que seguian, el punto donde se hallaban las
corzas.
Hecho el calculo, cogio la ballesta entre los dientes, y arrastrandose
como una culebra por detras de los lentiscos, fue a situarse obra de
unos cuarenta pasos mas lejos del lugar en que antes se encontraba.
Una vez acomodado en su nuevo escondite, espero el tiempo suficiente
para que las corzas estuvieran ya dentro del rio, a fin de hacer el
tiro mas seguro. Apenas empezo a escucharse ese ruido particular que
produce el agua que se bate a golpes o se agita con violencia, Garces
comenzo a levantarse poquito a poco y con las mayores precauciones,
apoyandose en la tierra primero sobre la punta de los dedos, y despues
con una de las rodillas.
Ya de pie, y cerciorandose a tientas de que el arma estaba preparada,
dio un paso hacia adelante, alargo el cuello por cima de los arbustos
para dominar el remanso, y tendio la ballesta; pero en el mismo punto
en que, a par de la ballesta, tendio la vista buscando el objeto que
habia de herir, se escapo de sus labios un imperceptible e
involuntario grito de asombro.
La luna que habia ido remontandose con lentitud por el ancho
horizonte, estaba inmovil y como suspendida en la mitad del cielo. Su
dulce claridad inundaba el soto, abrillantaba la intranquila
superficie del rio y hacia ver los objetos como a traves de una gasa
azul.
Las corzas habian desaparecido.
En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo, vio Garces un grupo de
bellisimas mujeres, de las cuales, unas entraban en el agua
jugueteando, mientras las otras acababan de despojarse de las ligeras
tunicas que aun ocultaban a la codiciosa vista el tesoro de sus
formas.
En esos ligeros y cortados suenos de la manana, ricos en imagenes
risuenas y voluptuosas, suenos diafanos y celestes como la luz que
entonces comienza a transparentarse a traves de las blancas cortinas
del lecho, no ha habido nunca imaginacion de veinte anos que
bosquejase con los colores de la fantasia una escena semejante a la
que se ofrecia en aquel punto a los ojos del atonito Garces.
Despojadas ya de sus tunicas y sus velos de mil colores, que
destacaban sobre el fondo, suspendidas de los arboles o arrojadas con
descuido sobre la alfombra del cesped, las muchachas discurrian a su
placer por el soto, formando grupos pintorescos, y entraban y salian
en el agua, haciendola saltar en chispas luminosas sobre las flores de
la margen como una menuda lluvia de rocio.
Aqui una de ellas, blanca como el vellon de un cordero, sacaba su
cabeza rubia entre las verdes y flotantes hojas de una planta
acuatica, de la cual parecia una flor a medio abrir, cuyo flexible
tallo mas bien se adivinaba que se veia temblar debajo de los
infinites circulos de luz de las ondas.
Otra alla, con el cabello suelto sobre los hombros meciase suspendida
de la rama de un sauce sobre la corriente de un rio, y sus pequenos
pies, color de rosa, hacian una raya de plata al pasar rozando la
tersa superficie. En tanto que estas permanecian recostadas aun al
borde del agua con los azules ojos adormidos, aspirando con
voluptuosidad el perfume de las flores y estremeciendose ligeramente
al contacto de la fresca brisa, aquellas danzaban en vertiginosa
ronda, entrelazando caprichosamente sus manos, dejando caer atras la
cabeza con delicioso abandono, e hiriendo el suelo con el pie en
alternada cadencia.
Era imposible seguirlas en sus agiles movimientos, imposible abarcar
con una mirada los infinitos detalles del cuadro que formaban, unas
corriendo, jugando y persiguiendose con alegres risas por entre el
laberinto de los arboles; otras surcando el agua como un cisne, y
rompiendo la corriente con el levantado seno; otras, en fin,
sumergiendose en el fondo, donde permanecian largo rato para volver a
la superficie, trayendo una de esas flores extranas que nacen
escondidas en el lecho de las aguas profundas.
La mirada del atonito montero vagaba absorta de un lado a otro, sin
saber donde fijarse, hasta que sentado bajo un pabellon de verdura que
parecia servirle de dosel, y rodeado de un grupo de mujeres todas a
cual mas bellas, que la ayudaban a despojarse de sus ligerisimas
vestiduras, creyo ver el objeto de sus ocultas adoraciones, la hija
del noble don Dionis, la incomparable Constanza.
Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamorado joven no se atrevia ya
a dar credito ni al testimonio de sus sentidos, y creiase bajo la
influencia de un sueno fascinador y enganoso.
No obstante, pugnaba en vano por persuadirse de que todo cuanto veia
era efecto del desarreglo de su imaginacion; porque mientras mas la
miraba, y mas despacio, mas se convencia de que aquella mujer era
Constanza.
No podia caber duda, no: suyos eran aquellos ojos obscuros y
sombreados de largas pestanas, que apenas bastaban a amortiguar la luz
de sus pupilas; suya aquella rubia y abundante cabellera, que despues
de coronar su frente se derramaba por su blanco seno y sus redondas
espaldas como una cascada de oro; suyos, en fin, aquel cuello airoso,
que sostenia su languida cabeza, ligeramente inclinada como una flor
que se rinde al peso de las gotas de rocio, y aquellas voluptuosas
formas que el habia sonado tal vez, y aquellas manos semejantes a
manojos de jazmines, y aquellos pies diminutos, comparables solo con
dos pedazos de nieve que el sol no ha podido derretir, y que a la
manana blanquean entre la verdura.
En el momento en que Constanza salio del bosquecillo, sin velo alguno
que ocultase a los ojos de su amante los escondidos tesoros de su
hermosura, sus companeras comenzaron nuevamente a cantar estas
palabras con una melodia dulcisima:
CORO
<<Genios del aire, habitadores del luminoso eter, venid envueltos en un
jiron de niebla plateada.
>>Silfos[1] invisibles, dejad el caliz de los entreabiertos lirios, y
venid en vuestros carros de nacar al que vuelan uncidas las mariposas.
[Footnote 1: The spirits mentioned here belong to the race of
sub-human intelligences known in the old magical doctrine as
elemental or elementary spirits, "who are formally grouped into four
broad species. The air is inhabited by the amiable race of Sylphs,
the sea by the delightful and beautiful Undines, the earth by the
industrious race of swarthy Gnomes, and the fire by the exalted and
glorious nation of Salamanders, who are supreme in the elementary
hierarchy. There is a close analogy in the natures of all these
intelligences with the more lofty constitution of certain angelical
choirs. . . . the Seraphim, Virtues, and Powers (being) of a fiery
character, the Cherubim terrestrial, the Thrones and Archangels
aquatic, while the Dominations and Principalities are aerial. " A. E.
Waite, _The Occult Sciences_, London, 1891, p. 37.
The elementary spirits are believed to be without souls. "Sometimes,
however, an elementary spirit procures a soul by means of a loving
union with one of the human race. At other times, the reverse
happens, and the soul of the mortal is lost, who, leaving the haunts
of men, associates with those soulless, but often amiable and
affectionate beings. " Idem, pp. 35-36. See p. 24, note 2, and p. 43,
note 1. ]
>>Larvas de las fuentes,[1] abandonad el lecho de musgo y caed sobre
nosotras en menuda lluvia de perlas.
[Footnote 1: See p. 47, note 1. ]
>>Escarabajos de esmeralda, luciernagas de fuego, mariposas negras,[1]
venid!
[Footnote 1: These insects figure frequently in popular mythology.
Consult de Gubematis, _Zoological Mythology_, London, 1872, 2 vols. ]
>>Y venid vosotros todos, espiritus de la noche, venid zumbando como un
enjambre de insectos de luz y de oro.
>>Venid, que ya el astro protector de los misterios[1] brilla en la
plenitud de su hermosura.
[Footnote 1: The moon. ]
>>Venid, que ha llegado el momento de las transformaciones
maravillosas.
>>Venid, que las que os aman os esperan impacientes. >>
Garces, que permanecia inmovil, sintio al oir aquellos cantares
misteriosos que el aspid de los celos le mordia el corazon, y
obedeciendo a un impulso mas poderoso que su voluntad, deseando romper
de una vez el encanto que fascinaba sus sentidos, separo con mano
tremula y convulsa el ramaje que le ocultaba, y de un solo salto se
puso en la margen del rio. El encanto se rompio, desvaneciose todo
como el humo, y al tender en torno suyo la vista, no vio ni oyo mas
que el bullicioso tropel con que las timidas corzas, sorprendidas en
lo mejor de sus nocturnos juegos, huian espantadas de su presencia,
una por aqui, otra por alla, cual salvando de un salto los matorrales,
cual ganando a todo correr la trocha del monte.
--? Oh! bien dije yo que todas estas cosas no eran mas que
fantasmagorias del diablo, exclamo entonces el montero; pero por
fortuna esta vez ha andado un poco torpe dejandome entre las manos la
mejor presa.
Y en efecto, era asi: la corza blanca, deseando escapar por el soto,
se habia lanzado entre el laberinto de sus arboles, y enredandose en
una red de madreselvas, pugnaba en vano por desasirse. Garces le
encaro la ballesta; pero en el mismo punto en que iba a herirla, la
corza se volvio hacia el montero, y con voz clara y aguda detuvo su
accion con un grito, diciendole:--Garces ? que haces? --El joven
vacilo, y despues de un instante de duda, dejo caer al suelo el arma,
espantado a la sola idea de haber podido herir a su amante. Una sonora
y estridente carcajada vino a sacarle al fin de su estupor; la corza
blanca habia aprovechado aquellos cortos instantes para acabarse de
desenredar y huir ligera como un relampago, riendose de la burla hecha
al montero.
--? Ah! condenado engendro de Satanas, dijo este con voz espantosa,
recogiendo la ballesta con una rapidez indecible: pronto has cantado
la victoria, pronto te has creido fuera de mi alcance; y esto
diciendo, dejo volar la saeta, que partio silbando y fue a perderse en
la obscuridad del soto, en el fondo del cual sono al mismo tiempo un
grito, al que siguieron despues unos gemidos sofocados.
--? Dios mio! exclamo Garces al percibir aquellos lamentos angustiosos.
? Dios mio, si sera verdad! Y fuera de si, como loco, sin darse cuenta
apenas de lo que le pasaba, corrio en la direccion en que habia
disparado la saeta, que era la misma en que sonaban los gemidos. Llego
al fin; pero al llegar, sus cabellos se erizaron de horror, las
palabras se anudaron en su garganta, y tuvo que agarrarse al tronco de
un arbol para no caer a tierra.
Constanza, herida por su mano, expiraba alli a su vista, revolcandose
en su propia sangre, entre las agudas zarzas del monte.
LA AJORCA DEL ORO
I
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vertigo;
hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que sonamos en
los angeles, y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabolica,
que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus
instrumentos en la tierra.
El la amaba: la amaba con ese amor que no conoce freno ni limites; la
amaba con ese amor en que se busca un goce y solo se encuentran
martirios; amor que se asemeja a la felicidad, y que, no obstante,
parece infundir el cielo para la expiacion de una culpa.
Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como todas las
mujeres[1] del mundo.
[Footnote 1: This cynical view of women is repeated in some of
Becquer's verses, and may not unlikely have been caused by a bitter
personal experience, as the love-story embodied in the poems seems
to suggest. ]
El, supersticioso, supersticioso y valiente, como todos los hombres de
su epoca.
Ella se llamaba Maria Antunez.
El Pedro Alfonso de Orellana.
Los dos eran toledanos[1], y los dos vivian en la misma ciudad que los
vio nacer.
[Footnote 1: toledanos--'of Toledo. ' Toledo is the capital of a
province of the same name. It is situated on the Tagus not far to
the south of Madrid. "The city was the ancient capital of the
Carpetani, and was conquered by the Romans about 193 B. C. It was the
capital of the West-Gothic realm;. . . was the second city in the
country under the Moorish rule; was taken by Alfonso VI of Castile
and Leon in 1085;. . . and was the capital of Castile until superseded
by Madrid in the sixteenth century. " _Century Dict_. Population
(1900) 23,375. Within its walls it presents the appearance of a
Moorish city with huddled dwellings and narrow, crooked streets,
which afford but scanty room even for the foot passenger. Viewed
from without it is unrivaled for stern picturesqueness. "The city
lies on a swelling granite hill in the form of a horseshoe, cut out,
as it were, by the deep gorge of the Tagus from the mass of
mountains to the south. On the north it is connected with the great
plain of Castile by a narrow isthmus. At all other points the sides
of the rocky eminence are steep and inaccessible. " (Baedeker. )
"Toledo, on its hillside, with the tawny half-circle of the Tagus at
its feet, has the color, the roughness, the haughty poverty of the
sierra on which it is built, and whose strong articulations from the
very first produce an impression of energy and passion. " (Quoted
from M. Maurice Barres in Hannah Lynch's _Toledo_, London, 1903, p.
3. )]
La tradicion que refiere esta maravillosa historia, acaecida hace
muchos anos, no dice nada mas acerca de los personajes que fueron sus
heroes.
Yo, en mi calidad de cronista veridico, no anadire ni una sola palabra
de mi cosecha para caracterizarlos mejor.
II
El la encontro un dia llorando y le pregunto:--? Por que lloras?
Ella se enjugo los ojos, le miro fijamente, arrojo un suspiro y volvio
a llorar.
Pero entonces, acercandose a Maria, le tomo una mano, apoyo el codo en
el pretil arabe desde donde la hermosa miraba pasar la corriente del
rio, y torno a decirle:--? Por que lloras?
El Tajo[1] se retorcia gimiendo al pie del mirador[2] entre las rocas
sobre que se asienta la ciudad imperial. [3] El sol trasponia los
montes vecinos, la niebla de la tarde flotaba como un velo de gasa
azul, y solo el monotono ruido del agua interrumpia el alto silencio.
[Footnote 1: El Tajo = 'The Tagus. ' "The longest river in the
Spanish peninsula. . . . It rises in the province of Teruel, Spain, in
the mountain Muela de San Juan; flows west through New Castile and
Estremadura; forms part of the boundary between Spain and Portugal;
and empties by two arms into the Bay of Lisbon. The chief city on
its banks in Spain is Toledo. " _Century Dict. _]
[Footnote 2: mirador = 'lookout,' a kind of bow in the wall
surrounding some of the heights of Toledo. ]
[Footnote 3: imperial. Referring probably to the time of the Roman
dominion, which, though it lasted some two hundred years, has left
in the monuments of Toledo very little evidence of its duration. See
p. 50, note 2. ]
Maria exclamo:--No me preguntes por que lloro, no me lo preguntes;
pues ni yo sabre contestarte, ni tu comprenderme. Hay deseos que se
ahogan en nuestra alma de mujer, sin que los revele mas que un
suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra imaginacion, sin que ose
formularlas el labio, fenomenos incomprensibles de nuestra naturaleza
misteriosa, que el hombre no puede ni aun concebir. Te lo ruego, no me
preguntes la causa de mi dolor; si te la revelase, acaso te arrancaria
una carcajada.
Cuando estas palabras expiraron, ella torno a inclinar la frente, y el
a reiterar sus preguntas.
La hermosa, rompiendo al fin su obstinado silencio, dijo a su amante
con voz sorda y entrecortada.
--Tu lo quieres, es una locura que te hara reir; pero no importa: te
lo dire, puesto que lo deseas.
Ayer estuve en el templo. [1] Se celebraba la fiesta de la Virgen;[2]
su imagen, colocada en el altar mayor sobre un escabel de oro,
resplandecia como un[3] ascua de fuego; las notas del organo temblaban
dilatandose de eco en eco por el ambito de la iglesia, y en el coro
los sacerdotes entonaban el _Salve, Regina_[4]
[Footnote 1: templo. Reference is made here to the cathedral of
Toledo. ]
[Footnote 2: la fiesta de la Virgen. Probably the festival of the
Assumption, August 15, as this is generally considered the most
important of the various festivals in honor of the Virgin, such as,
for example, the Nativity of Mary (September 8), the Purification of
the Blessed Virgin (February 2), and the Annunciation (March 25). ]
[Footnote 3: un. For _una_. This use is not sanctioned by the
Spanish Academy, nor, as Knapp says, "by the best modern writers. "]
[Footnote 4: Salve, Regina = 'Hail, Queen (of Mercy). ' The first
words of a Latin antiphon ascribed to Hermannus Contractus (b.
1013-d. 1054). In mediaeval times it was a great favorite with the
church, and was appointed for use at compline, from the first
vespers of Trinity Sunday up to nones on the Saturday before Advent
Sunday. See John Julian, _Dictionary of Hymnology_, London, 1892, p.
991. ]
Yo rezaba, rezaba absorta en mis pensamientos religiosos, cuando
maquinalmente levante la cabeza y mi vista se dirigio al altar. No se
por que mis ojos se fijaron desde luego en la imagen, digo mal, en la
imagen no; se fijaron en un objeto que hasta entonces no habia visto,
un objeto que, sin poder explicarmelo, llamaba sobre si toda mi
atencion. No te rias . . . aquel objeto era la ajorca de oro que tiene
la Madre de Dios en uno de los brazos en que descansa su divino
Hijo. . . . Yo aparte la vista y torne a rezar. . . . ? Imposible! Mis ojos
se volvian involuntariamente al mismo punto. Las luces del altar,
reflejandose en las mil facetas de sus diamantes, se reproducian de
una manera prodigiosa. Millones de chispas de luz rojas y azules,
verdes y amarillas, volteaban alrededor de las piedras como un
torbellino de atomos de fuego, como una vertiginosa ronda de esos
espiritus de las llamas que fascinan con su brillo y su increible
inquietud. . . .
Sali del templo, vine a casa, pero vine con aquella idea fija en la
imaginacion. Me acoste para dormir; no pude. . . . Paso la noche, eterna
con aquel pensamiento. . . . Al amanecer se cerraron mis parpados, y, ? lo
creeras? aun en el sueno veia cruzar, perderse y tornar de nuevo una
mujer, una mujer morena y hermosa, que llevaba la joya de oro y de
pedreria; una mujer, si, porque ya no era la Virgen que yo adoro y
ante quien me humillo, era una mujer, otra mujer como yo, que me
miraba y se reia mofandose de mi. --? La ves? parecia decirme,
mostrandome la joya. --? Como brilla! Parece un circulo de estrellas
arrancadas del cielo de una noche de verano. ?
