Jugo a mi labio han de dar
Abiertas todas tus venas, [630]
Que toda tu sangre apenas
Basta mi sed a calmar.
Abiertas todas tus venas, [630]
Que toda tu sangre apenas
Basta mi sed a calmar.
Jose de Espronceda
Tristes flores
Brota la tierra en torno de su losa;
El céfiro lamenta sus amores. [430]
Sobre ella un sauce su ramaje inclina,
Sombra le presta en lánguido desmayo,
Y allá en la tarde, cuando el sol declina,
Baña su tumba en paz su último rayo. . . .
PARTE TERCERA
CUADRO DRAMÁTICO
SARGENTO
¿Tenéis más que parar?
FRANCO
Paro los ojos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los ojos, sí, los ojos: que descreo
Del que los hizo para tal empleo.
MORETO, "San Franco de Sena"
PERSONAS
D. FÉLIX DE MONTEMAR
D. DIEGO DE PASTRANA
SEIS JUGADORES
En derredor de una mesa [435]
Hasta seis hombres están,
Fija la vista en los naipes,
Mientras juegan al parar;
Y en sus semblantes se pintan
El despecho y el afán: [440]
Por perder desesperados,
Avarientos por ganar.
Reina profundo silencio,
Sin que lo rompa jamás
Otro ruido que el del oro, [445]
O una voz para jurar.
Pálida lámpara alumbra
Con trémula claridad
Negras de humo las paredes
De aquella estancia infernal. [450]
Y el misterioso bramido
Se escucha del huracán,
Que azota los vidrios frágiles
Con sus alas al pasar.
ESCENA I
JUGADOR PRIMERO
El caballo aun no ha salido. [455]
JUGADOR SEGUNDO
¿Qué carta vino?
JUGADOR PRIMERO
La sota.
JUGADOR SEGUNDO
Pues por poco se alborota.
JUGADOR PRIMERO
Un caudal llevo perdido.
¡Voto a Cristo!
JUGADOR SEGUNDO
No juréis,
Que aun no estáis en la agonía. [460]
JUGADOR PRIMERO
No hay suerte como la mía.
JUGADOR SEGUNDO
¿Y como cuánto perdéis?
JUGADOR PRIMERO
Mil escudos y el dinero
Que Don Félix me entregó.
JUGADOR SEGUNDO
¿Dónde anda?
JUGADOR PRIMERO
¡Qué sé yo! [465]
No tardará.
JUGADOR TERCERO
Envido.
JUGADOR PRIMERO
Quiero.
ESCENA II
Galán de talle gentil,
La mano izquierda apoyada
En el pomo de la espada,
Y el aspecto varonil, [470]
Alta el ala del sombrero
Porque descubra la frente,
Con airoso continente
Entró luego un caballero.
JUGADOR PRIMERO (_al que entra_)
Don Félix, a buena hora [475]
Habéis llegado.
D. FÉLIX
¿Perdisteis?
JUGADOR PRIMERO
El dinero que me disteis
Y esta bolsa pecadora.
JUGADOR SEGUNDO
Don Félix de Montemar
Debe perder. El amor [480]
Le negara su favor
Cuando le viera ganar.
D. FÉLIX (_con desdén_)
Necesito ahora dinero,
Y estoy hastiado de amores.
(_Al corro con altivez_)
Dos mil ducados, señores, [485]
Por esta cadena quiero.
(_Quítase una cadena que lleva al pecho_. )
JUGADOR TERCERO
Alta ponéis la tarifa.
D. FÉLIX (_con altivez_)
La pongo en lo que merece.
Si otra duda se os ofrece,
Decid. (_Al corro_) [490]
Se vende y se rifa.
JUGADOR CUARTO (_aparte_)
¿Y hay quien sufra tal afrenta?
D. FÉLIX
Entre cinco están hallados.
A cuatrocientos ducados
Os toca, según mi cuenta.
Al as de oros. Allá va. [495]
(_Va echando cartas que toman los jugadores en silencio_. )
Una, dos . . . (_Al perdidoso_)
Con vos no cuento.
JUGADOR PRIMERO
Por el motivo lo siento.
JUGADOR TERCERO
¡El as! ¡el as! aquí está.
JUGADOR PRIMERO
Ya ganó.
D. FÉLIX
Suerte tenéis.
A un solo golpe de dados [500]
Tiro los dos mil ducados.
JUGADOR TERCERO
¿En un golpe?
JUGADOR PRIMERO (_a Don Félix_)
Los perdéis.
D. FÉLIX
Perdida tengo yo el alma,
Y no me importa un ardite.
JUGADOR TERCERO
Tirad.
D. FÉLIX
Al primer envite. [505]
JUGADOR TERCERO
Tirad pronto.
D. FÉLIX
Tened calma:
Que os juego más todavía,
Y en cien onzas hago el trato,
Y os lleváis este retrato
Con marco de pedrería. [510]
JUGADOR TERCERO
¿En cien onzas?
D. FÉLIX
¿Qué dudáis?
JUGADOR PRIMERO (_tomando el retrato_)
¡Hermosa mujer!
JUGADOR CUARTO
No es caro.
D. FÉLIX
¿Queréis pararlas?
JUGADOR TERCERO
Las paro.
Más ganaré.
D. FÉLIX
Si ganáis, (_Se registra todo_. )
No tengo otra joya aquí. [515]
JUGADOR PRIMERO (_mirando el retrato_)
Si esta imagen respirara. . . .
D. FÉLIX
A estar aquí, la jugara
A ella, al retrato y a mí.
JUGADOR TERCERO
Vengan los dados.
D. FÉLIX
Tirad.
JUGADOR SEGUNDO
Por Don Félix cien ducados. [520]
JUGADOR CUARTO
En contra van apostados.
JUGADOR QUINTO
Cincuenta más. Esperad,
No tiréis.
JUGADOR SEGUNDO
Van los cincuenta.
JUGADOR PRIMERO
Yo, sin blanca, a Dios le ruego
Por Don Félix.
JUGADOR QUINTO
Hecho el juego. [525]
JUGADOR TERCERO
¿Tiro?
D. FÉLIX
Tirad con sesenta
De a caballo.
_(Todos se agrupan con ansiedad al rededor de la mesa. El tercer
jugador tira los dados. )_
JUGADOR CUARTO
¿Qué ha salido?
JUGADOR SEGUNDO
¡Mil demonios, que a los dos
Nos lleven!
D. FÉLIX _(con calma al primero)_
¡Bien, vive Dios,
Vuestros ruegos me han valido! [530]
Encomendadme otra vez,
Don Juan, al diablo; no sea
Que si os oye Dios, me vea
Cautivo y esclavo en Fez.
JUGADOR TERCERO
Don Félix, habéis perdido [535]
Sólo el marco, no el retrato;
Que entrar la dama en el trato
Vuestra intención no habrá sido.
D. FÉLIX
¿Cuánto dierais por la dama?
JUGADOR TERCERO
Yo, la vida. [540]
D. FÉLIX
No la quiero.
Mirad si me dais dinero,
Y os la lleváis.
JUGADOR TERCERO
¡Buena fama
Lograréis entre las bellas,
Cuando descubran altivas
Que vos las hacéis cautivas [545]
Para en seguida vendellas!
D. FÉLIX
Eso a vos no importa nada.
¿Queréis la dama? Os la vendo.
JUGADOR TERCERO
Yo de pinturas no entiendo.
D. FÉLIX _(con cólera)_
Vos habláis con demasiada [550]
Altivez e irreverencia
De una mujer . . . ¡y si no. . . . !
JUGADOR TERCERO
De la pintura hablé yo.
TODOS
Vamos, paz; no haya pendencia.
D. FÉLIX _(sosegado)_
Sobre mi palabra os juego [555]
Mil escudos.
JUGADOR TERCERO
Van tirados.
D. FÉLIX
A otra suerte de esos dados;
Y el diablo les prenda fuego.
ESCENA III
Pálido el rostro, cejijunto el ceño,
Y torva la mirada, aunque afligida, [560]
Y en ella un firme y decidido empeño
De dar la muerte o de perder la vida,
Un hombre entró embozado hasta los ojos,
Sobre las juntas cejas el sombrero;
Víbrale al rostro el corazón enojos, [565]
El paso firme, el ánimo altanero.
Encubierta fatídica figura. --
Sed de sangre su espíritu secó,
Emponzoñó su alma la amargura,
La venganza irritó su corazón. [570]
Junto a Don Félix llega, y, desatento,
No habla a ninguno, ni aun la frente inclina;
Y en pie y delante de él y el ojo atento,
Con iracundo rostro le examina.
Miró también Don Félix al sombrío [575]
Huésped que en él los ojos enclavó,
Y con sarcasmo desdeñoso y frío,
Fijos en él los suyos, sonrïó.
D. FÉLIX
Buen hombre, ¿de qué tapiz
Se ha escapado--el que se tapa-- [580]
Que entre el sombrero y la capa
Se os ve apenas la nariz?
D. DIEGO
Bien, Don Félix, cuadra en vos
Esa insolencia importuna.
D. FÉLIX _(al tercer jugador sin hacer caso de Don Diego)_
Perdisteis. [585]
JUGADOR TERCERO
Sí. La fortuna
Se trocó; tiro y van dos. _(Vuelven a tirar. )_
D. FÉLIX
Gané otra vez. _(Al embozado)_
No he entendido
Qué dijisteis, ni hice aprecio
De si hablasteis blando o recio
Cuando me habéis respondido. [590]
D. DIEGO
A solas hablar querría.
D. FÉLIX
Podéis, si os place, empezar,
Que por vos no he de dejar
Tan honrosa compañía;
Y si Dios aquí os envía [595]
Para hacer mi conversión,
No despreciéis la ocasión
De convertir tanta gente,
Mientras que yo humildemente
Aguardo mi absolución. [600]
D. DIEGO _(desembozándose con ira)_
Don Félix, ¿no conocéis
A Don Diego de Pastrana?
D. FÉLIX
A vos no, mas sí a una hermana
Que imagino que tenéis.
D. DIEGO
¿Y no sabéis que murió? [605]
D. FÉLIX
Téngala Dios en su gloria.
D. DIEGO
Pienso que sabéis su historia,
Y quién fué quien la mató.
D. FÉLIX (_con sarcasmo_)
¡Quizá alguna calentura!
D. DIEGO
¡Mentís vos! [610]
D. FÉLIX
Calma, Don Diego,
Que si vos os morís luego,
Es tanta mi desventura
Que aun me lo habrán de achacar,
Y es en vano ese despecho.
Si se murió, a lo hecho, pecho. [615]
Ya no ha de resucitar.
D. DIEGO
Os estoy mirando y dudo
Si habré de manchar mi espada
Con esa sangre malvada,
O echaros al cuello un nudo [620]
Con mis manos, y con mengua,
En vez de desafïaros,
El corazón arrancaros
Y patearos la lengua;
Que un alma, una vida, es [625]
Satisfacción muy ligera,
Y os diera mil si pudiera
Y os las quitara después.
Jugo a mi labio han de dar
Abiertas todas tus venas, [630]
Que toda tu sangre apenas
Basta mi sed a calmar.
¡Villano!
(_Tira de la espada; todos los jugadores se interponen_. )
TODOS
Fuera de aquí
A armar quimera.
D. FÉLIX _(con calma levantándose)_
Tened,
Don Diego, la espada, y ved [635]
Que estoy yo muy sobre mí,
Y que me contengo mucho,
No sé por qué, pues tan frío
En mi colérico brío
Vuestras injurias escucho. [640]
D. DIEGO _(con furor reconcentrado y con la espada desnuda)_
Salid de aquí; que a fe mía,
Que estoy resuelto a mataros,
Y no alcanzara a libraros
La misma Virgen María.
Y es tan cierta mi intención, [645]
Tan resuelta está mi alma,
Que hasta mi cólera calma
Mi firme resolución.
Venid conmigo.
D. FÉLIX
Allá voy;
Pero si os mato, Don Diego, [650]
Que no me venga otro luego
A pedirme cuenta. Soy
Con vos al punto. Esperad
Cuente el dinero . . . _uno_ . . . _dos_. . . .
_(A Don Diego)_
Son mis ganancias; por vos [655]
Pierdo aquí una cantidad
Considerable de oro
Que iba a ganar . . . ¿y por qué?
_Diez_ . . . _quince_ . . . por no sé qué
Cuento de amor . . . ¡un tesoro [660]
Perdido! . . . voy al momento.
Es un puro disparate
Empeñarse en que yo os mate:
Lo digo como lo siento.
D. DIEGO
Remiso andáis y cobarde [665]
Y hablador en demasía.
D. FÉLIX
Don Diego, más sangre fría.
Para reñir nunca es tarde.
Y si aun fuera otro el asunto,
Yo os perdonara la prisa. [670]
Pidierais vos una misa
Por la difunta, y al punto. . . .
D. DIEGO
¡Mal caballero! . . .
D. FÉLIX
Don Diego,
Mi delito no es gran cosa.
Era vuestra hermana hermosa; [675]
La vi, me amó, creció el juego,
Se murió, no es culpa mía;
Y admiro vuestro candor,
Que no se mueren de amor
Las mujeres hoy en día. [680]
D. DIEGO
¿Estáis pronto?
D. FÉLIX
Están contados.
Vamos andando.
D. DIEGO _(con voz solemne)_
¿Os reís?
Pensad que a morir venís.
D. FÉLIX _(sale tras de él, embolsándose el dinero con indiferencia)_
Son mil trescientos ducados.
ESCENA IV
LOS JUGADORES
JUGADOR PRIMERO
Este Don Diego Pastrana [685]
Es un hombre decidido.
Desde Flandes ha venido
Sólo a vengar a su hermana.
JUGADOR SEGUNDO
¡Pues no ha hecho mal disparate!
Me da el corazón su muerte. [690]
JUGADOR TERCERO
¿Quién sabe? acaso la suerte. . . .
JUGADOR CUARTO
Me alegraré que lo mate.
PARTE CUARTA
Salió, en fin, de aquel estado, para caer en
el dolor más sombrío, en la más desalentada
desesperación y en la mayor amargura y
desconsuelo que pueden apoderarse de este pobre
corazón humano, que tan positivamente choca y
se quebranta con los males, como con vaguedad
aspira en algunos momentos, casi siempre sin
conseguirlo, a tocar los bienes ligeramente y
de pasada. --"La protección de un sastre,"
novela original por D. MIGUEL DE LOS SANTOS
ÁLVAREZ
SPIRITUS QUIDEM PROMPTUS EST; CARO VERO
INFIRMA. --S. MARCOS, "Evangelio"
Vedle, Don Félix es, espada en mano,
Sereno el rostro, firme el corazón;
También de Elvira el vengativo hermano [695]
Sin piedad a sus pies muerto cayó.
Y con tranquila audacia se adelanta
Por la calle fatal del Ataúd;
Y ni medrosa aparición le espanta,
Ni le turba la imagen de Jesús. [700]
La moribunda lámpara que ardía
Trémula lanza su postrer fulgor,
Y, en honda oscuridad, noche sombría
La misteriosa calle encapotó.
Mueve los pies el Montemar osado [705]
En las tinieblas con incierto giro,
Cuando, ya un trecho de la calle andado,
Súbito junto a él oye un suspiro.
Resbalar por su faz sintió el aliento,
Y a su pesar sus nervios se crisparon; [710]
Mas, pasado el primero movimiento,
A su primera rigidez tornaron.
«¿Quién va? » pregunta con la voz serena.
Que ni finge valor, ni muestra miedo,
El alma de invencible vigor llena, [715]
Fïado en su tajante de Toledo.
Palpa en torno de sí, y el impio jura,
Y a mover vuelve la atrevida planta,
Cuando hacia él fatídica figura
Envuelta en blancas ropas se adelanta. [720]
Flotante y vaga, las espesas nieblas
Ya disipa, y se anima, y va creciendo
Con apagada luz, ya en las tinieblas
Su argentino blancor va apareciendo.
Ya leve punto de luciente plata, [725]
Astro de clara lumbre sin mancilla,
El horizonte lóbrego dilata
Y allá en la sombra en lontananza brilla.
Los ojos, Montemar, fijos en ella,
Con más asombro que temor la mira; [730]
Tal vez la juzga vagorosa estrella
Que en el espacio de los cielos gira;
Tal vez engaño de sus propios ojos,
Forma falaz que en su ilusión creó,
O del vino ridículos antojos [735]
Que al fin su juicio a alborotar subió.
Mas el vapor del néctar jerezano
Nunca su mente a trastornar bastara,
Que ya mil veces embriagarse en vano
En frenéticas orgias intentara. [740]
«Dios presume asustarme; ¡ojalá fuera»,
Dijo entre sí riendo, «el diablo mismo!
Que entonces ¡víve Dios! quién soy supiera
El cornudo monarca del abismo. »
Al pronunciar tan insolente ultraje [745]
La lámpara del Cristo se encendió,
Y una mujer, velada en blanco traje,
Ante la imagen de rodillas vió.
«Bienvenida la luz,» dijo el impío,
«Gracias a Dios o al diablo;» y, con osada, [750]
Firme intención y temerario brío,
El paso vuelve a la mujer tapada.
Mientras él anda, al parecer se alejan
La luz, la imagen, la devota dama;
Mas si él se pára, de moverse dejan; [755]
Y lágrima tras lágrima derrama
De sus ojos inmóviles la imagen.
Mas sin que el miedo ni el dolor que inspira
Su planta audaz, ni su impiedad atajen,
Rostro a rostro a Jesús Montemar mira. [760]
--La calle parece se mueve y camina,
Faltarle la tierra sintió bajo el pie;
Sus ojos la muerta mirada fascina
Del Cristo, que intensa clavada está en él.
Y en medio el delirio que embarga su mente, [765]
Y achaca él al vino que al fin le embriagó,
La lámpara alcanza con mano insolente
Del ara do alumbra la imagen de Dios;
Y al rostro la acerca, que el cándido lino
Encubre, con ánimo asaz descortés; [770]
Mas la luz apaga viento repentino,
Y la blanca dama se puso de pie.
Empero un momento creyó que veía
Un rostro que vagos recuerdos quizá
Y alegres memorias confusas traía [775]
De tiempos mejores que pasaron ya,
Un rostro de un ángel que vió en un ensueño,
Como un sentimiento que el alma halagó,
Que anubla la frente con rígido ceño,
Sin que lo comprenda jamás la razón. [780]
Su forma gallarda dibuja en las sombras
El blanco ropaje que ondeante se ve,
Y cual si pisara mullidas alfombras,
Deslízase leve sin ruido su pie.
Tal vimos al rayo de la luna llena [785]
Fugitiva vela de lejos cruzar,
Que ya la hinche en popa la brisa serena,
Que ya la confunde la espuma del mar.
También la esperanza blanca y vaporosa
Así ante nosotros pasa en ilusión, [790]
Y el alma conmueve con ansia medrosa
Mientras la rechaza la adusta razón.
D. FÉLIX
«¡Qué! ¿sin respuesta me deja?
¿No admitís mi compañía?
¿Será quizá alguna vieja [795]
Devota? . . . ¡Chasco sería!
En vano, dueña, es callar,
Ni hacerme señas que no;
He resuelto que sí yo,
Y os tengo de acompañar. [800]
Y he de saber dónde vais
Y si sois hermosa o fea,
Quién sois y cómo os llamáis,
Y aun cuando imposible sea,
Y fuerais vos Satanás [805]
Con sus llamas y sus cuernos,
Hasta en los mismos infiernos,
Vos delante y yo detrás,
Hemos de entrar; ¡vive Dios!
Y aunque lo estorbara el cielo, [810]
Que yo he de cumplir mi anhelo
Aun a despecho de vos;
Y perdonadme, señora,
Si hay en mi empeño osadía,
Mas fuera descortesía [815]
Dejaros sola a esta hora;
Y me va en ello mi fama,
Que juro a Dios no quisiera
Que por temor se creyera
Que no he seguido a una dama. » [820]
Del hondo del pecho profundo gemido,
Crujido del vaso que estalla al dolor,
Que apenas medroso lastima el oído,
Pero que punzante rasga el corazón,
Gemido de amargo recuerdo pasado, [825]
De pena presente, de incierto pesar,
Mortífero aliento, veneno exhalado
Del que encubre el alma ponzoñoso mar,
Gemido de muerte lanzó, y silenciosa
La blanca figura su pie resbaló, [830]
Cual mueve sus alas sílfide amorosa
Que apenas las aguas del lago rizó.
¡Ay! el que vió acaso perdida en un día
La dicha que eterna creyó el corazón,
Y en noche de nieblas y en honda agonía [835]
En un mar sin playas muriendo quedó! . . .
Y solo y llevando consigo en su pecho,
Compañero eterno su dolor crüel,
El mágico encanto del alma deshecho,
Su pena, su amigo y su amante más fiel; [840]
¡Miró sus suspiros llevarlos el viento,
Sus lágrimas tristes perderse en el mar,
Sin nadie que acuda ni entienda su acento,
Insensible el cielo y el mundo a su mal!
Y ha visto la luna brillar en el cielo [845]
Serena y en calma mientras él lloró,
Y ha visto los hombres pasar en el suelo
Y nadie a sus quejas los ojos volvió!
Y él mismo, la befa del mundo temblando,
Su pena en su pecho profunda escondió, [850]
Y dentro en su alma su llanto tragando
Con falsa sonrisa su labio vistió! ! . . .
¡Ay! quien ha contado las horas que fueron,
Horas otro tiempo que abrevió el placer,
Y hoy solo y llorando piensa como huyeron [855]
Con ellas por siempre las dichas de ayer;
Y aquellos placeres, que el triste ha perdido,
No huyeron del mundo, que en el mundo están;
Y él vive en el mundo do siempre ha vivido,
Y aquellos placeres para él no son ya! [860]
¡Ay del que descubre por fin la mentira!
¡Ay del que la triste realidad palpó!
Del que el esqueleto de este mundo mira,
Y sus falsas galas loco le arrancó! . . .
¡Ay de aquel que vive sólo en lo pasado! [865]
¡Ay del que su alma nutre en su pesar!
Las horas que huyeron llamará angustiado,
Las horas que huyeron jamás tornarán! . . .
Quien haya sufrido tan bárbaro duelo,
Quien noches enteras contó sin dormir [870]
En lecho de espinas, maldiciendo al cielo,
Horas sempiternas de ansiedad sin fin. . . .
Quien haya sentido quererse del pecho
Saltar a pedazos roto el corazón,
Crecer su delirio, crecer su despecho, [875]
Al cuello cien nudos echarle el dolor,
Ponzoñoso lago de punzante hielo,
Sus lágrimas tristes que cuajó el pesar,
Reventando ahogarle, sin hallar consuelo,
Ni esperanza nunca, ni tregua en su afán. [880]
Aquél, de la blanca fantasma el gemido,
Única respuesta que a Don Félix dió,
Hubiera, y su inmenso dolor, comprendido,
Hubiera pesado su inmenso valor.
D. FÉLIX
«Si buscáis algún ingrato, [885]
Yo me ofrezco agradecido;
Pero o miente ese recato,
O vos sufrís el mal trato
De algún celoso marido.
¿Acerté? ¡Necia manía! [890]
Es para volverme loco,
Si insistís en tal porfía;
Con los mudos, reina mía,
Yo hago mucho y hablo poco. »
Segunda vez importunada en tanto, [895]
Una voz de süave melodía
El estudiante oyó que parecía
Eco lejano de armonioso canto,
De amante pecho lánguido latido,
Sentimiento inefable de ternura, [900]
Suspiro fiel de amor correspondido,
El primer sí de la mujer aun pura.
«Para mí los amores acabaron;
Todo en el mundo para mí acabó;
Los lazos que a la tierra me ligaron [905]
El cielo para siempre desató,»
Dijo su acento misterioso y tierno,
Que de otros mundos la ilusión traía,
Eco de los que ya reposo eterno
Gozan en paz bajo la tumba fría. [910]
Montemar, atento sólo a su aventura,
Que es bella la dama y aun fácil juzgó,
Y la hora, la calle y la noche oscura
Nuevos incentivos a su pecho son.
«--Hay riesgo en seguirme. --Mirad ¡qué reparo! [915]
--Quizá luego os pese. --Puede que por vos.
--Ofendéis al cielo. --Del diablo me amparo.
--Idos, caballero, no tentéis a Dios.
--Siento me enamora más vuestro despego,
Y si Dios se enoja, pardiez que hará mal; [920]
Veame en vuestros brazos y máteme luego.
--¡Vuestra última hora quizá ésta será! . . .
Dejad ya, Don Félix, delirios mundanos.
--¡Hola, me conoce! --¡Ay! ¡temblad por vos!
¡Temblad no se truequen deleites livianos [925]
En penas eternas! --Basta de sermón,
Que yo para oírlos la cuaresma espero;
Y hablemos de amores, que es más dulce hablar;
Dejad ese tono solemne y severo,
Que os juro, señora, que os sienta muy mal. [930]
La vida es la vida: cuando ella se acaba,
Acaba con ella también el placer.
¿De inciertos pesares por qué hacerla esclava?
Para mí no hay nunca mañana ni ayer.
Si mañana muero, que sea en mal hora [935]
O en buena, cual dicen, ¿qué me importa a mí?
Goce yo el presente, disfrute yo ahora,
Y el diablo me lleve siquiera al morir.
--¡Cúmplase en fin tu voluntad, Dios mío! --»
La figura fatídica exclamó; [940]
Y en tanto al pecho redoblar su brío
Siente Don Félix y camina en pos.
Cruzan tristes calles,
Plazas solitarias,
Arruinados muros, [945]
Donde sus plegarias
Y falsos conjuros,
En la misteriosa
Noche borrascosa,
Maldecida bruja [950]
Con ronca voz canta,
Y de los sepulcros
Los muertos levanta,
Y suenan los ecos
De sus pasos huecos [955]
En la soledad;
Mientras en silencio
Yace la ciudad,
Y en lúgubre són
Arrulla su sueño [960]
Bramando Aquilón.
Y una calle y otra cruzan,
Y más allá y más allá;
Ni tiene término el viaje,
Ni nunca dejan de andar. [965]
Y atraviesan, pasan, vuelven,
Cien calles quedando atrás,
Y paso tras paso siguen,
Y siempre adelante van;
Y a confundirse ya empieza [970]
Y a perderse Montemar,
Que ni sabe a dó camina,
Ni acierta ya dónde está;
Y otras calles, otras plazas
Recorre, y otra ciudad, [975]
Y ve fantásticas torres
De su eterno pedestal
Arrancarse, y sus macizas,
Negras masas caminar,
Apoyándose en sus ángulos, [980]
Que en la tierra en desigual,
Perezoso tranco fijan;
Y a su monótono andar,
Las campanas sacudidas
Misteriosos dobles dan, [985]
Mientras en danzas grotescas,
Y al estruendo funeral,
En derredor cien espectros
Danzan con torpe compás;
Y las veletas sus frentes [990]
Bajan ante él al pasar,
Los espectros le saludan,
Y en cien lenguas de metal,
Oye su nombre en los ecos
De las campanas sonar. [995]
Mas luego cesa el estrépito,
Y en silencio, en muda paz
Todo queda, y desparece
De súbito la ciudad:
Palacios, templos, se cambian [1000]
En campos de soledad,
Y en un yermo y silencioso,
Melancólico arenal,
Sin luz, sin aire, sin cielo,
Perdido en la inmensidad. [1005]
Tal vez piensa que camina,
Sin poder parar jamás,
De extraño empuje llevado
Con precipitado afán;
Entretanto que su guía, [1010]
Delante de él sin hablar,
Sigue misteriosa, y sigue
Con paso rápido, y ya
Se remonta ante sus ojos
En alas del huracán, [1015]
Visión sublime, y su frente
Ve fosfórica brillar
Entre lívidos relámpagos
En la densa oscuridad,
Sierpes de luz, luminosos [1020]
Engendros del vendaval;
Y cuando duda si duerme,
Si tal vez sueña o está
Loco, si es tanto prodigio,
Tanto delirio verdad, [1025]
Otra vez en Salamanca
Súbito vuélvese a hallar,
Distingue los edificios,
Reconoce en dónde está,
Y en su delirante vértigo [1030]
Al vino vuelve a culpar,
Y jura, y siguen andando,
Ella delante, él detrás.
«¡Vive Dios! dice entre sí,
O Satanás se chancea, [1035]
O no debo estar en mí,
O el Málaga que bebí
En mi cabeza aun humea.
«Sombras, fantasmas, visiones. . . .
Dale con tocar a muerto, [1040]
Y en revueltas confusiones,
Danzando estos torreones
Al compás de tal concierto.
«Y el juicio voy a perder
Entre tantas maravillas.
Brota la tierra en torno de su losa;
El céfiro lamenta sus amores. [430]
Sobre ella un sauce su ramaje inclina,
Sombra le presta en lánguido desmayo,
Y allá en la tarde, cuando el sol declina,
Baña su tumba en paz su último rayo. . . .
PARTE TERCERA
CUADRO DRAMÁTICO
SARGENTO
¿Tenéis más que parar?
FRANCO
Paro los ojos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los ojos, sí, los ojos: que descreo
Del que los hizo para tal empleo.
MORETO, "San Franco de Sena"
PERSONAS
D. FÉLIX DE MONTEMAR
D. DIEGO DE PASTRANA
SEIS JUGADORES
En derredor de una mesa [435]
Hasta seis hombres están,
Fija la vista en los naipes,
Mientras juegan al parar;
Y en sus semblantes se pintan
El despecho y el afán: [440]
Por perder desesperados,
Avarientos por ganar.
Reina profundo silencio,
Sin que lo rompa jamás
Otro ruido que el del oro, [445]
O una voz para jurar.
Pálida lámpara alumbra
Con trémula claridad
Negras de humo las paredes
De aquella estancia infernal. [450]
Y el misterioso bramido
Se escucha del huracán,
Que azota los vidrios frágiles
Con sus alas al pasar.
ESCENA I
JUGADOR PRIMERO
El caballo aun no ha salido. [455]
JUGADOR SEGUNDO
¿Qué carta vino?
JUGADOR PRIMERO
La sota.
JUGADOR SEGUNDO
Pues por poco se alborota.
JUGADOR PRIMERO
Un caudal llevo perdido.
¡Voto a Cristo!
JUGADOR SEGUNDO
No juréis,
Que aun no estáis en la agonía. [460]
JUGADOR PRIMERO
No hay suerte como la mía.
JUGADOR SEGUNDO
¿Y como cuánto perdéis?
JUGADOR PRIMERO
Mil escudos y el dinero
Que Don Félix me entregó.
JUGADOR SEGUNDO
¿Dónde anda?
JUGADOR PRIMERO
¡Qué sé yo! [465]
No tardará.
JUGADOR TERCERO
Envido.
JUGADOR PRIMERO
Quiero.
ESCENA II
Galán de talle gentil,
La mano izquierda apoyada
En el pomo de la espada,
Y el aspecto varonil, [470]
Alta el ala del sombrero
Porque descubra la frente,
Con airoso continente
Entró luego un caballero.
JUGADOR PRIMERO (_al que entra_)
Don Félix, a buena hora [475]
Habéis llegado.
D. FÉLIX
¿Perdisteis?
JUGADOR PRIMERO
El dinero que me disteis
Y esta bolsa pecadora.
JUGADOR SEGUNDO
Don Félix de Montemar
Debe perder. El amor [480]
Le negara su favor
Cuando le viera ganar.
D. FÉLIX (_con desdén_)
Necesito ahora dinero,
Y estoy hastiado de amores.
(_Al corro con altivez_)
Dos mil ducados, señores, [485]
Por esta cadena quiero.
(_Quítase una cadena que lleva al pecho_. )
JUGADOR TERCERO
Alta ponéis la tarifa.
D. FÉLIX (_con altivez_)
La pongo en lo que merece.
Si otra duda se os ofrece,
Decid. (_Al corro_) [490]
Se vende y se rifa.
JUGADOR CUARTO (_aparte_)
¿Y hay quien sufra tal afrenta?
D. FÉLIX
Entre cinco están hallados.
A cuatrocientos ducados
Os toca, según mi cuenta.
Al as de oros. Allá va. [495]
(_Va echando cartas que toman los jugadores en silencio_. )
Una, dos . . . (_Al perdidoso_)
Con vos no cuento.
JUGADOR PRIMERO
Por el motivo lo siento.
JUGADOR TERCERO
¡El as! ¡el as! aquí está.
JUGADOR PRIMERO
Ya ganó.
D. FÉLIX
Suerte tenéis.
A un solo golpe de dados [500]
Tiro los dos mil ducados.
JUGADOR TERCERO
¿En un golpe?
JUGADOR PRIMERO (_a Don Félix_)
Los perdéis.
D. FÉLIX
Perdida tengo yo el alma,
Y no me importa un ardite.
JUGADOR TERCERO
Tirad.
D. FÉLIX
Al primer envite. [505]
JUGADOR TERCERO
Tirad pronto.
D. FÉLIX
Tened calma:
Que os juego más todavía,
Y en cien onzas hago el trato,
Y os lleváis este retrato
Con marco de pedrería. [510]
JUGADOR TERCERO
¿En cien onzas?
D. FÉLIX
¿Qué dudáis?
JUGADOR PRIMERO (_tomando el retrato_)
¡Hermosa mujer!
JUGADOR CUARTO
No es caro.
D. FÉLIX
¿Queréis pararlas?
JUGADOR TERCERO
Las paro.
Más ganaré.
D. FÉLIX
Si ganáis, (_Se registra todo_. )
No tengo otra joya aquí. [515]
JUGADOR PRIMERO (_mirando el retrato_)
Si esta imagen respirara. . . .
D. FÉLIX
A estar aquí, la jugara
A ella, al retrato y a mí.
JUGADOR TERCERO
Vengan los dados.
D. FÉLIX
Tirad.
JUGADOR SEGUNDO
Por Don Félix cien ducados. [520]
JUGADOR CUARTO
En contra van apostados.
JUGADOR QUINTO
Cincuenta más. Esperad,
No tiréis.
JUGADOR SEGUNDO
Van los cincuenta.
JUGADOR PRIMERO
Yo, sin blanca, a Dios le ruego
Por Don Félix.
JUGADOR QUINTO
Hecho el juego. [525]
JUGADOR TERCERO
¿Tiro?
D. FÉLIX
Tirad con sesenta
De a caballo.
_(Todos se agrupan con ansiedad al rededor de la mesa. El tercer
jugador tira los dados. )_
JUGADOR CUARTO
¿Qué ha salido?
JUGADOR SEGUNDO
¡Mil demonios, que a los dos
Nos lleven!
D. FÉLIX _(con calma al primero)_
¡Bien, vive Dios,
Vuestros ruegos me han valido! [530]
Encomendadme otra vez,
Don Juan, al diablo; no sea
Que si os oye Dios, me vea
Cautivo y esclavo en Fez.
JUGADOR TERCERO
Don Félix, habéis perdido [535]
Sólo el marco, no el retrato;
Que entrar la dama en el trato
Vuestra intención no habrá sido.
D. FÉLIX
¿Cuánto dierais por la dama?
JUGADOR TERCERO
Yo, la vida. [540]
D. FÉLIX
No la quiero.
Mirad si me dais dinero,
Y os la lleváis.
JUGADOR TERCERO
¡Buena fama
Lograréis entre las bellas,
Cuando descubran altivas
Que vos las hacéis cautivas [545]
Para en seguida vendellas!
D. FÉLIX
Eso a vos no importa nada.
¿Queréis la dama? Os la vendo.
JUGADOR TERCERO
Yo de pinturas no entiendo.
D. FÉLIX _(con cólera)_
Vos habláis con demasiada [550]
Altivez e irreverencia
De una mujer . . . ¡y si no. . . . !
JUGADOR TERCERO
De la pintura hablé yo.
TODOS
Vamos, paz; no haya pendencia.
D. FÉLIX _(sosegado)_
Sobre mi palabra os juego [555]
Mil escudos.
JUGADOR TERCERO
Van tirados.
D. FÉLIX
A otra suerte de esos dados;
Y el diablo les prenda fuego.
ESCENA III
Pálido el rostro, cejijunto el ceño,
Y torva la mirada, aunque afligida, [560]
Y en ella un firme y decidido empeño
De dar la muerte o de perder la vida,
Un hombre entró embozado hasta los ojos,
Sobre las juntas cejas el sombrero;
Víbrale al rostro el corazón enojos, [565]
El paso firme, el ánimo altanero.
Encubierta fatídica figura. --
Sed de sangre su espíritu secó,
Emponzoñó su alma la amargura,
La venganza irritó su corazón. [570]
Junto a Don Félix llega, y, desatento,
No habla a ninguno, ni aun la frente inclina;
Y en pie y delante de él y el ojo atento,
Con iracundo rostro le examina.
Miró también Don Félix al sombrío [575]
Huésped que en él los ojos enclavó,
Y con sarcasmo desdeñoso y frío,
Fijos en él los suyos, sonrïó.
D. FÉLIX
Buen hombre, ¿de qué tapiz
Se ha escapado--el que se tapa-- [580]
Que entre el sombrero y la capa
Se os ve apenas la nariz?
D. DIEGO
Bien, Don Félix, cuadra en vos
Esa insolencia importuna.
D. FÉLIX _(al tercer jugador sin hacer caso de Don Diego)_
Perdisteis. [585]
JUGADOR TERCERO
Sí. La fortuna
Se trocó; tiro y van dos. _(Vuelven a tirar. )_
D. FÉLIX
Gané otra vez. _(Al embozado)_
No he entendido
Qué dijisteis, ni hice aprecio
De si hablasteis blando o recio
Cuando me habéis respondido. [590]
D. DIEGO
A solas hablar querría.
D. FÉLIX
Podéis, si os place, empezar,
Que por vos no he de dejar
Tan honrosa compañía;
Y si Dios aquí os envía [595]
Para hacer mi conversión,
No despreciéis la ocasión
De convertir tanta gente,
Mientras que yo humildemente
Aguardo mi absolución. [600]
D. DIEGO _(desembozándose con ira)_
Don Félix, ¿no conocéis
A Don Diego de Pastrana?
D. FÉLIX
A vos no, mas sí a una hermana
Que imagino que tenéis.
D. DIEGO
¿Y no sabéis que murió? [605]
D. FÉLIX
Téngala Dios en su gloria.
D. DIEGO
Pienso que sabéis su historia,
Y quién fué quien la mató.
D. FÉLIX (_con sarcasmo_)
¡Quizá alguna calentura!
D. DIEGO
¡Mentís vos! [610]
D. FÉLIX
Calma, Don Diego,
Que si vos os morís luego,
Es tanta mi desventura
Que aun me lo habrán de achacar,
Y es en vano ese despecho.
Si se murió, a lo hecho, pecho. [615]
Ya no ha de resucitar.
D. DIEGO
Os estoy mirando y dudo
Si habré de manchar mi espada
Con esa sangre malvada,
O echaros al cuello un nudo [620]
Con mis manos, y con mengua,
En vez de desafïaros,
El corazón arrancaros
Y patearos la lengua;
Que un alma, una vida, es [625]
Satisfacción muy ligera,
Y os diera mil si pudiera
Y os las quitara después.
Jugo a mi labio han de dar
Abiertas todas tus venas, [630]
Que toda tu sangre apenas
Basta mi sed a calmar.
¡Villano!
(_Tira de la espada; todos los jugadores se interponen_. )
TODOS
Fuera de aquí
A armar quimera.
D. FÉLIX _(con calma levantándose)_
Tened,
Don Diego, la espada, y ved [635]
Que estoy yo muy sobre mí,
Y que me contengo mucho,
No sé por qué, pues tan frío
En mi colérico brío
Vuestras injurias escucho. [640]
D. DIEGO _(con furor reconcentrado y con la espada desnuda)_
Salid de aquí; que a fe mía,
Que estoy resuelto a mataros,
Y no alcanzara a libraros
La misma Virgen María.
Y es tan cierta mi intención, [645]
Tan resuelta está mi alma,
Que hasta mi cólera calma
Mi firme resolución.
Venid conmigo.
D. FÉLIX
Allá voy;
Pero si os mato, Don Diego, [650]
Que no me venga otro luego
A pedirme cuenta. Soy
Con vos al punto. Esperad
Cuente el dinero . . . _uno_ . . . _dos_. . . .
_(A Don Diego)_
Son mis ganancias; por vos [655]
Pierdo aquí una cantidad
Considerable de oro
Que iba a ganar . . . ¿y por qué?
_Diez_ . . . _quince_ . . . por no sé qué
Cuento de amor . . . ¡un tesoro [660]
Perdido! . . . voy al momento.
Es un puro disparate
Empeñarse en que yo os mate:
Lo digo como lo siento.
D. DIEGO
Remiso andáis y cobarde [665]
Y hablador en demasía.
D. FÉLIX
Don Diego, más sangre fría.
Para reñir nunca es tarde.
Y si aun fuera otro el asunto,
Yo os perdonara la prisa. [670]
Pidierais vos una misa
Por la difunta, y al punto. . . .
D. DIEGO
¡Mal caballero! . . .
D. FÉLIX
Don Diego,
Mi delito no es gran cosa.
Era vuestra hermana hermosa; [675]
La vi, me amó, creció el juego,
Se murió, no es culpa mía;
Y admiro vuestro candor,
Que no se mueren de amor
Las mujeres hoy en día. [680]
D. DIEGO
¿Estáis pronto?
D. FÉLIX
Están contados.
Vamos andando.
D. DIEGO _(con voz solemne)_
¿Os reís?
Pensad que a morir venís.
D. FÉLIX _(sale tras de él, embolsándose el dinero con indiferencia)_
Son mil trescientos ducados.
ESCENA IV
LOS JUGADORES
JUGADOR PRIMERO
Este Don Diego Pastrana [685]
Es un hombre decidido.
Desde Flandes ha venido
Sólo a vengar a su hermana.
JUGADOR SEGUNDO
¡Pues no ha hecho mal disparate!
Me da el corazón su muerte. [690]
JUGADOR TERCERO
¿Quién sabe? acaso la suerte. . . .
JUGADOR CUARTO
Me alegraré que lo mate.
PARTE CUARTA
Salió, en fin, de aquel estado, para caer en
el dolor más sombrío, en la más desalentada
desesperación y en la mayor amargura y
desconsuelo que pueden apoderarse de este pobre
corazón humano, que tan positivamente choca y
se quebranta con los males, como con vaguedad
aspira en algunos momentos, casi siempre sin
conseguirlo, a tocar los bienes ligeramente y
de pasada. --"La protección de un sastre,"
novela original por D. MIGUEL DE LOS SANTOS
ÁLVAREZ
SPIRITUS QUIDEM PROMPTUS EST; CARO VERO
INFIRMA. --S. MARCOS, "Evangelio"
Vedle, Don Félix es, espada en mano,
Sereno el rostro, firme el corazón;
También de Elvira el vengativo hermano [695]
Sin piedad a sus pies muerto cayó.
Y con tranquila audacia se adelanta
Por la calle fatal del Ataúd;
Y ni medrosa aparición le espanta,
Ni le turba la imagen de Jesús. [700]
La moribunda lámpara que ardía
Trémula lanza su postrer fulgor,
Y, en honda oscuridad, noche sombría
La misteriosa calle encapotó.
Mueve los pies el Montemar osado [705]
En las tinieblas con incierto giro,
Cuando, ya un trecho de la calle andado,
Súbito junto a él oye un suspiro.
Resbalar por su faz sintió el aliento,
Y a su pesar sus nervios se crisparon; [710]
Mas, pasado el primero movimiento,
A su primera rigidez tornaron.
«¿Quién va? » pregunta con la voz serena.
Que ni finge valor, ni muestra miedo,
El alma de invencible vigor llena, [715]
Fïado en su tajante de Toledo.
Palpa en torno de sí, y el impio jura,
Y a mover vuelve la atrevida planta,
Cuando hacia él fatídica figura
Envuelta en blancas ropas se adelanta. [720]
Flotante y vaga, las espesas nieblas
Ya disipa, y se anima, y va creciendo
Con apagada luz, ya en las tinieblas
Su argentino blancor va apareciendo.
Ya leve punto de luciente plata, [725]
Astro de clara lumbre sin mancilla,
El horizonte lóbrego dilata
Y allá en la sombra en lontananza brilla.
Los ojos, Montemar, fijos en ella,
Con más asombro que temor la mira; [730]
Tal vez la juzga vagorosa estrella
Que en el espacio de los cielos gira;
Tal vez engaño de sus propios ojos,
Forma falaz que en su ilusión creó,
O del vino ridículos antojos [735]
Que al fin su juicio a alborotar subió.
Mas el vapor del néctar jerezano
Nunca su mente a trastornar bastara,
Que ya mil veces embriagarse en vano
En frenéticas orgias intentara. [740]
«Dios presume asustarme; ¡ojalá fuera»,
Dijo entre sí riendo, «el diablo mismo!
Que entonces ¡víve Dios! quién soy supiera
El cornudo monarca del abismo. »
Al pronunciar tan insolente ultraje [745]
La lámpara del Cristo se encendió,
Y una mujer, velada en blanco traje,
Ante la imagen de rodillas vió.
«Bienvenida la luz,» dijo el impío,
«Gracias a Dios o al diablo;» y, con osada, [750]
Firme intención y temerario brío,
El paso vuelve a la mujer tapada.
Mientras él anda, al parecer se alejan
La luz, la imagen, la devota dama;
Mas si él se pára, de moverse dejan; [755]
Y lágrima tras lágrima derrama
De sus ojos inmóviles la imagen.
Mas sin que el miedo ni el dolor que inspira
Su planta audaz, ni su impiedad atajen,
Rostro a rostro a Jesús Montemar mira. [760]
--La calle parece se mueve y camina,
Faltarle la tierra sintió bajo el pie;
Sus ojos la muerta mirada fascina
Del Cristo, que intensa clavada está en él.
Y en medio el delirio que embarga su mente, [765]
Y achaca él al vino que al fin le embriagó,
La lámpara alcanza con mano insolente
Del ara do alumbra la imagen de Dios;
Y al rostro la acerca, que el cándido lino
Encubre, con ánimo asaz descortés; [770]
Mas la luz apaga viento repentino,
Y la blanca dama se puso de pie.
Empero un momento creyó que veía
Un rostro que vagos recuerdos quizá
Y alegres memorias confusas traía [775]
De tiempos mejores que pasaron ya,
Un rostro de un ángel que vió en un ensueño,
Como un sentimiento que el alma halagó,
Que anubla la frente con rígido ceño,
Sin que lo comprenda jamás la razón. [780]
Su forma gallarda dibuja en las sombras
El blanco ropaje que ondeante se ve,
Y cual si pisara mullidas alfombras,
Deslízase leve sin ruido su pie.
Tal vimos al rayo de la luna llena [785]
Fugitiva vela de lejos cruzar,
Que ya la hinche en popa la brisa serena,
Que ya la confunde la espuma del mar.
También la esperanza blanca y vaporosa
Así ante nosotros pasa en ilusión, [790]
Y el alma conmueve con ansia medrosa
Mientras la rechaza la adusta razón.
D. FÉLIX
«¡Qué! ¿sin respuesta me deja?
¿No admitís mi compañía?
¿Será quizá alguna vieja [795]
Devota? . . . ¡Chasco sería!
En vano, dueña, es callar,
Ni hacerme señas que no;
He resuelto que sí yo,
Y os tengo de acompañar. [800]
Y he de saber dónde vais
Y si sois hermosa o fea,
Quién sois y cómo os llamáis,
Y aun cuando imposible sea,
Y fuerais vos Satanás [805]
Con sus llamas y sus cuernos,
Hasta en los mismos infiernos,
Vos delante y yo detrás,
Hemos de entrar; ¡vive Dios!
Y aunque lo estorbara el cielo, [810]
Que yo he de cumplir mi anhelo
Aun a despecho de vos;
Y perdonadme, señora,
Si hay en mi empeño osadía,
Mas fuera descortesía [815]
Dejaros sola a esta hora;
Y me va en ello mi fama,
Que juro a Dios no quisiera
Que por temor se creyera
Que no he seguido a una dama. » [820]
Del hondo del pecho profundo gemido,
Crujido del vaso que estalla al dolor,
Que apenas medroso lastima el oído,
Pero que punzante rasga el corazón,
Gemido de amargo recuerdo pasado, [825]
De pena presente, de incierto pesar,
Mortífero aliento, veneno exhalado
Del que encubre el alma ponzoñoso mar,
Gemido de muerte lanzó, y silenciosa
La blanca figura su pie resbaló, [830]
Cual mueve sus alas sílfide amorosa
Que apenas las aguas del lago rizó.
¡Ay! el que vió acaso perdida en un día
La dicha que eterna creyó el corazón,
Y en noche de nieblas y en honda agonía [835]
En un mar sin playas muriendo quedó! . . .
Y solo y llevando consigo en su pecho,
Compañero eterno su dolor crüel,
El mágico encanto del alma deshecho,
Su pena, su amigo y su amante más fiel; [840]
¡Miró sus suspiros llevarlos el viento,
Sus lágrimas tristes perderse en el mar,
Sin nadie que acuda ni entienda su acento,
Insensible el cielo y el mundo a su mal!
Y ha visto la luna brillar en el cielo [845]
Serena y en calma mientras él lloró,
Y ha visto los hombres pasar en el suelo
Y nadie a sus quejas los ojos volvió!
Y él mismo, la befa del mundo temblando,
Su pena en su pecho profunda escondió, [850]
Y dentro en su alma su llanto tragando
Con falsa sonrisa su labio vistió! ! . . .
¡Ay! quien ha contado las horas que fueron,
Horas otro tiempo que abrevió el placer,
Y hoy solo y llorando piensa como huyeron [855]
Con ellas por siempre las dichas de ayer;
Y aquellos placeres, que el triste ha perdido,
No huyeron del mundo, que en el mundo están;
Y él vive en el mundo do siempre ha vivido,
Y aquellos placeres para él no son ya! [860]
¡Ay del que descubre por fin la mentira!
¡Ay del que la triste realidad palpó!
Del que el esqueleto de este mundo mira,
Y sus falsas galas loco le arrancó! . . .
¡Ay de aquel que vive sólo en lo pasado! [865]
¡Ay del que su alma nutre en su pesar!
Las horas que huyeron llamará angustiado,
Las horas que huyeron jamás tornarán! . . .
Quien haya sufrido tan bárbaro duelo,
Quien noches enteras contó sin dormir [870]
En lecho de espinas, maldiciendo al cielo,
Horas sempiternas de ansiedad sin fin. . . .
Quien haya sentido quererse del pecho
Saltar a pedazos roto el corazón,
Crecer su delirio, crecer su despecho, [875]
Al cuello cien nudos echarle el dolor,
Ponzoñoso lago de punzante hielo,
Sus lágrimas tristes que cuajó el pesar,
Reventando ahogarle, sin hallar consuelo,
Ni esperanza nunca, ni tregua en su afán. [880]
Aquél, de la blanca fantasma el gemido,
Única respuesta que a Don Félix dió,
Hubiera, y su inmenso dolor, comprendido,
Hubiera pesado su inmenso valor.
D. FÉLIX
«Si buscáis algún ingrato, [885]
Yo me ofrezco agradecido;
Pero o miente ese recato,
O vos sufrís el mal trato
De algún celoso marido.
¿Acerté? ¡Necia manía! [890]
Es para volverme loco,
Si insistís en tal porfía;
Con los mudos, reina mía,
Yo hago mucho y hablo poco. »
Segunda vez importunada en tanto, [895]
Una voz de süave melodía
El estudiante oyó que parecía
Eco lejano de armonioso canto,
De amante pecho lánguido latido,
Sentimiento inefable de ternura, [900]
Suspiro fiel de amor correspondido,
El primer sí de la mujer aun pura.
«Para mí los amores acabaron;
Todo en el mundo para mí acabó;
Los lazos que a la tierra me ligaron [905]
El cielo para siempre desató,»
Dijo su acento misterioso y tierno,
Que de otros mundos la ilusión traía,
Eco de los que ya reposo eterno
Gozan en paz bajo la tumba fría. [910]
Montemar, atento sólo a su aventura,
Que es bella la dama y aun fácil juzgó,
Y la hora, la calle y la noche oscura
Nuevos incentivos a su pecho son.
«--Hay riesgo en seguirme. --Mirad ¡qué reparo! [915]
--Quizá luego os pese. --Puede que por vos.
--Ofendéis al cielo. --Del diablo me amparo.
--Idos, caballero, no tentéis a Dios.
--Siento me enamora más vuestro despego,
Y si Dios se enoja, pardiez que hará mal; [920]
Veame en vuestros brazos y máteme luego.
--¡Vuestra última hora quizá ésta será! . . .
Dejad ya, Don Félix, delirios mundanos.
--¡Hola, me conoce! --¡Ay! ¡temblad por vos!
¡Temblad no se truequen deleites livianos [925]
En penas eternas! --Basta de sermón,
Que yo para oírlos la cuaresma espero;
Y hablemos de amores, que es más dulce hablar;
Dejad ese tono solemne y severo,
Que os juro, señora, que os sienta muy mal. [930]
La vida es la vida: cuando ella se acaba,
Acaba con ella también el placer.
¿De inciertos pesares por qué hacerla esclava?
Para mí no hay nunca mañana ni ayer.
Si mañana muero, que sea en mal hora [935]
O en buena, cual dicen, ¿qué me importa a mí?
Goce yo el presente, disfrute yo ahora,
Y el diablo me lleve siquiera al morir.
--¡Cúmplase en fin tu voluntad, Dios mío! --»
La figura fatídica exclamó; [940]
Y en tanto al pecho redoblar su brío
Siente Don Félix y camina en pos.
Cruzan tristes calles,
Plazas solitarias,
Arruinados muros, [945]
Donde sus plegarias
Y falsos conjuros,
En la misteriosa
Noche borrascosa,
Maldecida bruja [950]
Con ronca voz canta,
Y de los sepulcros
Los muertos levanta,
Y suenan los ecos
De sus pasos huecos [955]
En la soledad;
Mientras en silencio
Yace la ciudad,
Y en lúgubre són
Arrulla su sueño [960]
Bramando Aquilón.
Y una calle y otra cruzan,
Y más allá y más allá;
Ni tiene término el viaje,
Ni nunca dejan de andar. [965]
Y atraviesan, pasan, vuelven,
Cien calles quedando atrás,
Y paso tras paso siguen,
Y siempre adelante van;
Y a confundirse ya empieza [970]
Y a perderse Montemar,
Que ni sabe a dó camina,
Ni acierta ya dónde está;
Y otras calles, otras plazas
Recorre, y otra ciudad, [975]
Y ve fantásticas torres
De su eterno pedestal
Arrancarse, y sus macizas,
Negras masas caminar,
Apoyándose en sus ángulos, [980]
Que en la tierra en desigual,
Perezoso tranco fijan;
Y a su monótono andar,
Las campanas sacudidas
Misteriosos dobles dan, [985]
Mientras en danzas grotescas,
Y al estruendo funeral,
En derredor cien espectros
Danzan con torpe compás;
Y las veletas sus frentes [990]
Bajan ante él al pasar,
Los espectros le saludan,
Y en cien lenguas de metal,
Oye su nombre en los ecos
De las campanas sonar. [995]
Mas luego cesa el estrépito,
Y en silencio, en muda paz
Todo queda, y desparece
De súbito la ciudad:
Palacios, templos, se cambian [1000]
En campos de soledad,
Y en un yermo y silencioso,
Melancólico arenal,
Sin luz, sin aire, sin cielo,
Perdido en la inmensidad. [1005]
Tal vez piensa que camina,
Sin poder parar jamás,
De extraño empuje llevado
Con precipitado afán;
Entretanto que su guía, [1010]
Delante de él sin hablar,
Sigue misteriosa, y sigue
Con paso rápido, y ya
Se remonta ante sus ojos
En alas del huracán, [1015]
Visión sublime, y su frente
Ve fosfórica brillar
Entre lívidos relámpagos
En la densa oscuridad,
Sierpes de luz, luminosos [1020]
Engendros del vendaval;
Y cuando duda si duerme,
Si tal vez sueña o está
Loco, si es tanto prodigio,
Tanto delirio verdad, [1025]
Otra vez en Salamanca
Súbito vuélvese a hallar,
Distingue los edificios,
Reconoce en dónde está,
Y en su delirante vértigo [1030]
Al vino vuelve a culpar,
Y jura, y siguen andando,
Ella delante, él detrás.
«¡Vive Dios! dice entre sí,
O Satanás se chancea, [1035]
O no debo estar en mí,
O el Málaga que bebí
En mi cabeza aun humea.
«Sombras, fantasmas, visiones. . . .
Dale con tocar a muerto, [1040]
Y en revueltas confusiones,
Danzando estos torreones
Al compás de tal concierto.
«Y el juicio voy a perder
Entre tantas maravillas.
