His memory is celebrated by the church
November 3.
November 3.
Gustavo Adolfo Becuqer
'Alas, the moon should ever beam
To show what man should never see! --
I saw a maiden on a stream,
And fair was she!
I staid to watch, a little space,
Her parted lips if she would sing;
The waters closed above her face
With many a ring.
I know my life will fade away,
I know that I must vainly pine,
For I am made of mortal clay.
But she's divine! '"
Fraser, _The Golden Bough_, London, Macmillan & Co. , 1900, vol. i,
pp. 293-294. The object of Fernando's love was evidently an undine
(see p. 43, note 1, and p. 47, note 1). ]
LA CORZA BLANCA
I
En un pequeno lugar[1] de Aragon,[1] y alla por los anos de mil
trescientos y pico, vivia retirado en su torre senorial un famoso
caballero llamado don Dionis, el cual, despues de haber servido a su
rey[3] en la guerra contra infieles, descansaba a la sazon, entregado
al alegre ejercicio de la caza, de las rudas fatigas de los combates.
[Footnote 1: un pequeno lugar. Veraton, a feudal town in the
neighborhood of the Moncayo (see p. 8, note 1). Population (1900),
484. ]
[Footnote 2: Aragon. "An ancient kingdom, now a captaincy-general of
Spain, capital Saragossa, bounded by France on the north, by
Catalonia on the east, by Valencia on the south, and by New Castile,
Old Castile, and Navarre on the west, comprising the provinces of
Huesca, Saragossa, and Teruel. It is traversed by mountains and
intersected by the Ebro. During the middle ages it was one of the
two chief Christian powers in the peninsula. In 1035 it became a
kingdom; was united to Catalonia in 1137; rose to great influence
through its acquisitions in the thirteenth and fourteenth centuries
of Valencia, the Balearic Islands, Sardinia, and the Sicilies; and
was united with Castile in 1479 through the marriage of Ferdinand of
Aragon with Isabella of Castile. " _Century Dict. _]
[Footnote 3: The kings who reigned in Aragon during the fourteenth
century were as follows: Jaime II _el Justo_ (1291-1327), Alfonso IV
_el Benigno_ (1327-1336), Pedro IV _el Ceremonioso_ (1336-1387),
Juan I _el Cazador_ (1387-1395), and Martin (1395-1410). ]
Acontecio una vez a este caballero, hallandose en su favorita
diversion acompanado de su hija, cuya belleza singular y
extraordinaria blancura le habian granjeado el sobrenombre de la
Azucena, que como se les entrase a mas andar el dia engolfados en
perseguir a una res en el monte de su feudo, tuvo que acogerse,
durante las horas de la siesta, a una canada por donde corria un
riachuelo, saltando de roca en roca con un ruido manso y agradable.
Haria[1] cosa de unas dos horas que don Dionis se encontraba en aquel
delicioso lugar, recostado sobre la menuda grama a la sombra de una
chopera, departiendo amigablemente con sus monteros sobre las
peripecias del dia, y refiriendose unos a otros las aventuras mas o
menos curiosas que en su vida de cazador les habian acontecido, cuando
por lo alto de la mas empinada ladera y a traves de los alternados
murmullos del viento que agitaba las hojas de los arboles, comenzo a
percibirse, cada vez mas cerca, el sonido de una esquililla semejante
a la del guion de un rebano.
[Footnote 1: Haria = 'it must have been. ' See p. 5, note 2, and p.
42, note 1. ]
En efecto, era asi, pues a poco de haberse oido la esquililla,
empezaron a saltar por entre las apinadas matas de cantueso y tomillo,
y a descender a la orilla opuesta del riachuelo, hasta unos cien
corderos, blancos como la nieve, detras de los cuales, con su caperuza
calada para libertarse la cabeza de los perpendiculares rayos del sol,
y su atillo al hombro en la punta de un palo, aparecio el zagal que
los conducia.
--A proposito de aventuras extraordinarias, exclamo al verle uno de
los monteros de don Dionis, dirigiendose a su senor: ahi teneis a
Esteban el zagal, que de algun tiempo a esta parte anda mas tonto que
lo que naturalmente lo hizo Dios, que no es poco, y el cual puede
haceros pasar un rato divertido refiriendo la causa de sus continuos
sustos.
--? Pues que le acontece a ese pobre diablo? exclamo don Dionis con
aire de curiosidad picada.
--? Friolera! anadio el montero en tono de zumba: es el caso, que sin
haber nacido en Viernes Santo[1] ni estar senalado con la cruz,[2] ni
hallarse en relaciones con el demonic, a lo que se puede colegir de
sus habitos de cristiano viejo, se encuentra sin saber como ni por
donde, dotado de la facultad mas maravillosa que ha poseido hombre
alguno, a no ser Salomon,[3] de quien se dice que sabia hasta el
lenguaje de los pajaros.
[Footnote 1: Viernes Santo = 'Good Friday,' the Friday of Holy Week,
anniversary of the death of Jesus Christ. Friday has long been
considered an unlucky day, and Good Friday, in spite of its name,
has been regarded by popular superstition as a fatal day. One born
on that day might have particular aptitude for witchcraft. ]
[Footnote 2: senalado con la cruz = 'marked with the cross. ' The
reference here is doubtless to a birth-mark in the form of a cross,
which would indicate a special aptitude for thaumaturgy or
occultism. This might take the form of Christian mysticism, as in
the case of St. Leo, who is said to have been "marked all over with
red crosses" at birth (see Brewer, _Dictionary of Miracles_, Phila. ,
1884, p. 425), or the less orthodox form of magic, as is suggested
here. ]
[Footnote 3: Salomon = 'Solomon. ' "A famous king of Israel, 993-953
B. C. (Duncker), son of David and Bathsheba. . . . The name of Solomon,
who was supposed to have possessed extraordinary magical powers,
plays an important part in Eastern and thence in European legends,"
_Century Dict. _ "His wisdom enabled him (as legend informs us) to
interpret the speech of beasts and birds, a gift shared afterwards,
it was said, by his descendant Hillel (Koran, sura 37, Ewald,
_Gesch. Isr. _, iii, 407). " M'Clintock and Strong, _Cyclopedia of
Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature_, N. Y. , 1880,
vol. ix, p. 871. ]
--? Y a que se refiere esa facultad maravillosa?
--Se refiere, prosiguio el montero, a que, segun el afirma, y lo jura
y perjura por todo lo mas sagrado del mundo, los ciervos que discurren
por estos montes, se han dado de ojo para no dejarle en paz, siendo lo
mas gracioso del caso, que en mas de una ocasion les ha sorprendido
concertando entre si las burlas que han de hacerle, y despues que
estas burlas se han llevado a termino, ha oido las ruidosas carcajadas
con que las celebran.
Mientras esto decia el montero, Constanza, que asi se llamaba la
hermosa hija de don Dionis, se habia aproximado al grupo de los
cazadores, y como demostrase su curiosidad por conocer la
extraordinaria historia de Esteban, uno de estos se adelanto hasta el
sitio en donde el zagal daba de beber a su ganado, y le condujo a
presencia de su senor, que para disipar la turbacion y el visible
encogimiento del pobre mozo, se apresuro a saludarle por su nombre,
acompanando el saludo con una bondadosa sonrisa.
Era Esteban un muchacho de diecinueve a veinte anos, fornido, con la
cabeza pequena y hundida entre los hombros, los ojos pequenos y
azules, la mirada incierta y torpe como la de los albinos, la nariz
roma, los labios gruesos y entreabiertos, la frente calzada, la tez
blanca pero ennegrecida por el sol, y el cabello que le caia en parte
sobre los ojos y parte alrededor de la cara, en guedejas asperas y
rojas semejantes a las crines de un rocin colorado.
Esto, sobre poco mas o menos, era Esteban en cuanto al fisico;
respecto a su moral, podia asegurarse sin temor de ser desmentido ni
por el ni por ninguna de las personas que le conocian, que era
perfectamente simple, aunque un tanto suspicaz y malicioso como buen
rustico.
Una vez el zagal repuesto de su turbacion, le dirigio de nuevo la
palabra don Dionis, y con el tono mas serio del mundo, y fingiendo un
extraordinario interes por conocer los detalles del suceso a que su
montero se habia referido, le hizo una multitud de preguntas, a las
que Esteban comenzo a contestar de una manera evasiva, como deseando
evitar explicaciones sobre el asunto.
Estrechado, sin embargo, por las interrogaciones de su senor y por los
ruegos de Constanza, que parecia la mas curiosa e interesada en que el
pastor refiriese sus estupendas aventuras, decidiose este a hablar,
mas no sin que antes dirigiese a su alrededor una mirada de
desconfianza, como temiendo ser oido por otras personas que las que
alli estaban presentes, y de rascarse tres o cuatro veces la cabeza
tratando de reunir sus recuerdos o hilvanar su discurso, que al fin
comenzo do esta manera:
--Es el caso, senor, que segun me dijo un preste de Tarazona,[1] al
que acudi no ha mucho, para consultar mis dudas, con el diablo no
sirven juegos, sino punto en boca, buenas y muchas oraciones a San
Bartolome,[2] que es quien le conoce las cosquillas, y dejarle andar;
que Dios, que es justo y esta alla arriba, proveera a todo. Firme en
esta idea, habia decidido no volver a decir palabra sobre el asunto a
nadie, ni por nada; pero lo hare hoy por satisfacer vuestra
curiosidad, y a fe a fe que despues de todo, si el diablo me lo toma
en cuenta, y torna a molestarme en castigo de mi indiscrecion, buenos
Evangelios llevo cosidos a la pellica, y con su ayuda creo que, como
otras veces no me sera inutil el garrote.
[Footnote 1: Tarazona. A venerable town of some 8800 inhabitants
situated on the river Queiles, northeast of the Moncayo (see p. 8,
note 1) and northwest of the town of Borja. ]
[Footnote 2: San Bartolome--'St. Bartholomew,' one of the twelve
apostles, deemed by some to be identical with Nathanael. "Little is
known of his work. According to tradition he preached in various
parts of Asia, and was flayed alive and then crucified, head
downward, at Albanopolis in Armenia. His memory is celebrated in the
Roman Catholic church on August 24. " _Century Dict. _ In popular
superstition St. Bartholomew is supposed to have had particular
power over the devil, and prayers to this saint are thought to be
specially efficacious against the wiles of the evil one. For a
detailed account of St. Bartholomew's power over the devil, see
Jacobi a Voragine, _Legenda Aurea_ (Th. Graesse), Lipsiae, MDCCCL,
cap. cxxiii, pp. 540-544. ]
--Pero, vamos, exclamo don Dionis, impaciente al escuchar las
digresiones del zagal, que amenazaban no concluir nunca; dejate de
rodeos y ve derecho al asunto.
--A el voy, contesto con calma Esteban, que despues de dar una gran
voz acompanada de un silbido para que se agruparan los corderos, que
no perdia de vista y comenzaban[1] a desparramarse por el monte, torno
a rascarse la cabeza y prosiguio asi:
[Footnote 1: que no perdia de vista y comenzaban. Compare the use of
the relative in this phrase with that to which attention has been
called on p. 10, note 1. ]
--Por una parte vuestras continuas excursiones, y por otra el dale que
le das de los cazadores furtivos, que ya con trampa o con ballesta no
dejan res a vida en veinte jornadas al contorno, habian no hace mucho
agotado la caza en estos montes, hasta el extremo de no encontrarse un
venado en ellos ni por un ojo de la cara.
Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado en el porche de la
iglesia, donde despues de acabada la misa del domingo solia reunirme
con algunos peones de los que labran la tierra de Veraton,[1] cuando
algunos de ellos me dijeron:
[Footnote 1: Veraton. See p. 25, note 1. ]
--Pues, hombre, no se en que consista el que tu no los topes, pues de
nosotros podemos asegurarte que no bajamos una vez a las hazas que no
nos encontremos rastro, y hace tres o cuatro dias, sin ir mas lejos,
una manada, que a juzgar por las huellas debia componerse de mas de
veinte, le segaron antes de tiempo una pieza de trigo al santero de la
Virgen del Romeral. [1]
[Footnote 1: la Virgen del Romeral. A hermitage in the locality. ]
--? Y hacia que sitio seguia el rastro? pregunte a los peones, con
animo de ver si topaba con la tropa.
--Hacia la canada de los cantuesos, me contestaron.
No eche en saco roto la advertencia: aquella noche misma fui a
apostarme entre los chopos. Durante toda ella estuve oyendo por aca y
por alla, tan pronto lejos como cerca, el bramido de los ciervos que
se llamaban unos a otros, y de vez en cuando sentia moverse el ramaje
a mis espaldas; pero por mas que me hice todo ojos, la verdad es que
no pude distinguir a ninguno.
No obstante, al romper el dia, cuando lleve los corderos al agua, a la
orilla de este rio, como obra de dos tiros de honda del sitio en que
nos hallamos, y en una umbria de chopos, donde ni a la hora de siesta
se desliza un rayo de sol, encontre huellas recientes de los ciervos,
algunas ramas desgajadas, la corriente un poco turbia, y lo que es mas
particular, entre el rastro de las reses las breves huellas de unos
pies[1] pequenitos como la mitad de la palma de mi mano, sin
ponderacion alguna.
[Footnote 1: pies. Human feet are of course referred to here. ]
Al decir esto, el mozo, instintivamente y al parecer buscando un punto
de comparacion, dirigio la vista hacia el pie de Constanza, que
asomaba por debajo del brial, calzado de un precioso chapin de
tafilete amarillo; pero como al par de Esteban bajasen tambien los
ojos don Dionis y algunos de los monteros que le rodeaban, la hermosa
nina se apresuro a esconderlos, exclamando con el tono mas natural del
mundo:
--? Oh, no! por desgracia no los tengo yo tan pequenitos, pues de ese
tamano solo se encuentran en las hadas; cuya historia nos refieren los
trovadores. [1]
[Footnote 1: trovadores = 'troubadours. ' "A class of early poets who
first appeared in Provence, France. The troubadours were considered
the inventors of a species of lyrical poetry, characterized by an
almost entire devotion to the subject of chivalric love, and
generally very complicated in regard to meter and rhyme. They
fourished from the eleventh to the latter part of the thirteenth
century, principally in the south of France, Catalonia, Aragon, and
northern Italy. " _Century Dict. _ Belief in the marvelous, and hence
in fairies, likewise characterized these poets. ]
--Pues no paro aqui la cosa, continuo el zagal, cuando Constanza hubo
concluido; sino que otra vez, habiendome colocado en otro escondite
por donde indudablemente habian de pasar los ciervos para dirigirse a
la canada, alla al filo de la media noche me rindio un poco el sueno,
aunque no tanto que no abriese los ojos en el mismo punto en que crei
percibir que las ramas se movian a mi alrededor. Abri los ojos segun
dejo dicho: me incorpore con sumo cuidado, y poniendo atencion a
aquel confuso murmullo que cada vez sonaba mas proximo, oi en las
rafagas del aire, como gritos y cantares extranos, carcajadas y tres o
cuatro voces distintas que hablaban entre si con un ruido y una
algarabia semejante al de las muchachas del lugar, cuando riendo y
bromeando por el camino, vuelven en bandadas de la fuente con sus
cantaros a la cabeza.
Segun colegia de la proximidad de las voces y del cercano chasquido de
las ramas que crujian al romperse para dar paso a aquella turba de
locuelas, iban a salir de la espesura a un pequeno rellano que formaba
el monte en el sitio donde yo estaba oculto, cuando enteramente a mis
espaldas, tan cerca o mas que me encuentro de vosotros, oi una nueva
voz fresca, delgada y vibrante, que dijo . . . creedlo, senores, esto es
tan seguro como que me he de morir . . . dijo . . . claro y distintamente
estas propias palabras:
_? Por aqui, por aqui, companeras,
que esta ahi el bruto de Esteban! _
Al llegar a este punto de la relacion del zagal, los circunstantes no
pudieron ya contener por mas tiempo la risa, que hacia largo rato les
retozaba en los ojos, y dando rienda a su buen humor, prorrumpieron en
una carcajada estrepitosa. De los primeros en comenzar a reir y de los
ultimos en dejarlo, fueron don Dionis, que a pesar de su fingida
circunspeccion no pudo por menos de tomar parte en el general
regocijo, y su hija Constanza, la cual cada vez que miraba a Esteban
todo suspenso y confuso, tornaba a reirse como una loca hasta el punto
de saltarle las lagrimas a los ojos.
El zagal, por su parte, aunque sin atender al efecto que su narracion
habia producido, parecia todo turbado e inquieto; y mientras los
senores reian a sabor de sus inocentadas, el tornaba la vista a un
lado y a otro con visibles muestras de temor y como queriendo
descubrir algo a traves de los cruzados troncos de los arboles.
--? Que es eso, Esteban, que te sucede? le pregunto uno de los monteros
notando la creciente inquietud del pobre mozo, que ya fijaba sus
espantadas pupilas en la hija risuena de don Dionis, ya las volvia a
su alrededor con una expresion asombrada y estupida.
--Me sucede una cosa muy extrana, exclamo Esteban. Cuando despues de
escuchar las palabras que dejo referidas, me incorpore con prontitud
para sorprender a la persona que las habia pronunciado, una corza
blanca como la nieve salio de entre las mismas matas en donde yo
estaba oculto, y dando unos saltos enormes por cima de los carrascales
y los lentiscos, se alejo seguida de una tropa de corzas de su color
natural, y asi estas como la blanca que las iba guiando, no arrojaban
bramidos al huir, sino que se reian con unas carcajadas, cuyo eco
juraria que aun me esta sonando en los oidos en este momento.
--? Bah! . . . ? bah! . . . Esteban, exclamo don Dionis con aire burlon, sigue
los consejos del preste de Tarazona; no hables de tus encuentros con
los corzos amigos de burlas, no sea que haga el diablo que al fin
pierdas el poco juicio que tienes; y pues ya estas provisto de los
Evangelios y sabes las oraciones de San Bartolome, vuelvete a tus
corderos, que comienzan a desbandarse por la canada. Si los espiritus
malignos tornan a incomodarte, ya sabes el remedio: _Pater
Noster_[1] y garrotazo.
[Footnote 1: Pater Noster. The first words of the Lord's Prayer in
Latin. ]
El zagal, despues de guardarse en el zurron un medio pan blanco y un
trozo de came de jabali, y en el estomago un valiente trago de vino
que le dio por orden de su senor uno de los palafreneros, despidiose
de don Dionis y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzo a
voltear la honda para reunir a pedradas los corderos.
Como a esta sazon notase don Dionis que entre unas y otras las horas
del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba a
mover las hojas de los chopos y a refrescar los campos, dio orden a su
comitiva para que aderezasen las caballerias que andaban paciendo
sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo a punto, hizo sena
a los unos para que soltasen las traillas, y a los otros para que
tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguio
adelante la interrumpida caza.
II
Entre los monteros de don Dionis habla uno llamado Garces, hijo de un
antiguo servidor de la familia, y por tanto el mas querido de sus
senores.
Garces tenia poco mas o menos la edad de Constanza, y desde muy nino
habiase acostumbrado a prevenir el menor de sus deseos, y a adivinar y
satisfacer el mas leve de sus antojos.
Por su mano se entretenia en afilar en los ratos de ocio las agudas
saetas de su ballesta de marfil; el domaba los potros que habia de
montar su senora; el ejercitaba en los ardides de la caza a sus
lebreles favoritos y amaestraba a sus halcones, a los cuales compraba
en las ferias de Castilla[1] caperuzas rojas bordadas de oro.
[Footnote 1: Castilla = 'Castile. ' An old kingdom of Spain, in the
northern and central part of the peninsula. The kingdoms of Castile
and Leon, after several unions and separations, were finally united
under Ferdinand III in 1230. Isabella of Castile married Ferdinand
of Aragon in 1469, and in 1479 the two kingdoms of Castile and
Aragon were united. ]
Para con los otros monteros, los pajes y la gente menuda del servicio
de don Dionis, la exquisita solicitud de Garces y el aprecio con que
sus senores le distinguian, habianle valido una especie de general
animadversion, y al decir de los envidiosos, en todos aquellos
cuidados con que se adelantaba a prevenir los caprichos de su senora
revelabase su caracter adulador y rastrero. No faltaban, sin embargo,
algunos que, mas avisados o maliciosos, creyeron sorprender en la
asiduidad del solicito mancebo algunos Senales de mal disimulado amor.
Si en efecto era asi, el oculto carino de Garces tenia mas que sobrada
disculpa en la incomparable hermosura de Constanza. Hubierase
necesitado un pecho de roca y un corazon de hielo para permanecer
impasible un dia y otro al lado de aquella mujer singular por su
belleza y sus raros atractivos.
La Azucena _del Moncayo_[1] llamabanla en veinte leguas a la redonda,
y bien merecia este sobrenombre, porque era tan airosa, tan blanca y
tan rubia que, como a las azucenas, parecia que Dios la habia hecho de
nieve y oro.
[Footnote 1: Moncayo. See p. 8, note 1]
Y sin embargo, entre los senores comarcanos murmurabase que la hermosa
castellana de Veraton[1] no era tan limpia de sangre como bella, y que
a pesar de sus trenzas rubias y su tez de alabastro, habia tenido por
madre una gitana. Lo de cierto que pudiera haber en estas
murmuraciones, nadie pudo nunca decirlo, porque la verdad era que don
Dionis tuvo una vida bastante azarosa en su juventud, y despues de
combatir largo tiempo bajo la conducta del monarca aragones,[2] del
cual recabo entre otras mercedes el feudo del Moncayo,[3] marchose a
Palestina,[4] en donde anduvo errante algunos anos, para volver por
ultimo a encerrarse en su castillo de Veraton,[5] con una hija
pequena, nacida sin duda en aquellos paises remotos. El unico que
hubiera podido decir algo acerca del misterioso origen de Constanza,
pues acompano a don Dionis en sus lejanas peregrinaciones, era el
padre de Garces, y este habia ya muerto hacia bastante tiempo, sin
decir una sola palabra sobre el asunto ni a su propio hijo, que varias
veces y con muestras de grande interes, se lo habia preguntado.
[Footnote 1: Veraton. See p. 25, note 1. ]
[Footnote 2: monarca aragones. See p. 25, note 3. ]
[Footnote 3: Moncayo. See p. 8, note 1]
[Footnote 4: Palestina = 'Palestine. ' A territory in the southern
part of Syria. Chief city Jerusalem. "It passed under Mohammedan
rule about 636, was held by the Christians temporarily during the
Crusades [seventh and last under St. Louis 1270-1272], and since
1516 has been in the possession of the Turkish government. " _Century
Dict. _]
[Footnote 5: Veraton. See p. 25, note 1. ]
El caracter, tan pronto retraido y melancolico como bullicioso y
alegre de Constanza, la extrana exaltacion de sus ideas, sus
extravagantes caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta la
particularidad de tener los ojos y las cejas negras como la noche,
siendo blanca y rubia como el oro, habian contribuido a dar pabulo a
las hablillas de sus convecinos, y aun el mismo Garces, que tan
intimamente la trataba, habia llegado a persuadirse que su senora era
algo especial y no se parecia a las demas mujeres.
Presente a la relacion de Esteban, como los otros monteros, Garces fue
acaso el unico que oyo con verdadera curiosidad los pormenores de su
increible aventura, y si bien no pudo menos de sonreir cuando el zagal
repitio las palabras de la corza blanca, desde que abandono el soto en
que habian sesteado comenzo a revolver en su mente las mas absurdas
imaginaciones.
No cabe duda que todo eso del hablar las corzas es pura aprension de
Esteban, que es un completo mentecato, decia entre si el joven
montero, mientras que jinete en un poderoso alazan, seguia paso a paso
el palafren de Constanza, la cual tambien parecia mostrarse un tanto
distraida y silenciosa, y retirada del tropel de los cazadores, apenas
tomaba parte en la fiesta. ? Pero quien dice que en lo que refiere ese
simple no existira algo de verdad? prosiguio pensando el mancebo.
Cosas mas extranas hemos visto en el mundo, y una corza blanca bien
puede haberla, puesto que si se ha de dar credito a las cantigas del
pais, San Huberto,[1] patron de los cazadores, tenia una. ? Oh, si yo
pudiese coger viva una corza blanca para ofrecersela a mi senora!
[Footnote 1: San Huberto = 'St. Hubert. ' The patron saint of
hunters; died about 727.
His memory is celebrated by the church
November 3. Legend says that he was the son of a nobleman of
Aquitaine, and a keen hunter; and that once when he was engaged in
the chase on Good Friday, in the forest of Ardennes, a stag appeared
to him having a shining crucifix between its antlers. He heard a
warning voice and was converted, entered the chnrch, and became
bishop of Maestricht and Liege. See the _Encyclopedia Americano_.
The role of the deer in mythology, however, is not usually so
beneficent, and "the antelope, the gazelle, and the stag generally,
instead of helping the hero, involve him rather in perplexity and
peril. This mythical subject is amplified in numerous Hindoo
legends. " See de Gubernatis, _Zoological Mythology_, London, 1872,
vol. ii, p. 84 and following.
La Biche au Bois_ (The Hind of the Woods) of Mme. d'Aulnoy is a
story that offers some striking resemblances to _La Corza Blanca_ of
Becquer. A beautiful princess is transformed by a wicked fairy into
a white hind, which form she is allowed to quit at certain hours of
the day. One day, while still in the form of the hind, she is
pursued by her lover and wounded by an arrow. However, a release
from the enchantment and a happy marriage end the sufferings of the
heroine. In this Spanish tale the transformation is voluntary, which
fact gives to Constanza the traits of a witch.
In Wordsworth's beautiful poem _The White Doe of Rylstone_ we find
the doe divested of all the elements of witchcraft, and in its
solicitude for the gentle and bereft Lady Emily it is likened
symbolically
To the grief of her soul that doth come and go
In the beautiful form of this innocent Doe:
Which, though seemingly doomed in its breast to sustain
A softened remembrance of sorrow and pain,
Is spotless, and holy, and gentle, and bright;
And glides o'er the earth like an angel of light. ]
Asi pensando y discurriendo paso Garces la tarde, y cuando ya el sol
comenzo a esconderse por detras de las vecinas lomas y don Dionis
mando volver grupas a su gente para tornar al castillo, separose sin
ser notado de la comitiva y echo en busca del zagal por lo mas espeso
e intrincado del monte.
La noche habia cerrado casi por completo cuando don Dionis llegaba a
las puertas de su castillo. Acto continuo dispusieronle una frugal
colacion, y sentose con su hija a la mesa.
--Y Garces ? donde esta? pregunto Constanza notando que su montero no
se encontraba alli para servirla como tenia de costumbre.
--No sabemos, se apresuraron a contestar los otros servidores;
desaparecio de entre nosotros cerca de la canada, y esta es la hora en
que todavia no le hemos visto.
En este punto llego Garces todo sofocado, cubierta aun de sudor la
frente, pero con la cara mas regocijada y satisfecha que pudiera
imaginarse.
--Perdonadme, senora, exclamo, dirigiendose a Constanza; perdonadme si
he faltado un momento a mi obligacion; pero alla de donde vengo a todo
el correr de mi caballo, como aqui, solo me, ocupaba en serviros.
--? En servirme? repitio Constanza; no comprendo lo que quieres decir.
--Si, senora; en serviros, repitio el joven, pues he averiguado que es
verdad que la corza blanca existe. A mas de Esteban, lo dan por seguro
otros varios pastores, que juran haberla visto mas de una vez, y con
ayuda de los cuales espero en Dios y en mi patron San Huberto que
antes de tres dias, viva o muerta, os la traere al castillo.
--? Bah! . . . ? Bah! . . . exclamo Constanza con aire de zumba, mientras
hacian coro a sus palabras las risas mas o menos disimuladas de los
circunstantes; dejate de cacerias nocturnas y de corzas blancas: mira
que el diablo ha dado en la flor de tentar a los simples, y si te
empenas en andarle a los talones, va a dar que reir contigo como con
el pobre Esteban.
--Senora, interrumpio Garces con voz entrecortada y disimulando en lo
posible la colera que le producia el burlon regocijo de sus
companeros, yo no me he visto nunca con el diablo, y por consiguiente,
no se todavia como las gasta; pero conmigo os juro que todo podra
hacer menos dar que reir, porque el uso de ese privilegio solo en vos
se tolerarlo.
Constanza conocio el efecto que su burla habia producido en el
enamorado joven; pero deseando apurar su paciencia hasta lo ultimo,
torno a decir en el mismo tono:
--? Y si al dispararla te saluda con alguna risa del genero de la que
oyo Esteban, o se te rie en la nariz, y al escuchar sus sobrenaturales
carcajadas se te cae la ballesta de las manos, y antes de reponerte
del susto ya ha desaparecido la corza blanca mas ligera que un
relampago?
--? Oh! exclamo Garces, en cuanto a eso estad segura que como yo la
topase a tiro de ballesta, aunque me hiciese mas monos que un juglar,
aunque me hablara, no ya en romance, sino en latin como el abad de
Munilla,[1] no se iba[2] sin un arpon en el cuerpo.
[Footnote 1: Munilla. A town of 1170 inhabitants situated in the
province of Logrono to the west of the town of Arnedillo on the
Cidacos. Munilla was a place of considerable importance at the time
in which the events of this story are supposed to have occurred. ]
[Footnote 2: no se iba = 'it would not escape. ' See p. 108, note 3]
En este punto del dialogo, tercio don Dionis, y con una desesperante
gravedad a traves de la que se adivinaba toda la ironia de sus
palabras, comenzo a darle al ya asendereado mozo los consejos mas
originales del mundo, para el caso de que se encontrase de manos a
boca con el demonio convertido en corza blanca.
A cada nueva ocurrencia de su padre, Constanza fijaba sus ojos en el
atribulado Garces y rompia a reir como una loca, en tanto que los
otros servidores esforzaban las burlas con sus miradas de inteligencia
y su mal encubierto gozo.
Mientras duro la colacion prolongose esta escena, en que la credulidad
del joven montero fue, por decirlo asi, el tema obligado del general
regocijo; de modo que cuando se levantaron los panos, y don Dionis y
Constanza se retiraron a sus habitaciones, y toda la gente del
castillo se entrego al reposo, Garces permanecio un largo espacio de
tiempo irresoluto, dudando si a pesar de las burlas de sus senores,
proseguiria firme en su proposito, o desistiria completamente de la
empresa.
--? Que diantre! exclamo saliendo del estado de incertidumbre en que se
encontraba: mayor mal del que me ha sucedido no puede sucederme, y si
por el contrario es verdad lo que nos ha contado Esteban . . . ? oh,
entonces, como he de saborear mi triunfo!
Esto diciendo, armo su ballesta, no sin haberla[1] hecho antes la
senal de la cruz en la punta de la vira, y colocandosela a la espalda
se dirigio a la poterna del castillo para tomar la vereda del monte.
[Footnote 1: la. See p. 20, note 2. ]
Cuando Garces llego a la canada y al punto en que, segun las
instrucciones de Esteban, debia aguardar la aparicion de las corzas,
la luna comenzaba a remontarse con lentitud por detras de los cercanos
montes.
A fuer de buen cazador y practico en el oficio, antes de elegir un
punto a proposito para colocarse al acecho de las reses, anduvo un
gran rato de aca para alla examinando las trochas y las veredas
vecinas, la disposicion de los arboles, los accidentes del terreno,
las curvas del rio y la profundidad de sus aguas.
Por ultimo, despues de terminar este minucioso reconocimiento del
lugar en que se encontraba, agazapose en un ribazo junto a unos chopos
de copas elevadas y obscuras, a cuyo pie crecian unas matas de
lentisco, altas lo bastante para ocultar a un hombre echado en tierra.
El rio, que desde las musgosas rocas donde tenia su nacimiento venia
siguiendo las sinuosidades del Moncayo a entrar en la canada por una
vertiente, deslizabase desde alli banando el pie de los sauces que
sombreaban su orilla, o jugueteando con alegre murmullo entre las
piedras rodadas del monte hasta caer en una hondura proxima al lugar
que servia de escondrijo al montero.
Los alamos, cuyas plateadas hojas movia el aire con un rumor
dulcisimo, los sauces que inclinados sobre la limpia corriente
humedecian en ella las puntas de sus desmayadas ramas, y los apretados
carrascales por cuyos troncos subian y se enredaban las madreselvas y
las campanillas azules, formaban un espeso muro de follaje alrededor
del remanso del rio.
El viento, agitando los frondosos pabellones de verdura que derramaban
en torno su flotante sombra, dejaba penetrar a intervalos un furtivo
rayo de luz, que brillaba como un relampago de plata sobre la
superficie de las aguas inmoviles y profundas.
Oculto tras los matojos, con el oido atento al mas leve rumor y la
vista clavada en el punto en donde segun sus calculos debian aparecer
las corzas, Garces espero inutilmente un gran espacio de tiempo.
Todo permanecia a su alrededor sumido en una profunda calma.
Poco a poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habia pasado
de la mitad, comenzara a dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen a sus sentidos el dulce sopor en que parecia
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habia estado entretenido revolviendo en su mente las mas
halaguenas imaginaciones comenzo a sentir que sus ideas se elaboraban
con mas lentitud y sus pensamientos tomaban formas mas leves e
indecisas.
Despues de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la
vigilia y el sueno, entorno al fin los ojos, dejo escapar la ballesta
de sus manos y se quedo profundamente dormido. . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . .
Cosa de dos horas o tres haria[1] ya que el joven montero roncaba a
pierna suelta, disfrutando a todo sabor de uno de los suenos mas
apacibles de su vida, cuando de repente entreabrio los ojos
sobresaltado; e incorporose a medias lleno aun de ese estupor del que
se vuelve en si de improviso despues de un sueno profundo.
[Footnote 1: haria = 'it must have been. ' See p. 5, note 2, and p.
26, note 1. ]
En las rafagas del aire y confundido con los leves rumores de la
noche, creyo percibir un extrano rumor de voces delgadas, dulces y
misteriosas que hablaban entre si, reian o cantaban cada cual por su
parte y una cosa diferente, formando una algarabia tan ruidosa y
confusa como la de los pajaros que despiertan al primer rayo del sol
entre las frondas de una alameda.
Este extrano rumor solo se dejo oir un instante, y despues todo volvio
a quedar en silencio.
--Sin duda sonaba con las majaderias que nos refirio el zagal, exclamo
Garces restregandose los ojos con mucha calma, y en la firme
persuasion de que cuanto habia creido oir no era mas que esa vaga
huella del ensueno que queda, al despertar, en la imaginacion, como
queda en el oido la ultima cadencia de una melodia despues que ha
expirado temblando la ultima nota. Y dominado por la invencible
languidez que embargaba sus miembros, iba a reclinar de nuevo la
cabeza sobre el cesped, cuando torno a oir el eco distante de aquellas
misteriosas voces, que acompanandose del rumor del aire, del agua y de
las hojas, cantaban asi:
CORO
<<El arquero que velaba en lo alto de la torre ha reclinado su pesada
cabeza en el muro.
>>Al cazador furtivo que esperaba sorprender la res, lo ha sorprendido
el sueno.
>>El pastor que aguarda el dia consultando las estrellas, duerme ahora
y dormira hasta el amanecer.
>>Reina de las ondinas,[1] sigue nuestros pasos.
[Footnote 1: ondinas = 'undines. ' Female water-sprites, without
souls. They form one branch of the elemental spirits (see p. 24,
note 2, and p. 47, note 1). Read Fouque's romantic novel entitled
_Undine_. ]
>>Ven a mecerte en las ramas de los sauces sobre el haz del agua.
>>Ven a embriagarte con el perfume de las violetas que se abren entre
las sombras.
>>Ven a gozar de la noche, que es el dia de los espiritus. >>
Mientras flotaban en el aire las suaves notas de aquella deliciosa
musica, Garces se mantuvo inmovil. Despues que se hubo desvanecido,
con mucha precaucion aparto un poco las ramas, y no sin experimentar
algun sobresalto vio aparecer las corzas que en tropel y salvando los
matorrales con ligereza increible unas veces, deteniendose como a
escuchar otras, jugueteando entre si, ya escondiendose entre la
espesura, ya saliendo nuevamente a la senda, bajaban del monte con
direccion al remanso del rio.
Delante de sus companeras, mas agil, mas linda, mas juguetona y alegre
que todas, saltando, corriendo, parandose y tornando a correr, de modo
que parecia no tocar el suelo con los pies, iba la corza blanca, cuyo
extrano color destacaba como una fantastica luz sobre el obscuro fondo
de los arboles.
Aunque el joven se sentia dispuesto a ver en cuanto le rodeaba algo de
sobrenatural y maravilloso, la verdad del caso era, que prescindiendo
de la momentanea alucinacion que turbo un instante sus sentidos
fingiendole musicas, rumores y palabras, ni en la forma de las corzas
ni en sus movimientos, ni en los cortos bramidos con que parecian
llamarse, habia nada con que no debiese estar ya muy familiarizado un
cazador practico en esta clase de expediciones nocturnas.
A medida que desechaba la primera impresion, Garces comenzo a
comprenderlo asi, y riendose interiormente de su incredulidad y su
miedo, desde aquel instante solo se ocupo en averiguar, teniendo en
cuenta la direccion que seguian, el punto donde se hallaban las
corzas.
Hecho el calculo, cogio la ballesta entre los dientes, y arrastrandose
como una culebra por detras de los lentiscos, fue a situarse obra de
unos cuarenta pasos mas lejos del lugar en que antes se encontraba.
Una vez acomodado en su nuevo escondite, espero el tiempo suficiente
para que las corzas estuvieran ya dentro del rio, a fin de hacer el
tiro mas seguro. Apenas empezo a escucharse ese ruido particular que
produce el agua que se bate a golpes o se agita con violencia, Garces
comenzo a levantarse poquito a poco y con las mayores precauciones,
apoyandose en la tierra primero sobre la punta de los dedos, y despues
con una de las rodillas.
Ya de pie, y cerciorandose a tientas de que el arma estaba preparada,
dio un paso hacia adelante, alargo el cuello por cima de los arbustos
para dominar el remanso, y tendio la ballesta; pero en el mismo punto
en que, a par de la ballesta, tendio la vista buscando el objeto que
habia de herir, se escapo de sus labios un imperceptible e
involuntario grito de asombro.
La luna que habia ido remontandose con lentitud por el ancho
horizonte, estaba inmovil y como suspendida en la mitad del cielo. Su
dulce claridad inundaba el soto, abrillantaba la intranquila
superficie del rio y hacia ver los objetos como a traves de una gasa
azul.
Las corzas habian desaparecido.
En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo, vio Garces un grupo de
bellisimas mujeres, de las cuales, unas entraban en el agua
jugueteando, mientras las otras acababan de despojarse de las ligeras
tunicas que aun ocultaban a la codiciosa vista el tesoro de sus
formas.
En esos ligeros y cortados suenos de la manana, ricos en imagenes
risuenas y voluptuosas, suenos diafanos y celestes como la luz que
entonces comienza a transparentarse a traves de las blancas cortinas
del lecho, no ha habido nunca imaginacion de veinte anos que
bosquejase con los colores de la fantasia una escena semejante a la
que se ofrecia en aquel punto a los ojos del atonito Garces.
Despojadas ya de sus tunicas y sus velos de mil colores, que
destacaban sobre el fondo, suspendidas de los arboles o arrojadas con
descuido sobre la alfombra del cesped, las muchachas discurrian a su
placer por el soto, formando grupos pintorescos, y entraban y salian
en el agua, haciendola saltar en chispas luminosas sobre las flores de
la margen como una menuda lluvia de rocio.
Aqui una de ellas, blanca como el vellon de un cordero, sacaba su
cabeza rubia entre las verdes y flotantes hojas de una planta
acuatica, de la cual parecia una flor a medio abrir, cuyo flexible
tallo mas bien se adivinaba que se veia temblar debajo de los
infinites circulos de luz de las ondas.
Otra alla, con el cabello suelto sobre los hombros meciase suspendida
de la rama de un sauce sobre la corriente de un rio, y sus pequenos
pies, color de rosa, hacian una raya de plata al pasar rozando la
tersa superficie. En tanto que estas permanecian recostadas aun al
borde del agua con los azules ojos adormidos, aspirando con
voluptuosidad el perfume de las flores y estremeciendose ligeramente
al contacto de la fresca brisa, aquellas danzaban en vertiginosa
ronda, entrelazando caprichosamente sus manos, dejando caer atras la
cabeza con delicioso abandono, e hiriendo el suelo con el pie en
alternada cadencia.
Era imposible seguirlas en sus agiles movimientos, imposible abarcar
con una mirada los infinitos detalles del cuadro que formaban, unas
corriendo, jugando y persiguiendose con alegres risas por entre el
laberinto de los arboles; otras surcando el agua como un cisne, y
rompiendo la corriente con el levantado seno; otras, en fin,
sumergiendose en el fondo, donde permanecian largo rato para volver a
la superficie, trayendo una de esas flores extranas que nacen
escondidas en el lecho de las aguas profundas.
La mirada del atonito montero vagaba absorta de un lado a otro, sin
saber donde fijarse, hasta que sentado bajo un pabellon de verdura que
parecia servirle de dosel, y rodeado de un grupo de mujeres todas a
cual mas bellas, que la ayudaban a despojarse de sus ligerisimas
vestiduras, creyo ver el objeto de sus ocultas adoraciones, la hija
del noble don Dionis, la incomparable Constanza.
Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamorado joven no se atrevia ya
a dar credito ni al testimonio de sus sentidos, y creiase bajo la
influencia de un sueno fascinador y enganoso.
No obstante, pugnaba en vano por persuadirse de que todo cuanto veia
era efecto del desarreglo de su imaginacion; porque mientras mas la
miraba, y mas despacio, mas se convencia de que aquella mujer era
Constanza.
No podia caber duda, no: suyos eran aquellos ojos obscuros y
sombreados de largas pestanas, que apenas bastaban a amortiguar la luz
de sus pupilas; suya aquella rubia y abundante cabellera, que despues
de coronar su frente se derramaba por su blanco seno y sus redondas
espaldas como una cascada de oro; suyos, en fin, aquel cuello airoso,
que sostenia su languida cabeza, ligeramente inclinada como una flor
que se rinde al peso de las gotas de rocio, y aquellas voluptuosas
formas que el habia sonado tal vez, y aquellas manos semejantes a
manojos de jazmines, y aquellos pies diminutos, comparables solo con
dos pedazos de nieve que el sol no ha podido derretir, y que a la
manana blanquean entre la verdura.
En el momento en que Constanza salio del bosquecillo, sin velo alguno
que ocultase a los ojos de su amante los escondidos tesoros de su
hermosura, sus companeras comenzaron nuevamente a cantar estas
palabras con una melodia dulcisima:
CORO
<<Genios del aire, habitadores del luminoso eter, venid envueltos en un
jiron de niebla plateada.
>>Silfos[1] invisibles, dejad el caliz de los entreabiertos lirios, y
venid en vuestros carros de nacar al que vuelan uncidas las mariposas.
[Footnote 1: The spirits mentioned here belong to the race of
sub-human intelligences known in the old magical doctrine as
elemental or elementary spirits, "who are formally grouped into four
broad species. The air is inhabited by the amiable race of Sylphs,
the sea by the delightful and beautiful Undines, the earth by the
industrious race of swarthy Gnomes, and the fire by the exalted and
glorious nation of Salamanders, who are supreme in the elementary
hierarchy. There is a close analogy in the natures of all these
intelligences with the more lofty constitution of certain angelical
choirs. . . . the Seraphim, Virtues, and Powers (being) of a fiery
character, the Cherubim terrestrial, the Thrones and Archangels
aquatic, while the Dominations and Principalities are aerial. " A. E.
Waite, _The Occult Sciences_, London, 1891, p. 37.
The elementary spirits are believed to be without souls. "Sometimes,
however, an elementary spirit procures a soul by means of a loving
union with one of the human race. At other times, the reverse
happens, and the soul of the mortal is lost, who, leaving the haunts
of men, associates with those soulless, but often amiable and
affectionate beings. " Idem, pp. 35-36. See p. 24, note 2, and p. 43,
note 1. ]
>>Larvas de las fuentes,[1] abandonad el lecho de musgo y caed sobre
nosotras en menuda lluvia de perlas.
[Footnote 1: See p. 47, note 1. ]
>>Escarabajos de esmeralda, luciernagas de fuego, mariposas negras,[1]
venid!
[Footnote 1: These insects figure frequently in popular mythology.
