Assi es ver-
dad , dixo el pastor, y que se podria hallar el
camino, por la diferencia que tendra?
dad , dixo el pastor, y que se podria hallar el
camino, por la diferencia que tendra?
Lope de Vega - Works - Los Pastores de Belen
Assi lo estuvo el santo viejo, pues hasta
que e? l mismo escribio? el nombre de Juan su hijo,
no quiso el cielo desatarle las prisiones de la len-
gua , carcel en que por nueve meses le tuvo aque-
lla duda. Mari? a hermosa, en partiendose el
Angel, porque volvamos al hilo de nuestra di-
vina historia , partio? se a las montan? as de Judea
a visitar a Isabel , y a regalarla, porque a la
clementissima Virgen le parecio? , que por su ve-
jez tendria necessidad de su compan? ia. Esta? Ju-
dea sentada en las montan? as en lugar eminente
a la parte del Austro, en oposicion de Galilea,
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? Libro primero. 43
de donde partio? la Virgen. Assimismo la casa
de Zacharias esta? en un cerro, a cuya altura es-
ta? n sujetos algunos pequen? os campos. El camino
para ella es muy aspero y fragoso. Hay desde
Nazareth hasta Jerusalen diez y seis leguas, y
dos desde alli a la casa de Zacharias. La com-
pan? ia que la Virgen llevaba , digala el cielo; yo
a lo menos no quisiera mayor dicha, que haver-
la encontrado entonces. Que? le dixeras, dixo
Palmyra, discreto pastor, que ya nos llevas con
miedo de que se acabe el camino por la dulzu-
ra de tus sabrosas historias l Dixerasle si queria
compan? ia ? No, que llevaba la de Dios y sus
Angeles. < Dixerasle si queria algun regalo ? No,
que bien regalada iria de todo el cielo, y por
donde quiera que passaba , los arboles se incli-
narian a servirla, los unos con sus frutas , y los
otros con sus sombras. ? Pues que? hicieras ? le di-
xo Dositea. Besa? ra mil veces, respondio? Amina-
dab, el suelo que havia de pisar , que el que
havia pisado no me atreviera: que aun pienso
que las arenas iban guardando los Angeles para
bordar el suelo de perlas: queda? rame absorto,
estatico , elevado , y como un arbol de aquellos,
y en volviendo en mi, le dixera cantando:
? Do? nde vais,zagala,
sola en el monte?
2das quien lleva et solt
no teme la noche.
c Do? nde vais, Mari? a ,
divina esposa,
F 3 ma-
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? 44 Pastores de Beien,
madre gloriosa
de quien os cria ?
% Que? hareis, si el dia
se va al Ocaso,
y en el monte acaso
la noche os coge?
JvLas quien lleva el sol,
no teme la noche.
El ver las estrellas
me causa enojos,
pero vuestros ojos
mas lucen que ellas.
Ya sale con ellas
la noche escura,
a vuestra hermosura
la luz se esconde.
JVI? as quien lleva el sol
no teme la noche,
Celebrara? s justamente con esse regozijo tan
buen encuentro, dixo entonces Nemoroso; pero
prosigue tu narracion , assi los cielos benignos
colmen tus troxes de blanco trigo, y tus ganados
de abundantes partos. Llego? ( prosiguio? enton-
ces Aminadab)a la casa de su prima la hermo-
sa pren? ada, y saludandola, y abrazandose las dos,
Isabel como indigna de tanto bien , le dixo: ? Que
de donde le havia venido a ella, que la madre
de su Sen? or la visitasse ? Llamo? la Bendita entre
las mugeres% y al hermoso fruto de sus entran? as:
y dixole el sentimiento que su hijo havia hecho
en las suyas despues que como divino sol, le
pen-
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? Libro primero. 45
penetro? el nin? o santissimo de Mari? a los ma-
ternales muros, que por los oidos de Isabel entro?
con la voz de Mari? a a consagrar y ungir a Juan
en Propheta y Precursor suyo, pues lo fue des-
de entonces, prophetizando, aunque sin voz ar-
ticulada , su venida al mundo, con los saltos y
regozijos que hizo en el vientre de su madre*
Alzo? entonces Aminadab la prima de su instrui?
mento , y canto? assi;
Juan resplandece este dia
en el vientre de Isabel,
que Christo es sol, y da en e? l
por el crystal de Mari? a .
Luego que las dos se han visto,
y abrazos tiernos se dan,
resplandece Christo en Juan,
y Juan reverbera en Christo,
cuya gloria y alegria,
siente en su vientre Isabel,
que Christo es sol, y da en el
for el crystal de Mari? a .
En Juan la vista sagrada
pone el nin? o celestial,
por antojos de crystal
de su divina pren? ada:
quedaron desde aquel dia,
A? ngel Juan , cielo Isabel,
que Christo es sol, y da en e? l
for el crystal di Mari? a.
In-
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? 46 Pastores db Belen.
Interrumpio? a este tiempo el sabroso discur-
so del pastor de las montan? as un coro de tres
pastoras , Cloris, Antandra y Lesbia, y el famo-
so Pyreno , que guiando sus ovejas a los seguros
rediles de sus cabanas, iban a quatro voces sus-
pendiendo las selvas con estos versos:
? Qua? n bienaventurado
aquel puede llamarse justamente,
que sin tener cuidado
de la malicia y lengua de la gente
a la virtud contraria,
la suya passa en vida solitaria l
Dichoso el que no mira
del altivo sen? or las altas casas,
ni de mirar se admira
fuertes colunas oprimiendo basas
en las sobervias puertas
a la lisonja eternamente abiertas.
Los altos frontispicios
con el noble blason de sus passados,
los belicos oficios
de timbres, y vanderas coronados
desprecia y tiene en menos
que en el campo los olmos de hojas llenos.
Ni sufre al confiado
en quien puede morir, y que al fin muere,
ni humilde al levantado
con vanas sumissiones le prefiere,
sin ver que no hay coluna
segura en las mudanzas de fortuna.
Ni va sin luz delante
del
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? Libro primero. ' 47
del Sen? or poderoso, que atropella
sus fuerzas arrogante,
pues es mejor de noche ser estrella,
que por la compan? ia
del sol dorado no lucir de dia.
Pichoso el que apartado
de aquellos que se tienen por discretos,
no habla desvelado
en sutiles sentencias y concetos,
ni inventa voces nuevas,
mas de ambicion, que del ingenio pruebas,
Ni escucha al malicioso,
que todo quanto ve , le desagrada,
ni al critico enfadoso
teme la esquiva condicion, fundada
en la calumnia sola,
fuego activo del oro que acrisola.
Ni aquellos arrogantes
por el verde laurel de alguna ciencia,
que llaman ignorantes
los que tiene por sabios la experiencia>>
porque la ciencia en suma
no sale del laurel, mas de la pluma,
No da el saber el grado,
sino el ingenio natural del arte,
y estudio acompan? ado,
que el habito y los cursos no son parte,
ni aquella ilustre rama,
faltando lo essencial para dar fama,
? O qua? ntos hay que viven
a sus cortas espheras condenados!
hoy lo que ayer escriben , *
in-
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? 48 Pastores de Belen.
ingenios como espejos , que quebrados
muestran siempre de un modo
lo mismo en qualquier parte, que en el todo.
Dichoso pues mil veces
el solo que en su campo descuidado
de vanas altivezes,
quanto rompiendo va con el arado,
ban? a con la corriente
del agua que destila de su frente.
El ave sacra a Marte
le despierta del suen? o perezoso,
y el vestido sin arte
traslada presto al cuerpo temeroso
de que la luz del dia
por las quiebras del techo entrar porfi? a.
Revuelve la ceniza,
sopla el humoso pino mal quemado:
el animal se heriza
que estaba entre las pajas acostado,
ya la tiniebla huye,
y lo que hurto? a la luz le restituye.
El pobre almuerzo alin? a,
come, y da de comer a los dos bueyes,
y en el barbecho o vin? a,
sin envidiar los patios de los Reyes,
ufano se passea
a vista de las casas de su aldea.
Y son tan derribadas,
que aun no llega el soldado a su aposenta,
ni sus armas colgadas
de sus paredes vio? , ni el corpulento
caballo estar atado
al
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? Libro primero. 49
al humilde pesebre del ganado.
Calientase el Enero
al rededor de sus hijuelos todos,
a un roble ardiendo entero,
y alli cantando de diversos modos,
de la estrangera guerra
duerme seguro, y goza de su tierra.
Ni deuda en plazo breve,
ni nave por la mar su paz impide,
ni a la fama se atreve,
con el relox del sol sus horas mide,
y la incierta postrera,
ni la teme cobarde, ni la espera.
Aunque nos haveis entretenido con vuestra
cancion , dixo, llegando a las pastoras, Eiiphila,
hermosa Lesbia, Cloris discreta, y tu? graciosa
Tebandra, que desde que la comenzastes os ha-
vemos seguido, no tengais por atrevimiento, que
os digamos, que nos haveis impedido el mayor
gusto que es possible significaros, interrumpiendo
a este generoso pastor de las montan? as de Judea
la mas agradable historia, y mas cierta del bien
que estamos esperando , de quantas hasta ahora
han sido escritas y referidas. Pesame por mi par-
te , dixo Tebandra, de haver cortado el hilo a
vuestra platica con tan grossero instrumento como
mi voz; pero estando tan lejos el aldea, y ca-
minando las ovejas tan poco a poco, golosas des-
cas hierbas por el agua salobre que las ban? a, bien
le podeis pedir que la prosiga. Seria , dixo en-
tonces Aminadab, forzoso epilogar lo dicho, pa-
Tom. XVI. G ra
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? 5o Pastores de Belen.
ra haceros capaces de lo que esta? por decir: yo
os suplico me tengais ahora por escusado, que en
mejor ocasion prosiguire? estos principios. ? Quie? n,
dixo Pyreno, apacible pastor, era el sujeto de tu
historia? La hermosa Virgen, respondio? Amina-
dab, hija de Ana y Joachin, ya casada con el
mejor hombre que ahora vive, digo en la luz
del mundo, que en las entran? as de Mari? a vive
el que es Dios. Alli, replico Pyreno, tambien
havra? luz, pues se encierra en ellas el mismo sol,
y a la cuenta tu? la debes de haver visto en casa
de Isabe? l estos dias, que por aqui cerca nos de-
cian que ha passado a la montan? a.
Assi es ver-
dad , dixo el pastor, y que se podria hallar el
camino, por la diferencia que tendra? la tierra
con alguna senda de flores, por donde sus es-
tampas la tocaron, y aun los arboles con diferen-
te verde del que tendran los otros. ? De que? nos
admiramos, dixo Frondoso, que un planeta ca-
mine el campo azul del cielo en la litera de su
epicyclo, si el mismo autor de las celestes lum-
bres, en la pequen? a esphera del sagrado claus-
tro de essa dichosa nin? a discurre el suelo ? De
Atlante, respondio? Cloris , fingieron los poetas,
que sustentaba el cielo y aquella confusa machina
de sus vanos dioses, o ya fuesse por significar la
altura de los dos montes de Mauritania, o ya
por pintar en aquel Rey de su nombre la fuer-
za de su Astrologia: mas en esta Sen? ora, en
esta nin? a, en esta madre, en esta Virgen, en
esta esphera, en esta perla, verificase indubitable-
mente , que puede sustentar el cielo mortal cria-
tu-
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? Libro primero. ' 51
tura. Benditos sean, dixo Lesbia, tales passos,
tales pies, y tales estampas, que me espanto co? -
mo no quedaron doradas las impressiones dellas.
No has visto, respondio? Joran, que la luna va
de noche navegando el mar del cielo, y no deja
rastro de su transito, ni se ven las lineas de su
curso de nuestros mortales ojos: pues assi la her-
mosa nin? a mas que la luna, Mari? a Santissima,
no las deja por el camino , para ser vistas de los
nuestros: dema? s, que si las estampas de sus san-
dalias dejaran oro, el sol se le huviera tomado
para sus rayos, y si plata la luna para los suyos.
Lo cierto es, que como iba la tierra anticipando
a sus passos los tapetes de sus flores, ellas encu-
brieron las sen? ales, creciendo para besallas, y
aumentandose, porque las besaron. ? Qua? ndo, dixo
Palmyra, hermoso Nin? o saldreis de esse virginal
aposento, de esse cerrado huerto, de essa orien-
tal puerta, de esse inta&o claustro , de esse crys-
talino relicario, y de esse breve cielo, para luz
de nuestros ojos, vida de nuestra muerte, y muer-
te de nuestros enemigos? ? Hai! no tardeis espe-
ranza del mundo, gloria de los cielos, remedio
de los hombres, Pastor soberano, defensa nuestra.
Mirad, dulcissimo Sen? or, que os esperan los An-
geles , que en vuestro nombre alcanzaron tan al-
ta victoria, los cielos que desean honrarse dessa
Humanidad santissima, la tierra para salir de la
tirania y esclavitud del enemigo que la oprime,
y el limbo de vuestros antecessores, para que
rompiendo los cerrojos de diamante , y derriban-
do las puertas, entre por sus tinieblas essa pode-
G2 ro-
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? 5* Pastores de Belen.
rosa luz. A la sazon que Palmyra , los ojos en
Belen, aun no sabidora de que alli se havia de
obrar tan gran mysterio, decia tales palabras, lle-
gaban los pastores a las insignes ruinas de un edi-
ficio antiguo, que a un lado del camino se dife-
renciaba de las pen? as. ? Que? es esto? dixo Aminadab
a los pastores entonces , que como nuevo en es-
tos valles no me acuerdo, que las veces que he
bajado de las montan? as, los haya visto. Esta di-
xo Nemoroso,dicen nuestros padres, que siempre
oyeron decir a los suyos, que havia sido una ca-
sa de recreacion de los Reyes de Israel, y por
ventura alguna de las de Salomon , o David:
aqui se ven ahora algunas fuentes , que debian
de ilustrar en aquel tiempo los quadros de aque-
llos jardines. Fuentes y jardines , dixo Eliphila,
caros le costaron a esse santo Rey. Caros , re-
plico? Nemoroso, y se? lo bien; porque estos dias
he leido aquella historia de Bethsabe? , madre de
Salomon, que fue muger de Urias. Ojala , dixo
Tebandra, quisiesses referirla. Como me pagueis
en otro tanto, respondio? , yo hare? lo que me
mandais. Yo me ofrezco, replico? Joran, a con-
tar la mia. Lo mismo hare? yo , dixo Pyreno, y
si sobrare tiempo, podra? alguna destas pastoras
decir la suya. Con este conciero acortando los
passos y alargando los oidos, Nemoroso comen-
zo? desta suerte.
David constituido por Rey, despues de haver
reprobado nuestro gran Dios a Saul, por no
haver obedecido sus mandamientos, y consultado
la Pythonisa, gozo? de quietud y paz de todos sus
ene-
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? Libro primero. 53
enemigos, y prometio? le por Nathan, que seria
su Reyno eterno , y su throno para siempre fir-
me , y que establecido en su posteridad, no afli-
giria a Israel, ni como antes le permitirla opri-
mir de sus enemigos, siendo padre de su hijo, y
perpetuando en e? l la grandeza de su misericor-
dia. A cuyas palabras humillado el Rey, dixo a
Dios estas: ? Quie? n soy yo, Sen? or mio, y Dios
mio? ? Quie? n mi ascendencia y casa, que a'esta-
do tan dichoso me has trahido? Y aun esto te pa-
rece poco, si tambien no me asseguras de la pro-
pagacion de mi sangre: esta mi Dios y mi Se-
n? or es ley de Adan, pues ? que? puede an? adir Da-
vid para hablar contigo, y mas teniendo tu? en las
manos el corazon de tu siervo ? Por tu palabra,
y voluntad hiciste cosas tan grandes , que por
ellas fuesse conocido: por tanto te magnificamos,
Dios y Sen? or $ porque ninguno es semejante a ti,
ni hay Dios fuera de ti de quantos la vanidad de
los hombres truxo a nuestros oidos. ? Quie? n era
Israel ? ? Que? gente, que? principio el suyo , para
que Dios hiciera por ella tan estupendas cosas, y
le llamara su pueblo, sacandole de Egypto? Tu,
Sen? or, quisiste ser su Dios, y le diste el ilustre
nombre de Pueblo tuyo para siempre: ahora pues,
Sen? or, cumple la palabra que me has dado, pa-
ra que engrandezcamos eternamente tu nombre,
y viva el Dios y Sen? or de los exercitos en Is-
rael , y quede la casa de tu siervo David estable-
cida para siempre. Tu palabra es la misma ver-
dad , comienza pues, Sen? or, y bendicela , para
que lo quede de tu santa mano por las eternida-
des
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? 54 Pastores de Belen.
des de los tiempos. Despues de lo qual turo Da-
vid tantas vi&orias de los Philisteos, de Moab, de
Adarecer, Rey de Saba? , cuyas armas de oro pu-
rissimo traxo a Jerusalen. De Syria y de otras
partes triumpho? David con tanto terror y espan-
to del Oriente, que en el valle de la Sal mato?
diez y ocho mil hombres, en Gebelen veinte y
tres mil, y en la batalla de Syria veinte y dos
mil. Puso guardas en Idumea, y reservo? le Dios
de todo peligro, reynando sobre Israel, y exer*
citando la justicia con equidad. Era Joab hijo de
Sarvia, Capitan General de sus exercitos: el Sa-
cerdocio tenian Sadoc y Achimelec, y otros no-
bles y sabios los dema? s oficios y dignidades. Go-
zaban los Hebreos en el Imperio de David una
Felicissima vida , siendo victoriosos y sen? ores
de aquellos que solian tenerlos opressos, y en su
tyranica servidumbre. Haviendo pues dado fin
a las guerras, dio? se el Rey santo a gozar la ad-
quirida paz tranquila y quietamente : y acor-
dandose de la estrecha y fiel amistad que havia
tenido con Jonatha? s, hijo de Saul, pregunto? si
havia alguno de sus descendientes , para hacerle
bien ? Hallo? se Miphiboseth su hijo, que al ama,
que le criaba, huyendo temerosa , se le havia cai-
do de los brazos, y quebrado las piernas. Hizole
el piadoso David conducir a si, y con grandes
caricias y favores le restituyo? sus possessiones
y hacienda, y dandole su casa y mesa, honro?
en ella la memoria de la amistad de su padre :
bien al contrario de las leyes del mundo, don-
de no hay cosa mas abatida, que los hijos de
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? Libro primero. 55
los que tuvieron gobiernos , y las reliquias de
los amigos muertos, sin pensar los que viven
con diferentes obligaciones, que han de volver a
verse en otra patria, donde les parece, que no
puede haver reprehension de la impiedad , ni
verguenza de la ingratitud. En el tiempo final-
mente, porque vengamos, pastores, al proposito de
los jardines y fuentes, que nos dieron el argu-
mento desta amorosa historia, aunque sangrienta
y tragica, que David peleaba contra los Amoni-
tas , por el afrenta que por malos consejos Ha-
non le hizo, sucedio? , que haviendo enviado a su
Capitan Joab al cerco de una ciudad, e? l se que-
do? pacifico en Jerusalen, ya depuestas las armas,
que tanto assombro havian dado al Asia, y con
que llegaron sus vanderas y pavellones a formar
selvas en las orillas del Euphrates. Fasseandose
pues un dia por un alto corredor de sus pala-
cios, vio? en una casa contrapuesta a sus valcones
una bellissima joven, que segura de no ser vista,
desnuda se lavaba en una fuente , que en me-
dio del jardin repartia con liberales manos agua
a las flores. Hermosa, confiada y desnuda estaba
ct> ella (si estas tres cosas se compadecen ) don-
de no faltara tanto la razon, quanto sobrara la
confianza. La hermosura aumentaba la seguridad,
y el sitio el estar desnuda; porque los crystales
del agua, la verdura de los arboles, y las colo-
res distintas de las flores le daban mas ornamen-
to que tuviera vestida en los estrados ricos de ta-
pizadas salas. Dejo? se vencer el Rey desta ocasion
tan fuerte, de esta primera vista con tal fuerza
de
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? 56 Pastores de Belen.
de sus deseos, que desfavorecida la razon, suje-
to? la mejor parte del alma al apetito, y pospues-
to todo respeto, quiso saber quien fuesse. Sa-
biendo , pues, que era Bethsabe? muger de un va-
liente soldado suyo , llamado Urias, que con el
Capitan Joab era ido a la guerra y cerco de
los Amonitas, la hizo traher a su palacio, donde
por algunos dias se olvido? de si mismo en sus
regalos, al fin de los quales la restituyo? a su ca-
sa, mas no a su honra. Conociendo en breve
Bethsabe? que estaba pren? ada, temio? perder la vi-
da ; porque havia una ley entre los Hebreos, que
la muger que era hallada en adulterio, muriesse
apedreada. Advirtiendo pues a David, e? l se
determino? a salvarla, escribiendo a Joab, Prin-
cipe de su milicia, que le enviasse a Urias. Obe-
decio? el General el mandamiento de su Rey, y
venido Urias a Jerusalen, hablo? le David en el
estado de la guerra, en el gobierno del exercito,
y en la fuerza de los enemigos, que tal vez la
cautela levanta a los consejos de los superiores
los engan? ados subditos. Mando? le despues de lar-
ga platica, que se fuesse a descansar a su casa,
y que el dia siguiente volviesse a su palacio, que
es la primera vez que el amor ha dado licencia a
sus zelos, para sufrir el agravio, por escusar a la
vida el mayor peligro. Queria el Rey que se atri-
buyesse la prenda al duen? o, y no al hurto, mas
no le salio? la traza al pensamiento; porque Urias
no quiso ir a su casa aquella noche : antes bien
con las otras guardas la passo? toda a la puerta
del palacio: lo qual sabido por David, el dia si-
guien-
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? Libro primero. 57
guiente le hizo llamar, y se le mostro? admirado
de que haviendo estado ausente tantos dias de su
esposa , aquella noche se pudiesse escilsar de haver-
la visto, y de alegrar su familia y casa con su pre-
sencia.
que e? l mismo escribio? el nombre de Juan su hijo,
no quiso el cielo desatarle las prisiones de la len-
gua , carcel en que por nueve meses le tuvo aque-
lla duda. Mari? a hermosa, en partiendose el
Angel, porque volvamos al hilo de nuestra di-
vina historia , partio? se a las montan? as de Judea
a visitar a Isabel , y a regalarla, porque a la
clementissima Virgen le parecio? , que por su ve-
jez tendria necessidad de su compan? ia. Esta? Ju-
dea sentada en las montan? as en lugar eminente
a la parte del Austro, en oposicion de Galilea,
? ? Generated for (University of Chicago) on 2014-12-26 09:45 GMT / http://hdl. handle. net/2027/ucm. 5327369895 Public Domain, Google-digitized / http://www. hathitrust. org/access_use#pd-google
? Libro primero. 43
de donde partio? la Virgen. Assimismo la casa
de Zacharias esta? en un cerro, a cuya altura es-
ta? n sujetos algunos pequen? os campos. El camino
para ella es muy aspero y fragoso. Hay desde
Nazareth hasta Jerusalen diez y seis leguas, y
dos desde alli a la casa de Zacharias. La com-
pan? ia que la Virgen llevaba , digala el cielo; yo
a lo menos no quisiera mayor dicha, que haver-
la encontrado entonces. Que? le dixeras, dixo
Palmyra, discreto pastor, que ya nos llevas con
miedo de que se acabe el camino por la dulzu-
ra de tus sabrosas historias l Dixerasle si queria
compan? ia ? No, que llevaba la de Dios y sus
Angeles. < Dixerasle si queria algun regalo ? No,
que bien regalada iria de todo el cielo, y por
donde quiera que passaba , los arboles se incli-
narian a servirla, los unos con sus frutas , y los
otros con sus sombras. ? Pues que? hicieras ? le di-
xo Dositea. Besa? ra mil veces, respondio? Amina-
dab, el suelo que havia de pisar , que el que
havia pisado no me atreviera: que aun pienso
que las arenas iban guardando los Angeles para
bordar el suelo de perlas: queda? rame absorto,
estatico , elevado , y como un arbol de aquellos,
y en volviendo en mi, le dixera cantando:
? Do? nde vais,zagala,
sola en el monte?
2das quien lleva et solt
no teme la noche.
c Do? nde vais, Mari? a ,
divina esposa,
F 3 ma-
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? 44 Pastores de Beien,
madre gloriosa
de quien os cria ?
% Que? hareis, si el dia
se va al Ocaso,
y en el monte acaso
la noche os coge?
JvLas quien lleva el sol,
no teme la noche.
El ver las estrellas
me causa enojos,
pero vuestros ojos
mas lucen que ellas.
Ya sale con ellas
la noche escura,
a vuestra hermosura
la luz se esconde.
JVI? as quien lleva el sol
no teme la noche,
Celebrara? s justamente con esse regozijo tan
buen encuentro, dixo entonces Nemoroso; pero
prosigue tu narracion , assi los cielos benignos
colmen tus troxes de blanco trigo, y tus ganados
de abundantes partos. Llego? ( prosiguio? enton-
ces Aminadab)a la casa de su prima la hermo-
sa pren? ada, y saludandola, y abrazandose las dos,
Isabel como indigna de tanto bien , le dixo: ? Que
de donde le havia venido a ella, que la madre
de su Sen? or la visitasse ? Llamo? la Bendita entre
las mugeres% y al hermoso fruto de sus entran? as:
y dixole el sentimiento que su hijo havia hecho
en las suyas despues que como divino sol, le
pen-
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? Libro primero. 45
penetro? el nin? o santissimo de Mari? a los ma-
ternales muros, que por los oidos de Isabel entro?
con la voz de Mari? a a consagrar y ungir a Juan
en Propheta y Precursor suyo, pues lo fue des-
de entonces, prophetizando, aunque sin voz ar-
ticulada , su venida al mundo, con los saltos y
regozijos que hizo en el vientre de su madre*
Alzo? entonces Aminadab la prima de su instrui?
mento , y canto? assi;
Juan resplandece este dia
en el vientre de Isabel,
que Christo es sol, y da en e? l
por el crystal de Mari? a .
Luego que las dos se han visto,
y abrazos tiernos se dan,
resplandece Christo en Juan,
y Juan reverbera en Christo,
cuya gloria y alegria,
siente en su vientre Isabel,
que Christo es sol, y da en el
for el crystal de Mari? a .
En Juan la vista sagrada
pone el nin? o celestial,
por antojos de crystal
de su divina pren? ada:
quedaron desde aquel dia,
A? ngel Juan , cielo Isabel,
que Christo es sol, y da en e? l
for el crystal di Mari? a.
In-
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? 46 Pastores db Belen.
Interrumpio? a este tiempo el sabroso discur-
so del pastor de las montan? as un coro de tres
pastoras , Cloris, Antandra y Lesbia, y el famo-
so Pyreno , que guiando sus ovejas a los seguros
rediles de sus cabanas, iban a quatro voces sus-
pendiendo las selvas con estos versos:
? Qua? n bienaventurado
aquel puede llamarse justamente,
que sin tener cuidado
de la malicia y lengua de la gente
a la virtud contraria,
la suya passa en vida solitaria l
Dichoso el que no mira
del altivo sen? or las altas casas,
ni de mirar se admira
fuertes colunas oprimiendo basas
en las sobervias puertas
a la lisonja eternamente abiertas.
Los altos frontispicios
con el noble blason de sus passados,
los belicos oficios
de timbres, y vanderas coronados
desprecia y tiene en menos
que en el campo los olmos de hojas llenos.
Ni sufre al confiado
en quien puede morir, y que al fin muere,
ni humilde al levantado
con vanas sumissiones le prefiere,
sin ver que no hay coluna
segura en las mudanzas de fortuna.
Ni va sin luz delante
del
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? Libro primero. ' 47
del Sen? or poderoso, que atropella
sus fuerzas arrogante,
pues es mejor de noche ser estrella,
que por la compan? ia
del sol dorado no lucir de dia.
Pichoso el que apartado
de aquellos que se tienen por discretos,
no habla desvelado
en sutiles sentencias y concetos,
ni inventa voces nuevas,
mas de ambicion, que del ingenio pruebas,
Ni escucha al malicioso,
que todo quanto ve , le desagrada,
ni al critico enfadoso
teme la esquiva condicion, fundada
en la calumnia sola,
fuego activo del oro que acrisola.
Ni aquellos arrogantes
por el verde laurel de alguna ciencia,
que llaman ignorantes
los que tiene por sabios la experiencia>>
porque la ciencia en suma
no sale del laurel, mas de la pluma,
No da el saber el grado,
sino el ingenio natural del arte,
y estudio acompan? ado,
que el habito y los cursos no son parte,
ni aquella ilustre rama,
faltando lo essencial para dar fama,
? O qua? ntos hay que viven
a sus cortas espheras condenados!
hoy lo que ayer escriben , *
in-
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? 48 Pastores de Belen.
ingenios como espejos , que quebrados
muestran siempre de un modo
lo mismo en qualquier parte, que en el todo.
Dichoso pues mil veces
el solo que en su campo descuidado
de vanas altivezes,
quanto rompiendo va con el arado,
ban? a con la corriente
del agua que destila de su frente.
El ave sacra a Marte
le despierta del suen? o perezoso,
y el vestido sin arte
traslada presto al cuerpo temeroso
de que la luz del dia
por las quiebras del techo entrar porfi? a.
Revuelve la ceniza,
sopla el humoso pino mal quemado:
el animal se heriza
que estaba entre las pajas acostado,
ya la tiniebla huye,
y lo que hurto? a la luz le restituye.
El pobre almuerzo alin? a,
come, y da de comer a los dos bueyes,
y en el barbecho o vin? a,
sin envidiar los patios de los Reyes,
ufano se passea
a vista de las casas de su aldea.
Y son tan derribadas,
que aun no llega el soldado a su aposenta,
ni sus armas colgadas
de sus paredes vio? , ni el corpulento
caballo estar atado
al
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? Libro primero. 49
al humilde pesebre del ganado.
Calientase el Enero
al rededor de sus hijuelos todos,
a un roble ardiendo entero,
y alli cantando de diversos modos,
de la estrangera guerra
duerme seguro, y goza de su tierra.
Ni deuda en plazo breve,
ni nave por la mar su paz impide,
ni a la fama se atreve,
con el relox del sol sus horas mide,
y la incierta postrera,
ni la teme cobarde, ni la espera.
Aunque nos haveis entretenido con vuestra
cancion , dixo, llegando a las pastoras, Eiiphila,
hermosa Lesbia, Cloris discreta, y tu? graciosa
Tebandra, que desde que la comenzastes os ha-
vemos seguido, no tengais por atrevimiento, que
os digamos, que nos haveis impedido el mayor
gusto que es possible significaros, interrumpiendo
a este generoso pastor de las montan? as de Judea
la mas agradable historia, y mas cierta del bien
que estamos esperando , de quantas hasta ahora
han sido escritas y referidas. Pesame por mi par-
te , dixo Tebandra, de haver cortado el hilo a
vuestra platica con tan grossero instrumento como
mi voz; pero estando tan lejos el aldea, y ca-
minando las ovejas tan poco a poco, golosas des-
cas hierbas por el agua salobre que las ban? a, bien
le podeis pedir que la prosiga. Seria , dixo en-
tonces Aminadab, forzoso epilogar lo dicho, pa-
Tom. XVI. G ra
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? 5o Pastores de Belen.
ra haceros capaces de lo que esta? por decir: yo
os suplico me tengais ahora por escusado, que en
mejor ocasion prosiguire? estos principios. ? Quie? n,
dixo Pyreno, apacible pastor, era el sujeto de tu
historia? La hermosa Virgen, respondio? Amina-
dab, hija de Ana y Joachin, ya casada con el
mejor hombre que ahora vive, digo en la luz
del mundo, que en las entran? as de Mari? a vive
el que es Dios. Alli, replico Pyreno, tambien
havra? luz, pues se encierra en ellas el mismo sol,
y a la cuenta tu? la debes de haver visto en casa
de Isabe? l estos dias, que por aqui cerca nos de-
cian que ha passado a la montan? a.
Assi es ver-
dad , dixo el pastor, y que se podria hallar el
camino, por la diferencia que tendra? la tierra
con alguna senda de flores, por donde sus es-
tampas la tocaron, y aun los arboles con diferen-
te verde del que tendran los otros. ? De que? nos
admiramos, dixo Frondoso, que un planeta ca-
mine el campo azul del cielo en la litera de su
epicyclo, si el mismo autor de las celestes lum-
bres, en la pequen? a esphera del sagrado claus-
tro de essa dichosa nin? a discurre el suelo ? De
Atlante, respondio? Cloris , fingieron los poetas,
que sustentaba el cielo y aquella confusa machina
de sus vanos dioses, o ya fuesse por significar la
altura de los dos montes de Mauritania, o ya
por pintar en aquel Rey de su nombre la fuer-
za de su Astrologia: mas en esta Sen? ora, en
esta nin? a, en esta madre, en esta Virgen, en
esta esphera, en esta perla, verificase indubitable-
mente , que puede sustentar el cielo mortal cria-
tu-
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? Libro primero. ' 51
tura. Benditos sean, dixo Lesbia, tales passos,
tales pies, y tales estampas, que me espanto co? -
mo no quedaron doradas las impressiones dellas.
No has visto, respondio? Joran, que la luna va
de noche navegando el mar del cielo, y no deja
rastro de su transito, ni se ven las lineas de su
curso de nuestros mortales ojos: pues assi la her-
mosa nin? a mas que la luna, Mari? a Santissima,
no las deja por el camino , para ser vistas de los
nuestros: dema? s, que si las estampas de sus san-
dalias dejaran oro, el sol se le huviera tomado
para sus rayos, y si plata la luna para los suyos.
Lo cierto es, que como iba la tierra anticipando
a sus passos los tapetes de sus flores, ellas encu-
brieron las sen? ales, creciendo para besallas, y
aumentandose, porque las besaron. ? Qua? ndo, dixo
Palmyra, hermoso Nin? o saldreis de esse virginal
aposento, de esse cerrado huerto, de essa orien-
tal puerta, de esse inta&o claustro , de esse crys-
talino relicario, y de esse breve cielo, para luz
de nuestros ojos, vida de nuestra muerte, y muer-
te de nuestros enemigos? ? Hai! no tardeis espe-
ranza del mundo, gloria de los cielos, remedio
de los hombres, Pastor soberano, defensa nuestra.
Mirad, dulcissimo Sen? or, que os esperan los An-
geles , que en vuestro nombre alcanzaron tan al-
ta victoria, los cielos que desean honrarse dessa
Humanidad santissima, la tierra para salir de la
tirania y esclavitud del enemigo que la oprime,
y el limbo de vuestros antecessores, para que
rompiendo los cerrojos de diamante , y derriban-
do las puertas, entre por sus tinieblas essa pode-
G2 ro-
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? 5* Pastores de Belen.
rosa luz. A la sazon que Palmyra , los ojos en
Belen, aun no sabidora de que alli se havia de
obrar tan gran mysterio, decia tales palabras, lle-
gaban los pastores a las insignes ruinas de un edi-
ficio antiguo, que a un lado del camino se dife-
renciaba de las pen? as. ? Que? es esto? dixo Aminadab
a los pastores entonces , que como nuevo en es-
tos valles no me acuerdo, que las veces que he
bajado de las montan? as, los haya visto. Esta di-
xo Nemoroso,dicen nuestros padres, que siempre
oyeron decir a los suyos, que havia sido una ca-
sa de recreacion de los Reyes de Israel, y por
ventura alguna de las de Salomon , o David:
aqui se ven ahora algunas fuentes , que debian
de ilustrar en aquel tiempo los quadros de aque-
llos jardines. Fuentes y jardines , dixo Eliphila,
caros le costaron a esse santo Rey. Caros , re-
plico? Nemoroso, y se? lo bien; porque estos dias
he leido aquella historia de Bethsabe? , madre de
Salomon, que fue muger de Urias. Ojala , dixo
Tebandra, quisiesses referirla. Como me pagueis
en otro tanto, respondio? , yo hare? lo que me
mandais. Yo me ofrezco, replico? Joran, a con-
tar la mia. Lo mismo hare? yo , dixo Pyreno, y
si sobrare tiempo, podra? alguna destas pastoras
decir la suya. Con este conciero acortando los
passos y alargando los oidos, Nemoroso comen-
zo? desta suerte.
David constituido por Rey, despues de haver
reprobado nuestro gran Dios a Saul, por no
haver obedecido sus mandamientos, y consultado
la Pythonisa, gozo? de quietud y paz de todos sus
ene-
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? Libro primero. 53
enemigos, y prometio? le por Nathan, que seria
su Reyno eterno , y su throno para siempre fir-
me , y que establecido en su posteridad, no afli-
giria a Israel, ni como antes le permitirla opri-
mir de sus enemigos, siendo padre de su hijo, y
perpetuando en e? l la grandeza de su misericor-
dia. A cuyas palabras humillado el Rey, dixo a
Dios estas: ? Quie? n soy yo, Sen? or mio, y Dios
mio? ? Quie? n mi ascendencia y casa, que a'esta-
do tan dichoso me has trahido? Y aun esto te pa-
rece poco, si tambien no me asseguras de la pro-
pagacion de mi sangre: esta mi Dios y mi Se-
n? or es ley de Adan, pues ? que? puede an? adir Da-
vid para hablar contigo, y mas teniendo tu? en las
manos el corazon de tu siervo ? Por tu palabra,
y voluntad hiciste cosas tan grandes , que por
ellas fuesse conocido: por tanto te magnificamos,
Dios y Sen? or $ porque ninguno es semejante a ti,
ni hay Dios fuera de ti de quantos la vanidad de
los hombres truxo a nuestros oidos. ? Quie? n era
Israel ? ? Que? gente, que? principio el suyo , para
que Dios hiciera por ella tan estupendas cosas, y
le llamara su pueblo, sacandole de Egypto? Tu,
Sen? or, quisiste ser su Dios, y le diste el ilustre
nombre de Pueblo tuyo para siempre: ahora pues,
Sen? or, cumple la palabra que me has dado, pa-
ra que engrandezcamos eternamente tu nombre,
y viva el Dios y Sen? or de los exercitos en Is-
rael , y quede la casa de tu siervo David estable-
cida para siempre. Tu palabra es la misma ver-
dad , comienza pues, Sen? or, y bendicela , para
que lo quede de tu santa mano por las eternida-
des
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? 54 Pastores de Belen.
des de los tiempos. Despues de lo qual turo Da-
vid tantas vi&orias de los Philisteos, de Moab, de
Adarecer, Rey de Saba? , cuyas armas de oro pu-
rissimo traxo a Jerusalen. De Syria y de otras
partes triumpho? David con tanto terror y espan-
to del Oriente, que en el valle de la Sal mato?
diez y ocho mil hombres, en Gebelen veinte y
tres mil, y en la batalla de Syria veinte y dos
mil. Puso guardas en Idumea, y reservo? le Dios
de todo peligro, reynando sobre Israel, y exer*
citando la justicia con equidad. Era Joab hijo de
Sarvia, Capitan General de sus exercitos: el Sa-
cerdocio tenian Sadoc y Achimelec, y otros no-
bles y sabios los dema? s oficios y dignidades. Go-
zaban los Hebreos en el Imperio de David una
Felicissima vida , siendo victoriosos y sen? ores
de aquellos que solian tenerlos opressos, y en su
tyranica servidumbre. Haviendo pues dado fin
a las guerras, dio? se el Rey santo a gozar la ad-
quirida paz tranquila y quietamente : y acor-
dandose de la estrecha y fiel amistad que havia
tenido con Jonatha? s, hijo de Saul, pregunto? si
havia alguno de sus descendientes , para hacerle
bien ? Hallo? se Miphiboseth su hijo, que al ama,
que le criaba, huyendo temerosa , se le havia cai-
do de los brazos, y quebrado las piernas. Hizole
el piadoso David conducir a si, y con grandes
caricias y favores le restituyo? sus possessiones
y hacienda, y dandole su casa y mesa, honro?
en ella la memoria de la amistad de su padre :
bien al contrario de las leyes del mundo, don-
de no hay cosa mas abatida, que los hijos de
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? Libro primero. 55
los que tuvieron gobiernos , y las reliquias de
los amigos muertos, sin pensar los que viven
con diferentes obligaciones, que han de volver a
verse en otra patria, donde les parece, que no
puede haver reprehension de la impiedad , ni
verguenza de la ingratitud. En el tiempo final-
mente, porque vengamos, pastores, al proposito de
los jardines y fuentes, que nos dieron el argu-
mento desta amorosa historia, aunque sangrienta
y tragica, que David peleaba contra los Amoni-
tas , por el afrenta que por malos consejos Ha-
non le hizo, sucedio? , que haviendo enviado a su
Capitan Joab al cerco de una ciudad, e? l se que-
do? pacifico en Jerusalen, ya depuestas las armas,
que tanto assombro havian dado al Asia, y con
que llegaron sus vanderas y pavellones a formar
selvas en las orillas del Euphrates. Fasseandose
pues un dia por un alto corredor de sus pala-
cios, vio? en una casa contrapuesta a sus valcones
una bellissima joven, que segura de no ser vista,
desnuda se lavaba en una fuente , que en me-
dio del jardin repartia con liberales manos agua
a las flores. Hermosa, confiada y desnuda estaba
ct> ella (si estas tres cosas se compadecen ) don-
de no faltara tanto la razon, quanto sobrara la
confianza. La hermosura aumentaba la seguridad,
y el sitio el estar desnuda; porque los crystales
del agua, la verdura de los arboles, y las colo-
res distintas de las flores le daban mas ornamen-
to que tuviera vestida en los estrados ricos de ta-
pizadas salas. Dejo? se vencer el Rey desta ocasion
tan fuerte, de esta primera vista con tal fuerza
de
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? 56 Pastores de Belen.
de sus deseos, que desfavorecida la razon, suje-
to? la mejor parte del alma al apetito, y pospues-
to todo respeto, quiso saber quien fuesse. Sa-
biendo , pues, que era Bethsabe? muger de un va-
liente soldado suyo , llamado Urias, que con el
Capitan Joab era ido a la guerra y cerco de
los Amonitas, la hizo traher a su palacio, donde
por algunos dias se olvido? de si mismo en sus
regalos, al fin de los quales la restituyo? a su ca-
sa, mas no a su honra. Conociendo en breve
Bethsabe? que estaba pren? ada, temio? perder la vi-
da ; porque havia una ley entre los Hebreos, que
la muger que era hallada en adulterio, muriesse
apedreada. Advirtiendo pues a David, e? l se
determino? a salvarla, escribiendo a Joab, Prin-
cipe de su milicia, que le enviasse a Urias. Obe-
decio? el General el mandamiento de su Rey, y
venido Urias a Jerusalen, hablo? le David en el
estado de la guerra, en el gobierno del exercito,
y en la fuerza de los enemigos, que tal vez la
cautela levanta a los consejos de los superiores
los engan? ados subditos. Mando? le despues de lar-
ga platica, que se fuesse a descansar a su casa,
y que el dia siguiente volviesse a su palacio, que
es la primera vez que el amor ha dado licencia a
sus zelos, para sufrir el agravio, por escusar a la
vida el mayor peligro. Queria el Rey que se atri-
buyesse la prenda al duen? o, y no al hurto, mas
no le salio? la traza al pensamiento; porque Urias
no quiso ir a su casa aquella noche : antes bien
con las otras guardas la passo? toda a la puerta
del palacio: lo qual sabido por David, el dia si-
guien-
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? Libro primero. 57
guiente le hizo llamar, y se le mostro? admirado
de que haviendo estado ausente tantos dias de su
esposa , aquella noche se pudiesse escilsar de haver-
la visto, y de alegrar su familia y casa con su pre-
sencia.
