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Satisfizo el buen hombre mi pregunta lo mejor que
pudo, y ya me disponia a proseguir mi azarosa jornada,           con
pies y manos y tirando de la caballeria como Dios me daba a entender,
por entre unos pedruscos erizados de matorrales y puntas, cuando el
pastor que me veia subir desde lejos, me dio una gran voz
advirtiendome que no tomara la _senda de la tia Casca_, si queria
llegar sano y salvo a la cumbre.