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Lope de Vega - Works - Los Pastores de Belen
Lope, si el cielo divino
te obliga con fuerza tanta
a que por la tierra santa
andes siempre peregrino :
es que por este camino
vida los cielos te dan,
an? os de phenix sera? n,
que el tiempo jama? s impida>>
pues eternizas tu vida
en las aguas del Jordan .
DEL LIC. FERNANDO DEPANI? OJA.
Llora Dios, y esta? Mama
con Joseph viendo lr? rar
al que puede hacer parar
la celestial harmoni? a,
pero es tanta el alegria,
que destos1 pastores siente,
que se duerme blandamente,
debiendoos Belen a vos,
que quando en e? l llora Dios,
cantais vos tan dulcemente.
Tom. XVI. f n
BAL-
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? XVIII
BALTHASARIS ELYSIIDE MEDINTLLA
TOLETANI LiOPIO DE VeGA ADD1C rlSSlMI ,
EPIGRAMMA.
Phcebus ut auratum roseo iubar extulit ore ,
Montibus indixit, primaque jama dkm,
Gaudet agir , pratis lascivis ? emula ridet
Lympha , notis lucem garrula mulat avis;
S'i? c recinunt campo pastores numinis ortus
Vega t tuo athereis alitlbus simHes .
Ipsa, qu'tbus tattri niveum prasepe coronant,
Non ruri, atjronti rosida serta legunt.
LOP&S FELIX DE VEGA CARPIO,
Cultori Bethlehemiticae , Lectori
Bucolici UIVINI.
A?
Pascua, rura , ducem cecini, Jera , sicca, caductim:
Fceta , alta , aternum in pascua, rura , ducem. '
IDEM EIDEM.
Si tibi a d Arcadici prcecurri habitacula pannos
JJac potes Angelici pan? is adire domum.
D. Thomas Tamayo db Vargas, S. D. Q.
. . . . VIN-
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? XIX
VINCENTE MARINERII VALENTINI,
Epigramma.
Prima Epimarchus habet v'iridantia serta Tfialia,
Qua ingenio melius perficis ipse tito.
Teque colunt Musa , teque ingens laudat Apollo,
Osque tunm cunUis mella dat atque melos .
Carmina ut effundis fidibus ctUbrata canoris,
Atidit Musa stupens , reddit &> jpsa tibi.
Archilochumsuperas ? tumidumHipponaUarelinquist
Euripides tra? gico te sequiturque pede.
Dulcia Pisander cantavit carmina magnus,
Plurima tu, multis das graviora modis.
DoBa fuere choro verba Anacreontis amceni,
Splendida , sed magno sunt tu a verba Jovi.
Stat carmen nomenque tuum sine fine p? . r orbent,
Nam Lopius vincit tempora quidquid habent.
EL
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? XX
EL RUSTICO PASTOR DE BELEN
a los Lectores.
nvrO te espantes, leclor amigo , si en estos di-
Jj^j vinos discursos no cumple nuestra rudeza
con la obligacion del nombre , y en materias
tan altas excede nuestra humilde . capacidad los
justos limites : pues si lo que diximos y cantamos
aquella noche, visitando al soberano Nin? o, suje*
to y argumento destas canciones y prosas, guar-
daba en su puro corazon su Santissima Madre,
como es de fe , y que las conferia con las que
ella sabia, ya de los Angeles, ya del mismo
Dios, que no hay mayor encarecimiento : no po-
dra? s negarnos que eran cosas profundas, prophe-
ticas y reveladas de la divina sabiduria, pues fue-
roa dignas de ser guardadas en archivo, donde
Dios deposito? las mayores virtudes y excelencias,
que ha dado a humana, ni a Angelica criatura,
cuyas grandezas y sacramentos no se pueden tra-
tar sin sublime estilo. Presupuesto lo qual, leera? s
sin pena lo que de las divinas y humanas letras
nos oyeres; que si en esta felicissima noche flore-
cieron los helados campos, dieron fruto los se-
cos arboles , y de las duras piedras salieron fuen-
tes , no fue mucho que los pastores rudos hablas-
semos como sabios, a cuya pequenez revela Dios
sus secretos, y da su gracia , resistiendo a la ma-
licia y envidia de los sobervios.
PAS-
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? INTRODUCCION.
SI labios de un Propheta purifica
un Seraphin con una brasa ardiente,
que del altar en presto vuelo aplica:
Para cantar tu soberano oriente
toque, Sen? or , mi ruda lengua inculta
un rayo de tu sol resplandeciente:
Pero si ahora el darle dificulta,
que el inclemente yelo desta fria
noche tu fuego inextinguible oculta:
? Co? mo podra? mi voz cantar el dia,
que vio? la tierra tu mortal vestido
de las puras entran? as de Mari? a?
O tu? , divino Archangel, que cen? ido
de blanca estola, a ? numerables sumas
de espiritus hermosos preferido,
Cortando como candidas espumas
las varias nubes, que ban? aste en oro,
honrando el ayre de purpureas plumasj
Y en Nazareth el virginal decoro
de esta pura Theotocos turbaste,
cuya respuesta soberana adoro:
Tu? , que no solo alli la acompan? aste,
mas desde su dichoso nacimiento
Capitan de su guarda te nombraste:
Tu? , que a Judea fuiste, tu? que atento
a la visita de Isabel oiste
su ilustre canto, su divino acento:
Tu? , que despues el diversorio viste,
y en viles pajas el autor del cielo
Tom. XVI. A
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? 3 Introduccio? n.
a los rudos pastores descubriste:
Pontne de aquel sagrado altar de hielo
nieve en la boca, y las entran? as mias
divide, y templa del ardor del suelo.
Pon brasas en la boca de Isaias,
y hielo en mi de aquel portal, que envuelve
todo el fuego de amor en pajas frias.
Que el sol que ahora en hielo se resuelve,
mejor me dejara? mirar su esphera,
que si a tomar sus puros rayos vuelve.
Cante el divino Juan en la ribera
del mar de Pathmos el principio eterno
del Verbo y Dios, que en el principio era.
Pues puso el pico regalado y tierno
en el pecho del sol, aguila hermosa
intrepida en su rostro sempiterno.
La pluma en la corriente caudalosa
de su divinidad saco? dorada,
pinto? el Cordero, y la ciudad su esposa.
Que a la vista mortal, si no es helada,
la majestad del sol no se concede,
y aun es licencia en el amor fundada.
Coronado de hielos verle puede;
pero de rayos no, que tal distancia
a la capacidad humana excede.
Huya de mi la barbara arrogancia,
que del profano vulgo me retira,
escuela de lisonja y de ignorancia.
Todas las cuerdas de su dulce lyra
el desengan? o rompa , y quiebre el arco
que las cerdas passo? por la mentira.
Salga del golfo del engan? o el barco,
que
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? Introduccion. 3
gue a la ciudad de paz, centro del mundo,
en el Jordan pacifico me embarco.
<Qua? nto mejor mis esperanzas fundo
ave divina en tu phenicio nido,
intai? lo, fertil, candido y fecundo?
Quede el reson de tu ribera asido,
divino rio , mientras cumplo el veto,
al templo de un pesebre prometido.
No mas el Babilonico alboroto ,
prision injusta de mi>> verdes an? os,
de mi patria y razon suspenso loto.
Traxeronme los blancos desengan? os
nuevas del fin , y el tiempo fugitivo
passadas horas y presentes dan? os.
Los ultimos acentos apercibo,
y no quiero cantar en tierra agena
sobre la orilla de Euphrates cautivo.
<Qua? mo mejor con pastoril avena
sera? bien que celebre la mas clara
noche que el sol , por excelencia Buena?
Otro cante de amor unica y rara
belleza al mundo, que ya se ha corrido
a costa de la edad en lo que para.
Otro de Marte horrisono vestido
de diamante y de sangre la aspereza,
con trompa heroica de inmortal sonido.
Que ya cante? sus armas pieza a pieza,
y el premio no, sino es el mas perfl'to
cubrir de verdes hojas la cabeza.
Que yo quiero la voz y el dulce afeto
consagrar al amor de un Rey desnudo,
heroico, augusto, y inmortal sujeto.
A a ? Quie? n,
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? 4 Introduccion.
? Quie? n , aunque tarde , ver su engan? o pudo,
quie? n de Egypto salio? , quie? n pudo tanto,
o cantar para Dios, o quedar mudo?
Responda a Babylonia el t erno llanto,
que no ha de profanar en su locura
tyrano imperio el instrumento santo.
? O Musa! tu? que con ambrosia pura
ban? aste el labio del divino infante,
sol que en el hielo tu calor procura,
Dignate de que yo tus glorias cante,
puesto que indigno de que a tanta lumbre
la cera de mis alas se levante.
Deposito del sol, tu luz me alumbre,
y como estrella de la mar me guia
de tu Carmelo a la dichosa cumbre.
Tu Carmelo, santissima Mari? a ,
me levanto? del suelo, y fue mi pharo,
que el mismo sol en tu crystal se via.
O tu? , mi asylo y siempre cierto amparo,
ban? a mi ruda lengua en essa fuente,
que corre al mar de tus grandezas claro.
Y iu? , divino Nin? o, blandamente
recibe el corazon del mas grossero
pastor, que a tu portal truxo presente.
Tu? los llamaste, o celestial Cordero,
y yo con ellos su venida canto
con ple&ro desigual , mas verdadero.
Entre las suyas hoy mi voz levanto:
atrevimiento fue , pero confio
lo que cantare mal, suplir con llanto,
Con sus rudos presentes llevo el mio,
si te agrada su candida pureza,
. . sil-
? ?
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? Introduccion. 5
silvestres frutas del hibierno frio:
Admite mi humildad, pues tu grandeza
primero que a la myrrha, incienso y oro,
llamo a Belen la pastoril pobreza.
Que a ti, que del Antartico thesoro
crias los montes fertiles y opimos,
ni el sol, ni el oro te dara? n decoro.
A ti, que en blanca arena y pardos limos
siembras rojos corales, y en preciosos
nacares margaritas a racimos:
La tinta de la grana en los lustrosos
vasos de Tyro, y del pendiente fruto
coronas tantos arboles frondosos:
? Que? se te da? del misero tributo,
que puede darte el hombre, quando lleva
el alma ingrata y el semblante enjuto?
Escucha pues en essa humilde cueva
el canto de mis rusticos Pastores,
del voto y del amor honesta prueba.
Los Reyes te dara? n cosas mayores,
que yo solo te puedo dar, Rey mio,
frutas del alma y del ingenio flores,
que por manos tan rusticas te envio.
PAS-
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? 7
PASTORES DE BELENo
LIBRO PRIMERO.
Ift Ajaba de las montan? as de Judea a la tor-
re de Belen, puesta una milla de la sa-
grada Elia , el pastor Aminadab, descendiente
del Tribu y casa de Jacob , y deudo del santi? -
simo Joseph, a la sazon Esposo de la hermosa
Mari? a , criada primero que los cielos para Ma-
dre de Dios: aunque no entonces padre putativo
suyo, si bien cerca de tan sublime nombre. Iba
el pastor dichoso revolviendo en la memoria
aquellas antiguas historias de la creacion del mun-
do , tapizes que por la ancianidad del tiempo
intentaban los an? os cubrir de olvido : contando
pues desde el primero padre de las gentes
hasta el segundo, que passada la mayor tempes-
tad vio su nueva regeneracion y principio. Y pro-
siguiendo por el largo processo de sus descen-
dientes , causabale notable alegria la memoria de
aquellos antiquissimos pastores y Patriarchas, an-
tecessores suyos, y mucho mayor el tener ya pre-
missas del cumplimiento de la palabra de Dios
dada a Abrahaan trecientos y setenta y siete an? os
despues del diluvio , y dos mil y veinte y tres
de la primera fabrica del mundo. Era Aminadab
estudioso de la leccion del Torach, cinco libros
del Capitan de Israel, que vio? a Dios por las
espaldas. , y desde la historia de Jesus, el hijo de
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? 8 Pastores de Belen.
Nave , hasta el ultimo Rey del Melachin. No
havia pastor en las montan? as de Judea , que no
le consultasse, ni aldea por los campos de Ba-
len , que no le conociesse, ni duda que entre los
zagales de Zacharias se ofreciesse , que mientras
le enmudecio? la suya a las palabras del Angel,
no se la declarasse y satisfaciesse. Era tambien
curioso Aminadab de las humanas historias, de
las fundaciones de los Imperios, Assyrios, Grie-
gos, Trovanos y Romanos, desde que las pri-
meras ciudades se cercaron de muro, las armas
las defendieron , y las coronas las sujetaron. Ve-
nia el pastor entonces a cobrar de algunos deu-
dos suyos, como Tobias de Gabelo, obligacio-
nes debidas a sus padres. Convidandole pues la
soledad del sitio, la amenidad de los campos, la
serenidad del dia, y la dulce memoria de la Es-
posa de Joseph, Mari? a purissima: sacando de su
zurron un rabelejo de tres cuerdas, passo? el arco
por la resina, y canto? assi:
Celebre tu belleza el sexto dia,
Eva gentil, tu siglo a ti y a Sara,
Rebeca hermosa, y tu divina cara,
linda Rachel, la siempre fertil Lia.
Oyga el Bermejo mar tu voz, Mari? a,
triumpha Jahel del barbaro Sisara,
espiga , o Ruth, y de Israel la vara
rige Debora ilustre en prophecia.
Admita Dios tus oraciones, Ana,
libra a Bethulia, gran Judith sublime,
houra a Joachin, castissima Susana.
Tu
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? Libro primero. 9
Tu pueblo , Esther , de la opression redime,
que no podra? llegar estampa humana,
donde la Esposa de Joseph la imprime.
Ilustres mugeres tuvo el mundo en aquellas di-
chosas edades , y celebradas en el Viejo Testa-
mento con justa causa. De la hermosa Eva bien
pudieramos decir las alabanzas, si no nos huviera
puesto en este destierro , desde que nos llamamos
sus hijos , i pero que? tuvieran que ver con las
que merece la segunda, que por la boca de Ga-
briel mudo? el Eva en Ave? Sara madre de Isaac
no las merece humildes : pero la madre de el
Isaac verdadero, que llevo? a otro monte la len? a
de mas alto sacrificio, vuelve las suyas atomos.
Prudente llaman a Rebeca ; pero con la pruden-
cia vuestra, o soberana Virgen, es ignorante.
^ Que? fertilidad es la de Lia, por Ruben, Si-
meon , Juda? , Levi, Isacar , Zabulon, y la her-
mosa Dina, para el divino fruto de esta puris-
sima Virgen? Sirva Jacob a Rachel catorce an? os
por su hermosura; y a vos,Sen? ora, los Seraphines
y los hombres mas siglos, que desde el princi -
pio del mundo ha tenido el tiempo instantes.
Cante la Prophetisa Maria, de Aaron hermana,
en las riberas al son de sus dulces tympanos ala-
banzas al Sen? or, que el cabello y el caballero
sepulto? en las aguas: y canten las de Mari? a
Madre de Dios todos los nueve choros desde la
primera Gerarchia de los Angeles hasta la ulti-
ma de los abrasados Cherubines. Derribe al ene-
migo Rey la sobervia frente la valerosa Jahel con
Tomo XVI. B el
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? io Pastores de Belen,
el agudo clavo, que mayor vencimiento es pisar
la suya al enemigo comun con tan hermosa plan-
ta. Cumpla la Moabitide Ruth, espigadora de
los campos de Booz, el vaticinio de Isaias, quan-
do pedia al Sen? or, que enviasse de la piedra del
desierto al monte de la hija de Sion el cordero, que
havia de regir la tierra, si esta Sen? ora nos ha
dado la verdad viva de las obscuras lineas de
aquella sombra. Gobierne en paz y en guerra
Debora el pueblo Israelitico , que mas alto
gobierno la Iglesia os debe, despues de la As-
cension a los cielos de vuestro soberano Hijo.
Todas las oraciones de Ana , que al Sacerdote
Heli pusieron su juicio en duda ,? co? mo pueden
igualarse a una sola palabra, en que se confesso?
esta Sen? ora por esclava de Dios, para que se
cumpliesse la suya en ella ? Corte Judith el cue-
llo del robusto General del Rey de Ninive, y
dadnos vos, Sen? ora, aquel Principe de Paz , que
al fiero Leviathan con las camas del freno rom-
pio? la boca. Labre para su fama inmortales py-
ramides y obeliscos Susana casta , que con vues-
tra pureza, Virgen sin exemplo, es comparar un
grano de arena con la estrellada machina del
mundo Angelico. Pues si la bellissima Esther de
la opresion de Aman redime su Hebreo pue-
blo , i qua? n distinta cautividad fue aquella, de que
vos nos redimisteis, levantando al humilde Mar-
docheo de nuestro genero humano sobre la si-
lla , de que cayo? la privanza del Cherubin sober-
vio ? Ninguna pues , ? o soberana Princesa! pudo
llegar la estampa , donde vos la pusisteis sobre
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? Libro primero. ii
ia luna , que se tiene por tan dichosa de que se im-
prima en ella. Ya nuestro pastor Aminadab ha-
via cantado los meritos de Mari? a con la memo-
ria de tan ilustres mugeres, quando por la espes-
sura de unos alamos, que a la corriente fresca
de un arroyuelo manso servian de toldo, oyo?
una agradable voz, que acordada con los ecos,
que en lo profundo del valle le respondian, can-
taba assii
Dichoso aquel, que en un comprado pradof
la vida solitaria apura fura,
y entre las miesses y verdura dura,
sin que tenga jama? s parado arado.
No va en los golfos desterrado errado,
ni en la ciudad con voz perjura jura,
que ni de la civil locura cura,
ni le desvela su prestado estado.
En soledad, que le entretiene, tiene
para blason la disfrazada azada,
cama en su trigo, en sus reban? os ban? os.
Que como a ver que? le conviene viene,
que es todo al fin de la jornada nadai
passa felices sin engan? os an? os.
Admirado el pastor de la suave Voz, puso el
cayado en el agua, y cubriendo las margenes de
rocio, passo? de la otra parte del arroyo, desen-
gan? ando las hierbas con sus plantas, que p. >r el
aljofar del agua havian creido, que las del Al-
va se anticipaban a la noche. No bien levanto?
los ojos de las mismas flores , que lastimaba, quan-
Ba do
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? 12 Pastores de Belen.
do se le ofrecio? Palmira , zagala Bethlehemitica
de aquellas selvas, doncella casta de la cabana
de Mahol, que se preciaba descender de Booz,
natural de la ciudad de Belen. Saludo? la Amina-
dab cortesmente , y ella correspondio? a sus pala-
bras vergonzosa: mas pocas havian los dos ha-
blado, quando haviendole conocido por deudo,
le dio? los brazos. El pastor le declaro? la causa de
su venida , y ella le dixo : que su padre es-
taba en la cabana de aquel monte. Recogieron en-
tre los dos las esparcidas ovejas , y sirviendoles
de guia un blanco manso, cuya ensortijada la-
na parecia un myrtho cubierto de blanca nieve; a la
senda de las casas dirigieron la vista. Era Pal-
mira morena de color, de ojos grandes y alegres,
la boca como las hojas del clavel recien abierto:
abrochaban un sayuelo verde diez bien labrados
corchetes de alchimia, cuya punta adornaba una
peluda cinta de marino lobo. En los hombros
trahia un arco, y en un taheli el carcax de las
flechas, para defensa de los leones , que desde
el Carmelo y Libano venian en seguimiento de
los ganados. Graciosamente la miraba el pastor,
y ella no le corespondia con aspereza , por-
que suele tomar amor mas de lo justo con las li-
cencias de deudo. Tal iria por la tierra Oriental
de Haran el enamorado Jacob, que a los pri-
meros abrazos de su prima Rachel lloro? tan
tiernamente : la jornada era larga, los pensa-
mientos honestos, los duen? os justos. Aminadab
la entretenia con las divinas historias de las sa-
gradas letras, diciendo assi;
Vuek
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? Libro primero. 13
Vuelto Esau a Seir, y caminando seguramen-
te Jacob , passo? a la ciudad de Sichima en la
tierra de Ganaan, donde comprando parte del
campo, en que havia fixado sus tiendas por cien
corderos a los hijos de Hemor, edifico? un altar,
e invoco? el nombre del fortissimo Dios de Israel,
Dios de sus avuelos y padres. Tenia Jacob una
hermosa hija llamada Dina , aunque indigna de
tan lastimoso sucesso , de su primera muger Lia,
primero premio de los engan? ados an? os, que por
Rachel havia servido a Laban su suegro : Dina
por ver las mugeres Sichimitas ( que no es el pri-
mer dan? o que la curiosidad ha hecho en las mu-
geres ) salio? de su casa , no imaginando, que tan
bien como a ver, iba a ser vista, peligro en que
caen tan pecas. Andaba el Principe de aquella
tierra Sichen , hijo de Hemor Heveo, no poco
alentado con la venida de Jacob y sus hijos: y
haviendo visto a la hermosa Dina, de tal mane-
ja por los dvigados espiritus de la vista amor le
abraso? la sangre , que sin advertir el peligro, por-
que los amantes son incapaces de consejo, y amor
maestro de toda temeridad y confianza , de la
voluntad furor , y de la razon olvido , robando-
la con sus criados, dispuso a la fuerza, lo que
voluntariamente fuera impossible. ? Hai! decia llo-
rando la hermosa Dina , cruelissimo Principe, ad-
vierte , que el ilustre anciano Jacob es mi padre, y
que tengo tan belicosos hermanos , que ni los tuyos,
ni tus vasallos sereis poderosos a resistir su ven-
ganza : mas e? l, a quien parecian los sueltos cabe-
llos debiles rejas para encubrir el rostro, las ma-
nos
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