el
capítulo
4: «El argumento ontológico de la esfera», págs.
Sloterdijk - Esferas - v2
Esto es lo que parece, ciertamente,
861
Gran almacén Tietz,
Berlín, 1899-1900.
que ha minusvalorado el propio Marshall McLuhan cuando se en
tregó a su visión de la aldea global: «Las ampliaciones mediáticas
del ser humano conducen a la humanización del planeta»469. Por
muy generosas que fueran las expectativas del gran teórico de los
medios: la extinción imparable de las configuraciones centrístico-
imperiales de la forma del mundo ha sustraído el fundamento (la
posición central del remitente absoluto) también al catolicismo elec
trónico.
La última esfera sólo permite ya constructos en línea horizontal,
lo que no excluye edificios altos aislados. Demanda joint ventares,
transacciones interculturales bajo cielos artificiales, no demasiado
empinados; reclama foros, podios, baldaquines, patrocinios, alian
zas; fomenta asambleas de grupos de interés en mesas con diferen
tes formas, en salas de conferencia escalonadas. Pero desalienta la
idea de una supermonosfera o de un centro soberano de todos los
centros.
27 La gran transformación inmunológica
En camino a las sociedades de paredes finas
De la ruidosa monotonía de la actual literatura sociológica y po
lítica sobre la globalización pueden abstraerse algunos patrones que
tienen buenas perspectivas de convertirse para los próximos siglos
en algo así como temas eternos o universales periodísticos: por una
parte, el motivo de que entre lo local y lo global hay que estipular
en todo momento un nuevo modus vivendi, por otra, que, «tras la
Modernidad», las comunidades políticas habrían entrado en una
nueva constelación «más allá del Estado nacional»470; en tercer lu
gar, que el mundo globalizado entra política y moralmente en ten
sión por la diferencia cada vez más llamativa entre pobres y ricos; y
en cuarto lugar, que el agotamiento progresivo de la biosfera y los
requerimientos excesivos que se hacen al agua, aire y suelos con
vierten nolens volens a «la humanidad» en una comunidad ecológica
de intereses de cuyo buen sentido y diálogo ha de surgir una nueva
cultura racional que tenga en consideración las repercusiones futu
863
ras. No es difícil percibir en todos estos temas una problemática que
recorre a todos: el desvanecimiento de las concepciones tradiciona
les de los sujetos políticos y de las autounidades sociales. Se advier
te por todas partes que las tendencias decisivas han escapado de la
mano de quienes tenían la competencia hasta ahora, y que los pro
blemas de hoy y los solucionadores de problemas de ayer (sobre to
do, los problemas de mañana y los solucionadores de problemas de
hoy) ya no van al unísono.
Traduzcamos estas percepciones desde el debate sociológico a
nuestro contexto: al de una poética política del espacio o de una «ma-
crosferología»471. Tras este cambio de perspectiva, todas las cuestio
nes de la identidad social y personal se presentan bsyo aspectos mor
fológicos e inmunológicos, es decir, bajo el punto de vista de cómo
en grandes mundos movidos históricamente pueden establecerse si
quiera algo así como formas vivibles de «habitar» o de ser-consigo-y-
con-los-suyos. La nervosidad actual de la globalización refleja el he
cho de que con el Estado nacional se puso a disposición la condición
polídca de habitabilidad -por decirlo así, la sala de vivienda y de con
ferencia de los pueblos democráticos (o de las ilusiones de pueblo)-
con mayores posibilidades hasta ahora, pero que, aquí y allí, en esa
sala de estar nacional ya corre el aire muy desagradablemente.
En una mirada retrospectiva aparece más claro que la extraordi
naria aportación del moderno Estado nacional ha sido la de dispo
ner para la mayoría de sus habitantes una especie de vida familiar o
de hogar: esa estructura imaginaría o real de inmunidad, que pudo
ser vivida como convergencia de lugar y sí-mismo o como identidad
regional (en el mejor sentido de la palabra). Donde más impresio
nantemente se produjo esa aportación fue allí donde se consiguió
mejor la domesticación del Estado de poder en Estado de bienestar.
La globalización atenta contra ese efecto político-cultural de hogar,
con el resultado de que innumerables ciudadanos de modernos Es
tados nacionales ya no se encuentran en casa consigo mismos, ni se
encuentran consigo mismos en casa.
Se ha puesto en movimiento la construcción inmunológica de
identidad político-étnica, y con ello se muestra que la conexión de lu
gar y sí-mismo no es tan estable en cualquier circunstancia como se
864
Roza El-Hassen, Objeto-puerta, 1996,
silicona, cerradura y picaporte.
exigía y anunciaba en los folclores políticos del territorialismo (des
de las antiguas culturas agrícolas hasta el moderno Estado nacio
nal). Si el entrelazamiento de lugares y sí-mismos se distiende o di
luye pueden aparecer dos posiciones extremas, de las que se puede
deducir la estructura del campo social con precisión experimental,
por decirlo así: la de un sí-mismo sin lugar y la de un lugar sin sí-mis-
mo. Está claro que, hasta ahora, todas las sociedades realmente exis
tentes tuvieron que buscar siempre su modus vivendi en alguna par-
865
te entre ambos polos (de modo ideal, ciertamente, tan alejadas de
los extremos como fuera posible); y se entiende fácilmente que tam
bién en el futuro toda comunidad política real ha de dar una res
puesta al doble imperativo de la determinación del sí-mismo y del
lugar.
Lo que más se acerca al extremo de la disolución, ciertamente,
es eljudaismo de la diáspora de los dos milenios pasados, del que se
ha podido decir, no sin razón, que ha sido un pueblo sin territorio;
un hecho que llevó a Heinrich Heine a decir la agudeza de que los
judíos no están en casa en un territorio, sino en un libro, la Torá,
que fue llevada por ellos a todas partes como una «patria portátil».
Esta observación tan elegante como profunda ilumina de golpe una
circunstancia de validez general, en la que se ha reparado demasiado
pocas veces: grupos «nómadas» o «desterritorializados» no constru
yen (o sólo marginalmente) su inmunidad simbólica y su coheren
cia étnica desde un suelo que los soporte; más bien, sus comunica
ciones mutuas funcionan como un «receptáculo autógeno»472en el
que se cobijan los comunicantes mismos y en el que permanecen
«en forma» mientras el grupo deambula por países exteriores. Se
gún eso, un pueblo sin territorio no puede ceder ante el sofisma
que a lo largo de la historia de la humanidad se ha impuesto en ca
si todos los pueblos sedentarios: entender el territorio mismo como
el receptáculo del pueblo y concebir el propio suelo como el aprio-
ri de su sentido de la vida y de su identidad. Esa territorialfallacy per
tenece a las herencias hasta hoy más eficaces y problemáticas de la
era sedentaria, ya que en ella se apoya el reflejo fundamental de to
da utilización política, aparentemente legítima, de fuerza: la llama
da «defensa de la patria», que se basa en la obsesiva equiparación de
lugar y sí-mismo: la falta axiomática de lógica de la razón territoria-
lizada. Esta se pone en evidencia progresivamente desde que una
ola superpotente de movilidad transnacional se encarga de que pue
blos y territorios de muchas partes relativicen su liaison mutua. Es
característica de la Modernidad avanzada la tendencia al sí-mismo
multilocal, así como al lugar poliétnico o «desnacional».
Sobre este hecho, también teóricamente interesante, ha llamado
la atención últimamente, con su creación conceptual ethnoscape, el
866
antropólogo cultural indoamericano Aijun Appadurai. Bajo este
concepto de ethnoscape se pueden afrontar hechos como la «deste-
rritorialización» (deterritorialisation) creciente de lazos étnicos, la con
figuración de «sociedades imaginarias» fuera de las naciones y la par
ticipación imaginaria de innumerables individuos en las imágenes
de formas de vida de otras culturas nacionales473. Por lo que respecta
al judaismo durante su período de exilio, su provocación consistió
en que mantuvo a la vista de los pueblos del hemisferio occidental la
aparente paradoja y real escándalo de un sí-mismo, tácticamente
existente, sin lugar.
En el otro polo aparece el fenómeno lugar sin sí-mismo en for
mas cada vez más llamativas. Para ello resultan paradigmáticas las
regiones de la tierra no habitadas por seres humanos: los desiertos
blancos (mundo polar), los grises (altas montañas), los verdes (sel
vas vírgenes), los amarillos (desiertos de arena) y los desiertos azu
les (océanos). Pero en nuestro contexto tienen menor interés por
que se trata de lugares en los que sejuntan seres humanos aunque
sin querer, o sin poder, ligar su identidad a la localidad. Esto vale
para todos los lugares de tránsito, tanto en sentido preciso como
amplio de la palabra, se trate de lugares destinados al tráfico como es
taciones, puertos y aeropuertos, calles, plazas y centros comerciales,
se trate de instalaciones pensadas para estancias limitadas como al
deas de vacaciones o ciudades turísticas, solares industriales o al
bergues nocturnos. Puede que tales lugares tengan sus propias at
mósferas, pero no existen en dependencia de una vecindad regular
o de un sí-mismo colectivo que estuviera enraizado en ellas. Es pro
pio de ellos no retener a sus visitantes y transeúntes. Son los lugares
de nadie, a veces muy concurridos, a veces despoblados, los desier
tos de tránsito que proliferan en los centros desnucleados y en las
híbridas periferias de las sociedades contemporáneas.
En tales sociedades se reconoce, sin mayor despliegue analítico,
que las tendencias globalizadoras atentan de modo decisivo contra
su normalidad hasta hoy: la vida en condiciones sólidas, étnicas o
nacionales de container (junto con sus fantasmas específicos) y la li
cencia para confundir, sin temor alguno, territorio y sí-mismo. Pues,
por un lado, tales sociedades aflojan sus ataduras al lugar en tanto
867
Anish Kapoor, Turning the world upside down III,
Deutsche Bank, Londres 1996.
que grandes poblaciones se acostumbran a una movilidad histórica
mente sin par; por otro, se multiplica dramáticamente el número de
esos lugares de tránsito, respecto de los cuales no es posible ningu
na relación de habitabilidad para los seres humanos que los fre
cuentan. Con ello, las sociedades globalizadoras y movilizadoras se
acercan al mismo tiempo tanto al polo «nómada», al sí-mismo sin lu
gar, como al polo desértico, a un lugar sin sí-mismo: con un tramo
medio que se va encogiendo, compuesto de culturas regionales ma
duras y de satisfacciones que produce el apego al suelo.
868
La crisis de forma de las modernas sociedades de masas, de la
que actualmente se discute la mayoría de las veces como si se trata
ra de la crisis de la estatalidad nacional, procede, pues, de la erosión
avanzada de las funciones-container étnicas. Lo que hasta ahora se
entendía y malentendía bajo sociedades, la mayoría de las veces no
era otra cosa, efectivamente, que el contenido de un receptáculo de
gruesas paredes, territorial, apoyado en símbolos, normalmente mo-
nolingüe: y, con ello, un colectivo que encontraba su autocerteza en
una cierta hermenéutica nacional y que se agitaba en sus propias re
dundancias (para extranjeros, apenas alguna vez comprensibles del
todo). Tales comunidades históricas, que se mantenían en el punto
de intersección de sí-mismo y lugar, los llamados pueblos, estaban
colocados la mayoría de las veces, a causa de sus propiedades de au-
to-container, en un gran desnivel entre interior y exterior (un hecho
que en culturas prepolíticas acostumbraba a representarse como et-
nocentrismo ingenuo, y en el escalón político, como diferencia
substancial de lo político interior y exterior). Pero justamente esa
diferenciación y desnivel son allanados hoy progresivamente me
diante los efectos de la globalización. La situación de inmunidad
del container nacional se va viviendo en grado creciente como pro
blemática por los beneficiarios de las condiciones anteriores. Es
verdad que alguien que haya conocido las ventajas de la moderna li
bertad de establecimiento de domicilio apenas echa de menos en
serio las clausuras militantes de la antigua estatalidad nacional, me
nos aún las autohipnosis totalitarias que eran características a me
nudo de formas de vida tribales; sin embargo, muchos contempo
ráneos ni entienden ni aceptan el sentido y el riesgo de la tendencia
a un mundo de sociedades de paredes finas y entremezcladas. Glo
balización, dice Roland Robertson correctamente, es un proceso
acompañado de protesta (a basically contested processf\ Pero la pro
testa contra la globalización es también la globalización misma: per
tenece a la reacción ineludible e indispensable de inmunidad de los
organismos locales frente a las infecciones por el formato superior
de mundo.
El desafío psicopolítico característico de la Era Global (que po
demos entender con Martin Albrow como el nivel de desarrollo
869
específico de la edad moderna globalizadora) no sólo consiste en
asimilar la debilitación de las tradicionales inmunidades-contam^rét-
nicas simplemente como pérdida de forma y decadencia (es decir,
como contribución ambivalente y cínica a la autodestrucción). Lo
que realmente está enjuego para los posmodemos son diseños exi
tosos de condiciones de inmunidad vivibles; yjustamente ésos pue
den ser y serán configurados de modo diverso en las sociedades de
paredes permeables; aunque, como siempre ha sucedido, no en to
dos y para cualquiera.
En ese contexto revela la tendencia epocal a formas de vida in
dividualistas su sentido inmunológico revolucionario: hoy, en las so
ciedades avanzadas, quizá por primera vez en la historia de las for
mas de vida homínidas y humanas, son los individuos quienes, como
portadores de propiedades de inmunidad, se desligan de sus cuer
pos sociales (hasta ahora primordialmente protectores) y quieren
desconectar en masa su felicidad e infelicidad del ser-en-forma de la
comuna política; donde con mayor claridad se encama esta tenden
cia es, ciertamente, en la nación-piloto del mundo occidental, USA,
donde el concepto individualista pursuit of happiness funda expresa
mente desde 1776 el contrato social. Los efectos centrífugos de esa
orientación a la felicidad del individuo se compensaron hasta la fe
cha mediante energías comunitarias y cívico-sociales, de modo que
la prioridad inmunológica del grupo frente a sus miembros parecía
encarnarse también en el pueblo sintético de los americanos-USA.
Entretanto los signos se han invertido: en ninguna nación de la
tierra, en ninguna población, ninguna cultura, se ejerce tanta auto-
solicitud biológica, psicotécnica y pararreligiosa a nivel del indivi
duo, acompañada, a la vez, de abstinencia creciente de compromi
sos políticos. En las últimas elecciones presidenciales en los Estados
Unidos hubo por primera vez una participación menor del 50 por
ciento, y en las elecciones al Congreso y al Senado (noviembre de
1998) no fueron a votar, contado grosso modo, dos de cada tres ciu
dadanos con derecho a voto (y los expertos consideraron incluso la
cuota de participación del 38 por ciento como un resultado relati
vamente bueno). Esto delata una situación en la que la mayoría de
los individuos pueden desolidarizarse de los destinos de sus comu
870
ñas políticas: sin duda bajo la impresión de la idea bien fundada de
que el individuo no encuentra a partir de ahora (o sólo ya en casos
excepcionales) su optimum inmunológico en su colectivo nacional;
quiza todavía sí, parcialmente, en los sistemas de solidaridad de su
«minoría» o de su communiíy, y en mayor medida, desde luego, en
los acuerdos privados con entidades que le proporcionan seguri
dad, sean éstas de naturaleza pararreligiosa, gimnástica, técnico-ase
guradora, dietética. El axioma de la ordenación inmunológica indi
vidualista se propaga en las masas de individuos autocentrados
como una nueva evidencia vital: que, en definitiva, nadie va a hacer
por ellos lo que no consigan hacer ellos por sí mismos. Las nuevas
técnicas de inmunidad se recomiendan a sí mismas como estrate
gias existenciales para sociedades de individuos en las que la Larga
Marcha a la flexibilización, el debilitamiento de las «relaciones de
objeto» y la permisión general de relaciones infieles y reversibles en
tre los seres humanos ha llegado a la meta, a la línea de fondo del
final de toda cultura, profetizado correctamente por Spengler: a
aquella situación en la que se ha vuelto imposible decidir si los in
dividuos están extraordinariamente fiU en condiciones óptimas de
rendimiento, o son extraordinariamente decadentes. Más allá de
esa línea perdería su perfil la última diferencia metafísica, la distin
ción defendida por Nietzsche entre nobleza y vulgaridad, y lo que
parecía esperanzador y grande en el proyecto «ser humano» desa
parecería como se borra una figura en la arena a orillas del mar.
871
Tránsito
Air conditioning
Lo que, por ahora, sigue siendo común a todos los habitantes de
la tierra es la móvil envoltura climática del planeta, la atmósfera en
sentido meteorológico, que, por razones conocidas, se ha converti
do en un objeto de preocupación para los contemporáneos. Las ten
dencias del mercado técnico-climático permiten reconocer desde
hace tiempo que quien puede permitírselo se esfuerza por apartar
se del aire malo compartido por todos. Las culturas de vivienda del
futuro partirán cada vez más explícitamente de la necesidad de pro
ducir técnicamente climas interiores en los que sea posible vivir. Air
conditioningse impondrá como el tema espacial-político fundamen
tal de la era que viene. Con ello, el imperativo esférico despierta de
su latencia y se manifiesta de modo exotérico como el centro de to
das las creaciones políticas y culturales de unidad.
En menos de una generación los miembros de la Segunda Ecú-
mene habrán comprendido en numerosos puntos climáticamente
críticos de la tierra que respirar es demasiado importante como pa
ra seguir haciéndolo al aire libre. Pronto será una evidencia trivial
lo que hoy sólo es visto a través de gafas teóricas heterodoxamente
talladas: la política climática explícita es el fundamento de la nueva
ecúmene, igual que la técnica climática explícita será la base de las
configuraciones comunitarias concretas. A más tardar, cuando se
hagan crónicos los daños climáticos físicos irreversibles, o sólo con
esfuerzo compensables (los psíquicos son disimulables durante más
tiempo), se reconocerá universalmente que las sociedades sólo pue
den describirse y dirigirse como casos de esferología aplicada.
El aire acondicionado es el destino. En él se verifica la proposi
ción de que la esencia de la Modernidad se manifiesta en la tarea de
separar sistemas de inmunidad técnicamente precisados de anterio
res estructuras de inmunidad vagamente holísticas. En cuanto el
873
Pompas de jabón, Nueva York, 1945.
abastecimiento de aire deja de ser una premisa no-problemática de
los procesos vitales y pasa al estadio técnico, la más antigua condi
ción fundamental pneumádca y atmosférica de la existencia huma
na alcanza el umbral de la Modernidad. A partir de entonces, mez
clas de aire y atmósferas se convierten en objetos de producciones
explícitas. Con lo que en los últimos dos siglos y medio se ha llama
do Ilustración no se ha hecho nada más desde entonces. El lado cla
ro de la Ilustración será técnica respiratoria. La moderna estética de
la cotidianidad señala a esos desarrollos, si no la dirección, sí el ho
rizonte.
Los seres humanos hacen su propio clima, pero no espontánea
mente, no bajo condiciones autoelegidas, sino inmediatamente
876
Freí Otto, ensayo de epidermis jabonosa
para grandes cubiertas, 1971.
encontradas, dadas y transmitidas. La tradición de todos los climas
muertos agobia como una pesadilla los estados de ánimo de los vi
vos. Lo que, según las insinuaciones de Vitruvio475, comenzó con los
primeros fuegos, la reunión de los seres humanos en torno a un
centroagradable,aunamagna commoditas,aunmimoatractivo,si
gue siendo hasta el final la técnica de base de creaciones solidari
zantes de grupos. La sociedad es su temperatura espacial, es la calidad
de su atmósfera; es su depresión, es su despejo; es su fraccionamien
to en innumerables microclimas locales.
La autodisposición de estado de ánimo de esferas significa, por
ello, más de lo que se ha considerado política hasta ahora. Esferas
-lo hemos intentado comprender mediante análisis prolijos- son
espacios compartidos que se despliegan por un habitar común en
877
Man Ray, Auíoportrait deformé, 1938.
ellos. Son el primer producto de cooperaciones humanas; constitu
yen el resultado inmaterial y, sin embargo, más real de todos de un
prototrabajo que sólo se lleva a cabo por medio de resonancias. No
es la compartición del trabajo la que ha estimulado el proceso de la
civilización, sino la compartición de esferas; ésta es la sintonización
primordial de la sociedad en sí misma sobre sí misma.
Por eso, sólo pudo haber partidos políticos, sí, política, en gene
ral, como foco de interés público, después de que hubiera tenido
que discutirse la regulación del clima interior dominante en formas
civilizadas.
878
La democracia reformista y las sociedades de medios de masas
aparecieron a la vez sólo porque los medios de masas, como con
formadores sociales de clima, permitieron divulgar la disputa en
tomo a las regulaciones de clima. Por eso tienen razón las pobla
ciones ilustradas de democracias de masas en interpretar las gesti
culaciones electorales de sus partidos como una guerra de meteo
rólogos: todos ellos pretenden cambiar el clima mediante promesas,
pero su cacareo delata que no saben lo que significa prometer; casi
sin excepción ignoran la razón fuerte de estarjuntos. No compren
den que la solidaridad sólo es posible por transferencia de formas
culturales tempranas de participación y simpatía de unos con otros
a condiciones de grandes sociedades: aunque sí notan las conse
cuencias de que los presupuestos para tales transferencias se hayan
vuelto precarios.
El escepticismo antipolítico tanto del Este como del Oeste, que
se alimenta de percepciones correctas, contiene ya el núcleo de una
idea con la que ha de comenzar la nueva proyección de espacios de
solidaridad. A cada uno de esos espacios pertenece una fundamen-
tación -mejor, una suspensión- constituida por una promesa de cli
ma verificable en sí misma. La Ilustración comienza por despejar
(como se despeja el tiempo), o, si no, es realmente y desde un prin
cipio el engaño de masas que los oscuros autores del siglo XX sos pecharon que fuera. Como toda vida compartida, la política es el ar te de lo atmosféricamente posible.
879
‘Diógenes Laercio n, 10.
Notas
*AusgewáhlteSchriften, vol. I, Stuttgart 1997, pág. 61.
5 Cfr. Esferasi,trad. deIsidoroReguera,Siruela,Madrid2003,pág. 69.
4En diferentes listas aparecen más de veinte nombres de los que sólo cuatro
son canónicos: Tales, el protofilósofo, Bías de Priene, Solón, el legislador, y Pitaco
de Mitilene. También aparecen a menudo Quilón de Esparta, Periandro de Corin-
to y Cleóbulo de Lindos. Como melodías características, a cada uno de esos sabios
se les asignan máximas o advertencias típicas: «Guarda medida» (Tales); «La ma
yoría de los seres humanos son malos» (Bías); «De nada en exceso» (Solón); «El lu
cro es insaciable» (Pitaco); «Conócete a ti mismo» (Quilón); «Guardar medida es
lo mejor» (Cleóbulo).
5Plodno, EnéadasvI8, 18, 1-s. «Todo está dentro. »
6GastónBachelard,PoetikdesRaumes,Munich 1960,págs. 238y132[Poéticadeles
pacio,,FCE,México 1965].
7 Cfr. Otto Brendel, «Symbolik der Kugel. Archáologischer Beitrag zur Ges-
chichte der alteren griechischen Philosophie», en Mitteilungen desDeutschenArcháolo-
gischen Instituís, Rómische Abteilung 51, 1936, págs. 1-95. A continuación nos atene
mos libremente a las consideraciones de Brendel.
El análisis reciente y más completo del mosaico de los filósofos de Nápoles (Kon-
rad Gaiser, Heidelberg 1980),que pretende ver en esa imagen una representación de
la Academia platónica discutiendo la tesis de Heráclides Póntico de la quietud del
cielo, no llega a convencer, a pesar de la abundancia de referencias y datos, porque
no resulta en absoluto plausible que un pintor de la época helenística hiciera objeto
del cuadro una hipótesis cosmológica que en su tiempo no tenía partidarios; además,
Heráclides rechazó la idea de un cosmos con cubiertas y consideró el mundo infini
to, de modo que resultaría extraño que precisamente sus ideas hubieran deparado
el tema a un debate sobre una esfera celeste físicamente situada en medio. De la ar
gumentación ampliamente desacertada de Gaiser sólo puede mantenerse que en el
mosaico de Torre Annunziata hay un aire de debate académico y de tipismo plato
nizante, pero, como nosotros creemos, sólo en relación con una escena más antigua
y de significado más originario y general.
8Es claro que con esta tesis se introduce un desvío en la doxografía, dado que,
cuando la tradición describe indubitablemente a Tales como el creador de una hi
pótesis filosófico-elemental sobre la primera materia, las fuentes sólo le atribuyen en
881
principio una imagen del mundo en la que la tierra flota como un barco sobre el
agua originaria. La tesis esférico-cosmológica la urdirá Plutarco mediante la retro-
proyección de modelos posteriores a las máximas taléticas. Por lo que respecta a la
idea artística del mosaico de los filósofos, no parece problemático percibir en ella un
sincretismo de leyendas fundacionales (protofilosofTa, tradición de los siete sabios) y
clasicismo (imagen esférica del mundo y cosmoteología filosófica).
*' En Diógenes Laercio i, 35, se dice: «Por suyas se cuentan estas sentencias: “De
los seres, el más antiguo es Dios, el ingénito; el más hermoso es el mundo, la obra de
Dios; el más grande es el espacio, que lo encierra todo; el más veloz es el espíritu, que
lo traspasa todo; el más fuerte es la necesidad, que lo domina todo; el más sabio es
el tiempo, que lo descubre todo”». «“¿Qué es lo divino? ” “Lo que no tiene ni princi
pio ni fin. ”»
10Cfr. infrael capítulo 3: «Arcas, murallas de ciudad, fronteras del mundo, siste
mas de inmunidad. Paraunaontologíadelespaciocercado»,págs. 243-ss.
1Entre aquellos para quienes estosjuguetes gigantescos parece que eran de un
formato familiar sobresale el joven Max Bense que en 1935 anota: «El espacio es lo
originario. Mientras más originario el ser humano, más profundo el sentimiento del espacio.
Heidegger -de haber sido originario en su “interioridad”, en su “realidad interior”,
en su “existencia elemental”- tenía que haber interpretado el ser como espacio».
«Rebelión del espíritu. Una defensa del conocimiento», en Max Bense, Ausgewáhlte
Schriften, vol. 1, Stuttgart 1997, pág. 107.
'* Holzivege, Ir
ed. , 1980, pág. 92.
[Caminos delbosque, Alianza,
Madrid
1995, pág. 92. ]
n Nulla enim bestia globum et eius motus ad terminum producit. «De ludo globi», en Ni-
kolaus von Kues, Die philosophisch-theologischen Schriften, vol. III, Viena 1989, pág. 222. MAufstand des Geistes. Eine Verteidigung der Erkenntnis, Stuttgart-Berlín 1935, reedi
ción: Stuttgart 1997, pág. 122.
n Cfr. Otto Brendel, Symbolik der Kugel (cfr. supra, nota 7), pág. 85.
,fi Cfr. en el capítulo 8: «La última esfera. Para una historiafilosófica de la globaliza-
ción terrestre», el epígrafe 12: «El movimiento fundamental: el dinero que regresa»,
págs. 763-ss.
17El descubridor de esta pregunta -nosotros la llamamos la pregunta por la lo
calización absoluta- parece haber sido Aristóteles, que en su Física, tras una enume
ración de ocho variantes del significado de la preposición en, formula la cuestión de
si todo está en otro o en ninguna parte, o si también es posible que algo esté en sí mis
mo (cfr. Esferas I, excurso 4: «En el ser-ahí hay una tendencia esencial a la cercanía», pág.
307, nota 144). Con esta información sobre el poder-ser-en-sí-mismo, Aristóteles roza
la problemática del superlibro no escrito de la filosofía occidental, que habría de ti
tularse «Ser y espacio».
IMEn la bibliografía al respecto se encuentran indicaciones fluctuantes para su
datación; Alois Fauser cree que el Atlas Famesio es una obra del siglo i antes de Cris
to; cfr. Die Welt in Hánden. Kurze Kulturgeschichte des Globus von Haus Famese, Stuttgart
1967, pág. 39; según Percy Emst Schramm (Sphaira, Globus, Reichsapfel. Wanderungund
882
Wandlung eines Herrschaftszeichens von Caesar bis Elisabeth //, Stuttgart 1958, pág. 8) se
trata de una obra del siglo I después de Cristo; ocasionalmente se habla también de la
época de Antonino Pío, es decir, de mediados del siglo h; los autores más convin
centes, a nuestro parecer, circunscriben la fecha al tiempo del principado de Augus
to. Franz Boíl cree poder deducir por la presencia de la constelación del trono que
la fecha de producción del globo se localizaría en los años posteriores a la ascensión
de Augusto al poder absoluto. Cfr. Boíl, Sitzungsberichte derAkademie der Wissenschafien,
Munich 1899, págs. 121-ss. , citado por Pauly-Wissowa, Realencyclopádie der Altertums-
wissenschaften, Stuttgart 1981, artículo «Globen», columna 1. 429.
19Cfr. P. E. Schramm, ibid. , pág. 11.
20Cfr. «Über astronomische Druckwerke aus alter und neuer Zeit», manuscrito
de una conferencia pronunciada en la Sociedad de Bibliófilos de Hamburgo en 1911,
citado en Ernst H. Gombrich, Aby Warburg. Fine intellektuelle Biographie, Hamburgo
1992, págs. 272-273.
21 Cfr. para esto las observaciones sugerentes de Rolf Michael Schneider, Bunte
Barbaren. Orientalenstatuen aus farbigem Marrnor in der rómischen Reptasentationskunst,
Worms 1986, págs. 47-s. Agradezco a Hans Belting que me diera noticia de este libro.
22 Cum tot sustineas et tanta negotia solus, Epistulae n, 1, 1.
” Cfr. A. Fauser, Die Welt in Hánden (ver nota 18), págs. 36-39.
24Cfr. Paul Zanker, Die Maske des Sokrates. Das Bild des Intellektuellen in der antiken
Kunst, Munich 1995, págs. 109-s.
23El verbo philoponeín y el substantivo philoponía pertenecen al griego clásico; la
alabanza filosófica de la vida esforzada, sobre todo en la Stoa, no podría ejercerse en
absoluto sin esas expresiones; también Platón conoce ya a los «amantes del esfuerzo»
o de la fatiga corporal, que nombra al unísono junto a los maestros de gimnasia y a
los peritos en la cura del cuerpo (Fedro 248d). Sobre la secta monofisita alejandrina
de los philoponoi en el siglo VI d. C. , cfr. Michael Wolff, Geschichte der Impetustheorie. Un-
tersuchungen zum Ursprung der klassischen Mechanik, Frankfurt 1978, págs. 107-113. La
fórmula señorial de Alejandro el Grande: pónos kaíphilanthropia, muestra que el amor
al esfuerzo también ocupaba un lugar en los enunciados personales de los podero
sos. El genio filosófico de Nietzsche se expresa también por la circunstancia de que
en el difamado parágrafo 341 de Im gaya ciencia («La carga más pesada») consiguiera
formular una relación radicalmente nueva entre lógos y pónos: la conformidad del
pensador con la idea del eterno retomo.
26 Cfr.
el capítulo 4: «El argumento ontológico de la esfera», págs. 309-ss. , así co
mo el capítulo 5, «Deus sive sphaera o: El Uno-Todo que estalla», págs. 403-ss.
27La diferenciación onto-lógico/onto-gráfico remite a Alexandre Kojéve: cfr. in-
fra la nota 36.
28Cfr. Heráclito, fragmento 43 (Mansfeld): «Ninguna de las gentes de las que es
cuché explicaciones llega al conocimiento de que lo sabio (sophón) [es decir, el dios]
es algo separado (kechorisménon) del todo». Cfr. también Simone Pétrement, Le dieu
separé. Les origines du gnosticisme; París 1984.
883
En todo caso, junto al globo farnésico, el globo celeste marmóreo de Arolsen
puede considerarse como segundo candidato para ofrecer un auténtico documento
antiguo.
La mitología conoce un episodio similar de traspaso del cielo: Hércules susti
tuye al Atlas mientras éste va a recoger para su visitante la manzana de las Hespéri-
des. Aquí aparece ya in nuce una primera teoría del intento de liberarse del peso:
Atlas, contento por su nueva libertad de movimiento, se niega a volver a cargar con
el peso del cielo y le dice a Hércules que a partir de entonces sea él quien soporte el
cielo en su lugar. Hércules simula aceptar la nueva situación, pero le pide al Atlas
que vuelva a tomar por un instante la carga mientras él se hace con telas un cojín pa
ra apoyarla en el cuello. Atlas, que no se da cuenta de la trampa, acepta, toma el cie
lo y tiene que contemplar cómo Hércules se escapa satisfecho. Se podría decir: des
de entonces las grandes culturas discuten -más bien latente que abiertamente- sobre
la cuestión de cómo conseguir que sean otros quienes se encarguen de lo pesado y
difícil.
,l Sobre la fórmula: «que es» (hos éstin), cfr. el lúcido comentario de Thomas
Buchheim en su libro Die Vorsokratiker. Ein philosophisches Portrait, Munich 1994, sobre
todo las págs. 117-ss. ; ahí también la referencia al sentido de noeín como «realizar».
. . . tó gár auto noetn estín te kaí eínai, «pues lo mismo es lo que se conoce que lo
que es» (Mansfeld, fragmento 7).
* Poema, fragmento 11, versos 20-25. [El autor cita por Die Vorsokratiker, griego/ale-
mán, editado por Jaap Mansfeld, Stuttgart 1987, pág. 321; nosotros, por G. S. Kirk y
J. E. Raven, Losfilósofospresocráticos, versión española dej. García Fernández, Gredos,
Madrid 1974, pág. 385. (N. del T. )]
MVersos 42-44, ibid. , pág. 323 (Mansfeld); 386-387 (Kirk y Raven).
” La vista o visión panorámica (Um-Sicht) parmenídea se implementa técnica
mente, en parte, por medio del circo romano y del panorama moderno: el cine pa
norámico y su prosecución en la actual Virtual-Reality-Technology. Cfr. Uwe Pirr,
«Para la historia técnica de la mirada panorámica. Del cuadro panorámico a la Rea
lidad Virtual interactiva», en Hyperkult. Geschichte, Theorie und Kontext digitaler Medien,
Martin Warnke, Wolfgang Coy, Georg Christoph Tholen (eds. ), Basilea y Frankfurt
1997, págs. 291-330.
%Alexandre Kojéve hace notar con respecto a ese Uno-Todo que se ve en la ima
gen de la esfera: «Lo que importa en la imagen parmenídea del ser es, por un lado,
que la esfera es absolutamente homogénea, de modo que no se puede hablar propia
mente de sus partes, y, por otro, que la esfera misma no tiene límites [sobrepasables]
hacia el exterior y, por tanto, está totalmente limitada a sí misma. . . Así pues, nada pue
de sobrepasar a la esfera del ser: puede uno des-plazarse en ella como quiera que
siempre tendrá por todas partes exactamente igual de ser delante que detrás de sí, y por
todas partes se tratará del mismo ser». Le Concept, le Temps et le Discours. Introduction au
Systeme du Savoir, París 1990, pág. 289. (Agradezco a Boris Groys la remisión a las con
sideraciones de Kojéve sobre la posibilidad de una «última esferología». ) Esto signi
884
fica: la exigencia de homogeneidad implica queen la esfera no hay multiplicidad au
téntica de puntos reales o espacialmente distintos, sino sólo el punto central único,
espacial-hiperespacial, al que pertenece ya la esferoscopia divina. Para ello, cfr. tam
bién las explicaciones de Kojéve sobre la «tesis parmenídea», en Essai d'une histoire
raisonnéedelaphilosophiepaiennei. Lesprésocratiques,París 1968,reedición 1997,págs.
206-236, aquí sobre todo pág. 211.
37Cfr. para esto Esferas i, capítulo 3: «Seres humanos en el círculo mágico. Para
una historia de ideas de lafascinación de la proximidad»; con respecto a Hegel, cfr. sobre
todo págs. 230-ss.
38Richard Dawkins, Das egoistische Gen, Reinbeck bei Hamburg 1996, pág. 206 [El
gen egoísta, Salvat, Barcelona 1993].
39Para el problema de la representación del absoluto, cfr. el capítulo 7: «Cómo a
través del medio puro el centro de las esferas actúa en la lejanía», págs. 598-ss.
40«San Cristóbal», en DieLegendaAureadesfacobusdeVorágine,traducida del latín
por Richard Benz, Heidelberg 1984,pág. 500. [Santiago de laVorágine, Laleyendado
rada, traducción de frayJ. M. Macías, 2vols. , Alianza, Madrid 1982,1,pág. 407. ]
41 Quizá una única excepción a esto sea el libro de Gertrud Hóhler y Michael
Koch, Der veruntreute Sündenfall. EntZweiung oder neues Bündnis? , Stuttgart 1998, en el
que la pareja de hombre y mujer se realza definiéndola como «protoequipo duo-
cén trico».
42Cfr. Wilhelm Schmidt-Biggemann,Philosophiaperennis. HistorischeUmrisseabend-
landischerSpiritualitátinAntike,MittelalterundFrüherNeuzeit,Frankfurt 1998,págs. 439-
453.
43El último pensador de altura que hay que considerar como un teólogo de la es
fera, consciente de sus motivos, fue Karl Jaspers, quien insistió en que la ontología
(la teoría del ser) sólo puede construirse como periech-onlología. (teoría del ser en
volvente y envuelto). Cfr. K. J. , Von der Wahrheit. Philosophische Logik, vol. i, Munich
1991, págs. 47-222.
44Cfr. H einz
Robert
Schlette,
Weltseele.
Geschichte und Hermeneutik, Frankfurt
1993.
45Cfr. Nicolás de Cusa, Dialogusdeludoglobilíberprimus,en Diephilosophisch-theo-
logischenSchriften, latín-alemán, vol. m, Viena 1989, págs. 271-273.
46Para la lucha de Platón contra esas tesis y sus representantes, cfr. infra el capí
tulo 4: «El argumento ontológico de la esfera», págs. 320-ss.
47Poema, versos 30-31.
48Sobre la bimilenaria historia de las representaciones cosmológicas de las esfe
ras trata recientemente con minuciosidad Jean-Pierre Lerner, Le monde des spheres,
vol. i: Genese et triomphe d'une représentation cosmique, París 1996, vol. ii: La fin du cosmos
classique, París 1997.
49Esta proposición sospechosa parece retrotraerse al hermético Líberxxivphilo-
sophorum, en el que aparece seguramente por primera vez la formulación: Deus est
sphaera infinita cuius centrum est ubique, et circumferentia nusquam. San Buenaventura,
que recoge esta frase en su Itinerarium mentís in Deumv, 8, añade al sustantivo «esfe
885
ra» el adjetivo «inteligible»». También el Maestro Eckhart y sus sucesores hasta el Cu-
sano son deudores de este enunciado. El Líber xxjv philosophorum se ha reeditado ex
celentemente como tomo 153 A del Corpus Christianorum, Toumhout 1997. En el ca
pítulo 5: «Deus sive sphaera o: El Uno-Todo que estalla», cfr. infra las págs. 466-ss. , se
discuten tres de las veinticuatro tesis teosóficas de ese libro.
«Theatrumphilosophicum», en Gilíes Deleuze, MichelFoucauli, DerFaden istgeris-
sen,traducidodelfrancésporWalterSeitteryUlrich Raulff,Berlín 1977,pág. 33[Mi
chel FoucaultyGilíes Deleuze, TheatrumphilosophicumseguidodeRepeticiónydiferencia,
Anagrama, Barcelona 1995. ]
1Cfr. Esferas I, pág. 561.
VJJohann Wolfgang Goethe, Zur Morphologie. Die Schriften zur Naturwissenschaft,
sección I, vol. 9, Weimar 1954, pág. 233.
*En el capítulo final de este volumen: «La última esfera. Para una historiafilosó
fica de la globalización terrestre», págs. 695-ss. , se encuentra una deducción de la expre
sión «emplazamiento» de las nuevas relaciones de pensamiento y circulación tras las
circunvalaciones habidas en la tierra.
MCfr. Boris Groys, «Lenin und Lincoln. Zwei Gestalten des modemen Todes»,
en B. G. , Die Erfindung Russlands, Munich-Viena 1995, págs. 180-s.
’’Cfr. infrael capítulo 8: «La última esfera. Paraunahistoriafilosóficadelaglobali
zación terrestre»>, apartado 26, «Segunda Ecúmene», págs. 855-ss.
Cfr. Esferas I, capítulo 8: «Más cerca de mí que yo mismo. Elementos teológicos pa
ra una teoría del interior común», págs. 485-ss.
’7Cfr. Alexander Gosztonyi, DerRaum. GeschichteseinerProblemeinPhilosophieund
Wissenschajlen,2 vols. , Friburgo-Munich 1976, vol. II, pág. 1255.
* Hermann Schmitz, en el § 149de su SystemderPhilosophie,vol. III, 2. aparte, Der
Gefühlsraum, 2. aed. , Bonn 1981, págs. 98-s. , lleva a cabo una impresionante interpre
tación de los «sentimientos como atmósferas». Entre otras sugerencias, Gemot Bóh-
me, en su libro Atmosphare. Essays zur neuen Ásthetik, Frankfurt 1995, desarrolla una
concepción de la actividad estética como producción de atmósferas. Variantes de ello
ofrece el mismo autor en Anmutungen. ÚberdasAtmosphárísche, Stuttgart-Ostfildem
1998. Cfr. también, al margen, Michael Hauskeller, Atmosphdren erleben. Philosophische
Untersuchungen zur Sinneswahmehmung, Berlín 1995; Reinhard Knodt, «Atmósferas.
Sobre un objeto olvidado del buen gusto», en R. K. , AsthetischeKorrespondenzen. Den-
ken im technischen Raum, Stuttgart 1994.
Como linkinquebrantable entre las teorías heideggeriana y schmitzeríana del es
pacio y de la atmósfera sigue valiendo Otto Friedrich Bollnow, Mensch und Raum,
Stuttgart 1963, 7. aed. , 1994, sobre todo los capítulos «Der gestimmte Raum», «Der
prásentische Raum», «Der Raum des menschlichen Zusammenlebens», págs. 229-270.
Hermann Timm, en su libro Das Weltquadrat. Eine reUgióse Kosmologie, Gütersloh
1985, presentó un intento paradigmático de atmosferología teológica.
MY el trabajo de Hermann Schmitz como el intento, parcialmente conseguido,
de superar el proyecto de Heidegger (y Bollnow).
886
60 Cfr. Elisabeth von Samsonow, (Práliminarien zu einer) Phanomenologie des halluzi-
nierenden Geistes. Proyecto de investigación de la Academia de las Artes Plásticas, Vie-
na, semestre de invierno 1998-1999-ss.
61Cfr. Alfred Seidel, Bewusstsein ais Verhángnis, postumo, editado por Hans Prinz-
hom, Bonn 1927.
62Esferas I, pág. 58.
65Para imperios establecidos o universos políticos esto implica, además, la am
pliación de la tesis a la proposición: toda historia es la historia de autoexaltaciones,
programas de selección y sistemas de mega! o«manía».
64 En Esferas 1, capítulo 7: «El estadio-sirenas. De la primera alianza sonosférica», se
puso de relieve cómo, ya en la conmoción que supone la escucha de saludos, el yo
viene primero a sí mismo en forma de alegría anticipada o expectativa de sí mismo.
65Sobre perturbaciones en el proceso de esta predespedida, cfr. EsferasI, excur
so 6: «Dueloesférico. Sobre la pérdida del nobjeto y la dificultad de decir lo que falta»,
págs. 415-ss.
66Cfr. Ram Adhar Malí, Heinz Húlsmann, Die drei Geburtsorte der Philosophie. Chi
na. Iridien. Europa, Bonn 1989.
87 El argumento de que la imagen de mundo se desarrolla a la vez que la imagen
del contorno del mundo se seguirá desarrollando después en el capítulo 2: «Recuer
dos-receptáculo.
Sobreelfundamento de la solidaridad en laforma inclusiva»,
págs. 173-ss.
68Cfr. Marc Augé, OrleundNicht-Orte. VorüberlegungenzueinerEthnologiederEin-
samkeit, Frankfurt 1994, págs. 53-ss.
861
Gran almacén Tietz,
Berlín, 1899-1900.
que ha minusvalorado el propio Marshall McLuhan cuando se en
tregó a su visión de la aldea global: «Las ampliaciones mediáticas
del ser humano conducen a la humanización del planeta»469. Por
muy generosas que fueran las expectativas del gran teórico de los
medios: la extinción imparable de las configuraciones centrístico-
imperiales de la forma del mundo ha sustraído el fundamento (la
posición central del remitente absoluto) también al catolicismo elec
trónico.
La última esfera sólo permite ya constructos en línea horizontal,
lo que no excluye edificios altos aislados. Demanda joint ventares,
transacciones interculturales bajo cielos artificiales, no demasiado
empinados; reclama foros, podios, baldaquines, patrocinios, alian
zas; fomenta asambleas de grupos de interés en mesas con diferen
tes formas, en salas de conferencia escalonadas. Pero desalienta la
idea de una supermonosfera o de un centro soberano de todos los
centros.
27 La gran transformación inmunológica
En camino a las sociedades de paredes finas
De la ruidosa monotonía de la actual literatura sociológica y po
lítica sobre la globalización pueden abstraerse algunos patrones que
tienen buenas perspectivas de convertirse para los próximos siglos
en algo así como temas eternos o universales periodísticos: por una
parte, el motivo de que entre lo local y lo global hay que estipular
en todo momento un nuevo modus vivendi, por otra, que, «tras la
Modernidad», las comunidades políticas habrían entrado en una
nueva constelación «más allá del Estado nacional»470; en tercer lu
gar, que el mundo globalizado entra política y moralmente en ten
sión por la diferencia cada vez más llamativa entre pobres y ricos; y
en cuarto lugar, que el agotamiento progresivo de la biosfera y los
requerimientos excesivos que se hacen al agua, aire y suelos con
vierten nolens volens a «la humanidad» en una comunidad ecológica
de intereses de cuyo buen sentido y diálogo ha de surgir una nueva
cultura racional que tenga en consideración las repercusiones futu
863
ras. No es difícil percibir en todos estos temas una problemática que
recorre a todos: el desvanecimiento de las concepciones tradiciona
les de los sujetos políticos y de las autounidades sociales. Se advier
te por todas partes que las tendencias decisivas han escapado de la
mano de quienes tenían la competencia hasta ahora, y que los pro
blemas de hoy y los solucionadores de problemas de ayer (sobre to
do, los problemas de mañana y los solucionadores de problemas de
hoy) ya no van al unísono.
Traduzcamos estas percepciones desde el debate sociológico a
nuestro contexto: al de una poética política del espacio o de una «ma-
crosferología»471. Tras este cambio de perspectiva, todas las cuestio
nes de la identidad social y personal se presentan bsyo aspectos mor
fológicos e inmunológicos, es decir, bajo el punto de vista de cómo
en grandes mundos movidos históricamente pueden establecerse si
quiera algo así como formas vivibles de «habitar» o de ser-consigo-y-
con-los-suyos. La nervosidad actual de la globalización refleja el he
cho de que con el Estado nacional se puso a disposición la condición
polídca de habitabilidad -por decirlo así, la sala de vivienda y de con
ferencia de los pueblos democráticos (o de las ilusiones de pueblo)-
con mayores posibilidades hasta ahora, pero que, aquí y allí, en esa
sala de estar nacional ya corre el aire muy desagradablemente.
En una mirada retrospectiva aparece más claro que la extraordi
naria aportación del moderno Estado nacional ha sido la de dispo
ner para la mayoría de sus habitantes una especie de vida familiar o
de hogar: esa estructura imaginaría o real de inmunidad, que pudo
ser vivida como convergencia de lugar y sí-mismo o como identidad
regional (en el mejor sentido de la palabra). Donde más impresio
nantemente se produjo esa aportación fue allí donde se consiguió
mejor la domesticación del Estado de poder en Estado de bienestar.
La globalización atenta contra ese efecto político-cultural de hogar,
con el resultado de que innumerables ciudadanos de modernos Es
tados nacionales ya no se encuentran en casa consigo mismos, ni se
encuentran consigo mismos en casa.
Se ha puesto en movimiento la construcción inmunológica de
identidad político-étnica, y con ello se muestra que la conexión de lu
gar y sí-mismo no es tan estable en cualquier circunstancia como se
864
Roza El-Hassen, Objeto-puerta, 1996,
silicona, cerradura y picaporte.
exigía y anunciaba en los folclores políticos del territorialismo (des
de las antiguas culturas agrícolas hasta el moderno Estado nacio
nal). Si el entrelazamiento de lugares y sí-mismos se distiende o di
luye pueden aparecer dos posiciones extremas, de las que se puede
deducir la estructura del campo social con precisión experimental,
por decirlo así: la de un sí-mismo sin lugar y la de un lugar sin sí-mis-
mo. Está claro que, hasta ahora, todas las sociedades realmente exis
tentes tuvieron que buscar siempre su modus vivendi en alguna par-
865
te entre ambos polos (de modo ideal, ciertamente, tan alejadas de
los extremos como fuera posible); y se entiende fácilmente que tam
bién en el futuro toda comunidad política real ha de dar una res
puesta al doble imperativo de la determinación del sí-mismo y del
lugar.
Lo que más se acerca al extremo de la disolución, ciertamente,
es eljudaismo de la diáspora de los dos milenios pasados, del que se
ha podido decir, no sin razón, que ha sido un pueblo sin territorio;
un hecho que llevó a Heinrich Heine a decir la agudeza de que los
judíos no están en casa en un territorio, sino en un libro, la Torá,
que fue llevada por ellos a todas partes como una «patria portátil».
Esta observación tan elegante como profunda ilumina de golpe una
circunstancia de validez general, en la que se ha reparado demasiado
pocas veces: grupos «nómadas» o «desterritorializados» no constru
yen (o sólo marginalmente) su inmunidad simbólica y su coheren
cia étnica desde un suelo que los soporte; más bien, sus comunica
ciones mutuas funcionan como un «receptáculo autógeno»472en el
que se cobijan los comunicantes mismos y en el que permanecen
«en forma» mientras el grupo deambula por países exteriores. Se
gún eso, un pueblo sin territorio no puede ceder ante el sofisma
que a lo largo de la historia de la humanidad se ha impuesto en ca
si todos los pueblos sedentarios: entender el territorio mismo como
el receptáculo del pueblo y concebir el propio suelo como el aprio-
ri de su sentido de la vida y de su identidad. Esa territorialfallacy per
tenece a las herencias hasta hoy más eficaces y problemáticas de la
era sedentaria, ya que en ella se apoya el reflejo fundamental de to
da utilización política, aparentemente legítima, de fuerza: la llama
da «defensa de la patria», que se basa en la obsesiva equiparación de
lugar y sí-mismo: la falta axiomática de lógica de la razón territoria-
lizada. Esta se pone en evidencia progresivamente desde que una
ola superpotente de movilidad transnacional se encarga de que pue
blos y territorios de muchas partes relativicen su liaison mutua. Es
característica de la Modernidad avanzada la tendencia al sí-mismo
multilocal, así como al lugar poliétnico o «desnacional».
Sobre este hecho, también teóricamente interesante, ha llamado
la atención últimamente, con su creación conceptual ethnoscape, el
866
antropólogo cultural indoamericano Aijun Appadurai. Bajo este
concepto de ethnoscape se pueden afrontar hechos como la «deste-
rritorialización» (deterritorialisation) creciente de lazos étnicos, la con
figuración de «sociedades imaginarias» fuera de las naciones y la par
ticipación imaginaria de innumerables individuos en las imágenes
de formas de vida de otras culturas nacionales473. Por lo que respecta
al judaismo durante su período de exilio, su provocación consistió
en que mantuvo a la vista de los pueblos del hemisferio occidental la
aparente paradoja y real escándalo de un sí-mismo, tácticamente
existente, sin lugar.
En el otro polo aparece el fenómeno lugar sin sí-mismo en for
mas cada vez más llamativas. Para ello resultan paradigmáticas las
regiones de la tierra no habitadas por seres humanos: los desiertos
blancos (mundo polar), los grises (altas montañas), los verdes (sel
vas vírgenes), los amarillos (desiertos de arena) y los desiertos azu
les (océanos). Pero en nuestro contexto tienen menor interés por
que se trata de lugares en los que sejuntan seres humanos aunque
sin querer, o sin poder, ligar su identidad a la localidad. Esto vale
para todos los lugares de tránsito, tanto en sentido preciso como
amplio de la palabra, se trate de lugares destinados al tráfico como es
taciones, puertos y aeropuertos, calles, plazas y centros comerciales,
se trate de instalaciones pensadas para estancias limitadas como al
deas de vacaciones o ciudades turísticas, solares industriales o al
bergues nocturnos. Puede que tales lugares tengan sus propias at
mósferas, pero no existen en dependencia de una vecindad regular
o de un sí-mismo colectivo que estuviera enraizado en ellas. Es pro
pio de ellos no retener a sus visitantes y transeúntes. Son los lugares
de nadie, a veces muy concurridos, a veces despoblados, los desier
tos de tránsito que proliferan en los centros desnucleados y en las
híbridas periferias de las sociedades contemporáneas.
En tales sociedades se reconoce, sin mayor despliegue analítico,
que las tendencias globalizadoras atentan de modo decisivo contra
su normalidad hasta hoy: la vida en condiciones sólidas, étnicas o
nacionales de container (junto con sus fantasmas específicos) y la li
cencia para confundir, sin temor alguno, territorio y sí-mismo. Pues,
por un lado, tales sociedades aflojan sus ataduras al lugar en tanto
867
Anish Kapoor, Turning the world upside down III,
Deutsche Bank, Londres 1996.
que grandes poblaciones se acostumbran a una movilidad histórica
mente sin par; por otro, se multiplica dramáticamente el número de
esos lugares de tránsito, respecto de los cuales no es posible ningu
na relación de habitabilidad para los seres humanos que los fre
cuentan. Con ello, las sociedades globalizadoras y movilizadoras se
acercan al mismo tiempo tanto al polo «nómada», al sí-mismo sin lu
gar, como al polo desértico, a un lugar sin sí-mismo: con un tramo
medio que se va encogiendo, compuesto de culturas regionales ma
duras y de satisfacciones que produce el apego al suelo.
868
La crisis de forma de las modernas sociedades de masas, de la
que actualmente se discute la mayoría de las veces como si se trata
ra de la crisis de la estatalidad nacional, procede, pues, de la erosión
avanzada de las funciones-container étnicas. Lo que hasta ahora se
entendía y malentendía bajo sociedades, la mayoría de las veces no
era otra cosa, efectivamente, que el contenido de un receptáculo de
gruesas paredes, territorial, apoyado en símbolos, normalmente mo-
nolingüe: y, con ello, un colectivo que encontraba su autocerteza en
una cierta hermenéutica nacional y que se agitaba en sus propias re
dundancias (para extranjeros, apenas alguna vez comprensibles del
todo). Tales comunidades históricas, que se mantenían en el punto
de intersección de sí-mismo y lugar, los llamados pueblos, estaban
colocados la mayoría de las veces, a causa de sus propiedades de au-
to-container, en un gran desnivel entre interior y exterior (un hecho
que en culturas prepolíticas acostumbraba a representarse como et-
nocentrismo ingenuo, y en el escalón político, como diferencia
substancial de lo político interior y exterior). Pero justamente esa
diferenciación y desnivel son allanados hoy progresivamente me
diante los efectos de la globalización. La situación de inmunidad
del container nacional se va viviendo en grado creciente como pro
blemática por los beneficiarios de las condiciones anteriores. Es
verdad que alguien que haya conocido las ventajas de la moderna li
bertad de establecimiento de domicilio apenas echa de menos en
serio las clausuras militantes de la antigua estatalidad nacional, me
nos aún las autohipnosis totalitarias que eran características a me
nudo de formas de vida tribales; sin embargo, muchos contempo
ráneos ni entienden ni aceptan el sentido y el riesgo de la tendencia
a un mundo de sociedades de paredes finas y entremezcladas. Glo
balización, dice Roland Robertson correctamente, es un proceso
acompañado de protesta (a basically contested processf\ Pero la pro
testa contra la globalización es también la globalización misma: per
tenece a la reacción ineludible e indispensable de inmunidad de los
organismos locales frente a las infecciones por el formato superior
de mundo.
El desafío psicopolítico característico de la Era Global (que po
demos entender con Martin Albrow como el nivel de desarrollo
869
específico de la edad moderna globalizadora) no sólo consiste en
asimilar la debilitación de las tradicionales inmunidades-contam^rét-
nicas simplemente como pérdida de forma y decadencia (es decir,
como contribución ambivalente y cínica a la autodestrucción). Lo
que realmente está enjuego para los posmodemos son diseños exi
tosos de condiciones de inmunidad vivibles; yjustamente ésos pue
den ser y serán configurados de modo diverso en las sociedades de
paredes permeables; aunque, como siempre ha sucedido, no en to
dos y para cualquiera.
En ese contexto revela la tendencia epocal a formas de vida in
dividualistas su sentido inmunológico revolucionario: hoy, en las so
ciedades avanzadas, quizá por primera vez en la historia de las for
mas de vida homínidas y humanas, son los individuos quienes, como
portadores de propiedades de inmunidad, se desligan de sus cuer
pos sociales (hasta ahora primordialmente protectores) y quieren
desconectar en masa su felicidad e infelicidad del ser-en-forma de la
comuna política; donde con mayor claridad se encama esta tenden
cia es, ciertamente, en la nación-piloto del mundo occidental, USA,
donde el concepto individualista pursuit of happiness funda expresa
mente desde 1776 el contrato social. Los efectos centrífugos de esa
orientación a la felicidad del individuo se compensaron hasta la fe
cha mediante energías comunitarias y cívico-sociales, de modo que
la prioridad inmunológica del grupo frente a sus miembros parecía
encarnarse también en el pueblo sintético de los americanos-USA.
Entretanto los signos se han invertido: en ninguna nación de la
tierra, en ninguna población, ninguna cultura, se ejerce tanta auto-
solicitud biológica, psicotécnica y pararreligiosa a nivel del indivi
duo, acompañada, a la vez, de abstinencia creciente de compromi
sos políticos. En las últimas elecciones presidenciales en los Estados
Unidos hubo por primera vez una participación menor del 50 por
ciento, y en las elecciones al Congreso y al Senado (noviembre de
1998) no fueron a votar, contado grosso modo, dos de cada tres ciu
dadanos con derecho a voto (y los expertos consideraron incluso la
cuota de participación del 38 por ciento como un resultado relati
vamente bueno). Esto delata una situación en la que la mayoría de
los individuos pueden desolidarizarse de los destinos de sus comu
870
ñas políticas: sin duda bajo la impresión de la idea bien fundada de
que el individuo no encuentra a partir de ahora (o sólo ya en casos
excepcionales) su optimum inmunológico en su colectivo nacional;
quiza todavía sí, parcialmente, en los sistemas de solidaridad de su
«minoría» o de su communiíy, y en mayor medida, desde luego, en
los acuerdos privados con entidades que le proporcionan seguri
dad, sean éstas de naturaleza pararreligiosa, gimnástica, técnico-ase
guradora, dietética. El axioma de la ordenación inmunológica indi
vidualista se propaga en las masas de individuos autocentrados
como una nueva evidencia vital: que, en definitiva, nadie va a hacer
por ellos lo que no consigan hacer ellos por sí mismos. Las nuevas
técnicas de inmunidad se recomiendan a sí mismas como estrate
gias existenciales para sociedades de individuos en las que la Larga
Marcha a la flexibilización, el debilitamiento de las «relaciones de
objeto» y la permisión general de relaciones infieles y reversibles en
tre los seres humanos ha llegado a la meta, a la línea de fondo del
final de toda cultura, profetizado correctamente por Spengler: a
aquella situación en la que se ha vuelto imposible decidir si los in
dividuos están extraordinariamente fiU en condiciones óptimas de
rendimiento, o son extraordinariamente decadentes. Más allá de
esa línea perdería su perfil la última diferencia metafísica, la distin
ción defendida por Nietzsche entre nobleza y vulgaridad, y lo que
parecía esperanzador y grande en el proyecto «ser humano» desa
parecería como se borra una figura en la arena a orillas del mar.
871
Tránsito
Air conditioning
Lo que, por ahora, sigue siendo común a todos los habitantes de
la tierra es la móvil envoltura climática del planeta, la atmósfera en
sentido meteorológico, que, por razones conocidas, se ha converti
do en un objeto de preocupación para los contemporáneos. Las ten
dencias del mercado técnico-climático permiten reconocer desde
hace tiempo que quien puede permitírselo se esfuerza por apartar
se del aire malo compartido por todos. Las culturas de vivienda del
futuro partirán cada vez más explícitamente de la necesidad de pro
ducir técnicamente climas interiores en los que sea posible vivir. Air
conditioningse impondrá como el tema espacial-político fundamen
tal de la era que viene. Con ello, el imperativo esférico despierta de
su latencia y se manifiesta de modo exotérico como el centro de to
das las creaciones políticas y culturales de unidad.
En menos de una generación los miembros de la Segunda Ecú-
mene habrán comprendido en numerosos puntos climáticamente
críticos de la tierra que respirar es demasiado importante como pa
ra seguir haciéndolo al aire libre. Pronto será una evidencia trivial
lo que hoy sólo es visto a través de gafas teóricas heterodoxamente
talladas: la política climática explícita es el fundamento de la nueva
ecúmene, igual que la técnica climática explícita será la base de las
configuraciones comunitarias concretas. A más tardar, cuando se
hagan crónicos los daños climáticos físicos irreversibles, o sólo con
esfuerzo compensables (los psíquicos son disimulables durante más
tiempo), se reconocerá universalmente que las sociedades sólo pue
den describirse y dirigirse como casos de esferología aplicada.
El aire acondicionado es el destino. En él se verifica la proposi
ción de que la esencia de la Modernidad se manifiesta en la tarea de
separar sistemas de inmunidad técnicamente precisados de anterio
res estructuras de inmunidad vagamente holísticas. En cuanto el
873
Pompas de jabón, Nueva York, 1945.
abastecimiento de aire deja de ser una premisa no-problemática de
los procesos vitales y pasa al estadio técnico, la más antigua condi
ción fundamental pneumádca y atmosférica de la existencia huma
na alcanza el umbral de la Modernidad. A partir de entonces, mez
clas de aire y atmósferas se convierten en objetos de producciones
explícitas. Con lo que en los últimos dos siglos y medio se ha llama
do Ilustración no se ha hecho nada más desde entonces. El lado cla
ro de la Ilustración será técnica respiratoria. La moderna estética de
la cotidianidad señala a esos desarrollos, si no la dirección, sí el ho
rizonte.
Los seres humanos hacen su propio clima, pero no espontánea
mente, no bajo condiciones autoelegidas, sino inmediatamente
876
Freí Otto, ensayo de epidermis jabonosa
para grandes cubiertas, 1971.
encontradas, dadas y transmitidas. La tradición de todos los climas
muertos agobia como una pesadilla los estados de ánimo de los vi
vos. Lo que, según las insinuaciones de Vitruvio475, comenzó con los
primeros fuegos, la reunión de los seres humanos en torno a un
centroagradable,aunamagna commoditas,aunmimoatractivo,si
gue siendo hasta el final la técnica de base de creaciones solidari
zantes de grupos. La sociedad es su temperatura espacial, es la calidad
de su atmósfera; es su depresión, es su despejo; es su fraccionamien
to en innumerables microclimas locales.
La autodisposición de estado de ánimo de esferas significa, por
ello, más de lo que se ha considerado política hasta ahora. Esferas
-lo hemos intentado comprender mediante análisis prolijos- son
espacios compartidos que se despliegan por un habitar común en
877
Man Ray, Auíoportrait deformé, 1938.
ellos. Son el primer producto de cooperaciones humanas; constitu
yen el resultado inmaterial y, sin embargo, más real de todos de un
prototrabajo que sólo se lleva a cabo por medio de resonancias. No
es la compartición del trabajo la que ha estimulado el proceso de la
civilización, sino la compartición de esferas; ésta es la sintonización
primordial de la sociedad en sí misma sobre sí misma.
Por eso, sólo pudo haber partidos políticos, sí, política, en gene
ral, como foco de interés público, después de que hubiera tenido
que discutirse la regulación del clima interior dominante en formas
civilizadas.
878
La democracia reformista y las sociedades de medios de masas
aparecieron a la vez sólo porque los medios de masas, como con
formadores sociales de clima, permitieron divulgar la disputa en
tomo a las regulaciones de clima. Por eso tienen razón las pobla
ciones ilustradas de democracias de masas en interpretar las gesti
culaciones electorales de sus partidos como una guerra de meteo
rólogos: todos ellos pretenden cambiar el clima mediante promesas,
pero su cacareo delata que no saben lo que significa prometer; casi
sin excepción ignoran la razón fuerte de estarjuntos. No compren
den que la solidaridad sólo es posible por transferencia de formas
culturales tempranas de participación y simpatía de unos con otros
a condiciones de grandes sociedades: aunque sí notan las conse
cuencias de que los presupuestos para tales transferencias se hayan
vuelto precarios.
El escepticismo antipolítico tanto del Este como del Oeste, que
se alimenta de percepciones correctas, contiene ya el núcleo de una
idea con la que ha de comenzar la nueva proyección de espacios de
solidaridad. A cada uno de esos espacios pertenece una fundamen-
tación -mejor, una suspensión- constituida por una promesa de cli
ma verificable en sí misma. La Ilustración comienza por despejar
(como se despeja el tiempo), o, si no, es realmente y desde un prin
cipio el engaño de masas que los oscuros autores del siglo XX sos pecharon que fuera. Como toda vida compartida, la política es el ar te de lo atmosféricamente posible.
879
‘Diógenes Laercio n, 10.
Notas
*AusgewáhlteSchriften, vol. I, Stuttgart 1997, pág. 61.
5 Cfr. Esferasi,trad. deIsidoroReguera,Siruela,Madrid2003,pág. 69.
4En diferentes listas aparecen más de veinte nombres de los que sólo cuatro
son canónicos: Tales, el protofilósofo, Bías de Priene, Solón, el legislador, y Pitaco
de Mitilene. También aparecen a menudo Quilón de Esparta, Periandro de Corin-
to y Cleóbulo de Lindos. Como melodías características, a cada uno de esos sabios
se les asignan máximas o advertencias típicas: «Guarda medida» (Tales); «La ma
yoría de los seres humanos son malos» (Bías); «De nada en exceso» (Solón); «El lu
cro es insaciable» (Pitaco); «Conócete a ti mismo» (Quilón); «Guardar medida es
lo mejor» (Cleóbulo).
5Plodno, EnéadasvI8, 18, 1-s. «Todo está dentro. »
6GastónBachelard,PoetikdesRaumes,Munich 1960,págs. 238y132[Poéticadeles
pacio,,FCE,México 1965].
7 Cfr. Otto Brendel, «Symbolik der Kugel. Archáologischer Beitrag zur Ges-
chichte der alteren griechischen Philosophie», en Mitteilungen desDeutschenArcháolo-
gischen Instituís, Rómische Abteilung 51, 1936, págs. 1-95. A continuación nos atene
mos libremente a las consideraciones de Brendel.
El análisis reciente y más completo del mosaico de los filósofos de Nápoles (Kon-
rad Gaiser, Heidelberg 1980),que pretende ver en esa imagen una representación de
la Academia platónica discutiendo la tesis de Heráclides Póntico de la quietud del
cielo, no llega a convencer, a pesar de la abundancia de referencias y datos, porque
no resulta en absoluto plausible que un pintor de la época helenística hiciera objeto
del cuadro una hipótesis cosmológica que en su tiempo no tenía partidarios; además,
Heráclides rechazó la idea de un cosmos con cubiertas y consideró el mundo infini
to, de modo que resultaría extraño que precisamente sus ideas hubieran deparado
el tema a un debate sobre una esfera celeste físicamente situada en medio. De la ar
gumentación ampliamente desacertada de Gaiser sólo puede mantenerse que en el
mosaico de Torre Annunziata hay un aire de debate académico y de tipismo plato
nizante, pero, como nosotros creemos, sólo en relación con una escena más antigua
y de significado más originario y general.
8Es claro que con esta tesis se introduce un desvío en la doxografía, dado que,
cuando la tradición describe indubitablemente a Tales como el creador de una hi
pótesis filosófico-elemental sobre la primera materia, las fuentes sólo le atribuyen en
881
principio una imagen del mundo en la que la tierra flota como un barco sobre el
agua originaria. La tesis esférico-cosmológica la urdirá Plutarco mediante la retro-
proyección de modelos posteriores a las máximas taléticas. Por lo que respecta a la
idea artística del mosaico de los filósofos, no parece problemático percibir en ella un
sincretismo de leyendas fundacionales (protofilosofTa, tradición de los siete sabios) y
clasicismo (imagen esférica del mundo y cosmoteología filosófica).
*' En Diógenes Laercio i, 35, se dice: «Por suyas se cuentan estas sentencias: “De
los seres, el más antiguo es Dios, el ingénito; el más hermoso es el mundo, la obra de
Dios; el más grande es el espacio, que lo encierra todo; el más veloz es el espíritu, que
lo traspasa todo; el más fuerte es la necesidad, que lo domina todo; el más sabio es
el tiempo, que lo descubre todo”». «“¿Qué es lo divino? ” “Lo que no tiene ni princi
pio ni fin. ”»
10Cfr. infrael capítulo 3: «Arcas, murallas de ciudad, fronteras del mundo, siste
mas de inmunidad. Paraunaontologíadelespaciocercado»,págs. 243-ss.
1Entre aquellos para quienes estosjuguetes gigantescos parece que eran de un
formato familiar sobresale el joven Max Bense que en 1935 anota: «El espacio es lo
originario. Mientras más originario el ser humano, más profundo el sentimiento del espacio.
Heidegger -de haber sido originario en su “interioridad”, en su “realidad interior”,
en su “existencia elemental”- tenía que haber interpretado el ser como espacio».
«Rebelión del espíritu. Una defensa del conocimiento», en Max Bense, Ausgewáhlte
Schriften, vol. 1, Stuttgart 1997, pág. 107.
'* Holzivege, Ir
ed. , 1980, pág. 92.
[Caminos delbosque, Alianza,
Madrid
1995, pág. 92. ]
n Nulla enim bestia globum et eius motus ad terminum producit. «De ludo globi», en Ni-
kolaus von Kues, Die philosophisch-theologischen Schriften, vol. III, Viena 1989, pág. 222. MAufstand des Geistes. Eine Verteidigung der Erkenntnis, Stuttgart-Berlín 1935, reedi
ción: Stuttgart 1997, pág. 122.
n Cfr. Otto Brendel, Symbolik der Kugel (cfr. supra, nota 7), pág. 85.
,fi Cfr. en el capítulo 8: «La última esfera. Para una historiafilosófica de la globaliza-
ción terrestre», el epígrafe 12: «El movimiento fundamental: el dinero que regresa»,
págs. 763-ss.
17El descubridor de esta pregunta -nosotros la llamamos la pregunta por la lo
calización absoluta- parece haber sido Aristóteles, que en su Física, tras una enume
ración de ocho variantes del significado de la preposición en, formula la cuestión de
si todo está en otro o en ninguna parte, o si también es posible que algo esté en sí mis
mo (cfr. Esferas I, excurso 4: «En el ser-ahí hay una tendencia esencial a la cercanía», pág.
307, nota 144). Con esta información sobre el poder-ser-en-sí-mismo, Aristóteles roza
la problemática del superlibro no escrito de la filosofía occidental, que habría de ti
tularse «Ser y espacio».
IMEn la bibliografía al respecto se encuentran indicaciones fluctuantes para su
datación; Alois Fauser cree que el Atlas Famesio es una obra del siglo i antes de Cris
to; cfr. Die Welt in Hánden. Kurze Kulturgeschichte des Globus von Haus Famese, Stuttgart
1967, pág. 39; según Percy Emst Schramm (Sphaira, Globus, Reichsapfel. Wanderungund
882
Wandlung eines Herrschaftszeichens von Caesar bis Elisabeth //, Stuttgart 1958, pág. 8) se
trata de una obra del siglo I después de Cristo; ocasionalmente se habla también de la
época de Antonino Pío, es decir, de mediados del siglo h; los autores más convin
centes, a nuestro parecer, circunscriben la fecha al tiempo del principado de Augus
to. Franz Boíl cree poder deducir por la presencia de la constelación del trono que
la fecha de producción del globo se localizaría en los años posteriores a la ascensión
de Augusto al poder absoluto. Cfr. Boíl, Sitzungsberichte derAkademie der Wissenschafien,
Munich 1899, págs. 121-ss. , citado por Pauly-Wissowa, Realencyclopádie der Altertums-
wissenschaften, Stuttgart 1981, artículo «Globen», columna 1. 429.
19Cfr. P. E. Schramm, ibid. , pág. 11.
20Cfr. «Über astronomische Druckwerke aus alter und neuer Zeit», manuscrito
de una conferencia pronunciada en la Sociedad de Bibliófilos de Hamburgo en 1911,
citado en Ernst H. Gombrich, Aby Warburg. Fine intellektuelle Biographie, Hamburgo
1992, págs. 272-273.
21 Cfr. para esto las observaciones sugerentes de Rolf Michael Schneider, Bunte
Barbaren. Orientalenstatuen aus farbigem Marrnor in der rómischen Reptasentationskunst,
Worms 1986, págs. 47-s. Agradezco a Hans Belting que me diera noticia de este libro.
22 Cum tot sustineas et tanta negotia solus, Epistulae n, 1, 1.
” Cfr. A. Fauser, Die Welt in Hánden (ver nota 18), págs. 36-39.
24Cfr. Paul Zanker, Die Maske des Sokrates. Das Bild des Intellektuellen in der antiken
Kunst, Munich 1995, págs. 109-s.
23El verbo philoponeín y el substantivo philoponía pertenecen al griego clásico; la
alabanza filosófica de la vida esforzada, sobre todo en la Stoa, no podría ejercerse en
absoluto sin esas expresiones; también Platón conoce ya a los «amantes del esfuerzo»
o de la fatiga corporal, que nombra al unísono junto a los maestros de gimnasia y a
los peritos en la cura del cuerpo (Fedro 248d). Sobre la secta monofisita alejandrina
de los philoponoi en el siglo VI d. C. , cfr. Michael Wolff, Geschichte der Impetustheorie. Un-
tersuchungen zum Ursprung der klassischen Mechanik, Frankfurt 1978, págs. 107-113. La
fórmula señorial de Alejandro el Grande: pónos kaíphilanthropia, muestra que el amor
al esfuerzo también ocupaba un lugar en los enunciados personales de los podero
sos. El genio filosófico de Nietzsche se expresa también por la circunstancia de que
en el difamado parágrafo 341 de Im gaya ciencia («La carga más pesada») consiguiera
formular una relación radicalmente nueva entre lógos y pónos: la conformidad del
pensador con la idea del eterno retomo.
26 Cfr.
el capítulo 4: «El argumento ontológico de la esfera», págs. 309-ss. , así co
mo el capítulo 5, «Deus sive sphaera o: El Uno-Todo que estalla», págs. 403-ss.
27La diferenciación onto-lógico/onto-gráfico remite a Alexandre Kojéve: cfr. in-
fra la nota 36.
28Cfr. Heráclito, fragmento 43 (Mansfeld): «Ninguna de las gentes de las que es
cuché explicaciones llega al conocimiento de que lo sabio (sophón) [es decir, el dios]
es algo separado (kechorisménon) del todo». Cfr. también Simone Pétrement, Le dieu
separé. Les origines du gnosticisme; París 1984.
883
En todo caso, junto al globo farnésico, el globo celeste marmóreo de Arolsen
puede considerarse como segundo candidato para ofrecer un auténtico documento
antiguo.
La mitología conoce un episodio similar de traspaso del cielo: Hércules susti
tuye al Atlas mientras éste va a recoger para su visitante la manzana de las Hespéri-
des. Aquí aparece ya in nuce una primera teoría del intento de liberarse del peso:
Atlas, contento por su nueva libertad de movimiento, se niega a volver a cargar con
el peso del cielo y le dice a Hércules que a partir de entonces sea él quien soporte el
cielo en su lugar. Hércules simula aceptar la nueva situación, pero le pide al Atlas
que vuelva a tomar por un instante la carga mientras él se hace con telas un cojín pa
ra apoyarla en el cuello. Atlas, que no se da cuenta de la trampa, acepta, toma el cie
lo y tiene que contemplar cómo Hércules se escapa satisfecho. Se podría decir: des
de entonces las grandes culturas discuten -más bien latente que abiertamente- sobre
la cuestión de cómo conseguir que sean otros quienes se encarguen de lo pesado y
difícil.
,l Sobre la fórmula: «que es» (hos éstin), cfr. el lúcido comentario de Thomas
Buchheim en su libro Die Vorsokratiker. Ein philosophisches Portrait, Munich 1994, sobre
todo las págs. 117-ss. ; ahí también la referencia al sentido de noeín como «realizar».
. . . tó gár auto noetn estín te kaí eínai, «pues lo mismo es lo que se conoce que lo
que es» (Mansfeld, fragmento 7).
* Poema, fragmento 11, versos 20-25. [El autor cita por Die Vorsokratiker, griego/ale-
mán, editado por Jaap Mansfeld, Stuttgart 1987, pág. 321; nosotros, por G. S. Kirk y
J. E. Raven, Losfilósofospresocráticos, versión española dej. García Fernández, Gredos,
Madrid 1974, pág. 385. (N. del T. )]
MVersos 42-44, ibid. , pág. 323 (Mansfeld); 386-387 (Kirk y Raven).
” La vista o visión panorámica (Um-Sicht) parmenídea se implementa técnica
mente, en parte, por medio del circo romano y del panorama moderno: el cine pa
norámico y su prosecución en la actual Virtual-Reality-Technology. Cfr. Uwe Pirr,
«Para la historia técnica de la mirada panorámica. Del cuadro panorámico a la Rea
lidad Virtual interactiva», en Hyperkult. Geschichte, Theorie und Kontext digitaler Medien,
Martin Warnke, Wolfgang Coy, Georg Christoph Tholen (eds. ), Basilea y Frankfurt
1997, págs. 291-330.
%Alexandre Kojéve hace notar con respecto a ese Uno-Todo que se ve en la ima
gen de la esfera: «Lo que importa en la imagen parmenídea del ser es, por un lado,
que la esfera es absolutamente homogénea, de modo que no se puede hablar propia
mente de sus partes, y, por otro, que la esfera misma no tiene límites [sobrepasables]
hacia el exterior y, por tanto, está totalmente limitada a sí misma. . . Así pues, nada pue
de sobrepasar a la esfera del ser: puede uno des-plazarse en ella como quiera que
siempre tendrá por todas partes exactamente igual de ser delante que detrás de sí, y por
todas partes se tratará del mismo ser». Le Concept, le Temps et le Discours. Introduction au
Systeme du Savoir, París 1990, pág. 289. (Agradezco a Boris Groys la remisión a las con
sideraciones de Kojéve sobre la posibilidad de una «última esferología». ) Esto signi
884
fica: la exigencia de homogeneidad implica queen la esfera no hay multiplicidad au
téntica de puntos reales o espacialmente distintos, sino sólo el punto central único,
espacial-hiperespacial, al que pertenece ya la esferoscopia divina. Para ello, cfr. tam
bién las explicaciones de Kojéve sobre la «tesis parmenídea», en Essai d'une histoire
raisonnéedelaphilosophiepaiennei. Lesprésocratiques,París 1968,reedición 1997,págs.
206-236, aquí sobre todo pág. 211.
37Cfr. para esto Esferas i, capítulo 3: «Seres humanos en el círculo mágico. Para
una historia de ideas de lafascinación de la proximidad»; con respecto a Hegel, cfr. sobre
todo págs. 230-ss.
38Richard Dawkins, Das egoistische Gen, Reinbeck bei Hamburg 1996, pág. 206 [El
gen egoísta, Salvat, Barcelona 1993].
39Para el problema de la representación del absoluto, cfr. el capítulo 7: «Cómo a
través del medio puro el centro de las esferas actúa en la lejanía», págs. 598-ss.
40«San Cristóbal», en DieLegendaAureadesfacobusdeVorágine,traducida del latín
por Richard Benz, Heidelberg 1984,pág. 500. [Santiago de laVorágine, Laleyendado
rada, traducción de frayJ. M. Macías, 2vols. , Alianza, Madrid 1982,1,pág. 407. ]
41 Quizá una única excepción a esto sea el libro de Gertrud Hóhler y Michael
Koch, Der veruntreute Sündenfall. EntZweiung oder neues Bündnis? , Stuttgart 1998, en el
que la pareja de hombre y mujer se realza definiéndola como «protoequipo duo-
cén trico».
42Cfr. Wilhelm Schmidt-Biggemann,Philosophiaperennis. HistorischeUmrisseabend-
landischerSpiritualitátinAntike,MittelalterundFrüherNeuzeit,Frankfurt 1998,págs. 439-
453.
43El último pensador de altura que hay que considerar como un teólogo de la es
fera, consciente de sus motivos, fue Karl Jaspers, quien insistió en que la ontología
(la teoría del ser) sólo puede construirse como periech-onlología. (teoría del ser en
volvente y envuelto). Cfr. K. J. , Von der Wahrheit. Philosophische Logik, vol. i, Munich
1991, págs. 47-222.
44Cfr. H einz
Robert
Schlette,
Weltseele.
Geschichte und Hermeneutik, Frankfurt
1993.
45Cfr. Nicolás de Cusa, Dialogusdeludoglobilíberprimus,en Diephilosophisch-theo-
logischenSchriften, latín-alemán, vol. m, Viena 1989, págs. 271-273.
46Para la lucha de Platón contra esas tesis y sus representantes, cfr. infra el capí
tulo 4: «El argumento ontológico de la esfera», págs. 320-ss.
47Poema, versos 30-31.
48Sobre la bimilenaria historia de las representaciones cosmológicas de las esfe
ras trata recientemente con minuciosidad Jean-Pierre Lerner, Le monde des spheres,
vol. i: Genese et triomphe d'une représentation cosmique, París 1996, vol. ii: La fin du cosmos
classique, París 1997.
49Esta proposición sospechosa parece retrotraerse al hermético Líberxxivphilo-
sophorum, en el que aparece seguramente por primera vez la formulación: Deus est
sphaera infinita cuius centrum est ubique, et circumferentia nusquam. San Buenaventura,
que recoge esta frase en su Itinerarium mentís in Deumv, 8, añade al sustantivo «esfe
885
ra» el adjetivo «inteligible»». También el Maestro Eckhart y sus sucesores hasta el Cu-
sano son deudores de este enunciado. El Líber xxjv philosophorum se ha reeditado ex
celentemente como tomo 153 A del Corpus Christianorum, Toumhout 1997. En el ca
pítulo 5: «Deus sive sphaera o: El Uno-Todo que estalla», cfr. infra las págs. 466-ss. , se
discuten tres de las veinticuatro tesis teosóficas de ese libro.
«Theatrumphilosophicum», en Gilíes Deleuze, MichelFoucauli, DerFaden istgeris-
sen,traducidodelfrancésporWalterSeitteryUlrich Raulff,Berlín 1977,pág. 33[Mi
chel FoucaultyGilíes Deleuze, TheatrumphilosophicumseguidodeRepeticiónydiferencia,
Anagrama, Barcelona 1995. ]
1Cfr. Esferas I, pág. 561.
VJJohann Wolfgang Goethe, Zur Morphologie. Die Schriften zur Naturwissenschaft,
sección I, vol. 9, Weimar 1954, pág. 233.
*En el capítulo final de este volumen: «La última esfera. Para una historiafilosó
fica de la globalización terrestre», págs. 695-ss. , se encuentra una deducción de la expre
sión «emplazamiento» de las nuevas relaciones de pensamiento y circulación tras las
circunvalaciones habidas en la tierra.
MCfr. Boris Groys, «Lenin und Lincoln. Zwei Gestalten des modemen Todes»,
en B. G. , Die Erfindung Russlands, Munich-Viena 1995, págs. 180-s.
’’Cfr. infrael capítulo 8: «La última esfera. Paraunahistoriafilosóficadelaglobali
zación terrestre»>, apartado 26, «Segunda Ecúmene», págs. 855-ss.
Cfr. Esferas I, capítulo 8: «Más cerca de mí que yo mismo. Elementos teológicos pa
ra una teoría del interior común», págs. 485-ss.
’7Cfr. Alexander Gosztonyi, DerRaum. GeschichteseinerProblemeinPhilosophieund
Wissenschajlen,2 vols. , Friburgo-Munich 1976, vol. II, pág. 1255.
* Hermann Schmitz, en el § 149de su SystemderPhilosophie,vol. III, 2. aparte, Der
Gefühlsraum, 2. aed. , Bonn 1981, págs. 98-s. , lleva a cabo una impresionante interpre
tación de los «sentimientos como atmósferas». Entre otras sugerencias, Gemot Bóh-
me, en su libro Atmosphare. Essays zur neuen Ásthetik, Frankfurt 1995, desarrolla una
concepción de la actividad estética como producción de atmósferas. Variantes de ello
ofrece el mismo autor en Anmutungen. ÚberdasAtmosphárísche, Stuttgart-Ostfildem
1998. Cfr. también, al margen, Michael Hauskeller, Atmosphdren erleben. Philosophische
Untersuchungen zur Sinneswahmehmung, Berlín 1995; Reinhard Knodt, «Atmósferas.
Sobre un objeto olvidado del buen gusto», en R. K. , AsthetischeKorrespondenzen. Den-
ken im technischen Raum, Stuttgart 1994.
Como linkinquebrantable entre las teorías heideggeriana y schmitzeríana del es
pacio y de la atmósfera sigue valiendo Otto Friedrich Bollnow, Mensch und Raum,
Stuttgart 1963, 7. aed. , 1994, sobre todo los capítulos «Der gestimmte Raum», «Der
prásentische Raum», «Der Raum des menschlichen Zusammenlebens», págs. 229-270.
Hermann Timm, en su libro Das Weltquadrat. Eine reUgióse Kosmologie, Gütersloh
1985, presentó un intento paradigmático de atmosferología teológica.
MY el trabajo de Hermann Schmitz como el intento, parcialmente conseguido,
de superar el proyecto de Heidegger (y Bollnow).
886
60 Cfr. Elisabeth von Samsonow, (Práliminarien zu einer) Phanomenologie des halluzi-
nierenden Geistes. Proyecto de investigación de la Academia de las Artes Plásticas, Vie-
na, semestre de invierno 1998-1999-ss.
61Cfr. Alfred Seidel, Bewusstsein ais Verhángnis, postumo, editado por Hans Prinz-
hom, Bonn 1927.
62Esferas I, pág. 58.
65Para imperios establecidos o universos políticos esto implica, además, la am
pliación de la tesis a la proposición: toda historia es la historia de autoexaltaciones,
programas de selección y sistemas de mega! o«manía».
64 En Esferas 1, capítulo 7: «El estadio-sirenas. De la primera alianza sonosférica», se
puso de relieve cómo, ya en la conmoción que supone la escucha de saludos, el yo
viene primero a sí mismo en forma de alegría anticipada o expectativa de sí mismo.
65Sobre perturbaciones en el proceso de esta predespedida, cfr. EsferasI, excur
so 6: «Dueloesférico. Sobre la pérdida del nobjeto y la dificultad de decir lo que falta»,
págs. 415-ss.
66Cfr. Ram Adhar Malí, Heinz Húlsmann, Die drei Geburtsorte der Philosophie. Chi
na. Iridien. Europa, Bonn 1989.
87 El argumento de que la imagen de mundo se desarrolla a la vez que la imagen
del contorno del mundo se seguirá desarrollando después en el capítulo 2: «Recuer
dos-receptáculo.
Sobreelfundamento de la solidaridad en laforma inclusiva»,
págs. 173-ss.
68Cfr. Marc Augé, OrleundNicht-Orte. VorüberlegungenzueinerEthnologiederEin-
samkeit, Frankfurt 1994, págs. 53-ss.
