Yo, poeta que al mundo fuí evocado
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Jose Zorrilla
.
DON JUAN: ¡Imposible! ¡En un Impossible! In a moment's flight
momento
borrar treinta años malditos to wipe out thirty years,
de crímenes y delitos! : whose sin and crime appears!
ESTATUA: Aprovéchale con tiento, Take care, for you might.
( Tocan a muerto. ) (The tolling for the dead is heard. )
porque el plazo va a expirar. The term is about to expire
y las campanas doblando and the bells that you hear ringing
por ti están, y están cavando are for you, and they are digging
la fosa en que te han de echar. the ditch where you'll lie in the
mire.
(Se oye a lo lejos el oficio de (Far off is heard the office of the
difuntos. ) dead. )
DON JUAN: ¿Conque por mi doblan? So they are ringing for me?
DON GONZALO: Sí. The same.
DON JUAN: ¿Y esos cantos funerales? And those funereal chants?
ESTATUA: Los salmos From whence
penitenciales, rise psalms of penitence:
que están cantando por ti. they are singing your name.
(Se ve pasar por la izquierda luz (Lighted torches can be seen
de hachones, y rezan dentro. ) passing by on the left, and prayers
are heard off stage. )
DON JUAN: ¿Y aquel entierro que And that burial procession whose
pasa? feet go by?
DON GONZALO: Es el tuyo. Is yours.
DON JUAN: ¡Muerto yo! I'm dead!
DON GONZALO: El capitán te mató The Captain killed you, instead,
a la puerta de tu casa. at the door of your house, in the
street.
DON JUAN: Tarde la luz de la fe Too late faith's perfect light
penetra en mi corazón, pierces my heart, and brings
pues crímenes mi razón with sweet illuminings
a su luz tan sólo ve. my crimes to reason's sight.
Los ve. . . y con horrible afán, Sight. . . of horrible pain,
porque al ver su multitud since to see their multitude
ve a Dios en la plenitud is to see the plenitude
de su ira contra don Juan. of God's anger with Don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui Oh! Wherever I strayed
la razón atropellé, I trampled on right,
la virtud escarnecí, virtue, the jade,
a la justicia burlé, I scorned, tricked the might
y a las mujeres vendí. of the law, and women, betrayed.
Yo a las cabañas bajé, I went down the alleys.
yo a los palacios subí, and up to the palaces,
yo los claustros escalé, boarded cloisters, like galleys,
pues tal mi vida fue, . . . . . no, no pardon for me.
no, no hay perdón para mí. since my life was such as this,
Mas ¡ah! estáis todavía But you are still here for me,
(A los fantasmas. ) (To the phantoms)
con quietud tan pertinaz! with such enduring quietude!
Dejadme morir en paz Let me die in peace, in solitude
a solas con mi agonía. alone in my agony.
Mas con esa horrenda calma, But with that awful silence,
¿qué me auguráis, sombras fieras? what do you augur, fierce spirits?
¿Qué esperan de mí? What do you want from me?
(A la estatua de Don Gonzalo. ) (To the statue of Don Gonzalo)
ESTATUA: Que mueras, That you cease to exist,
para llevarse tu alma. your soul forget this existence.
Y adiós, don Juan; ya tu vida And so goodbye Don Juan, the bells
toca a su fin, y pues vano toll the end of your being, and
todo fue, dame la mano since all was in vain, give me your
hand,
en señal de despedida. as a token of our farewells.
DON JUAN: ¿Muéstrasme ahora Now your friendship, at the end?
amistad?
ESTATUA: Si; que injusto fui Yes, for I was unjust to you,
contigo,
y Dios me manda tu amigo and God now orders me to
volver a la eternidad. return to eternity as your friend.
DON JUAN: Toma, pues. Here then.
DON GONZALO: Ahora, don Juan, Don Juan, now
pues desperdicias también that you even throw away
el momento que te dan, the last moment allowed,
conmigo al infierno ven. come with me to hell, today.
DON JUAN: ¡Aparta, piedra fingida! Deceiving stone, take flight!
Suelta, suéltame esa mano, Let go, let go of my hand,
que aun queda el último grano for the last grain still hangs
en el reló de mi vida. in the hourglass of my life.
Suéltala, que si es verdad Let go: if it's true for me
que un punto de contrición that a moment of contrition
da a un alma la salvación can yield a soul's salvation
de toda una eternidad, for all eternity,
yo, Santo Dios, creo en Ti; Holy God, I believe in You: may it be
si es mi maldad inaudita, though my sins are mighty, I admit,
tu piedad es infinita. . . that your mercy indeed is infinite. . .
¡Señor, ten piedad de mí! Lord, have mercy on me!
ESTATUA: Ya es tarde. It is. . . . . . too late.
(Don Juan se hinca de rodillas, (Don Juan falls to his knees,
tendiendo al cielo la mano que le stretching the hand the statue
deja libre la estatua. Las leaves free to heaven. At the
sombras, esqueletos, etc. , van a moment the shades, skeletons, etc.
abalanzarse sobre él, en cuyo are about to fall on him, the tomb
momento se abre la tumba de doña of Doña Inés opens and she appears.
Inés y aparece ésta. Doña Inés Doña Inés takes the hand Don Juan
toma la mano que don Juan tiende stretches toward heaven. )
al cielo. )
ESCENA III SCENE III
(Don Juan, la estatua de don (Don Juan, the statue of Don
Gonzalo, doña Inés, sombras, etc. ) Gonzalo, Doña Inés, spirits, etc. )
DOÑA INÉS: ¡No! Heme ya aquí, No! For I am here,
don Juan; mi mano asegura Don Juan; my hand preserves
esta mano que a la altura your outstretched hand, that serves
tendió tu contrito afán, to lift your heart on high, and
y Dios perdona a don Juan God forgives Don Juan,
al pie de mi sepultura. by my grave, as love deserves.
DON JUAN: ¡Dios clemente! ¡Doña Merciful God! Doña Ines!
Inés!
DOÑA INÉS: Fantasmas, desvaneceos: Phantoms, vanish below!
su fe nos salva. . . , volveos His faith saves us. . and so
a vuestros sepulcros pues. to your graves again, no less.
La voluntad de Dios es: It is the will of God: and yes,
de mi alma con la amargura with the astringency of my soul
purifiqué su alma impura, I cleansed his impure soul,
y Dios concedió a mi afán and God yielded, at my desire,
la salvación de don Juan Don Juan's salvation from fire,
al pie de la sepultura. by the grave's threshold.
DON JUAN: ¡Inés de mi corazón! Inés, my heart's true passion!
DOÑA INÉS: Yo mi alma he dado por ti I gave my soul for you
y Dios te otorga por mí and God grants that it's true
tu dudosa salvación. your despaired-of salvation.
Misterio es que en comprensión This is a mystery of creation
no cabe de criatura, no mortal may comprehend,
y sólo en vida más pura and only in that life without end,
los justos comprenderán the just shall understand
que el amor salvó a don Juan that love has saved Don Juan
al pie de la sepultura. before he could descend.
Cesad, cantos funerales; Cease, you funeral sounds:
(Cesa la música y salmodia. ) (The music and psalms cease. )
callad, mortuorias campanas; Be still, death's bells on high:
(Dejan de tocar a muerto. ) (They stop tolling the death bells)
ocupad, sombras livianas, fickle shadows, occupy
vuestras urnas sepulcrales; your sepulchral mounds.
(Vuelven los esqueletos a sus (The skeletons return to their
tumbas, que se cierran. ) tombs that close. )
volved a los pedestales, On your pedestals, be found,
animadas esculturas; you living sculptures, soon:
(Vuelven las estatuas a sus (The statues return to their
lugares. ) places. )
y las celestes venturas let heavenly fortune
en que los justos están in which the just delight
empiecen para don Juan begin for Don Juan, in sight
en las mismas sepulturas. of his very tomb.
(Las flores se abren y dan paso a (The flowers open and reveal
varios angelitos que rodean a doña various little angels that surround
Inés y a don Juan, derramando Doña Inés and Don Juan, sprinkling
sobre ellos flores y perfumes, y on them flowers and perfumes, and
al son de la música dulce y lejana at the sound of the sweet far off
se ilumina el teatro con luz de music, the stage lights up with the
aurora. Doña Inés cae sobre un light of dawn. Doña Inés falls on a
lecho de flores, que quedará a la bed of flowers that remain in view,
vista, en lugar de su tumba, que instead of her tomb which
desaparece. ) disappears. )
ESCENA ULTIMA FINAL SCENE
(Doña Inés, don Juan, los ángeles) (Doña Inés, Don Juan, angels)
DON JUAN: ¡Clemente Dios, gloria a Ti! Merciful God, Glory to You!
Mañana a los sevillanos Tomorrow, the Sevillians,
aterrará el creer que a manos thinking I fell at my victim's hands,
de mis víctimas caí. will be astonished, it's true.
Mas es justo; quede aquí But that is just: for eternity, too,
al universo notorio may the universe record, men know,
que, pues me abre el purgatorio that the God of mercy, here below,
un punto de penitencia, who, at the moment of contrition,
es el Dios de la clemencia saved my spirit from perdition,
el Dios de Don Juan Tenorio. is the God of Don Juan Tenorio.
(Cae don Juan a los pies de doña (Don Juan falls at the feet of Doña
Inés, y mueren ambos. De sus bocas Inés, and they both die. Their
salen sus almas representadas en souls represented by two brilliant
dos brillantes llamas, que se flames, leave their mouths and
pierden en el espacio al son de la disappear into space accompanied by
música. Cae el telón. ) the sound of music. The curtain
falls. )
FIN DEL DRAMA THE END OF THE DRAMA
GRANADA
GRANADA
POEMA ORIENTAL
PRECEDIDO DE LA
LEYENDA DE AL-HAMAR
POR
DON JOSÉ ZORRILLA
TOMO PRIMERO
NUEVA EDICIÓN
MADRID
IMPRENTA Y LITOGRAFÍA DE LOS HUÉRFANOS
Juan Bravo, 5. --_Teléfono 2. 198_.
1895
[Ilustración]
Más de cuarenta años hace que salió á luz este POEMA; y aun cuando
su numerosa edición fué bien pronto agotada por el público, no ha
vuelto á imprimirse. Vicisitudes de la vida del autor y vicisitudes
del POEMA mismo, cuyo tercer tomo se anunciaba constantemente aunque
nunca llegara á escribirse, fueron causa de que la obra más extensa de
Zorrilla, y en que él cifraba mayor empeño, sea hoy un libro raro, casi
desconocido de la generación actual.
La viuda del gran poeta deseó reimprimir los bellísimos versos del
GRANADA, en memoria de su amante esposo y como legado que él dejó para
auxilio de una numerosa familia; pero su intento hubiera sido estéril
sin el noble concurso de que la propia interesada da razón más adelante.
Esta obra, pues, no sale nuevamente al público para pedir lauros nuevos
á la crítica, sino para propagar su lectura entre los que sólo conocen
de ella que el peregrino ingenio á quien se debe lleva por sobrenombre
EL CANTOR DE GRANADA.
[Ilustración]
CARTA
AL
EXCMO. SR. D. JOSÉ MARTÍNEZ DE RODA
SENADOR POR LA PROVINCIA DE GRANADA
Madrid 1. ° de Junio de 1894.
MI DISTINGUIDO SEÑOR Y AMIGO: No sé cómo manifestar á Ud. mi
agradecimiento por el favor que me hace publicando el POEMA de mi
difunto esposo. Demuestra Ud. con ello ser digno hijo de la hermosa
comarca que él cantó, á la vez que consecuente con la amistad que
Zorrilla le tuvo, y de la cual dejó prueba consignando sus últimos
versos en el Álbum de la Ilustre Señora á quien Ud. ha dado su nombre.
Gracias, pues, de mi parte, así como de las hijas adoptivas del poeta,
favorecidas todas por su generosidad; y aun cuando me consta que Ud.
deseaba ser nuestro protector anónimo, yo creo de rigurosa justicia
hacer pública esta carta en las primeras páginas del libro, como
muestra de un reconocimiento que conservará siempre vivo en su corazón
la que hoy se le ofrece amiga y servidora, q. b. s. m. ,
_Juana Pacheco_,
_Viuda de Zorrilla_.
Este Poema es propiedad de la viuda de Zorrilla, sin cuyo
consentimiento no podrá reimprimirse, ni en todo ni en parte.
Queda hecho el depósito que previene la ley.
[Ilustración]
JUICIO ANTICIPADO DE ZORRILLA
SOBRE SU OBRA
Había pensado (escribe) anteponer á mi poema un académico y razonado
discurso en forma de prólogo, obra desde luego de algún amigo mío,
persona de alta reputación literaria y de grande autoridad, para que
le sirviese de escudo y protección y previniera en su favor la opinión
pública, manifestando abiertamente la parcialidad de la suya; pero he
desistido de semejante pensamiento, porque he reflexionado que, si
el poema fuere bueno, no necesitará de protección; y si fuere malo,
no bastarán para protegerle todas las autoridades reconocidas de la
Cristiandad y del islamismo.
El que crea, sin embargo, que con él pretendo realizar la novena
maravilla (dado que el Escorial sea la octava), y asombrar al mundo
con un poema épico, está en un error, y me honra mucho suponiéndome
tan sobrado de alientos. Mi obra, á la cual notará el discreto que
llamo POEMA ORIENTAL, no es más que una enorme leyenda, en la cual otro
ingenio más competente hallará reunidos los materiales necesarios para
construir el clásico edificio de la magnífica epopeya encerrada en la
época de la conquista de Granada. Avergonzado al ver que extranjeros
autores han llamado antes que nosotros á las puertas de la Alhambra,
ya con el grosero aldabón de la novela descabellada é insulsa, como
Florián, ya con el martillo de la juiciosa y galana historia, como
Washington Irving, heme arrojado á abrir el cancel de su misterioso
alcázar al genio feliz á quien sea dado apoderarse de su encantado
recinto.
Tales son, y no otras, las limitadas pretensiones de mi POEMA.
[Ilustración]
FANTASÍA
Bruselas, 21 de Febrero de 1852.
AL SEÑOR
DON BARTOLOMÉ MURIEL
EN PRENDA DE AMISTAD
Fantasía
I
¿Imaginas que son, Muriel amigo,
Barreras para mí tiempo y distancia?
¿Piensas que porque Flandes me da abrigo,
Mientras tú habitas en la inquieta Francia,
Mi voz no puede platicar contigo,
Mi pie no puede visitar tu estancia?
¡Error! Por ti los imposibles puedo,
Y aunque de Francia parto en Francia quedo.
¿No sabes que el poder de los poetas
Es inmenso, Muriel: que cuanto tocan
Hechizan con su magia: que, sujetas
Á su poder, las almas se convocan
Á oirles: que con prácticas secretas
Hablan con el ausente, al muerto evocan,
Reedifican de un soplo las ciudades
Y hacen retroceder á las edades?
¿Sus órdenes no sabes que obedecen
Ejércitos de genios que á millares
Amigos por doquier les favorecen,
Haciéndoles los montes y los mares
Transponer: que doquiera se aparecen
Sin respetar ni tiempos ni lugares:
Para quienes no hay diques, ni barreras,
Policías, aduanas, ni fronteras?
¡Mísero amigo mío! ese medroso
Són que á los pies de tu callado lecho
Percibes con pavor, que tu reposo
Turba agitando tu apenado pecho,
No es del chisporroteo bullicioso
Que alza tu lamparilla, en el estrecho
Círculo ahogada del cubierto vaso:
Es el rumor de mi imprevisto paso.
Soy yo, que los espacios transponiendo
De mi secreta magia con el arte,
En alcázar fantástico pretendo
Tu cairelado lecho transformarte.
Soy yo, Muriel, que, ante tu faz abriendo
Su dorado cancel, voy á guiarte
Á través de una espléndida morada
Por misteriosos seres habitada.
Sí, yo soy quien asalto tu aposento.
Despierta, pues; la inspiración ahora
En mis entrañas inflamarse siento
Con fuego creador que las devora.
Incapaz de guardar mi pensamiento
El tropel de delirios que atesora,
Va á romper impetuoso sus barreras
Y á lanzar en la sombra sus quimeras.
Yo, poeta que al mundo fuí evocado
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Manes que sus sepulcros han dejado
Para seguirme por la tierra obscura,
Conmigo van y con mi aliento aspiran,
Doquier me cercan y doquier me inspiran.
Sobre sus alas con errante vuelo
Los antros más recónditos visito,
De la pasada edad levanto el velo,
En sus viejos alcázares habito,
El sueño de sus héroes desvelo,
Sus caballeros á la lid concito,
Y al eco audaz de mi inspirado acento
Acuden cabalgando sobre el viento.
Á veces á la luz de las estrellas,
Por una soledad no conocida
Ni habitada jamás, sigo sus huellas
Escuchando el relato de su vida
En una lengua cuyas frases bellas
Una armonía exhalan nunca oída,
Y sin auxilio de palabra ó letra
En mi encantado corazón penetra.
En aquellas fantásticas regiones
El tesoro riquísimo se encierra
De aquellas misteriosas tradiciones
Que la historia veraz de sí destierra,
Más que de sus recónditos rincones
Tenaz la poesía desentierra,
Y que, al amparo de la fe y del arte,
Forman en su región un mundo aparte.
Allí están las tristísimas bellezas
Que lloraron incógnitos amores:
Los héroes sin prez cuyas proezas
No ensalzaron jamás los trovadores:
Armado el paladín de todas piezas,
Coronadas las vírgenes de flores,
Tendidos los de Oriente sobre chales
Ornados con moriscos almaizales.
Allí están las purísimas mujeres
Que, encerradas en santos monasterios,
Conversaron del cielo con los seres
De la virtud sondando los misterios:
Que oyeron en sus místicos placeres
De los santos Querubes los salterios
Y cuyo corazón, libre de amores,
Se espigó y se secó como las flores.
En medio de estos seres ideales,
Que no están amasados con la escoria
De que fuimos formados los mortales,
La vanidad de la mundana gloria
Despreció y halló bálsamo á los males
De nuestra frágil vida transitoria,
Tejido espeso de miserias largas,
De días de pesar y horas amargas.
Allí es donde, á la luz de las creencias
De nuestra infancia, quemo á las memorias
De nuestra hermosa patria las esencias
De la fragante poesía. Historias
Cuyo relato embarga las potencias
Son las de estas visiones ilusorias,
Compañeras alegres de mis cuitas,
De edad mejor imágenes benditas.
Espíritus que en torno de mi lecho
Velan y por mi bien se multiplican,
La pesadilla ahuyentan de mi pecho,
Mis penosos ensueños dulcifican,
Del corazón en la impureza hecho
Los malignos intentos purifican,
Y transforman el campo de mi mente
En un florido Edén resplandeciente.
Ellos en mis vigilias solitarias
Me distraen con dulcísimas memorias,
Me hechizan con sus himnos y plegarias
Y á que escriba me incitan sus historias:
Por sus regiones vago imaginarias,
Abrazo sus visiones ilusorias,
Y en otra creación, con otros seres
Paso mi vida, parto mis placeres.
Por eso elijo las nocturnas horas
Para hacer el relato de mis cuentos,
Labrando en las tinieblas incoloras
Las torres de mis locos pensamientos.
Por eso de sus sombras protectoras,
Asaltando á favor tus aposentos,
Vengo á hacerte, Muriel, la pobre ofrenda
De esta loca y fantástica leyenda.
Tú que, amigo sincero, mis pesares
Cariñoso y leal has consolado:
Tú que del infortunio en los azares
Apoyo generoso me has prestado:
Tú que con honda fe de mis cantares
El poder misterioso has invocado
Del duelo y el afán como anatema,
Escucharás benigno mi poema.
Tú, que sabes del mundo retirarte,
Sin que pueda el turbión de sus insanos
Delirios en su vértigo arrastrarte:
Que de una noble sociedad de hermanos
Has sabido en tu cámara cercarte
Para escuchar mis cuentos africanos,
Quiero que des tu nombre á la portada
De mi oriental leyenda de GRANADA.
¡Y ojalá dure la memoria mía
Cuanto duren los siglos venideros,
Y corra este papel, famoso un día,
De la tierra los ámbitos enteros:
Para que desde Norte á Mediodía
Vayan nuestros dos nombres compañeros,
Y el tuyo brille en la futura historia
Al resplandor de mi futura gloria!
Óyeme pues, Muriel, antes que vuelen
Las horas de los sueños y visiones:
Antes de que los genios se desvelen
Contrarios de mis vagas creaciones,
Y las parleras auras les revelen
El oculto poder de mis canciones:
Antes, en fin, que el Sol con rayos puros
Disipe mis poéticos conjuros.
Óyeme lejos del tumulto loco
De la revuelta sociedad, y fía
Que no nos faltará, si yo la evoco,
Para escuchar mis versos compañía.
Yo, que á mi voz animo cuanto toco,
Voy á poblar la atmósfera vacía
De multitud de espíritus atentos
Que contigo á la par oigan mis cuentos.
Al soplo de mi aliento poderoso,
Va á circundarnos y á prestarme oído
Ese mundo de sombras vagaroso
Por tus preciosos lienzos repartido.
Ese mundo fantástico en reposo
Mantenido hasta hoy, va desprendido
Del muro á hacer de mi velada parte:
Porque, ¿qué hay imposible para el arte?
Yo amo, Muriel, los lienzos y esculturas
Que tu curiosa cámara guarnecen;
Sus soñadas ó históricas figuras
Amigos de mi infancia me parecen:
De otra vida anterior memorias puras,
Recuerdos que mi sér rejuvenecen,
Genios tal vez de mi existencia guías,
Que la conducen á mejores días.
La causa ignoro, mi razón no alcanza
Por qué ha unido, Muriel, mi loca idea
Á un porvenir de luz y de bonanza
Cuanto el lugar de tu mansión rodea:
Mas cuanto en mis delirios de esperanza
Mi corazón, supersticioso, crea,
Lo veo de tus cuartos y pinturas
Ornado con los muebles y figuras.
Ellos han escuchado los primeros
De mi laüd morisco la armonía,
Y, á crëer en fanáticos agüeros,
Padrinos son de la fortuna mía.
En brazos de esas damas y guerreros
Salen mis versos á la luz del día,
Y yo de su presencia no renuncio,
Crédulo, en mi favor, al fausto anuncio.
Yo, en el campo del arte peregrino,
Doquier del arte adorador profundo,
Que presentado á ser voy imagino
En brazos de las artes en el mundo:
Y pues me trajo entre ellas mi destino
Á desplegar las hojas en que fundo
Mi esperanza á la gloria que ambiciono,
Á ilusión tan dichosa me abandono.
Murillo, Rafaël, Salvator Rosa,
Piombo, Teniers, Tiziano, Stein, Morales,
Cuyas firmas de mano vigorosa
Leo sobre esos lienzos inmortales,
Aunque, viles, no logren otra cosa,
Para mis pobres cantos orientales,
Yo de vuestra presencia los auspicios
Acepto con afán como propicios.
Y tú, dulce y amante Garcilaso,
Cortesano cantor de los pastores,
Que cuenco pastoril el áureo vaso
Hiciste do libaste tus amores:
Tú que entre miel y ámbar á tu paso
Sembraste versos que brotaron flores,
Ve si á los míos tu dulzura inspiras
Desde ese marco en que tenaz me miras.
Y vosotros, bizarros personajes,
Seres faltos de sér, á quien del caos
Para adornar sus fondos y paisajes
Sacó el genio vivífico: animaos.
Á mis cristianos himnos y salvajes
Sonatas africanas despertaos:
La poesía en las pasadas eras
Movió los montes y domó las fieras.
Vivificaos, pues, y en torno mío
Agrupaos ¡oh imágenes hermosas
Del amor, el pesar, la fe y el brío!
Venid ceñidas de fragantes rosas,
Ó devorado el corazón de hastío,
Visiones del desierto pavorosas,
Diana impura, llorosa Magdalena,
Vigorosa Judit, robada Elena.
Alba severo, incógnitos señores
De plegados vuelillos y valonas,
Apáticos flamencos fumadores,
Zagales cuyas cabras juguetonas
Pasto buscan de céspedes mejores:
Del marco desprended vuestras personas,
Formad una callada fantasía
Que auditorio idëal preste á la mía.
Revivid á mi acento, yo os conjuro,
Creaciones que estáis en el dominio
De la imaginación: congreso impuro
De dioses ya sin cielo, del triclinio
Baja á mi voz, y aunque te sea duro
Renunciar del Parnaso al patrocinio,
Ven á adorar en mis severos cantos
La gloria de otros númenes más santos.
Venid lúbrica Venus, rubia Ceres,
Diosas en otros tiempos inmortales,
Otros genios á ver y otras mujeres
Hollando vuestro altar y pedestales.
Nuevas Divinidades, nuevos seres
De prez y de virtud más celestiales,
Dan hoy á una mejor mitología
Con más íntima fe más poesía.
¡Gracias, bellas quimeras! ya os percibo;
Dejad de mis conjuros al acento
La vil materia en que creó cautivo
Vuestro ficticio sér un pensamiento.
Apréstate, Muriel: al soplo vivo
De mi fecundo é inspirado aliento,
Voy á abrir á tu atónita mirada
El recinto de la Árabe GRANADA.
II
Mas la planta ¡oh Muriel! ten un momento
Antes que huelles su frondosa vega,
Porque traidor me asalta un pensamiento.
Mal retenida entre tus labios juega
La sonrisa del que oye y, caballero,
Aunque tenaz no cree, cortés no niega.
Que extrañas ¡ay de mí! por ella infiero,
Que con sincera convicción cristiana,
Hoy en són tan veraz como severo
Mi voz resuene, cuando ayer mundana
Y de la tierra escándalo profano
El vicio y el placer cantó liviana.
¿Quieres saber, Muriel, por qué el mundano
Laüd dejando, en harpa vibradora
Las glorias de la Cruz canto cristiano?
¿Quiéres saber por qué, bebiendo ahora
Mi inspiración en el venero vivo
De nuestra Fe, mi voz consoladora
Levanto en el tumulto revulsivo
De nuestro siglo turbulento, al duelo
Del corazón buscando lenitivo?
Pues voy audaz á descorrer el velo
Que tal misterio encubre, en una historia
Que con orgullo y sin temor revelo.
Reservada y recóndita memoria
Del libro inmaterial del alma mía:
Historia sólo para mí: ilusoria,
Poética y gentil alegoría
Nada más para el mundo, á cuyo oído
Jamás imaginé que llegaría.
Aparta, pues, del límite florido
De Granada, que estás casi pisando,
Tu pie, menos feraz y entretenido
Sendero agreste tras de mí tomando,
Y avancemos, Muriel. . . . . pero medita
Que en la región del alma vas entrando.
LAS DOS LUCES
Es la existencia golfo que se agita
Circundando islas mil, cuyo olëaje
De la _nada_ en las playas se limita.
Naves las almas son en que el pasaje
Hacemos de este golfo, cuyo centro
El punto es de partida en este viaje.
Centro es la cuna: una isla mar adentro
En la mitad del golfo colocada,
Do alma y cuerpo se salen al encuentro.
Al mar cada alma desde allí lanzada
Va de una en otra isla escala haciendo,
Hasta dar en las playas de la _nada_:
Allí en la inmensa eternidad cayendo,
Náufrago el cuerpo en la ribera espira
Al criador su nave devolviendo.
_Amor_, _deleite_, _lujo_, _ambición_, _ira_,
_Gloria_, _amistad_, _honor_, _fama_, _y orgullo_,
Islas son donde reina la mentira.
Desde ellas nos reclama con arrullo
Fascinador: de danzas y canciones
Nos envía al pasar manso murmullo:
Á ellas con falaces ilusiones
Nos atrae, y, viajeros perezosos,
Vamos haciendo escala en las pasiones.
_Fe, ciencia, religión_. . . . . son luminosos
Faros que por las varias latitudes
Nos guían de estos mares procelosos.
«¡Voga! » nos dicen con su luz «no dudes.
¡Voga! » y, pilotos de arte y experiencia,
Vamos haciendo escala en las virtudes.
Por las pasiones va nuestra existencia
Sus riquezas gastando, y adquiriendo
Por las virtudes va nueva opulencia.
Las naves bien lastradas al tremendo
Vaivén resisten y oleaje fuerte:
Las vanas ceden al embate horrendo.
Era yo joven: mi conciencia inerte
Dormía, cuando al mundo audaz y solo
Salí fiado en la voluble suerte.
Lëal, franco, inexperto, extraño al dolo,
Creyendo en cuanto vi con fe sincera,
Mío el mundo juzgué de polo á polo.
Mi alma entonces, góndola ligera
En manos de señor joven y ansioso
De vida mundanal y placentera,
Se dejaba guiar por el undoso
Y turbulento mar de la existencia,
Ya á naufragar vecina, ya en reposo
Vogando de aura mansa á la influencia:
Al sol ardiente y á la tibia luna
Meciéndose en el mar con indolencia
Siguió siempre mi nave y mi fortuna
La dulce poesía, compañera
De mi gozo y mi afán desde la cuna:
Y con voz ora humilde, ora altanera,
Mis placeres canté, mis ilusiones
Hechicé, la ventura pasajera
De la vida fugaz en mis canciones
Celebré; y ora crédulo, ora impío,
Templé mi lira con inciertos sones.
Abordé en mi demente desvarío
Del golfo de la vida las riberas
Todas, sin otra ley que mi albedrío.
Sus islas visité más hechiceras:
_Gloria_, _amistad_, _amor_, _deleite_, oyeron
Mis insensatas cántigas primeras:
Y doquier por el golfo me aplaudieron,
Y de lauros cargáronme la frente,
Y embriagándome al fin, me embrutecieron.
Triunfé, amé, disipé, reñí insolente.
¿Qué saqué de esta vida vergonzosa?
Hastiado el corazón, seca la mente.
Mi alma, nave sin lastre, en peligrosa
Marcha me conducía abandonado
Al olëaje de la mar undosa.
Entonces recordé mi sosegada
Niñez: cuando mi madre me tenía
Sentado en sus rodillas y posada
Su mano en mi cabeza, dirigía
Mi atención al altar donde radiante
Se elevaba una imagen de MARÍA.
Y entonces recordé la voz vibrante
Del monje que en el púlpito exclamaba:
«La existencia más larga es un instante;
»Honor, gloria, poder, todo se acaba
»Con ella: sólo nuestras obras viven,
»Y ¡ay del que con sus obras no se cava
»Su tumba! Todos del Señor reciben
»Para el bien un talento, y Dios ordena
»Que el suyo todos para el bien cultiven. »
Recordé que esto oí en la edad serena
De la cándida fe, cuando la mente
Virgen recibe la impresión ajena
Que conserva indeleble eternamente.
Hasta entonces jamás mirado había
Detrás de mí: tornéme ansiosamente
El rastro á ver de la existencia mía:
¿Qué vi? la inmensidad del ocëano
Que tras de mí desierta se extendía.
La nave de mi alma un solo grano
De lastre no llevaba, ni una sola
Flor de las islas conservó mi mano.
El rumor de una ola y otra ola
No más en torno oía, y el profundo
Són de la mar que el corazón desola
Blando susurre ó muja furibundo.
¿Me comprendes, Muriel? te voy contando
La historia de mi alma: lo que al mundo
Nadie cuenta jamás: lo que llevando
Va cada cual consigo, cuidadoso
En el inquieto corazón guardando.
Lo que el hombre no dice vergonzoso,
Mas lo que á solas piensa en el momento
En que cierra su párpado al reposo.
Iba yo, pues, al olëaje lento
Del golfo de la vida en la barquilla
De mi alma vogando, el pensamiento
Tornado á mi niñez, de toda orilla
Lejos, el corazón triste y vacío
De lo pasado, viendo que la quilla
Del alma no dejaba entre el bravío
Olëaje señal, y nuevo rumbo
Dar meditando al barquichuelo mío:
Y he aquí que de las ondas al balumbo
Avanzando al azar ciego y perdido
De olas en olas y de tumbo en tumbo,
Vi una isla á lo lejos; decidido
Torné á ella mi proa y tomé suelo
En país para mí desconocido;
La _Isla de la Razón_ era, que el Cielo
Puso en mitad del viaje de la vida.
La rica nave, el débil barquichuelo
Que allí aporta sin rumbo, la perdida
Brújula cobra y desde allí dirige
Su viaje á fácil playa. Guarecida
La _Razón_ de esta isla, en ella rige
Como reina, teniendo en su ribera
Dos luces siempre ardiendo, y una elige
De las dos el que arriba, su postrera
Travesía al hacer: cada uno enciende
Su antorcha en una y, breve ó duradera,
Con esta luz su travesía emprende,
Cuerdo ó desatinado, el navegante
Que á sí no más en la elección atiende.
De saltar en su isla en el instante
«De la fe es esta luz, del siglo es esta»
Me dijo la _Razón_: y, vacilante
En la difícil elección funesta
Entre la fe y el siglo, al alma mía
Entre las luces de ambos dejó puesta.
La antorcha de la fe no despedía
Más que un rayo de luz tranquilo y puro,
Que por la limpia atmósfera subía
Recto á perderse en el azul obscuro
De la pura región, que el ojo humano
No contempló jamás fijo y seguro.
Á la _luz de la fe_ nada cercano
Sobre el haz de la tierra se alcanzaba:
Pero en la altura del zenit lejano
Veíase una estrella y se dudaba
Si la luz de la fe de ella venía,
Ó la luz de la fe se la prestaba.
Yo entre la tierra y la región del día
Este rayo común juzgué, y no en vano,
Que comunicación establecía.
Circundaba este rayo soberano
Rico enjambre de abejas luminosas
Con alas de oro, cuanto más cercano
Al resplandor su vuelo más hermosas:
Y en el centro del rayo refulgente
Labraban sus panales oficiosas.
Quemábalas al fin el foco ardiente
Y en lugar de cenizas, convirtiéndolas
En bellísimas aves, de repente
La luz del rayo místico impeliéndolas,
Tomaban vuelo hacia el zenit palomas,
Águilas, cisnes, garzas y oropéndolas;
Y abrasada su miel, suaves aromas
Exhalaba que en la aura derramándose
Embalsamaban mar, valles y lomas.
La _luz del siglo_, móvil elevándose,
Culebreaba con llamas refulgentes
De su foco en redor desparramándose,
Formando con sus llamas transparentes
Un bello árbol de luz que reflejaba
Los colores del iris esplendentes.
Bajo este árbol radiante vegetaba
Innumerable colección de flores,
En la que muchedumbre se criaba
De mariposas, ricas en colores,
Agradables en forma y movimiento,
Y en gala incomparables y en primores.
Susurro vago y apacible y lento
Con sus alas hacían y en contorno
De aquel árbol de luz giros sin cuento:
Mas al fin deslumbradas y al bochorno
Del fuego enloquecidas, acercándose
Al foco abrasador, del rico adorno
De sus puros colores despojándose,
Poco á poco en la luz se iban lanzando
Y unas tras otras en la luz quemándose;
Y un poco de humo fétido exhalando,
Polvo las mariposas se volvían,
Su sitio ante la luz á otras dejando.
_Más bellas las abejas renacían_
_En la luz de la Fe, y las mariposas_
_Polvo en la luz del siglo se volvían. _
¿Quién de aquestas dos luces misteriosas
La alegoría mística no advierte?
La miel de las abejas oficiosas,
Que en aroma á su luz la fe convierte,
Son _las obras_ del hombre, que embalsaman
Su memoria triunfante de la muerte.
El polvo que de sí cuando se inflaman
Las mariposas sueltan, son _las horas_
Que en el siglo sin fruto se derraman.
Estériles así ó germinadoras
Son, sin fe, mariposas nuestras vidas
Y abejas con la fe trabajadoras;
Las almas naves á la mar partidas,
Ricas, seguras, con la fe vogando,
Con el siglo, sin lastre, sumergidas.
Todas de la _Razón_ van arribando
Á la isla: en sus luces toman fuego
Y siguen á las costas navegando.
Yo, que ha ya siete lustros que navego
Por la existencia, á la _Razón_ arribo
Y en su luz tomo de mi antorcha el fuego:
Y el escaso talento que recibo
Del Señor para el bien, constante abeja
Labrando mi panal, con fe cultivo.
Pienso que de mi fe duda no deja
En ningún corazón mi alegoría,
Pues mi alma en sus luces se refleja.
¿Qué es un poeta? Un ave en la sombría
Selva del mundo por su Dios lanzada
Para llenar sus senos de armonía:
Mas no para gorjear desatinada
Día y noche, la selva ensordeciendo,
Malgastando la voz que le fué dada
Para elevarla audaz sobre el estruendo
Mundanal, y con fe consoladora
La gloria de su Dios enalteciendo.
No al poeta se dió la voz sonora
Como engañosa voz á la sirena,
Ni como al cocodrilo voz traidora;
La del poeta el ánimo serena
Del hombre por la tierra peregrino:
Dulce y divina voz que le enajena,
La patria celestial de donde vino
Recordándole siempre y aliviando
La fatiga mortal de su camino.
¡Ay del poeta que, sin fe cantando,
Sólo murmullo efímero levanta
Como el agua y el aire susurrando!
¡Ay del poeta que su fe no canta
Y la gloria del pueblo en que ha nacido,
Enronqueciendo en vano su garganta!
¡Mariposa y no abeja! --Tal ha sido
La causa que, tenaz, de esta obra mía
En el asiduo afán me ha sostenido.
Cambia con mi _razón_ mi poesía,
Y á _la luz de la fe_ recapacito
Que he sido mariposa hasta este día.
Ha siete lustros que la tierra habito,
Ave insensata que en la selva trina
Con inútil gorjear, y necesito
Utilizar la inspiración divina
Que al poeta da Dios, el sacrosanto
Sino cumpliendo á que mi sér destina.
Y he aquí por qué cuando hoy mi voz levanto,
_Cristiano y Español, con fe y sin miedo,_
_Canto mi religión, mi patria canto_.
Con mi destino cumplo como puedo;
Y si sucumbo por llenarle, en suma,
Con Dios en paz y con mi patria quedo.
Ahora, Muriel, en alas de mi pluma
Volvamos al dintel de mi poema;
(Puesto que es fuerza que de tal presuma. )
En tanto, pues, que en la jornada extrema
Tocamos, ven conmigo hacia GRANADA,
Regio florón de la oriental diadema.
Ven de mi narración la no trillada
Senda siguiendo: al arabesco estilo
La encontrarás de flores alfombrada.
No es un camino real tirado al hilo
Derecho y espacioso, mas conduce
Por medio de un vergel al regio asilo
Del alcázar Muslim, y se introduce
Antes por bib-arrambla do las flores
Verás más bellas que el Genil produce.
Fátima la Zegrí, _perla_ de amores,
Cual su nombre lo dice: la Azafía
_Cándida_ como el suyo: la en albores
Extremada Jarifa: _albor del día_,
La dicha así por su beldad, Zoraya:
Zaida, que fuego en el mirar tenía:
La _espejo_ de constantes Almeraya:
Zelinda, la orgullosa Alpujarreña:
Borina, prez de la murciana playa:
Zora, la voluptuosa Malagueña:
Zobeika, la rival de Sarracina:
Lindaraja, la ardiente Zahareña,
Y cuantas tuvo, de beldad divina
Prodigios humanados, nobles moras
La conquistada corte Granadina.
Hallarás en mi libro encantadoras
Leyendas, orientales fantasías,
Que más dulces tal vez te harán las horas,
En rimas pobres, pues al fin son mías,
Pero halagüeñas para aquel que aprecia
La Hispana gloria y los pasados días.
No encontrarás los númenes de Grecia
Invocados en él: genios distintos
Asisten á mis héroes en su recia
Caballeresca lid; bajo sus plintos
Los templos de la Cruz no dan ya paso
Á Venus ni á Plutón, ni en los recintos
De la Alhambra jamás trotó el Pegaso:
Que el rayo vivo de la Fe Cristiana
Cegó á las Musas y quemó el Parnaso.
Hallarás en mi libro, á la Africana
Usanza, algo excesiva galanura,
Pues fiel la lira con la acción se hermana
Y el tono que la da seguir procura:
Mas no el poema juzgues de la vaga
LEYENDA DE AL-HAMAR por la lectura.
Su narración fantástica divaga
Enfática y difusa á cada punto
Por su argumento celestial, que halaga
Tal vez, mas tal vez cansa; su conjunto
Ni en forma, ni en estilo da en efecto
De mi poema idea, aunque su asunto
Se encuentra al del poema tan afecto
Que, á faltar la leyenda, desmembrada
Su acción parecería é imperfecto
Su plan, como palacio sin portada.
Tal es mi obra. --Ahora penetremos,
Muriel, en el recinto de GRANADA.
¡Y ojalá que á sus términos extremos,
Como á risueño fin de alegre viaje,
Al compás de mi cántico lleguemos!
¡Y plegue á Dios que el bárbaro ropaje
De mi cuento Muslim vuelva con pompa
Manto imperial el albornoz salvaje!
¡Y plegué á Dios que, cuando el canto rompa,
Se me torne el laüd que me acompaña
La de homérico són épica trompa,
Que el eco lleve de mi voz á España!
III
INSPIRACIÓN
¡Cristiana inspiración, hija del cielo,
Que diste sér á mi canción primera,
De mi existencia en el placer y el duelo
Guía siempre lëal y compañera!
Tú que, al vestirme mi mortuorio velo,
Dirás conmigo mi oración postrera:
Tú que abrirás con el sepulcro al alma
De la tranquila eternidad la calma:
Tú que, al soplo de un aura perfumada,
Con mi espíritu errante has recorrido
los desiertos del África abrasada,
Pensil de palmas, de serpientes nido:
Y los cármenes frescos de Granada,
Edén para los Árabes perdido:
Y los talleres de Albión obscura:
Y de París la bacanal impura:
Tú que, perenne, con materna mano
Conservaste en mi alma por doquiera
De la Esperanza el incorrupto arcano
Y de la Fe la inextinguible hoguera:
Tú que, al cruzar el arenal mundano,
Has templado mi sed rabiosa y fiera
Aplicando á mis labios la ambrosía
Del cáliz de la dulce poesía;
No me abandones hoy que necesito
Purificar y esclarecer mi idëa,
Al fuego santo del fanal bendito
Do inflamó Dios tu inextinguible tea.
Hoy que anhelo una voz de eco infinito,
Que más que de mortal robusta sea,
Para enviar á la tierra en que vi el día
En alas de un cantar el alma mía.
¡Inspiración católica, más fuerte
Que los tres elementos destructores
De la envidia, del tiempo y de la muerte!
Ciñe mi sien y mi laüd de flores:
Mágico encanto en mis palabras vierte
Y, en brazos de los vientos voladores,
Del turbio Sena al pobre Manzanares
Lleva mi corazón en mis cantares.
Vuela y á España di que todavía
Sin ira y sin pavor mi voz resuena
Sobre el festín de la centuria impía,
Que á sus míseros hijos envenena
Brindándoles las copas de su orgía,
Que la revolución con sangre llena:
Dila que hasta que espire en mi garganta
Celebrará su gloria y su fe santa.
LEYENDA
DE
MUHAMAD AL-HAMAR EL NAZARITA
REY DE GRANADA
DIVIDIDA EN CINCO LIBROS
Libro de los Sueños.
INTRODUCCIÓN
En el nombre de Aláh clemente y sumo
Que da sombra á la noche, luz al día,
Voz á las aves y á las hierbas zumo:
Cuya suprema voluntad podría
Tornar de un soplo el universo en humo,
Y que atesora en mí su poesía,
Escrita os doy para su eterna gloria
Del príncipe Al-hamar la regia historia.
Bálsamo que disipa la amargura,
Luz del pesar sombrío ahuyentadora,
Es su sabrosa y celestial lectura
Risueña como fuente saltadora,
Grata como del campo la verdura,
Bella como la grana de la aurora,
Tierna cual de la tórtola las quejas,
Dulce como el panal de las abejas.
Destila de sus versos ambrosía
Su dulce narración maravillosa:
Exhala su fecunda poesía,
Grato como la esencia de la rosa,
Mágico són de incógnita armonía;
Y cual lluvia de Abril, que lenta posa
Sus gotas en la flor, vierte en el alma
Su amena relación plácida calma.
Encierra sus conceptos peregrinos
Misteriosa virtud y fuerza varia:
Aplacan el rigor de los destinos
Elevados á Aláh como plegaria:
Regalan á quien lee sueños divinos
Leídos en la alcoba solitaria,
Cuya influencia y compañía amiga
Calman del cuerpo la mortal fatiga.
No hay sér bajo el imperio de la luna
Que su lección sagrada no comprenda,
Ni Aláh produjo criatura alguna
Que no sienta placer con su leyenda.
El pez á quien abriga la laguna,
El ave que del árbol hace tienda,
La fiera que entre rocas se sepulta,
El reptil que en los céspedes se oculta:
Y en su colmena el zumbador insecto,
Y en su corteza el röedor gusano,
Y el árbol recio en su vigor perfecto,
Y el aire inquieto en su vagar liviano,
Y el sordo incendio en su humear infecto,
Y en su ciego furor el ocëano,
Prestan oído respetuoso y grato
Al armónico són de su relato.
Esculpido en las hojas de sus flores
Se guarda en el Edén por altos fines:
Y los justos en él habitadores,
Los ángeles que velan sus confines,
Las hurís que alimentan sus amores
Y los genios que pueblan sus jardines,
Gozan en descifrar sus caracteres
En la paz de sus místicos placeres.
Tal es la historia peregrina y bella
Que os doy en estas hojas extendida,
Para que el pasto y el deleite de ella
Os alivien las penas de la vida:
Pues la luz que en sus páginas destella
Despierta el alma á la virtud dormida,
Y eleva el corazón y el pensamiento
Á la pura región del firmamento.
Y aunque en idioma terrenal y humano
Para la humana comprensión la escribo,
De espíritu más alto y soberano
Su luminosa inspiración recibo.
Guía mi corazón, guía mi mano
Sér á quien dentro de mi sér percibo,
Y el genio ardiente que en mi pecho habita
La palabra me da que os doy escrita.
Leedla, pues; y el ámbar que perfuma
Del Paraíso la mansión divina,
Y el resplandor que de la esencia suma
Derramando los mundos ilumina,
Y el rumor que levantan con su pluma
Las alas de Gabriel cuando camina,
Embalsame y alumbre y dé contento
Á cuantos lean el divino cuento.
Nació Al-hamar y sonrió el destino
Contemplándole amigo: la fortuna,
Fijando un punto su inconstancia, vino
Amorosa á mecer su blanda cuna:
Y, el curso de su carro diamantino
Parando en el zenit, la casta luna
Tendió desde él con maternal cariño
Tierna mirada sobre el regio niño.
Del ángel que custodia su persona
Bajo las alas de perfume llenas,
Dió sus primeros pasos en Arjona
Sobre el tapiz fragante de azucenas
Que dan al pueblo natural corona,
Sus vegas en redor ciñendo amenas:
Y sin dolencia corporal alguna
Llegó á la juventud desde la cuna.
Ánimo noble y continente bello,
Porque inspirara afecto y simpatía,
Dióle el Señor. Espléndido destello
Puso en sus ojos de la luz del día:
La gracia de el del cisne dió á su cuello
Dió á su voz de las auras la armonía:
Dió á su talle lo esbelto de la palma,
Y el temple de los genios á su alma.
Dió el carmín de la aurora y de la nieve
La limpieza á su tez; dió á su cintura
La grave majestad con que se mueve
El león, y del corzo la soltura:
Del sabio á su palabra dió lo breve,
La paz del niño á su sonrisa pura,
Y al corazón sin miedo y sin codicia
La fe, la lealtad y la justicia.
Diestro en la lid, en el consejo sabio,
Seguro en la virtud, fuerte en la ciencia,
Modesto en la victoria, en el agravio
Perdonador y sobrio en la opulencia:
En la mano la dádiva, en el labio
El consuelo y la paz, de la violencia
Castigador, y hermoso en la persona,
Nació digno Al-hamar de la corona.
Chispa encendida de la fe en la hoguera
Su estrella fué. Su celestial influjo
En el erial de la vital carrera
Por luminosa senda le condujo.
La ventura tras él fué por doquiera,
Su presencia doquier el bien produjo;
Amigos y enemigos le admiraron
Y la historia y el tiempo le afamaron.
Luchas civiles de la gente mora
Le llamaron urgentes á la guerra,
Y lidió con honor desde la aurora
Hasta que en sombra se sumió la tierra.
Llevó al fin su bandera vencedora
Del verde valle á la nevada sierra:
Y de un día de Abril en la alborada
Aclamado por rey entró en Granada.
Pequeña población recién tendida
En el seno amenísimo de un valle,
Por donde Darro en sonorosa huída
Abre á sus hondas perfumada calle,
Era entonces Granada, y parecida
Á africana gentil de suelto talle,
Que fatigada en calurosa siesta
Á la sombra durmióse en la floresta.
Y cuando digo población pequeña
Á la de hoy la imagino comparada:
Pues no era entonces cual después fué dueña
De dilatados términos Granada.
Bella ciudad de situación risueña
Y de bizarros Árabes poblada,
Era ciudad no grande, no opulenta,
Mas ya por su valor tenida en cuenta.
Á una orilla del Darro que mojaba
De sus labradas puertas los umbrales,
(Por bajo de la _cádima alcazaba_
Ceñida de murallas colosales)
Un barrio se extendía que habitaba
Raza de los egipcios arenales
Oriunda: gente audaz, de miedo ajena,
De negros ojos y de tez morena.
Tribu, como nacida en el desierto,
En sus gustos voluble y pareceres,
De este jardín á su escasez abierto
Doblemente apegada á los placeres.
Sus blancas azoteas eran huerto
Cuidado con afán por sus mujeres,
Y sombreaban sus altos miradores
Toldos fragantes de enredadas flores.
Gozaban de sabrosos alimentos,
Ocio oriental y cómodo vestido;
Cercaban sus alegres aposentos
Blandos cojines de sutil tejido:
Revestía sus limpios pavimentos
Mármol de Macäel blanco y pulido,
Los muros preciosísimo estucado
Y el friso trabajoso alicatado.
Sostenían los ricos arquitrabes
De sus claros moriscos corredores
Columnas ligerísimas. Sus naves
Adornaban arábigas labores,
Sutiles cual la pluma de las aves,
Tan brillantes como ella en sus colores;
Frutales desde el huerto á las ventanas
Alargando limones y manzanas.
Sus patios, que en albercas espaciosas
Reciben unas aguas cristalinas
Al cuerpo gratas y al beber sabrosas,
Pilas eran de baño alabastrinas,
Sembrado el borde de arrayán y rosas,
Donde las bellas moras granadinas
El seco ardor de la mitad del año
Ahuyentaban de sí con fresco baño.
Y en las serenas noches del estío,
Á la luz misteriosa de la luna,
Al són del agua del plateado río,
Y al compás de una cántiga moruna
(Dulce recuerdo del país natío
Que no se olvida en la mejor fortuna),
Sentábanse á danzar en la ribera
La alegre _Zambra_, y la _Jeíz_ ligera.
Tal fué la tribu y las mansiones tales
Que á una margen del Darro se extendían,
Mirándose en sus líquidos cristales
Á cuyo són los dueños se adormían:
Y tan gratas sus casas orientales
Eran, tal el contento en que vivían,
Que con justicia los que en él moraron
El _barrio del deleite_ le llamaron.
La otra ribera del sonante río
Era una verde y desigual colina,
Cuya enramada falda daba umbrío
Y ancho tapiz al agua cristalina,
Y cuyo lomo, seco en el estío,
Fundamento á una torre casi en ruina,
Que sirviendo á dos términos de raya
Era alminar á un tiempo y atalaya.
Domínase en la cumbre de esta altura
La extensión de la vega granadina,
Rica alfombra de flores y verdura
Que tendió ante sus plantas la divina
Mano de Aláh: tesoro de frescura,
Manantial de salud y peregrina
Mansión de toda dicha, cuyas suaves
Auras encantan con su voz las aves.
Ven desde allí los ojos embebidos
Cien alegres y blancos lugarejos,
Que de palomas asemejan nidos
Entre las verdes huertas á lo lejos;
Y montes cien que, por el sol heridos,
Descomponen su luz con mil reflejos
Que lanza el agua y el metal que encierra
Pródiga madre su fecunda tierra.
Allí anidan al par todas las aves
Y se abren á la par todas las flores:
Con la rápida alondra águilas graves,
Con la murta el clavel de cien colores;
Se respiran allí cuantos las naves
De oriente traen balsámicos olores,
Y allí da el cielo deliciosas frutas,
Y encierran minas las silvestres grutas.
Allí, bajo aquel cielo transparente
Donde vieron su Edén los Africanos,
Hállase aún en ideal viviente
La mujer de contornos sobrehumanos,
De ojos de luz y corazón ardiente,
De enano pie y anacaradas manos,
Cuya generación guardarán solas
Las árabes provincias españolas.
Moran allí esas célicas huríes,
Que pintan las muslímicas leyendas
Reclinadas en frescos alhamíes,
Sobre lechos de azahar, bajo albas tiendas;
Cuyos labios de rosas y alelíes
Guardan, de ardiente amor sabrosas prendas,
Palabras que embelesan los oídos
Y besos que adormecen los sentidos.
Aquellas celestiales hermosuras
Que coloca el Korán en su divina
Fantástica mansión de las venturas,
Cuya mirada el iris ilumina,
Cuyo aliento desparce esencias puras,
Cuyo seno y espalda alabastrina,
Velando mal sus mágicos hechizos,
Negros circundan y flotantes rizos.
Vense del cerro aquel gigantes cimas
Que eternas cubren seculares nieves,
Donde por grietas mil sus hondas simas
Ríos destilan en arroyos breves:
Y allí, cosechas para dar opimas,
Refréscanse al pasar las auras leves,
Que bajan luego á fecundar la vega
De las fuentes al par con que se riega.
Vese también por el siniestro lado
El valle de Genil, cuyos raudales
Bañan la verde amenidad de un prado
Cubierto de avellanos y nopales.
Gózase allí de un aire perfumado
Con el subido olor de los frutales,
Del cantueso, tomillo y mejorana,
Que el aura mueve al revolar liviana.
Y entre este barrio de delicias lleno
Y esta florida y desigual colina,
Se extiende el valle cuyo fértil seno
Fecunda el Darro que por él camina:
Y es el lugar más grato y más ameno,
La situación más bella y peregrina
De cuantos ríos fertiliza y baña
En la extensión de nuestra rica España.
Aquí, pues, á la margen de este río,
En la aromada falda de esta altura,
En una noche límpida de estío,
Y al són del agua que á sus pies murmura,
Arrobado en extraño desvarío
La alameda cruzaba á la ventura
Al-hamar, que en paseo misterioso
Olvidaba las horas del reposo.
Único sér con movimiento y vida
En la nocturna soledad errando,
Sin que la tierra por su pie oprimida
Crujir se oyera con el césped blando
De que la tierra inculta está mullida,
Algún insomne le juzgó temblando
Alma que torna á visitar la huesa
Del cuerpo en cuya cárcel vivió presa.
Flotaba suelto el alquicel nevado,
Blanqueaba del turbante el albo lino,
Y relucía en piedras engastado
El puño del alfanje damasquino:
Y este blanquear y relucir callado,
Á intervalos oculto del camino
Entre los troncos que al pasar cruzaba,
Faz de visión á su persona daba.
Y tal avanza silenciosa y lenta
Del solitario valle en la espesura,
Y al verla calla el ruiseñor que cuenta
Sus amores al aura, y á la hondura
Del río se desliza soñolienta
La culebra enroscada en la verdura,
Y el vuelo tiende á la contraria orilla
Espantada la tímida abubilla.
En tanto el noble príncipe, sumido
En el mar de sus propios pensamientos,
Ni atiende al ave que ahuyentó del nido,
Ni al reptil que saltó, ni á los acentos
Que el ruiseñor ahogó: y embebecido
Continúa avanzando á pasos lentos,
Hasta perderse en la arboleda obscura
Que se espesa del valle en la angostura.
Formaba esta recóndita arboleda
Un extendido bosque de avellanos,
Guardador de una espesa moraleda
Donde sus utilísimos gusanos
Daban por fruto delicada seda,
Que labrada después por diestras manos
Iba en preciosas telas y tejidos
Á todos los mercados conocidos.
Brotaba una sonora fuentecilla
En medio de esta fértil enramada,
Vertiendo sus cristales por la orilla
De tilos aromáticos orlada.
Hallábase en redor, con maravilla
De los ojos, la tierra cultivada,
Y (obra admirable de cuidosas manos)
Hechos jardín los céspedes villanos.
Corría allí suavísimo el ambiente
Cargado con la esencia de mil flores,
Y al respirarle huían de la mente
Los pensamientos tristes, sinsabores
Y duelos ahuyentando; y la corriente
Del manantial remedio á los dolores
Era del cuerpo débil, cuyos males
Cedían al beber de sus raudales.
Lugar divino en la región humana
Colocado era aquél: retiro augusto
De algún Genio de estirpe soberana
Que el sacro Edén abandonó por gusto:
Destierro acaso de una hurí que vana
Apreció su beldad más que fué justo:
Cita acaso de un Silfo en sus amores:
Lecho tal vez del Ángel de las flores.
Allí á Al-hamar inspiración secreta
Á hallar condujo solitario asilo,
Y allí, al mirarse en soledad completa,
Irguió la frente y respiró tranquilo:
Y á la sombra y al són que esparce inquieta
La extensa copa de oloroso tilo,
Sentóse alzando la real mirada
Al cielo azul de su gentil Granada.
DON JUAN: ¡Imposible! ¡En un Impossible! In a moment's flight
momento
borrar treinta años malditos to wipe out thirty years,
de crímenes y delitos! : whose sin and crime appears!
ESTATUA: Aprovéchale con tiento, Take care, for you might.
( Tocan a muerto. ) (The tolling for the dead is heard. )
porque el plazo va a expirar. The term is about to expire
y las campanas doblando and the bells that you hear ringing
por ti están, y están cavando are for you, and they are digging
la fosa en que te han de echar. the ditch where you'll lie in the
mire.
(Se oye a lo lejos el oficio de (Far off is heard the office of the
difuntos. ) dead. )
DON JUAN: ¿Conque por mi doblan? So they are ringing for me?
DON GONZALO: Sí. The same.
DON JUAN: ¿Y esos cantos funerales? And those funereal chants?
ESTATUA: Los salmos From whence
penitenciales, rise psalms of penitence:
que están cantando por ti. they are singing your name.
(Se ve pasar por la izquierda luz (Lighted torches can be seen
de hachones, y rezan dentro. ) passing by on the left, and prayers
are heard off stage. )
DON JUAN: ¿Y aquel entierro que And that burial procession whose
pasa? feet go by?
DON GONZALO: Es el tuyo. Is yours.
DON JUAN: ¡Muerto yo! I'm dead!
DON GONZALO: El capitán te mató The Captain killed you, instead,
a la puerta de tu casa. at the door of your house, in the
street.
DON JUAN: Tarde la luz de la fe Too late faith's perfect light
penetra en mi corazón, pierces my heart, and brings
pues crímenes mi razón with sweet illuminings
a su luz tan sólo ve. my crimes to reason's sight.
Los ve. . . y con horrible afán, Sight. . . of horrible pain,
porque al ver su multitud since to see their multitude
ve a Dios en la plenitud is to see the plenitude
de su ira contra don Juan. of God's anger with Don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui Oh! Wherever I strayed
la razón atropellé, I trampled on right,
la virtud escarnecí, virtue, the jade,
a la justicia burlé, I scorned, tricked the might
y a las mujeres vendí. of the law, and women, betrayed.
Yo a las cabañas bajé, I went down the alleys.
yo a los palacios subí, and up to the palaces,
yo los claustros escalé, boarded cloisters, like galleys,
pues tal mi vida fue, . . . . . no, no pardon for me.
no, no hay perdón para mí. since my life was such as this,
Mas ¡ah! estáis todavía But you are still here for me,
(A los fantasmas. ) (To the phantoms)
con quietud tan pertinaz! with such enduring quietude!
Dejadme morir en paz Let me die in peace, in solitude
a solas con mi agonía. alone in my agony.
Mas con esa horrenda calma, But with that awful silence,
¿qué me auguráis, sombras fieras? what do you augur, fierce spirits?
¿Qué esperan de mí? What do you want from me?
(A la estatua de Don Gonzalo. ) (To the statue of Don Gonzalo)
ESTATUA: Que mueras, That you cease to exist,
para llevarse tu alma. your soul forget this existence.
Y adiós, don Juan; ya tu vida And so goodbye Don Juan, the bells
toca a su fin, y pues vano toll the end of your being, and
todo fue, dame la mano since all was in vain, give me your
hand,
en señal de despedida. as a token of our farewells.
DON JUAN: ¿Muéstrasme ahora Now your friendship, at the end?
amistad?
ESTATUA: Si; que injusto fui Yes, for I was unjust to you,
contigo,
y Dios me manda tu amigo and God now orders me to
volver a la eternidad. return to eternity as your friend.
DON JUAN: Toma, pues. Here then.
DON GONZALO: Ahora, don Juan, Don Juan, now
pues desperdicias también that you even throw away
el momento que te dan, the last moment allowed,
conmigo al infierno ven. come with me to hell, today.
DON JUAN: ¡Aparta, piedra fingida! Deceiving stone, take flight!
Suelta, suéltame esa mano, Let go, let go of my hand,
que aun queda el último grano for the last grain still hangs
en el reló de mi vida. in the hourglass of my life.
Suéltala, que si es verdad Let go: if it's true for me
que un punto de contrición that a moment of contrition
da a un alma la salvación can yield a soul's salvation
de toda una eternidad, for all eternity,
yo, Santo Dios, creo en Ti; Holy God, I believe in You: may it be
si es mi maldad inaudita, though my sins are mighty, I admit,
tu piedad es infinita. . . that your mercy indeed is infinite. . .
¡Señor, ten piedad de mí! Lord, have mercy on me!
ESTATUA: Ya es tarde. It is. . . . . . too late.
(Don Juan se hinca de rodillas, (Don Juan falls to his knees,
tendiendo al cielo la mano que le stretching the hand the statue
deja libre la estatua. Las leaves free to heaven. At the
sombras, esqueletos, etc. , van a moment the shades, skeletons, etc.
abalanzarse sobre él, en cuyo are about to fall on him, the tomb
momento se abre la tumba de doña of Doña Inés opens and she appears.
Inés y aparece ésta. Doña Inés Doña Inés takes the hand Don Juan
toma la mano que don Juan tiende stretches toward heaven. )
al cielo. )
ESCENA III SCENE III
(Don Juan, la estatua de don (Don Juan, the statue of Don
Gonzalo, doña Inés, sombras, etc. ) Gonzalo, Doña Inés, spirits, etc. )
DOÑA INÉS: ¡No! Heme ya aquí, No! For I am here,
don Juan; mi mano asegura Don Juan; my hand preserves
esta mano que a la altura your outstretched hand, that serves
tendió tu contrito afán, to lift your heart on high, and
y Dios perdona a don Juan God forgives Don Juan,
al pie de mi sepultura. by my grave, as love deserves.
DON JUAN: ¡Dios clemente! ¡Doña Merciful God! Doña Ines!
Inés!
DOÑA INÉS: Fantasmas, desvaneceos: Phantoms, vanish below!
su fe nos salva. . . , volveos His faith saves us. . and so
a vuestros sepulcros pues. to your graves again, no less.
La voluntad de Dios es: It is the will of God: and yes,
de mi alma con la amargura with the astringency of my soul
purifiqué su alma impura, I cleansed his impure soul,
y Dios concedió a mi afán and God yielded, at my desire,
la salvación de don Juan Don Juan's salvation from fire,
al pie de la sepultura. by the grave's threshold.
DON JUAN: ¡Inés de mi corazón! Inés, my heart's true passion!
DOÑA INÉS: Yo mi alma he dado por ti I gave my soul for you
y Dios te otorga por mí and God grants that it's true
tu dudosa salvación. your despaired-of salvation.
Misterio es que en comprensión This is a mystery of creation
no cabe de criatura, no mortal may comprehend,
y sólo en vida más pura and only in that life without end,
los justos comprenderán the just shall understand
que el amor salvó a don Juan that love has saved Don Juan
al pie de la sepultura. before he could descend.
Cesad, cantos funerales; Cease, you funeral sounds:
(Cesa la música y salmodia. ) (The music and psalms cease. )
callad, mortuorias campanas; Be still, death's bells on high:
(Dejan de tocar a muerto. ) (They stop tolling the death bells)
ocupad, sombras livianas, fickle shadows, occupy
vuestras urnas sepulcrales; your sepulchral mounds.
(Vuelven los esqueletos a sus (The skeletons return to their
tumbas, que se cierran. ) tombs that close. )
volved a los pedestales, On your pedestals, be found,
animadas esculturas; you living sculptures, soon:
(Vuelven las estatuas a sus (The statues return to their
lugares. ) places. )
y las celestes venturas let heavenly fortune
en que los justos están in which the just delight
empiecen para don Juan begin for Don Juan, in sight
en las mismas sepulturas. of his very tomb.
(Las flores se abren y dan paso a (The flowers open and reveal
varios angelitos que rodean a doña various little angels that surround
Inés y a don Juan, derramando Doña Inés and Don Juan, sprinkling
sobre ellos flores y perfumes, y on them flowers and perfumes, and
al son de la música dulce y lejana at the sound of the sweet far off
se ilumina el teatro con luz de music, the stage lights up with the
aurora. Doña Inés cae sobre un light of dawn. Doña Inés falls on a
lecho de flores, que quedará a la bed of flowers that remain in view,
vista, en lugar de su tumba, que instead of her tomb which
desaparece. ) disappears. )
ESCENA ULTIMA FINAL SCENE
(Doña Inés, don Juan, los ángeles) (Doña Inés, Don Juan, angels)
DON JUAN: ¡Clemente Dios, gloria a Ti! Merciful God, Glory to You!
Mañana a los sevillanos Tomorrow, the Sevillians,
aterrará el creer que a manos thinking I fell at my victim's hands,
de mis víctimas caí. will be astonished, it's true.
Mas es justo; quede aquí But that is just: for eternity, too,
al universo notorio may the universe record, men know,
que, pues me abre el purgatorio that the God of mercy, here below,
un punto de penitencia, who, at the moment of contrition,
es el Dios de la clemencia saved my spirit from perdition,
el Dios de Don Juan Tenorio. is the God of Don Juan Tenorio.
(Cae don Juan a los pies de doña (Don Juan falls at the feet of Doña
Inés, y mueren ambos. De sus bocas Inés, and they both die. Their
salen sus almas representadas en souls represented by two brilliant
dos brillantes llamas, que se flames, leave their mouths and
pierden en el espacio al son de la disappear into space accompanied by
música. Cae el telón. ) the sound of music. The curtain
falls. )
FIN DEL DRAMA THE END OF THE DRAMA
GRANADA
GRANADA
POEMA ORIENTAL
PRECEDIDO DE LA
LEYENDA DE AL-HAMAR
POR
DON JOSÉ ZORRILLA
TOMO PRIMERO
NUEVA EDICIÓN
MADRID
IMPRENTA Y LITOGRAFÍA DE LOS HUÉRFANOS
Juan Bravo, 5. --_Teléfono 2. 198_.
1895
[Ilustración]
Más de cuarenta años hace que salió á luz este POEMA; y aun cuando
su numerosa edición fué bien pronto agotada por el público, no ha
vuelto á imprimirse. Vicisitudes de la vida del autor y vicisitudes
del POEMA mismo, cuyo tercer tomo se anunciaba constantemente aunque
nunca llegara á escribirse, fueron causa de que la obra más extensa de
Zorrilla, y en que él cifraba mayor empeño, sea hoy un libro raro, casi
desconocido de la generación actual.
La viuda del gran poeta deseó reimprimir los bellísimos versos del
GRANADA, en memoria de su amante esposo y como legado que él dejó para
auxilio de una numerosa familia; pero su intento hubiera sido estéril
sin el noble concurso de que la propia interesada da razón más adelante.
Esta obra, pues, no sale nuevamente al público para pedir lauros nuevos
á la crítica, sino para propagar su lectura entre los que sólo conocen
de ella que el peregrino ingenio á quien se debe lleva por sobrenombre
EL CANTOR DE GRANADA.
[Ilustración]
CARTA
AL
EXCMO. SR. D. JOSÉ MARTÍNEZ DE RODA
SENADOR POR LA PROVINCIA DE GRANADA
Madrid 1. ° de Junio de 1894.
MI DISTINGUIDO SEÑOR Y AMIGO: No sé cómo manifestar á Ud. mi
agradecimiento por el favor que me hace publicando el POEMA de mi
difunto esposo. Demuestra Ud. con ello ser digno hijo de la hermosa
comarca que él cantó, á la vez que consecuente con la amistad que
Zorrilla le tuvo, y de la cual dejó prueba consignando sus últimos
versos en el Álbum de la Ilustre Señora á quien Ud. ha dado su nombre.
Gracias, pues, de mi parte, así como de las hijas adoptivas del poeta,
favorecidas todas por su generosidad; y aun cuando me consta que Ud.
deseaba ser nuestro protector anónimo, yo creo de rigurosa justicia
hacer pública esta carta en las primeras páginas del libro, como
muestra de un reconocimiento que conservará siempre vivo en su corazón
la que hoy se le ofrece amiga y servidora, q. b. s. m. ,
_Juana Pacheco_,
_Viuda de Zorrilla_.
Este Poema es propiedad de la viuda de Zorrilla, sin cuyo
consentimiento no podrá reimprimirse, ni en todo ni en parte.
Queda hecho el depósito que previene la ley.
[Ilustración]
JUICIO ANTICIPADO DE ZORRILLA
SOBRE SU OBRA
Había pensado (escribe) anteponer á mi poema un académico y razonado
discurso en forma de prólogo, obra desde luego de algún amigo mío,
persona de alta reputación literaria y de grande autoridad, para que
le sirviese de escudo y protección y previniera en su favor la opinión
pública, manifestando abiertamente la parcialidad de la suya; pero he
desistido de semejante pensamiento, porque he reflexionado que, si
el poema fuere bueno, no necesitará de protección; y si fuere malo,
no bastarán para protegerle todas las autoridades reconocidas de la
Cristiandad y del islamismo.
El que crea, sin embargo, que con él pretendo realizar la novena
maravilla (dado que el Escorial sea la octava), y asombrar al mundo
con un poema épico, está en un error, y me honra mucho suponiéndome
tan sobrado de alientos. Mi obra, á la cual notará el discreto que
llamo POEMA ORIENTAL, no es más que una enorme leyenda, en la cual otro
ingenio más competente hallará reunidos los materiales necesarios para
construir el clásico edificio de la magnífica epopeya encerrada en la
época de la conquista de Granada. Avergonzado al ver que extranjeros
autores han llamado antes que nosotros á las puertas de la Alhambra,
ya con el grosero aldabón de la novela descabellada é insulsa, como
Florián, ya con el martillo de la juiciosa y galana historia, como
Washington Irving, heme arrojado á abrir el cancel de su misterioso
alcázar al genio feliz á quien sea dado apoderarse de su encantado
recinto.
Tales son, y no otras, las limitadas pretensiones de mi POEMA.
[Ilustración]
FANTASÍA
Bruselas, 21 de Febrero de 1852.
AL SEÑOR
DON BARTOLOMÉ MURIEL
EN PRENDA DE AMISTAD
Fantasía
I
¿Imaginas que son, Muriel amigo,
Barreras para mí tiempo y distancia?
¿Piensas que porque Flandes me da abrigo,
Mientras tú habitas en la inquieta Francia,
Mi voz no puede platicar contigo,
Mi pie no puede visitar tu estancia?
¡Error! Por ti los imposibles puedo,
Y aunque de Francia parto en Francia quedo.
¿No sabes que el poder de los poetas
Es inmenso, Muriel: que cuanto tocan
Hechizan con su magia: que, sujetas
Á su poder, las almas se convocan
Á oirles: que con prácticas secretas
Hablan con el ausente, al muerto evocan,
Reedifican de un soplo las ciudades
Y hacen retroceder á las edades?
¿Sus órdenes no sabes que obedecen
Ejércitos de genios que á millares
Amigos por doquier les favorecen,
Haciéndoles los montes y los mares
Transponer: que doquiera se aparecen
Sin respetar ni tiempos ni lugares:
Para quienes no hay diques, ni barreras,
Policías, aduanas, ni fronteras?
¡Mísero amigo mío! ese medroso
Són que á los pies de tu callado lecho
Percibes con pavor, que tu reposo
Turba agitando tu apenado pecho,
No es del chisporroteo bullicioso
Que alza tu lamparilla, en el estrecho
Círculo ahogada del cubierto vaso:
Es el rumor de mi imprevisto paso.
Soy yo, que los espacios transponiendo
De mi secreta magia con el arte,
En alcázar fantástico pretendo
Tu cairelado lecho transformarte.
Soy yo, Muriel, que, ante tu faz abriendo
Su dorado cancel, voy á guiarte
Á través de una espléndida morada
Por misteriosos seres habitada.
Sí, yo soy quien asalto tu aposento.
Despierta, pues; la inspiración ahora
En mis entrañas inflamarse siento
Con fuego creador que las devora.
Incapaz de guardar mi pensamiento
El tropel de delirios que atesora,
Va á romper impetuoso sus barreras
Y á lanzar en la sombra sus quimeras.
Yo, poeta que al mundo fuí evocado
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Manes que sus sepulcros han dejado
Para seguirme por la tierra obscura,
Conmigo van y con mi aliento aspiran,
Doquier me cercan y doquier me inspiran.
Sobre sus alas con errante vuelo
Los antros más recónditos visito,
De la pasada edad levanto el velo,
En sus viejos alcázares habito,
El sueño de sus héroes desvelo,
Sus caballeros á la lid concito,
Y al eco audaz de mi inspirado acento
Acuden cabalgando sobre el viento.
Á veces á la luz de las estrellas,
Por una soledad no conocida
Ni habitada jamás, sigo sus huellas
Escuchando el relato de su vida
En una lengua cuyas frases bellas
Una armonía exhalan nunca oída,
Y sin auxilio de palabra ó letra
En mi encantado corazón penetra.
En aquellas fantásticas regiones
El tesoro riquísimo se encierra
De aquellas misteriosas tradiciones
Que la historia veraz de sí destierra,
Más que de sus recónditos rincones
Tenaz la poesía desentierra,
Y que, al amparo de la fe y del arte,
Forman en su región un mundo aparte.
Allí están las tristísimas bellezas
Que lloraron incógnitos amores:
Los héroes sin prez cuyas proezas
No ensalzaron jamás los trovadores:
Armado el paladín de todas piezas,
Coronadas las vírgenes de flores,
Tendidos los de Oriente sobre chales
Ornados con moriscos almaizales.
Allí están las purísimas mujeres
Que, encerradas en santos monasterios,
Conversaron del cielo con los seres
De la virtud sondando los misterios:
Que oyeron en sus místicos placeres
De los santos Querubes los salterios
Y cuyo corazón, libre de amores,
Se espigó y se secó como las flores.
En medio de estos seres ideales,
Que no están amasados con la escoria
De que fuimos formados los mortales,
La vanidad de la mundana gloria
Despreció y halló bálsamo á los males
De nuestra frágil vida transitoria,
Tejido espeso de miserias largas,
De días de pesar y horas amargas.
Allí es donde, á la luz de las creencias
De nuestra infancia, quemo á las memorias
De nuestra hermosa patria las esencias
De la fragante poesía. Historias
Cuyo relato embarga las potencias
Son las de estas visiones ilusorias,
Compañeras alegres de mis cuitas,
De edad mejor imágenes benditas.
Espíritus que en torno de mi lecho
Velan y por mi bien se multiplican,
La pesadilla ahuyentan de mi pecho,
Mis penosos ensueños dulcifican,
Del corazón en la impureza hecho
Los malignos intentos purifican,
Y transforman el campo de mi mente
En un florido Edén resplandeciente.
Ellos en mis vigilias solitarias
Me distraen con dulcísimas memorias,
Me hechizan con sus himnos y plegarias
Y á que escriba me incitan sus historias:
Por sus regiones vago imaginarias,
Abrazo sus visiones ilusorias,
Y en otra creación, con otros seres
Paso mi vida, parto mis placeres.
Por eso elijo las nocturnas horas
Para hacer el relato de mis cuentos,
Labrando en las tinieblas incoloras
Las torres de mis locos pensamientos.
Por eso de sus sombras protectoras,
Asaltando á favor tus aposentos,
Vengo á hacerte, Muriel, la pobre ofrenda
De esta loca y fantástica leyenda.
Tú que, amigo sincero, mis pesares
Cariñoso y leal has consolado:
Tú que del infortunio en los azares
Apoyo generoso me has prestado:
Tú que con honda fe de mis cantares
El poder misterioso has invocado
Del duelo y el afán como anatema,
Escucharás benigno mi poema.
Tú, que sabes del mundo retirarte,
Sin que pueda el turbión de sus insanos
Delirios en su vértigo arrastrarte:
Que de una noble sociedad de hermanos
Has sabido en tu cámara cercarte
Para escuchar mis cuentos africanos,
Quiero que des tu nombre á la portada
De mi oriental leyenda de GRANADA.
¡Y ojalá dure la memoria mía
Cuanto duren los siglos venideros,
Y corra este papel, famoso un día,
De la tierra los ámbitos enteros:
Para que desde Norte á Mediodía
Vayan nuestros dos nombres compañeros,
Y el tuyo brille en la futura historia
Al resplandor de mi futura gloria!
Óyeme pues, Muriel, antes que vuelen
Las horas de los sueños y visiones:
Antes de que los genios se desvelen
Contrarios de mis vagas creaciones,
Y las parleras auras les revelen
El oculto poder de mis canciones:
Antes, en fin, que el Sol con rayos puros
Disipe mis poéticos conjuros.
Óyeme lejos del tumulto loco
De la revuelta sociedad, y fía
Que no nos faltará, si yo la evoco,
Para escuchar mis versos compañía.
Yo, que á mi voz animo cuanto toco,
Voy á poblar la atmósfera vacía
De multitud de espíritus atentos
Que contigo á la par oigan mis cuentos.
Al soplo de mi aliento poderoso,
Va á circundarnos y á prestarme oído
Ese mundo de sombras vagaroso
Por tus preciosos lienzos repartido.
Ese mundo fantástico en reposo
Mantenido hasta hoy, va desprendido
Del muro á hacer de mi velada parte:
Porque, ¿qué hay imposible para el arte?
Yo amo, Muriel, los lienzos y esculturas
Que tu curiosa cámara guarnecen;
Sus soñadas ó históricas figuras
Amigos de mi infancia me parecen:
De otra vida anterior memorias puras,
Recuerdos que mi sér rejuvenecen,
Genios tal vez de mi existencia guías,
Que la conducen á mejores días.
La causa ignoro, mi razón no alcanza
Por qué ha unido, Muriel, mi loca idea
Á un porvenir de luz y de bonanza
Cuanto el lugar de tu mansión rodea:
Mas cuanto en mis delirios de esperanza
Mi corazón, supersticioso, crea,
Lo veo de tus cuartos y pinturas
Ornado con los muebles y figuras.
Ellos han escuchado los primeros
De mi laüd morisco la armonía,
Y, á crëer en fanáticos agüeros,
Padrinos son de la fortuna mía.
En brazos de esas damas y guerreros
Salen mis versos á la luz del día,
Y yo de su presencia no renuncio,
Crédulo, en mi favor, al fausto anuncio.
Yo, en el campo del arte peregrino,
Doquier del arte adorador profundo,
Que presentado á ser voy imagino
En brazos de las artes en el mundo:
Y pues me trajo entre ellas mi destino
Á desplegar las hojas en que fundo
Mi esperanza á la gloria que ambiciono,
Á ilusión tan dichosa me abandono.
Murillo, Rafaël, Salvator Rosa,
Piombo, Teniers, Tiziano, Stein, Morales,
Cuyas firmas de mano vigorosa
Leo sobre esos lienzos inmortales,
Aunque, viles, no logren otra cosa,
Para mis pobres cantos orientales,
Yo de vuestra presencia los auspicios
Acepto con afán como propicios.
Y tú, dulce y amante Garcilaso,
Cortesano cantor de los pastores,
Que cuenco pastoril el áureo vaso
Hiciste do libaste tus amores:
Tú que entre miel y ámbar á tu paso
Sembraste versos que brotaron flores,
Ve si á los míos tu dulzura inspiras
Desde ese marco en que tenaz me miras.
Y vosotros, bizarros personajes,
Seres faltos de sér, á quien del caos
Para adornar sus fondos y paisajes
Sacó el genio vivífico: animaos.
Á mis cristianos himnos y salvajes
Sonatas africanas despertaos:
La poesía en las pasadas eras
Movió los montes y domó las fieras.
Vivificaos, pues, y en torno mío
Agrupaos ¡oh imágenes hermosas
Del amor, el pesar, la fe y el brío!
Venid ceñidas de fragantes rosas,
Ó devorado el corazón de hastío,
Visiones del desierto pavorosas,
Diana impura, llorosa Magdalena,
Vigorosa Judit, robada Elena.
Alba severo, incógnitos señores
De plegados vuelillos y valonas,
Apáticos flamencos fumadores,
Zagales cuyas cabras juguetonas
Pasto buscan de céspedes mejores:
Del marco desprended vuestras personas,
Formad una callada fantasía
Que auditorio idëal preste á la mía.
Revivid á mi acento, yo os conjuro,
Creaciones que estáis en el dominio
De la imaginación: congreso impuro
De dioses ya sin cielo, del triclinio
Baja á mi voz, y aunque te sea duro
Renunciar del Parnaso al patrocinio,
Ven á adorar en mis severos cantos
La gloria de otros númenes más santos.
Venid lúbrica Venus, rubia Ceres,
Diosas en otros tiempos inmortales,
Otros genios á ver y otras mujeres
Hollando vuestro altar y pedestales.
Nuevas Divinidades, nuevos seres
De prez y de virtud más celestiales,
Dan hoy á una mejor mitología
Con más íntima fe más poesía.
¡Gracias, bellas quimeras! ya os percibo;
Dejad de mis conjuros al acento
La vil materia en que creó cautivo
Vuestro ficticio sér un pensamiento.
Apréstate, Muriel: al soplo vivo
De mi fecundo é inspirado aliento,
Voy á abrir á tu atónita mirada
El recinto de la Árabe GRANADA.
II
Mas la planta ¡oh Muriel! ten un momento
Antes que huelles su frondosa vega,
Porque traidor me asalta un pensamiento.
Mal retenida entre tus labios juega
La sonrisa del que oye y, caballero,
Aunque tenaz no cree, cortés no niega.
Que extrañas ¡ay de mí! por ella infiero,
Que con sincera convicción cristiana,
Hoy en són tan veraz como severo
Mi voz resuene, cuando ayer mundana
Y de la tierra escándalo profano
El vicio y el placer cantó liviana.
¿Quieres saber, Muriel, por qué el mundano
Laüd dejando, en harpa vibradora
Las glorias de la Cruz canto cristiano?
¿Quiéres saber por qué, bebiendo ahora
Mi inspiración en el venero vivo
De nuestra Fe, mi voz consoladora
Levanto en el tumulto revulsivo
De nuestro siglo turbulento, al duelo
Del corazón buscando lenitivo?
Pues voy audaz á descorrer el velo
Que tal misterio encubre, en una historia
Que con orgullo y sin temor revelo.
Reservada y recóndita memoria
Del libro inmaterial del alma mía:
Historia sólo para mí: ilusoria,
Poética y gentil alegoría
Nada más para el mundo, á cuyo oído
Jamás imaginé que llegaría.
Aparta, pues, del límite florido
De Granada, que estás casi pisando,
Tu pie, menos feraz y entretenido
Sendero agreste tras de mí tomando,
Y avancemos, Muriel. . . . . pero medita
Que en la región del alma vas entrando.
LAS DOS LUCES
Es la existencia golfo que se agita
Circundando islas mil, cuyo olëaje
De la _nada_ en las playas se limita.
Naves las almas son en que el pasaje
Hacemos de este golfo, cuyo centro
El punto es de partida en este viaje.
Centro es la cuna: una isla mar adentro
En la mitad del golfo colocada,
Do alma y cuerpo se salen al encuentro.
Al mar cada alma desde allí lanzada
Va de una en otra isla escala haciendo,
Hasta dar en las playas de la _nada_:
Allí en la inmensa eternidad cayendo,
Náufrago el cuerpo en la ribera espira
Al criador su nave devolviendo.
_Amor_, _deleite_, _lujo_, _ambición_, _ira_,
_Gloria_, _amistad_, _honor_, _fama_, _y orgullo_,
Islas son donde reina la mentira.
Desde ellas nos reclama con arrullo
Fascinador: de danzas y canciones
Nos envía al pasar manso murmullo:
Á ellas con falaces ilusiones
Nos atrae, y, viajeros perezosos,
Vamos haciendo escala en las pasiones.
_Fe, ciencia, religión_. . . . . son luminosos
Faros que por las varias latitudes
Nos guían de estos mares procelosos.
«¡Voga! » nos dicen con su luz «no dudes.
¡Voga! » y, pilotos de arte y experiencia,
Vamos haciendo escala en las virtudes.
Por las pasiones va nuestra existencia
Sus riquezas gastando, y adquiriendo
Por las virtudes va nueva opulencia.
Las naves bien lastradas al tremendo
Vaivén resisten y oleaje fuerte:
Las vanas ceden al embate horrendo.
Era yo joven: mi conciencia inerte
Dormía, cuando al mundo audaz y solo
Salí fiado en la voluble suerte.
Lëal, franco, inexperto, extraño al dolo,
Creyendo en cuanto vi con fe sincera,
Mío el mundo juzgué de polo á polo.
Mi alma entonces, góndola ligera
En manos de señor joven y ansioso
De vida mundanal y placentera,
Se dejaba guiar por el undoso
Y turbulento mar de la existencia,
Ya á naufragar vecina, ya en reposo
Vogando de aura mansa á la influencia:
Al sol ardiente y á la tibia luna
Meciéndose en el mar con indolencia
Siguió siempre mi nave y mi fortuna
La dulce poesía, compañera
De mi gozo y mi afán desde la cuna:
Y con voz ora humilde, ora altanera,
Mis placeres canté, mis ilusiones
Hechicé, la ventura pasajera
De la vida fugaz en mis canciones
Celebré; y ora crédulo, ora impío,
Templé mi lira con inciertos sones.
Abordé en mi demente desvarío
Del golfo de la vida las riberas
Todas, sin otra ley que mi albedrío.
Sus islas visité más hechiceras:
_Gloria_, _amistad_, _amor_, _deleite_, oyeron
Mis insensatas cántigas primeras:
Y doquier por el golfo me aplaudieron,
Y de lauros cargáronme la frente,
Y embriagándome al fin, me embrutecieron.
Triunfé, amé, disipé, reñí insolente.
¿Qué saqué de esta vida vergonzosa?
Hastiado el corazón, seca la mente.
Mi alma, nave sin lastre, en peligrosa
Marcha me conducía abandonado
Al olëaje de la mar undosa.
Entonces recordé mi sosegada
Niñez: cuando mi madre me tenía
Sentado en sus rodillas y posada
Su mano en mi cabeza, dirigía
Mi atención al altar donde radiante
Se elevaba una imagen de MARÍA.
Y entonces recordé la voz vibrante
Del monje que en el púlpito exclamaba:
«La existencia más larga es un instante;
»Honor, gloria, poder, todo se acaba
»Con ella: sólo nuestras obras viven,
»Y ¡ay del que con sus obras no se cava
»Su tumba! Todos del Señor reciben
»Para el bien un talento, y Dios ordena
»Que el suyo todos para el bien cultiven. »
Recordé que esto oí en la edad serena
De la cándida fe, cuando la mente
Virgen recibe la impresión ajena
Que conserva indeleble eternamente.
Hasta entonces jamás mirado había
Detrás de mí: tornéme ansiosamente
El rastro á ver de la existencia mía:
¿Qué vi? la inmensidad del ocëano
Que tras de mí desierta se extendía.
La nave de mi alma un solo grano
De lastre no llevaba, ni una sola
Flor de las islas conservó mi mano.
El rumor de una ola y otra ola
No más en torno oía, y el profundo
Són de la mar que el corazón desola
Blando susurre ó muja furibundo.
¿Me comprendes, Muriel? te voy contando
La historia de mi alma: lo que al mundo
Nadie cuenta jamás: lo que llevando
Va cada cual consigo, cuidadoso
En el inquieto corazón guardando.
Lo que el hombre no dice vergonzoso,
Mas lo que á solas piensa en el momento
En que cierra su párpado al reposo.
Iba yo, pues, al olëaje lento
Del golfo de la vida en la barquilla
De mi alma vogando, el pensamiento
Tornado á mi niñez, de toda orilla
Lejos, el corazón triste y vacío
De lo pasado, viendo que la quilla
Del alma no dejaba entre el bravío
Olëaje señal, y nuevo rumbo
Dar meditando al barquichuelo mío:
Y he aquí que de las ondas al balumbo
Avanzando al azar ciego y perdido
De olas en olas y de tumbo en tumbo,
Vi una isla á lo lejos; decidido
Torné á ella mi proa y tomé suelo
En país para mí desconocido;
La _Isla de la Razón_ era, que el Cielo
Puso en mitad del viaje de la vida.
La rica nave, el débil barquichuelo
Que allí aporta sin rumbo, la perdida
Brújula cobra y desde allí dirige
Su viaje á fácil playa. Guarecida
La _Razón_ de esta isla, en ella rige
Como reina, teniendo en su ribera
Dos luces siempre ardiendo, y una elige
De las dos el que arriba, su postrera
Travesía al hacer: cada uno enciende
Su antorcha en una y, breve ó duradera,
Con esta luz su travesía emprende,
Cuerdo ó desatinado, el navegante
Que á sí no más en la elección atiende.
De saltar en su isla en el instante
«De la fe es esta luz, del siglo es esta»
Me dijo la _Razón_: y, vacilante
En la difícil elección funesta
Entre la fe y el siglo, al alma mía
Entre las luces de ambos dejó puesta.
La antorcha de la fe no despedía
Más que un rayo de luz tranquilo y puro,
Que por la limpia atmósfera subía
Recto á perderse en el azul obscuro
De la pura región, que el ojo humano
No contempló jamás fijo y seguro.
Á la _luz de la fe_ nada cercano
Sobre el haz de la tierra se alcanzaba:
Pero en la altura del zenit lejano
Veíase una estrella y se dudaba
Si la luz de la fe de ella venía,
Ó la luz de la fe se la prestaba.
Yo entre la tierra y la región del día
Este rayo común juzgué, y no en vano,
Que comunicación establecía.
Circundaba este rayo soberano
Rico enjambre de abejas luminosas
Con alas de oro, cuanto más cercano
Al resplandor su vuelo más hermosas:
Y en el centro del rayo refulgente
Labraban sus panales oficiosas.
Quemábalas al fin el foco ardiente
Y en lugar de cenizas, convirtiéndolas
En bellísimas aves, de repente
La luz del rayo místico impeliéndolas,
Tomaban vuelo hacia el zenit palomas,
Águilas, cisnes, garzas y oropéndolas;
Y abrasada su miel, suaves aromas
Exhalaba que en la aura derramándose
Embalsamaban mar, valles y lomas.
La _luz del siglo_, móvil elevándose,
Culebreaba con llamas refulgentes
De su foco en redor desparramándose,
Formando con sus llamas transparentes
Un bello árbol de luz que reflejaba
Los colores del iris esplendentes.
Bajo este árbol radiante vegetaba
Innumerable colección de flores,
En la que muchedumbre se criaba
De mariposas, ricas en colores,
Agradables en forma y movimiento,
Y en gala incomparables y en primores.
Susurro vago y apacible y lento
Con sus alas hacían y en contorno
De aquel árbol de luz giros sin cuento:
Mas al fin deslumbradas y al bochorno
Del fuego enloquecidas, acercándose
Al foco abrasador, del rico adorno
De sus puros colores despojándose,
Poco á poco en la luz se iban lanzando
Y unas tras otras en la luz quemándose;
Y un poco de humo fétido exhalando,
Polvo las mariposas se volvían,
Su sitio ante la luz á otras dejando.
_Más bellas las abejas renacían_
_En la luz de la Fe, y las mariposas_
_Polvo en la luz del siglo se volvían. _
¿Quién de aquestas dos luces misteriosas
La alegoría mística no advierte?
La miel de las abejas oficiosas,
Que en aroma á su luz la fe convierte,
Son _las obras_ del hombre, que embalsaman
Su memoria triunfante de la muerte.
El polvo que de sí cuando se inflaman
Las mariposas sueltan, son _las horas_
Que en el siglo sin fruto se derraman.
Estériles así ó germinadoras
Son, sin fe, mariposas nuestras vidas
Y abejas con la fe trabajadoras;
Las almas naves á la mar partidas,
Ricas, seguras, con la fe vogando,
Con el siglo, sin lastre, sumergidas.
Todas de la _Razón_ van arribando
Á la isla: en sus luces toman fuego
Y siguen á las costas navegando.
Yo, que ha ya siete lustros que navego
Por la existencia, á la _Razón_ arribo
Y en su luz tomo de mi antorcha el fuego:
Y el escaso talento que recibo
Del Señor para el bien, constante abeja
Labrando mi panal, con fe cultivo.
Pienso que de mi fe duda no deja
En ningún corazón mi alegoría,
Pues mi alma en sus luces se refleja.
¿Qué es un poeta? Un ave en la sombría
Selva del mundo por su Dios lanzada
Para llenar sus senos de armonía:
Mas no para gorjear desatinada
Día y noche, la selva ensordeciendo,
Malgastando la voz que le fué dada
Para elevarla audaz sobre el estruendo
Mundanal, y con fe consoladora
La gloria de su Dios enalteciendo.
No al poeta se dió la voz sonora
Como engañosa voz á la sirena,
Ni como al cocodrilo voz traidora;
La del poeta el ánimo serena
Del hombre por la tierra peregrino:
Dulce y divina voz que le enajena,
La patria celestial de donde vino
Recordándole siempre y aliviando
La fatiga mortal de su camino.
¡Ay del poeta que, sin fe cantando,
Sólo murmullo efímero levanta
Como el agua y el aire susurrando!
¡Ay del poeta que su fe no canta
Y la gloria del pueblo en que ha nacido,
Enronqueciendo en vano su garganta!
¡Mariposa y no abeja! --Tal ha sido
La causa que, tenaz, de esta obra mía
En el asiduo afán me ha sostenido.
Cambia con mi _razón_ mi poesía,
Y á _la luz de la fe_ recapacito
Que he sido mariposa hasta este día.
Ha siete lustros que la tierra habito,
Ave insensata que en la selva trina
Con inútil gorjear, y necesito
Utilizar la inspiración divina
Que al poeta da Dios, el sacrosanto
Sino cumpliendo á que mi sér destina.
Y he aquí por qué cuando hoy mi voz levanto,
_Cristiano y Español, con fe y sin miedo,_
_Canto mi religión, mi patria canto_.
Con mi destino cumplo como puedo;
Y si sucumbo por llenarle, en suma,
Con Dios en paz y con mi patria quedo.
Ahora, Muriel, en alas de mi pluma
Volvamos al dintel de mi poema;
(Puesto que es fuerza que de tal presuma. )
En tanto, pues, que en la jornada extrema
Tocamos, ven conmigo hacia GRANADA,
Regio florón de la oriental diadema.
Ven de mi narración la no trillada
Senda siguiendo: al arabesco estilo
La encontrarás de flores alfombrada.
No es un camino real tirado al hilo
Derecho y espacioso, mas conduce
Por medio de un vergel al regio asilo
Del alcázar Muslim, y se introduce
Antes por bib-arrambla do las flores
Verás más bellas que el Genil produce.
Fátima la Zegrí, _perla_ de amores,
Cual su nombre lo dice: la Azafía
_Cándida_ como el suyo: la en albores
Extremada Jarifa: _albor del día_,
La dicha así por su beldad, Zoraya:
Zaida, que fuego en el mirar tenía:
La _espejo_ de constantes Almeraya:
Zelinda, la orgullosa Alpujarreña:
Borina, prez de la murciana playa:
Zora, la voluptuosa Malagueña:
Zobeika, la rival de Sarracina:
Lindaraja, la ardiente Zahareña,
Y cuantas tuvo, de beldad divina
Prodigios humanados, nobles moras
La conquistada corte Granadina.
Hallarás en mi libro encantadoras
Leyendas, orientales fantasías,
Que más dulces tal vez te harán las horas,
En rimas pobres, pues al fin son mías,
Pero halagüeñas para aquel que aprecia
La Hispana gloria y los pasados días.
No encontrarás los númenes de Grecia
Invocados en él: genios distintos
Asisten á mis héroes en su recia
Caballeresca lid; bajo sus plintos
Los templos de la Cruz no dan ya paso
Á Venus ni á Plutón, ni en los recintos
De la Alhambra jamás trotó el Pegaso:
Que el rayo vivo de la Fe Cristiana
Cegó á las Musas y quemó el Parnaso.
Hallarás en mi libro, á la Africana
Usanza, algo excesiva galanura,
Pues fiel la lira con la acción se hermana
Y el tono que la da seguir procura:
Mas no el poema juzgues de la vaga
LEYENDA DE AL-HAMAR por la lectura.
Su narración fantástica divaga
Enfática y difusa á cada punto
Por su argumento celestial, que halaga
Tal vez, mas tal vez cansa; su conjunto
Ni en forma, ni en estilo da en efecto
De mi poema idea, aunque su asunto
Se encuentra al del poema tan afecto
Que, á faltar la leyenda, desmembrada
Su acción parecería é imperfecto
Su plan, como palacio sin portada.
Tal es mi obra. --Ahora penetremos,
Muriel, en el recinto de GRANADA.
¡Y ojalá que á sus términos extremos,
Como á risueño fin de alegre viaje,
Al compás de mi cántico lleguemos!
¡Y plegue á Dios que el bárbaro ropaje
De mi cuento Muslim vuelva con pompa
Manto imperial el albornoz salvaje!
¡Y plegué á Dios que, cuando el canto rompa,
Se me torne el laüd que me acompaña
La de homérico són épica trompa,
Que el eco lleve de mi voz á España!
III
INSPIRACIÓN
¡Cristiana inspiración, hija del cielo,
Que diste sér á mi canción primera,
De mi existencia en el placer y el duelo
Guía siempre lëal y compañera!
Tú que, al vestirme mi mortuorio velo,
Dirás conmigo mi oración postrera:
Tú que abrirás con el sepulcro al alma
De la tranquila eternidad la calma:
Tú que, al soplo de un aura perfumada,
Con mi espíritu errante has recorrido
los desiertos del África abrasada,
Pensil de palmas, de serpientes nido:
Y los cármenes frescos de Granada,
Edén para los Árabes perdido:
Y los talleres de Albión obscura:
Y de París la bacanal impura:
Tú que, perenne, con materna mano
Conservaste en mi alma por doquiera
De la Esperanza el incorrupto arcano
Y de la Fe la inextinguible hoguera:
Tú que, al cruzar el arenal mundano,
Has templado mi sed rabiosa y fiera
Aplicando á mis labios la ambrosía
Del cáliz de la dulce poesía;
No me abandones hoy que necesito
Purificar y esclarecer mi idëa,
Al fuego santo del fanal bendito
Do inflamó Dios tu inextinguible tea.
Hoy que anhelo una voz de eco infinito,
Que más que de mortal robusta sea,
Para enviar á la tierra en que vi el día
En alas de un cantar el alma mía.
¡Inspiración católica, más fuerte
Que los tres elementos destructores
De la envidia, del tiempo y de la muerte!
Ciñe mi sien y mi laüd de flores:
Mágico encanto en mis palabras vierte
Y, en brazos de los vientos voladores,
Del turbio Sena al pobre Manzanares
Lleva mi corazón en mis cantares.
Vuela y á España di que todavía
Sin ira y sin pavor mi voz resuena
Sobre el festín de la centuria impía,
Que á sus míseros hijos envenena
Brindándoles las copas de su orgía,
Que la revolución con sangre llena:
Dila que hasta que espire en mi garganta
Celebrará su gloria y su fe santa.
LEYENDA
DE
MUHAMAD AL-HAMAR EL NAZARITA
REY DE GRANADA
DIVIDIDA EN CINCO LIBROS
Libro de los Sueños.
INTRODUCCIÓN
En el nombre de Aláh clemente y sumo
Que da sombra á la noche, luz al día,
Voz á las aves y á las hierbas zumo:
Cuya suprema voluntad podría
Tornar de un soplo el universo en humo,
Y que atesora en mí su poesía,
Escrita os doy para su eterna gloria
Del príncipe Al-hamar la regia historia.
Bálsamo que disipa la amargura,
Luz del pesar sombrío ahuyentadora,
Es su sabrosa y celestial lectura
Risueña como fuente saltadora,
Grata como del campo la verdura,
Bella como la grana de la aurora,
Tierna cual de la tórtola las quejas,
Dulce como el panal de las abejas.
Destila de sus versos ambrosía
Su dulce narración maravillosa:
Exhala su fecunda poesía,
Grato como la esencia de la rosa,
Mágico són de incógnita armonía;
Y cual lluvia de Abril, que lenta posa
Sus gotas en la flor, vierte en el alma
Su amena relación plácida calma.
Encierra sus conceptos peregrinos
Misteriosa virtud y fuerza varia:
Aplacan el rigor de los destinos
Elevados á Aláh como plegaria:
Regalan á quien lee sueños divinos
Leídos en la alcoba solitaria,
Cuya influencia y compañía amiga
Calman del cuerpo la mortal fatiga.
No hay sér bajo el imperio de la luna
Que su lección sagrada no comprenda,
Ni Aláh produjo criatura alguna
Que no sienta placer con su leyenda.
El pez á quien abriga la laguna,
El ave que del árbol hace tienda,
La fiera que entre rocas se sepulta,
El reptil que en los céspedes se oculta:
Y en su colmena el zumbador insecto,
Y en su corteza el röedor gusano,
Y el árbol recio en su vigor perfecto,
Y el aire inquieto en su vagar liviano,
Y el sordo incendio en su humear infecto,
Y en su ciego furor el ocëano,
Prestan oído respetuoso y grato
Al armónico són de su relato.
Esculpido en las hojas de sus flores
Se guarda en el Edén por altos fines:
Y los justos en él habitadores,
Los ángeles que velan sus confines,
Las hurís que alimentan sus amores
Y los genios que pueblan sus jardines,
Gozan en descifrar sus caracteres
En la paz de sus místicos placeres.
Tal es la historia peregrina y bella
Que os doy en estas hojas extendida,
Para que el pasto y el deleite de ella
Os alivien las penas de la vida:
Pues la luz que en sus páginas destella
Despierta el alma á la virtud dormida,
Y eleva el corazón y el pensamiento
Á la pura región del firmamento.
Y aunque en idioma terrenal y humano
Para la humana comprensión la escribo,
De espíritu más alto y soberano
Su luminosa inspiración recibo.
Guía mi corazón, guía mi mano
Sér á quien dentro de mi sér percibo,
Y el genio ardiente que en mi pecho habita
La palabra me da que os doy escrita.
Leedla, pues; y el ámbar que perfuma
Del Paraíso la mansión divina,
Y el resplandor que de la esencia suma
Derramando los mundos ilumina,
Y el rumor que levantan con su pluma
Las alas de Gabriel cuando camina,
Embalsame y alumbre y dé contento
Á cuantos lean el divino cuento.
Nació Al-hamar y sonrió el destino
Contemplándole amigo: la fortuna,
Fijando un punto su inconstancia, vino
Amorosa á mecer su blanda cuna:
Y, el curso de su carro diamantino
Parando en el zenit, la casta luna
Tendió desde él con maternal cariño
Tierna mirada sobre el regio niño.
Del ángel que custodia su persona
Bajo las alas de perfume llenas,
Dió sus primeros pasos en Arjona
Sobre el tapiz fragante de azucenas
Que dan al pueblo natural corona,
Sus vegas en redor ciñendo amenas:
Y sin dolencia corporal alguna
Llegó á la juventud desde la cuna.
Ánimo noble y continente bello,
Porque inspirara afecto y simpatía,
Dióle el Señor. Espléndido destello
Puso en sus ojos de la luz del día:
La gracia de el del cisne dió á su cuello
Dió á su voz de las auras la armonía:
Dió á su talle lo esbelto de la palma,
Y el temple de los genios á su alma.
Dió el carmín de la aurora y de la nieve
La limpieza á su tez; dió á su cintura
La grave majestad con que se mueve
El león, y del corzo la soltura:
Del sabio á su palabra dió lo breve,
La paz del niño á su sonrisa pura,
Y al corazón sin miedo y sin codicia
La fe, la lealtad y la justicia.
Diestro en la lid, en el consejo sabio,
Seguro en la virtud, fuerte en la ciencia,
Modesto en la victoria, en el agravio
Perdonador y sobrio en la opulencia:
En la mano la dádiva, en el labio
El consuelo y la paz, de la violencia
Castigador, y hermoso en la persona,
Nació digno Al-hamar de la corona.
Chispa encendida de la fe en la hoguera
Su estrella fué. Su celestial influjo
En el erial de la vital carrera
Por luminosa senda le condujo.
La ventura tras él fué por doquiera,
Su presencia doquier el bien produjo;
Amigos y enemigos le admiraron
Y la historia y el tiempo le afamaron.
Luchas civiles de la gente mora
Le llamaron urgentes á la guerra,
Y lidió con honor desde la aurora
Hasta que en sombra se sumió la tierra.
Llevó al fin su bandera vencedora
Del verde valle á la nevada sierra:
Y de un día de Abril en la alborada
Aclamado por rey entró en Granada.
Pequeña población recién tendida
En el seno amenísimo de un valle,
Por donde Darro en sonorosa huída
Abre á sus hondas perfumada calle,
Era entonces Granada, y parecida
Á africana gentil de suelto talle,
Que fatigada en calurosa siesta
Á la sombra durmióse en la floresta.
Y cuando digo población pequeña
Á la de hoy la imagino comparada:
Pues no era entonces cual después fué dueña
De dilatados términos Granada.
Bella ciudad de situación risueña
Y de bizarros Árabes poblada,
Era ciudad no grande, no opulenta,
Mas ya por su valor tenida en cuenta.
Á una orilla del Darro que mojaba
De sus labradas puertas los umbrales,
(Por bajo de la _cádima alcazaba_
Ceñida de murallas colosales)
Un barrio se extendía que habitaba
Raza de los egipcios arenales
Oriunda: gente audaz, de miedo ajena,
De negros ojos y de tez morena.
Tribu, como nacida en el desierto,
En sus gustos voluble y pareceres,
De este jardín á su escasez abierto
Doblemente apegada á los placeres.
Sus blancas azoteas eran huerto
Cuidado con afán por sus mujeres,
Y sombreaban sus altos miradores
Toldos fragantes de enredadas flores.
Gozaban de sabrosos alimentos,
Ocio oriental y cómodo vestido;
Cercaban sus alegres aposentos
Blandos cojines de sutil tejido:
Revestía sus limpios pavimentos
Mármol de Macäel blanco y pulido,
Los muros preciosísimo estucado
Y el friso trabajoso alicatado.
Sostenían los ricos arquitrabes
De sus claros moriscos corredores
Columnas ligerísimas. Sus naves
Adornaban arábigas labores,
Sutiles cual la pluma de las aves,
Tan brillantes como ella en sus colores;
Frutales desde el huerto á las ventanas
Alargando limones y manzanas.
Sus patios, que en albercas espaciosas
Reciben unas aguas cristalinas
Al cuerpo gratas y al beber sabrosas,
Pilas eran de baño alabastrinas,
Sembrado el borde de arrayán y rosas,
Donde las bellas moras granadinas
El seco ardor de la mitad del año
Ahuyentaban de sí con fresco baño.
Y en las serenas noches del estío,
Á la luz misteriosa de la luna,
Al són del agua del plateado río,
Y al compás de una cántiga moruna
(Dulce recuerdo del país natío
Que no se olvida en la mejor fortuna),
Sentábanse á danzar en la ribera
La alegre _Zambra_, y la _Jeíz_ ligera.
Tal fué la tribu y las mansiones tales
Que á una margen del Darro se extendían,
Mirándose en sus líquidos cristales
Á cuyo són los dueños se adormían:
Y tan gratas sus casas orientales
Eran, tal el contento en que vivían,
Que con justicia los que en él moraron
El _barrio del deleite_ le llamaron.
La otra ribera del sonante río
Era una verde y desigual colina,
Cuya enramada falda daba umbrío
Y ancho tapiz al agua cristalina,
Y cuyo lomo, seco en el estío,
Fundamento á una torre casi en ruina,
Que sirviendo á dos términos de raya
Era alminar á un tiempo y atalaya.
Domínase en la cumbre de esta altura
La extensión de la vega granadina,
Rica alfombra de flores y verdura
Que tendió ante sus plantas la divina
Mano de Aláh: tesoro de frescura,
Manantial de salud y peregrina
Mansión de toda dicha, cuyas suaves
Auras encantan con su voz las aves.
Ven desde allí los ojos embebidos
Cien alegres y blancos lugarejos,
Que de palomas asemejan nidos
Entre las verdes huertas á lo lejos;
Y montes cien que, por el sol heridos,
Descomponen su luz con mil reflejos
Que lanza el agua y el metal que encierra
Pródiga madre su fecunda tierra.
Allí anidan al par todas las aves
Y se abren á la par todas las flores:
Con la rápida alondra águilas graves,
Con la murta el clavel de cien colores;
Se respiran allí cuantos las naves
De oriente traen balsámicos olores,
Y allí da el cielo deliciosas frutas,
Y encierran minas las silvestres grutas.
Allí, bajo aquel cielo transparente
Donde vieron su Edén los Africanos,
Hállase aún en ideal viviente
La mujer de contornos sobrehumanos,
De ojos de luz y corazón ardiente,
De enano pie y anacaradas manos,
Cuya generación guardarán solas
Las árabes provincias españolas.
Moran allí esas célicas huríes,
Que pintan las muslímicas leyendas
Reclinadas en frescos alhamíes,
Sobre lechos de azahar, bajo albas tiendas;
Cuyos labios de rosas y alelíes
Guardan, de ardiente amor sabrosas prendas,
Palabras que embelesan los oídos
Y besos que adormecen los sentidos.
Aquellas celestiales hermosuras
Que coloca el Korán en su divina
Fantástica mansión de las venturas,
Cuya mirada el iris ilumina,
Cuyo aliento desparce esencias puras,
Cuyo seno y espalda alabastrina,
Velando mal sus mágicos hechizos,
Negros circundan y flotantes rizos.
Vense del cerro aquel gigantes cimas
Que eternas cubren seculares nieves,
Donde por grietas mil sus hondas simas
Ríos destilan en arroyos breves:
Y allí, cosechas para dar opimas,
Refréscanse al pasar las auras leves,
Que bajan luego á fecundar la vega
De las fuentes al par con que se riega.
Vese también por el siniestro lado
El valle de Genil, cuyos raudales
Bañan la verde amenidad de un prado
Cubierto de avellanos y nopales.
Gózase allí de un aire perfumado
Con el subido olor de los frutales,
Del cantueso, tomillo y mejorana,
Que el aura mueve al revolar liviana.
Y entre este barrio de delicias lleno
Y esta florida y desigual colina,
Se extiende el valle cuyo fértil seno
Fecunda el Darro que por él camina:
Y es el lugar más grato y más ameno,
La situación más bella y peregrina
De cuantos ríos fertiliza y baña
En la extensión de nuestra rica España.
Aquí, pues, á la margen de este río,
En la aromada falda de esta altura,
En una noche límpida de estío,
Y al són del agua que á sus pies murmura,
Arrobado en extraño desvarío
La alameda cruzaba á la ventura
Al-hamar, que en paseo misterioso
Olvidaba las horas del reposo.
Único sér con movimiento y vida
En la nocturna soledad errando,
Sin que la tierra por su pie oprimida
Crujir se oyera con el césped blando
De que la tierra inculta está mullida,
Algún insomne le juzgó temblando
Alma que torna á visitar la huesa
Del cuerpo en cuya cárcel vivió presa.
Flotaba suelto el alquicel nevado,
Blanqueaba del turbante el albo lino,
Y relucía en piedras engastado
El puño del alfanje damasquino:
Y este blanquear y relucir callado,
Á intervalos oculto del camino
Entre los troncos que al pasar cruzaba,
Faz de visión á su persona daba.
Y tal avanza silenciosa y lenta
Del solitario valle en la espesura,
Y al verla calla el ruiseñor que cuenta
Sus amores al aura, y á la hondura
Del río se desliza soñolienta
La culebra enroscada en la verdura,
Y el vuelo tiende á la contraria orilla
Espantada la tímida abubilla.
En tanto el noble príncipe, sumido
En el mar de sus propios pensamientos,
Ni atiende al ave que ahuyentó del nido,
Ni al reptil que saltó, ni á los acentos
Que el ruiseñor ahogó: y embebecido
Continúa avanzando á pasos lentos,
Hasta perderse en la arboleda obscura
Que se espesa del valle en la angostura.
Formaba esta recóndita arboleda
Un extendido bosque de avellanos,
Guardador de una espesa moraleda
Donde sus utilísimos gusanos
Daban por fruto delicada seda,
Que labrada después por diestras manos
Iba en preciosas telas y tejidos
Á todos los mercados conocidos.
Brotaba una sonora fuentecilla
En medio de esta fértil enramada,
Vertiendo sus cristales por la orilla
De tilos aromáticos orlada.
Hallábase en redor, con maravilla
De los ojos, la tierra cultivada,
Y (obra admirable de cuidosas manos)
Hechos jardín los céspedes villanos.
Corría allí suavísimo el ambiente
Cargado con la esencia de mil flores,
Y al respirarle huían de la mente
Los pensamientos tristes, sinsabores
Y duelos ahuyentando; y la corriente
Del manantial remedio á los dolores
Era del cuerpo débil, cuyos males
Cedían al beber de sus raudales.
Lugar divino en la región humana
Colocado era aquél: retiro augusto
De algún Genio de estirpe soberana
Que el sacro Edén abandonó por gusto:
Destierro acaso de una hurí que vana
Apreció su beldad más que fué justo:
Cita acaso de un Silfo en sus amores:
Lecho tal vez del Ángel de las flores.
Allí á Al-hamar inspiración secreta
Á hallar condujo solitario asilo,
Y allí, al mirarse en soledad completa,
Irguió la frente y respiró tranquilo:
Y á la sombra y al són que esparce inquieta
La extensa copa de oloroso tilo,
Sentóse alzando la real mirada
Al cielo azul de su gentil Granada.
